Munir Hachemi
El árbol viene
Periférica
176 páginas
POR DANIEL ESCANDELL MONTIEL

Munir Hachemi nos presenta El árbol viene, una nueva apuesta por la narrativa del autor que llega de mano de Periférica después de su último éxito en el terreno de la poesía, cuando ganó en 2022 el XXXIII premio El Ojo Crítico de Poesía que otorga RNE. En esta ocasión, Hachemi apuesta por sumergirse en el mundo de la ciencia ficción. En este sentido, aunque la premisa de la historia que nos presenta se situaría dentro de los límites de la ciencia ficción dura, su desarrollo está más cerca de la etiqueta de la ficción especulativa, pues no nos encontramos con ese peso de lo tecnológico para sustentar su mundo.

Tras Cosas vivas, que apareció en 2018, el nuevo proyecto narrativo de Munir Hachemi cuenta de nuevo con el potencial de construir a su alrededor una interesante conversación: como esa primera novela comercial, de la que se han hecho múltiples lecturas gracias a la riqueza de la prosa y el mundo de matices que plasma el autor página a página, nos encontramos, en definitiva, con un libro enormemente diferente, pero dotado de esa misma capacidad para enriquecer la lectura más allá de la superficie. Es ahí donde reside la fuerza de Hachemi en los géneros que explora, un rasgo fundamental que es incluso más relevante en esta novela para seguir potenciando la legitimación de las voces en lengua española dentro del terreno complejo (a veces resbaladizo, a veces lleno de autodesprecio) de la ficción especulativa en este idioma.

Así pues, El árbol viene es un acercamiento a una civilización que nos resulta extraña y que nace de lo que solo puede categorizarse como un accidente. A través del punto de vista de un personaje, que se denomina arqueólogo, con sus notas, informes y diario, nos enfrentamos a la fascinación antropológica que genera su contacto y convivencia con el pueblo mulai. El peso de la responsabilidad de saberse parte del colectivo responsable de haber creado esa civilización se entremezcla con la observación extrañada de quien intenta comprender aquello que no puede asir, pese a ser, en cierto modo, eje fundamental de ese microcosmos.

El texto se ha concebido, así, como la versión intervenida por unos editores sobre los documentos de campo de ese observador, cuyo nombre real es Nahum Cordovero. Aunque es cierto que esto permite que el libro se inscriba en una notoria tradición de «documentos encontrados» para construir su punto de vista, y eso hace que el punto de partida de la estructura y la narración no nos sea ajeno, consideramos que es más importante la vinculación filial que se establece con la tradición de los impactos de unas sociedades en otras.

El árbol viene nace de lo que hemos observado en nuestro mundo (real e inmediato): las consecuencias de que una civilización influya en otra y las ondas de ese impacto cuanta mayor es la distancia entre ellas. No es tampoco algo ajeno al campo de la ciencia ficción dura, y su tradición de explorar lo más próximo a nosotros en su mirada hacia la profundidad de las estrellas. En este caso, la mirada distante del observador permite al autor transmitir reflexiones sobre un amplio espectro de elementos que nos atañen directamente, como la construcción de identidades culturales o sexuales, o la instrumentalización de la lengua en su función como herramienta básica de tecnología social. Ese punto de vista arqueológico, interpretador de un pasado que ya no es realmente el propio, supone una inflexión clave para construir el punto de vista que permite construir ante el lector el mundo de la novela. En este sentido, debemos tener también presente que no se persigue el tópico del científico que genera todo un mundo en un accidente de laboratorio o similar, sino que se trata de toda una escisión, lo que permite una visión que puede resultar más próxima a nuestra propia realidad.

Rescindir el alcance de la novela de Hachemi a ese redescubrimiento del otro sería, en todo caso, reduccionista. El texto explora discursos múltiples que resultan enormemente coherentes con el espíritu de nuestra época, incluyendo el cataclismo climático. El título de la obra ya adelanta el papel (potencialmente) redentor de una naturaleza que es salvadora, pero solo leyenda de tiempos muy pretéritos. En un mundo que apenas da tregua a sus habitantes, la supervivencia no se sustenta en un discurso anarcoprimitivista, sino en la construcción de lazos sociales que permiten al grupo salir adelante. El mundo que nos presenta el autor no se esconde tras un velo de utopía que señala con el dedo nuestros defectos como especie y fracaso indiscutible como sociedad, pues evita los reduccionismos que el género y sus antecedentes ya explotaron en la configuración inicial del relato del viajero que recorre mundos ajenos. Como veremos, este aspecto resulta muy relevante en la lectura de la obra.

Hachemi consigue en El árbol viene el difícil equilibrio de respetar la idea base de presentarnos el informe del arqueólogo con sus hallazgos sobre los mulai, pero huir en buena medida de la pretensión de imitar el frío discurso de la emulación de las palabras academicistas y burocratizadas. El recurso del diario permite al autor fluctuar en el discurso doble, pues si algo es meritorio en la cuestión más estrictamente formal, es que consigue ese equilibrio entre lo personal, la observación y la anotación de quien está preparando un texto personal que sabe que ha de servirle como notas y guion para su posterior informe. Eso hace que haya observaciones erradas y otras dudas que permiten ver cómo el arqueólogo profundiza en su conocimiento y comprensión de esta cultura, corrigiendo y matizando anotaciones iniciales.

Las observaciones del arqueólogo, en su conjunto, consiguen también que el lector pueda tener una posición ambivalente ante su propia lectura de los mulai como pueblo: ¿es una sociedad utópica o distópica? Que se pueda plantear esta lectura nos muestra que el autor ha esquivado el discurso maniqueo que a veces se impone en el género. Al observar la cultura de los otros existe idealización e interpretaciones quizá demasiado generosas de resultados que son fruto de contextos forzosos; pero también existe la demonización de aquello que no comprendemos porque no es ajeno y diferente a nuestros propios valores. El compromiso con las notas del arqueólogo como referente textual para construir toda la novela nos condiciona, pues al fin y al cabo estamos viendo el mundo mulai a través de esos ojos, pero es la visión de un observador experto y eso contribuye a la gestación y explotación definitiva de los matices. Al fin y al cabo, si se percibe como iguales a entes robóticos y animales, esto abre el debate sobre si se trata de una comunión entre lo tecnológico y lo natural o la pérdida de la noción del valor de la vida biológica por encima de herramientas maquinales. Es nuestra visión de su sociedad la que condiciona en última instancia esa valoración, y el arqueólogo realiza una elogiosa labor a la hora de buscar una posición analítica sosegada: de este modo, el texto respeta también la agencia del lector para descodificar la valoración moral de este mundo.

Todo esto hace de El árbol viene una novela singular, en la medida en que decidamos catalogarla como tal dando continuidad a ese término como cajón amplio e indefinido en el que entran todas las formas de ficción de narrativa. Y es que, siguiendo el estilo de Hachemi, resultado complicado adherir este libro a las concepciones generalizadas de la novela en su sentido tradicional. Esto en sí mismo no resulta sorprendente, en la medida en que, en efecto, la exploración continuada de dónde está la frontera entre lo que es novela y no lleva ya mucho tiempo siendo un espacio de interés relevante para los autores más interesantes de varias generaciones. Pero sigue siendo fresco cuando se logra con éxito. El texto de Hachemi se sitúa, en todo caso, en una tradición poco definida, aunque con interesantes nombres, en la órbita de la ficción especulativa en nuestra lengua, una nómina que incluye textos como Plop, de Rafael Pinedo, cuya huella podrá encontrar el lector aficionado al género en esta nueva propuesta del madrileño. Aquel lector que quizá no ha apostado habitualmente por el campo de la ficción especulativa, por su parte, podrá disfrutar de la abundancia de matices del mundo concebido por Hachemi, un mundo con el que podrá descubrir toda la fuerza y el poder que se esconden en su escritura: joven, sí, pero consolidada, rica y con la confianza en su verbo necesaria para seguir mostrándonos que todo lo que vieron en Granta (pues destacaron su figura en la selección de jóvenes autores en lengua española de menos de 35 años en publicada en 2021) era solo el principio de su consagración.