El cuarto episodio tiene como protagonista a Juan Valera, de quien Perés subraya su escepticismo y su humorismo en el escenario de un saber y unos conocimientos tan modernos y europeos como los de Alas o Menéndez Pelayo. Del quinto episodio no nos podemos ocupar por su largo y denso recorrido: Perés advirtió en las obras del primer Unamuno toda la fuerza, el vigor y la novedad que ofrecían. Su atención para con los trabajos y los días del maestro vasco nacen con su estudio de Paz en la guerra (LV, 22-II-1897) y van hasta el 27 de marzo de 1903, donde «Hojeando libros» valora los ensayos En torno al casticismo, publicados por vez primera en libro en las prensas barcelonesas de Henrich en 1902.

Las ocupaciones críticas de Joan Sardà en torno de las letras españolas en La Vanguardia son recoletas, intensas y de extraordinaria modernidad y lucidez. Sus lecturas estrictamente literarias tienen en los medios de prensa en la que colabora una referencia central: la novela y especialmente las obras de Pérez Galdós. No en balde le confesaba a Oller en carta del verano del 1886 que Galdós tenía una gran intuición de la naturaleza humana, una originalidad absoluta y «un sello de virilitat que excita». Acababa de leer —con sabia agudeza— Lo prohibido. Meses después los lectores de La Vanguardia conocían sus espléndidas críticas de Miau y Realidad, con alusiones continuadas a las inflexiones del realismo y del naturalismo. Críticas galdosianas que culminan en un formidable artículo del 15 de agosto del 1991 donde sintetiza: «En filosofía, en economía, en moral, en política, en ciencia, burla burlando dice y piensa más hondo Pérez Galdós en las extravagancias de sus libros que muchos especialistas del oficio». Era Galdós el mejor ejemplo del canon crítico de Sardà, quien a finales del 1888 había sentenciado desde La Vanguardia en carta abierta al marqués de Figueroa: «Hago de la lectura de novelas cuestión patriótica, y por otro lado cuestión de conveniencia, pues me ha visto usted sostener que sin ella no hay buenos abogados, ni médicos, ni aun comerciantes. Vivan, pues, las novelas».

Jaume Brossa en una carta de febrero del 1896 a Miguel de Unamuno le advierte de que alguno de sus amigos le escribirá. Uno de ellos es Soler i Miquel, «un joven —así le describe Brossa— cuya característica es el entusiasmo. Ha escrito varios artículos sobre literatura moderna». En efecto, además de los mencionados sobre Clarín, Soler —que se había doctorado en Derecho con don Francisco Giner— daría a la luz en La Vanguardia un excepcional trabajo sobre Miguel de Unamuno el 14 de marzo de 1896, que como bien juzgó el profesor Valentí Fiol en un libro que para quien les habla fue y sigue siendo libro de cabecera en estos escenarios, El primer modernismo literario catalán y sus fundamentos ideológicos (1973), es «el primer ensayo serio de captar su pensamiento y sus tendencias».[10] Su análisis de los ensayos En torno al casticismo es el más penetrante del momento.

Termino con una brevísima síntesis en dos entregas. La primera tiene que ver con lo que los críticos de La Vanguardia apuntaron en esa época crucial en las letras españolas. El denominador común tiene tres direcciones. La primera consiste en reivindicar una literatura que de cuenta de la vida moral y social contemporánea: el escritor de referencia es Galdós. La segunda apunta a la dimensión europea de las letras españolas: aquí la personalidad de Clarín se considera ejemplar. Y la tercera tiene que ver con la regeneración política y cultural de la polifonía española: en los años de entre siglos, Miguel de Unamuno es el intelectual invocado continuamente, desde Soler a Perés.

La segunda entrega no conviene echarla en saco roto. Corre el verano del 1893 y La Vanguardia está en el período central de la dirección de Sánchez Ortiz. Una carta de uno de sus más brillantes colaboradores literarios nos pone en guardia sobre la querencia de los historiadores a un cierto narcisismo. Le escribe Yxart a Sardà desde Eaux Bonnes:

Avuy he escrit a n’en Sánchez y li dich que tot està molt bé: ¡pobre, treballa! Però és dir-t’ho a tu: fora del article teu, el d’en Casellas sobre reatules, el meu de Las Vengadoras, potser massa pesat per periòdich, articles en què al menos s’hi veu serietat y gramàtica, lo demés vist en l’aislament d’aquí y tenint per tot dia «Figaros» y «Debats» y «Temps», lo demés resulta tan pobre, tan ridícol!… ¡Fins el paper! Yo, francament, «La Vanguardia» l’amago… (M’olvidava d’en Boixet, que nosols s’aguanta, sinó que sembla d’aquí, traduhit) ¡Quina pobresa la nostra! [11]

 

Al historiador que firma este artículo se le ocurre pensar que en estas palabras de Yxart hay alguna premonición de lo que Edward Said percibía en la figura del intelectual: «se parece a un náufrago que en cierta manera aprende a vivir con el país y no en el país».[12]

 

[1] 200 anys de prensa diària a Catalunya (1779-1992) (dirección Josep M. Huertas), Barcelona, Fundació Caixa de Catalunya, 2005, p. 16.

[2] Gaziel, Història de «La Vanguardia» (1881-1936) i nou articles sobre periodisme (ed, Manuel Llanas), Barcelona, Empùrias, 1994, pp. 31-22.

[3] Josep Pla, Homenots. Quarta Serie. Obra Completa, xxix, Barcelona, Destino, 1991, pp. 288-289.

[4] Gaziel, Història de «La Vanguardia» (1881-1936), p. 33.

[5] Josep M. Huertas, Una història de «La Vanguardia», Barcelona, Angle Editorial, 2006, pp. 34-35.

[6] Jordi Castellanos, Raimon Casellas i el modernisme, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1983, t. I, p. 108.

[7] Cito por María José Tintoré, «La Regenta» de Clarín y la crítica de su tiempo, Barcelona, Lumen, 1987, p. 242.

[8] Clarín, «Revista literaria», Los lunes de El Imparcial (23-VII-1900), Obras Completas, x. Artículos (1898-1891) (ed. Y. Lissorgues / J.F. Botrel), Oviedo, Nobel, 2006, p. 825

[9] Ramón D. Perés, A dos vientos. Críticas y semblanzas, Barcelona, L’Avenç, 1892, p. 29

[10] Eduard Valentí Fiol, El primer modernismo literario catalán y sus fundamentos ideológicos, Barcelona, Ariel, 1973, p. 322.

[11] Rosa Cabré, «Cartas de Josep Yxart a Joan Sardà», Els Marges, 24 (1982), pp. 71-72.

[12] Edward Said, Des intellectuels et du pouvoir, París, Seuil, 1996, p.69[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Total
2
Shares