COORDINADO POR VALERIE MILES
VALERIE MILES
Sefarad, el nombre hebreo de España, simboliza las profundas raíces judías en la identidad histórica y cultural española. Sefarad es también un puente emocional que conecta a España con los sefardíes dispersos por el mundo desde la expulsión, quienes han mantenido vivo el ladino, su lengua, y tradiciones. El exilio español a México tras la Guerra Civil (1936-1939) marcó un capítulo significativo en la historia del país y de la diáspora sefardí. Miles de republicanos españoles, incluidos intelectuales, artistas y científicos, buscaron refugio en México tras la victoria franquista. Entre ellos, algunos sefardíes llevaron consigo una rica herencia cultural que incluía el ladino. Esta confluencia revitalizó la memoria de España como una tierra multicultural, recordando sus raíces judías y su capacidad de integrar diversas tradiciones. Exploramos algunos ejemplos de esta identidad sefardí y el exilio español con la última de esta generación, conocida como la Generación Nepantla.
PALOMA DÍAZ-MAS
Vitoria
Estimada Angelina: Aunque no nos conocemos personalmente, es posible que nos hayamos seguido en la distancia. Sé que eres poeta, narradora y ensayista y en algún lugar he leído que naciste en Francia, hija de exiliados republicanos que acabaron asentándose en México, un país de acogida para tantos españoles que tuvieron que abandonar su tierra tras la Guerra Civil. También sé que en algún momento descubriste tus orígenes sefardíes y eso supuso un cambio radical en tu vida.
La primera noticia que tuve de ti fue la lectura de tu libro La lengua florida. Antología sefardí, que en 1989 publicaron conjuntamente la Universidad Autónoma de México y el Fondo de Cultura Económica. Y creo que es precisamente ese nexo sefardí lo que ha establecido un lazo invisible entre nosotras.
En 1989, cuando llegó a mis manos tu libro, yo era una joven profesora que daba clase de literatura española en la Universidad del País Vasco, en el norte de España. En esa universidad logré introducir también una asignatura optativa sobre lengua y literatura sefardíes, con la intención de que los jóvenes estudiantes tuvieran al menos alguna noción de ese tema, tan cercano a la cultura española y tan poco conocido en aquel tiempo.
Mi interés por la cultura sefardí no proviene de motivos personales. No soy sefardí ni tampoco soy judía. Como tantas cosas importantes en mi vida, el descubrimiento del mundo sefardí fue un producto de la casualidad, pura serendipia.
Cuando estudiaba en la Universidad Complutense de Madrid, mi ciudad natal, no solo cursé la carrera de Filología, sino también la de Periodismo. Para un trabajo de una de las asignaturas de Periodismo, había que hacer un reportaje que incluyera investigación y encuestas, y una compañera y yo elegimos hacerlo sobre la comunidad judía de Madrid.
No me preguntes por qué elegimos ese tema para nuestro trabajo. Quizás porque nos pareció algo original y poco conocido, y porque nuestro país se encontraba entonces —a finales de los años 70 del siglo XX— inmerso en el proceso de la Transición política que permitió pasar de una dictadura a un régimen democrático. Eran tiempos de cambio, de apertura a nuevas realidades, de deseos de redescubrir la sociedad en la que vivíamos. Y las comunidades judías formaban en España una exigua minoría, que entonces apenas contaba con 15.000 miembros, la mayoría de ellos sefardíes procedentes del antiguo Protectorado español de Marruecos. Una realidad poco conocida que nos atrajo como aprendices de periodistas.
Para ese reportaje entrevistamos a varios miembros de la comunidad judía madrileña, y así fue como descubrí que, en un organismo estatal de investigación importante, el Consejo Superior de Inverstigaciones Científicas (CSIC), había un pequeño grupo de investigadores que se dedicaban al estudio de la lengua y la literatura sefardíes. Lo lideraba un sefardí español, Iacob M. Hassán, que desde entonces se convirtió en mi maestro.
Acabados mis estudios universitarios, conseguí una beca de investigación para trabajar con ese equipo y realizar mi tesis doctoral sobre poesía sefardí. Allí empezó mi pasión por el judeoespañol y su literatura, por la compleja historia de las comunidades de la diáspora sefardí. Una pasión que me ha acompañado toda la vida y que he procurado transmitir a otros investigadores más jóvenes, mis alumnos y discípulos. La mayoría de ellos, por cierto, tampoco son judíos y también se han acercado a lo sefardí por curiosidad intelectual y por un deseo de abrirse a unas sociedades y culturas que no son las de sus propios orígenes.
Me intriga saber cómo fue tu propio acercamiento al mundo sefardí, cómo y cuándo descubriste tu vínculo personal con Sefarad y qué supuso ello para ti. Quizás no te importe contarme un poco. Un abrazo cordial, desde esta ciudad del norte de España.
ANGELINA MUÑIZ-HUBERMAN
Ciudad de México
Querida Paloma: Me da gusto contestar a tu cordial carta y dar comienzo a nuestra correspondencia. Por lo que me escribes, veo que nuestras afinidades son muchas. Iré contestándolas.
Lo primero se deriva de nuestra afición, aparte del sefardismo, a los guiones (en los apellidos) y habernos leído antes de escribir estas cartas. Tengo libros tuyos, entre otros, Los sefardíes. Historia, lengua y cultura; Los sefardíes y la poesía tradicional hispánica del siglo XVIII. El cancionero de Abraham Israel (Gibraltar, 1761-1770). Sé también que escribes obra de ficción como yo. Entraste a la RAE en el mismo año que yo, 2021, y ocupas la silla de Margarita Salas. Resulta que mi marido, que es científico, estuvo trabajando en Nueva York en el laboratorio del Premio Nobel Fritz Lipmann cuando también estaba la hermana mayor de Margarita Salas. Y otra coincidencia más: mi madre era madrileña, como tú. Y aún otra: del CSIC conozco a Reyes Mate quien me incluyó en su libro El judaísmo en Iberoamérica.
Ahora paso a tu pregunta sobre mis orígenes sefardíes. Cuando llegué a México con mis padres, luego de la Guerra Civil, tenía 6 años. Un día mi madre me llevó al balcón de la casa, cerró la puerta, y me dijo que tenía que confesarme algo. Me enseñó a hacer el signo de shadai con las manos porque éramos de origen judío y así se nos reconocería. Me leía el Antiguo Testamento en la versión de Casiodoro de Reina y Cipriano Valera (conversos) y cumplía algunas reglas del kashrut. Años después, cuando estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM) leí las obras de Américo Castro que me confirmaban más mis orígenes. Cuando estudié el posgrado en NY tuve la suerte de que mi profesor fuera Albert Sicroff, alumno de Américo Castro. Entonces, le escribí a mi abuela que no salió al exilio después de la Guerra Civil, sobre algunas palabras en ladino y me dio su significado. Más tarde descubrí que mi apellido materno, Sacristán, era traducción del hebreo shamash. Bueno, creo que ya te conté un poco. Ahora yo te pregunto sobre tu apellido -Mas. Un fuerte abrazo,
PALOMA DÍAZ-MAS
Querida Angelina: Qué bonita la historia sobre cómo descubriste tus orígenes sefardíes. Provienes, por tanto, de una familia de criptojudíos o «judíos escondidos», la mayoría de los cuales eran descendientes de convertidos a la fuerza que se mantuvieron fieles a la fe judía, pero tenían que practicar su religión a escondidas, en el seno de la familia.
Normalmente, cuando hablamos de «judíos escondidos» pensamos en los siglos XVI y XVII, pero no es solo eso. Yo sabía que hasta la actualidad han existido comunidades criptojudías en la zona de Belmonte (Portugal) desde finales del siglo XV; su existencia fue dada a conocer al mundo en 1915 por un ingeniero de minas judío polaco, Samuel Schwarz, que viajó a esa zona por motivos de trabajo y así entró en contacto con los judíos de allí. Pero no sabía que había también judíos escondidos en España en el siglo XX, así que tu revelación ha sido un descubrimiento para mí.
Tu testimonio también pone de manifiesto el papel tan importante que tienen las mujeres en la preservación del judaísmo, el cumplimiento de las normas de cashrut o pureza ritual (que afecta a todos los ámbitos de la vida, incluidos los alimentos, cuya preparación ha solido ser tarea de mujeres) y la transmisión a los hijos.
Veo también que en Estados Unidos tuviste buenos maestros. No conocí personalmente a Albert Sicroff, aunque sí que conozco sus importantes estudios sobre los estatutos de limpieza de sangre o sobre los frailes jerónimos judaizantes del monasterio de Guadalupe, en España. En cambio, traté mucho a otro discípulo de Américo Castro, el profesor Samuel G. Armistead que, en colaboración con su colega Joseph H. Silverman, estudió el romancero sefardí; en los años 50 y 60 del siglo XX, Armistead y Silverman hicieron encuestas de campo en Estados Unidos para recoger romances entre los sefardíes (la mayoría, mujeres) que aún conservaban memoria de la tradición oral. También transcribieron y editaron romances publicados en libritos aljamiados (es decir, en judeoespañol escrito con letras hebreas) publicados por impresores sefardíes de Turquía y los Balcanes a principios del siglo XX. Contribuyeron mucho al conocimiento de la cultura sefardí a la que, por cierto, ninguno de los dos pertenecía: Sam Armistead procedía de una familia no judía de Filadelfia y Joe Silverman era un judío askenazí.
Me preguntas en tu carta por mi apellido Mas. Bueno, lo cierto es que mis apellidos no son especialmente significativos: Díaz es muy frecuente y, junto con sus variantes Díez y Diéguez, se aplicaban en la Edad Media a personas cuyo padre se llamaba Diego, así que significaría algo así como “hijo de Diego”. Mas es un apellido bastante común en las zonas de España donde se hablan variedades del catalán: Cataluña, la Comunidad Valenciana y Mallorca. Por lo visto viene del latín mansio “casa”, de donde salen también la palabra castellana mansión para referirse a una casa grande y la catalana masía, que se refiere a una casa de campo en una finca agrícola. Así que Mas vendría a significar simplemente “casa” o, más bien “casa de campo”. A mí el apellido me viene de mi abuelo materno, que era de Crevillente, un pueblo de la provincia de Alicante donde se habla valenciano. No conocí a mi abuelo, que murió antes de que yo naciese, pero por mi madre supe que en su juventud emigró a Madrid para ganarse la vida y que hablaba valenciano y castellano.
Me gustaría mucho que en tu próxima carta me hablases de cómo es actualmente en México la situación de las dos comunidades de las que provienes: la judía y la de los descendientes de exiliados españoles tras la Guerra Civil. Un fuerte abrazo
ANGELINA MUÑIZ-HUBERMAN
Querida Paloma: Gracias por tu respuesta. Seguiré con el criptojudaísmo en mi familia. Mi abuela era del Casar de Talamanca y entre sus anécdotas contaba que en Semana Santa se enfermaba y no podía ir a la iglesia, como le pasaba a otros criptojudíos.
En cuanto a México se convirtió desde el siglo XVI en refugio para los criptojudíos que pensaron que aquí no corrían el riesgo de ser reconocidos. Cuando se instauró la Inquisición en 1571 empezaron a trasladarse hacia el norte del país y hay huellas, hasta la fecha, de su paso. Siguieron emigrando al norte y llegaron hasta Arizona y Nuevo México. En esos estados los descendientes cuentan en nuestros días con la Association of Crypto-Jews of the Americas. Organizan congresos y, a veces, he ido. Otro dato interesante es que, en México, en la ciudad de Monterrey en el estado de Nuevo León, el platillo tradicional es cabrito al horno, pues no comen carne de cerdo.
Pasando a la obra de Armistead y Silverman que mencionas, la conozco y tengo algunos de sus libros. Qué bien que trataste a Armistead y las ideas que pudiste intercambiar.
Siempre me llama la atención la historia de los apellidos y es muy interesante tu descripción de los tuyos. Es un descubrimiento de los orígenes y te pones a imaginar la vida de tus antepasados desde siglos atrás.
Me preguntas sobre las comunidades del exilio español y de la judía. Del exilio español te diré, como bien sabes, que México acogió en 1939 a miles de refugiados de todas las profesiones y edades que aquí encontraron trabajo y fundaron instituciones. Este año se conmemoraron 85 años del exilio y se han llevado a cabo muchas celebraciones. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (Jalisco) estuvo dedicada a España y fui invitada de honor para hablar del exilio. Pertenezco a la segunda generación de escritores que llegamos de niños, llamada Generación Hispanomexicana o Nepantla (del náhuatl que significa «en medio») por participar de ambas culturas. Por cierto, ya sólo quedo yo. En España el Grupo de Estudios del Exilio Literario de la Universidad Autónoma de Barcelona nos ha estudiado y llevado a cabo congresos. También se conmemoran 75 años del Ateneo Español de México, fundado por los exiliados, con el cual colaboro.
Las comunidades judías llegaron a principios del siglo XX de distintos países europeos por las persecuciones. Igualmente, se organizaron y crearon instituciones que continúan hasta nuestros días.
Me gustaría ahora que me contaras algunas otras cosas de tu vida y de proyectos en los que estás trabajando. Me imagino que está por salir un nuevo libro tuyo sobre tus investigaciones y yo lo espero con ilusión. Recibe un fuerte abrazo, Angelina
PALOMA DÍAZ-MAS
Es bien interesante todo lo que cuentas sobre los distintos momentos en que se instalaron judíos en México, primero en el siglo XVI con los criptojudíos y luego en el siglo XX por la emigración desde Europa.
Me alegra también saber que en México se están organizando actos en conmemoración del exilio español tras la guerra civil. Fue país de acogida para muchos exiliados españoles, que respondieron contribuyendo a la cultura de la nación que los recibió; entre otras cosas, los exiliados impulsaron los estudios sobre la lengua española y su literatura a través la Casa de España en México, de la que luego nació El Colegio de México, y fundaron la Nueva Revista de Filología Hispánica. Una institución y una revista mexicanas que constituyen una referencia para los hispanistas de todo el mundo.
Me preguntas por mi vida y mis proyectos. En cuanto a lo primero, vivo en Vitoria, en el País Vasco, pero paso bastante tiempo en Madrid porque todos los jueves acudo a las sesiones de la Real Academia Española. También visito con frecuencia Cataluña, la tierra de mi marido, donde tenemos familia y amigos. Así que el triángulo País Vasco-Madrid-Cataluña constituye mis coordenadas geográficas.
Con respecto a qué estoy haciendo, el año pasado publiqué mi Breve historia de los judíos en España, que ha tenido muy buena acogida y lleva ya varias ediciones, lo que demuestra el interés de los lectores españoles en general (y no solo de los pocos especialistas) por la historia de los judíos de origen hispánico. Ahora acaba de salir de la imprenta un libro completamente distinto, Las fracturas doradas, una novela con trasfondo autobiográfico, cuyo punto de partida es la experiencia dolorosa de la muerte repentina de mi hermano menor; es un libro sobre el proceso del duelo, pero con una visión esperanzada y, de alguna manera, luminosa. Y en este momento estoy muy ocupada terminando una edición del Romancero para la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, que espero que se publique el año 2025. El Romancero es otra de mis especialidades como investigadora; un género poético que une España, América y Portugal.
Por mi parte, quiero decirte que ha sido un placer y un honor tener contigo esta relación epistolar tan amable y enriquecedora. Un abrazo muy fuerte y mis mejores deseos para el año que empieza.
ANGELINA MUÑIZ-HUBERMAN
Te contesto a tu carta con gusto, pero con cierta tristeza por ser la última. Tiendo a la melancolía.
Tus coordenadas geográficas eran las mías desde la infancia, aunque en modo imaginario. Empecé por el norte de España y leía a Pío Baroja y a Miguel de Unamuno, llegaba a Madrid y me aprendía sus calles al leer a Pérez Galdós y así, con otros escritores, me recorría el resto de España. En el exilio llevas dobles o triples vidas.
Conseguiré Las fracturas doradas (qué precioso título) porque yo también perdí a mi hermano de manera trágica en París cuando él tenía ocho años y yo dos, al ser atropellado por un camión. Algo sobre lo que he escrito en varios de mis libros. En cuanto al Romancero, también lo conseguiré, pues nos hermana la Academia de la Lengua.
Me preguntas de mis proyectos para este nuevo año entrante. Están por salir varios libros. Se reeditará La sal en el rostro, un largo poema sobre el exilio. Se publicará en México Cartas a una ardilla y otros especímenes que ya salió en España en la Editorial Renacimiento. Tengo un nuevo libro de poesía aún inédito. La Academia Mexicana de la Lengua me publicará en su colección la Academia para Jóvenes El unicornio aparece. Estoy recopilando reseñas de libros que escribí en periódicos desde 1960 hasta casi nuestros días que, ahora, resultan históricas pues describía a autores que empezaban a publicar y que luego fueron famosos. Tengo una colaboración mensual en Literal Magazine, una revista estadounidense en línea. Escribo una novela que va lenta por todas las otras ocupaciones. Me pasa lo que a Mafalda: posponer lo importante por lo urgente. Pero, en fin, me divierto, como me imagino que tú lo mismo.
Siento que se cumpla el plazo de nuestra colaboración, pero estoy segura que nos seguiremos escribiendo por esta nueva amistad que nos une, junto con Valerie y su idea de relacionarnos.
Abrazos y mis mejores deseos para estas fiestas y el año entrante, Angelina.
Valerie Miles. Nacida en Estados Unidos y radicada en Barcelona, Valerie Miles es escritora, editora, y traductora. Dirige Granta en español desde 2003 y fundó la colección de clásicos contemporáneos en español de The New York Review of Books durante su periodo como subdirectora de Alfaguara. Es colaboradora de The New Yorker, The New York Times, El País, The Paris Review, y Fellow del Fondo Nacional de las Artes de Estados Unidos, por su traducción de Crematorio de Rafael Chirbes. Fue comisaria de la exposición Archivo Bolaño, 1977-2003, con el equipo del CCCB de Barcelona, fruto de una larga investigación en los archivos privados del escritor. Su primer libro, Mil bosques en una bellota, fue publicado con el título A Thousand Forests in One Acorn en inglés.
Angelina Muñiz-Huberman (Hyères, Francia, 1936). Premio Nacional de Ciencias y Artes; Creadora Emérita Nacional; Académica numeraria de la Academia Mexicana de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española; Doctora Honoris Causa por la UNAM. Autora de 60 libros de poesía, narrativa, ensayo, traducción. Catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Premios, entre otros: Xavier Villaurrutia; Sor Juana Inés de la Cruz; Universidad Nacional de México; Protagonista de la Literatura Mexicana. Condecoraciones: Orden de Isabel la Católica; Woman of Valor Award. Traducida a varios idiomas.Obras: La lengua florida, antología sefardí; Dulcinea encantada; Rompeolas, poesía reunida; El siglo del desencanto; Arritmias; Los esperandos, piratas judeoportugueses… y yo; El sefardí romántico; El atanor encendido; Las vestiduras del palacio; Cartas a una ardilla y otros especímenes.
Paloma Díaz-Mas (Madrid, 1954) es escritora y filóloga. Fue catedrática de literatura española en la Universidad del País Vasco e investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Desde 2022 es académica de la Real Academia Española. Como investigadora ha publicado una edición del Romancero (Barcelona: Crítica, 1994), la edición (con Carlos Mota) de los Proverbios morales de Sem Tob de Carrión y las monografías Libros, lecturas y lectores sefardíes (Madrid: CSIC, 2020) y Breve historia de los judíos en España (Madrid: Catarata, 2023). En el CSIC creó el sitio Sefardiweb (http://www.sefardiweb.com/). Como escritora ha publicado las novelas El rapto del Santo Grial, El sueño de Venecia (premio Herralde 1992), La tierra fértil (Premio Euskadi 2000), Lo que olvidamos y Las fracturas doradas; la colección de cuentos Nuestro milenio; los libros de narrativa de no ficción Una ciudad llamada Eugenio, Como un libro cerrado, Lo que aprendemos de los gatos y El pan que como, y el libro para niños Romances de la rata sabia.