Marta San Miguel
Antes del salto
Libros del Asteroide
192 páginas
POR MEY ZAMORA

La trayectoria de las personas tiene puntos de inflexión que marcan la historia personal y le imprimen un sello especial. Hay quien nació en un país y se crio en otro, quien vivió un momento histórico excepcional, quien sufrió una pérdida a destiempo, quien conoció lugares y seres poco comunes, quien se lanzó a la aventura, quien sobrevivió a hecatombes, quien alcanzó metas impensables… hay un sinfín de quienes y de acciones, de existencias hechas de retazos, todas únicas y susceptibles de ser contadas.

Marta San Miguel (Santander, 1981) ha plasmado una al construir un relato de vida en su primera novela, Antes del salto. Con ingredientes personales y familiares, la escritora y periodista, autora de los poemarios Meridiano y El tiempo vertical, nos regala una delicada y atractiva historia.

Una mujer, que trabaja en un periódico, casada y con dos hijos, se traslada a Lisboa para pasar un año. El trabajo del marido les ha llevado a dejar su casa en el norte de España e instalarse en la ciudad lusa donde tendrán que adaptar sus rutinas. Los personajes que habitan este libro son Marido, Mayor y Pequeño, que resultan tan específicos como genéricos.

Se suman dos más, del pasado, que lo impregna todo: el caballo Quessant, que la protagonista montaba de pequeña; y la madre ya fallecida que revive cuando se pone un vestido, elige qué película ver, subraya un libro o ve florecer un árbol («la ausencia tiene esos destellos»).

Estamos ante la narración de un tiempo cercano, contemporáneo, donde se entremezcla el presente, lo novedoso e inmediato, con el pasado y sus marcas. Las páginas de este libro recogen las ausencias, las pérdidas y de qué manera las metabolizamos mientras la vida sigue, siempre.

La pasión de la protagonista por el mundo equino y por Quessant en particular confiere a la novela una impronta original y mágica –hay algo fascinante en la imagen de un caballo, imponente, soberbio, y en la relación con quien lo monta-. Quien cuenta este relato se mueve por el texto como una amazona que cautiva con su elegancia. El caballo como personaje y como metáfora funciona en este libro desde el mismo título. En las primeras páginas vemos a una niña en entrenos y competiciones montada sobre el magnífico animal, sentimos de cerca como acompasan sus ritmos. El zumbido del corazón en las sienes, el miedo inicial, se transforma en serenidad y libertad cuando galopan en sintonía, cuando se cuidan y protegen.

Ese aprendizaje a lomos de Quessant le servirá a la mujer adulta para afrontar riesgos, para saltar a lo desconocido: los meses por venir de la familia en la capital portuguesa. Cabalgar y tomar las riendas.

La maternidad circula por este libro: cuando busca un nuevo colegio para sus hijos, cuando los contempla dormidos o mientras juegan a fútbol en la calle, cuando les lee cuentos o rememora historias… Una madre que es hija y que alberga lecciones de lo vivido, la maternidad como legado.

También será memoria Lisboa en el futuro. La autora describe la ciudad desde la cotidianidad –la vibración del edificio con los camiones de reparto, el sonido del tranvía, los trabajadores que rehabilitan un inmueble cercano-, una ciudad que palpita. La conocía a través de la escritura de Pessoa y de Muñoz Molina con quien comparte mirada.

Marta San Miguel ha creado un relato íntimo, que nos habla de la vida mientras transcurre, de lo que llevamos siempre con nosotros aunque olvidemos ponerlo en la maleta –como la foto de Quessant-, de los retos, de esos saltos que aparecen en el circuito de la existencia y también de cerrar capítulos («Los finales dan miedo. Temo lo que se termina»).

Explica el libro que Miguel Ángel, cuando esculpió la figura del David, deformó las medidas en aras a que la perspectiva funcionara y se viera bien desde lejos. «Lo mismo –apunta- que hace nuestra memoria para dar sentido a lo que somos». Esta novela es un ejercicio de memoria modelado con precisión. En pocas páginas consigue erigir un relato, poético y sentido, que parece pequeño pero que no lo es.