Eduardo Riestra
El negro de Vargas Llosa
Pepitas de calabaza
232 páginas
POR EVA CRUZ

¿Qué clase de libro es este? ¿Qué extraño artefacto literario? ¿Qué divertimento entre la ficción y la crítica literaria, entre el cotilleo y la fabulación, entre el amor por la obra de un autor y el guiño con otros lectores que hacen equilibrios en el borde de la broma, a veces dentro, a veces fuera de ese círculo mágico?

Eduardo Riestra, editor, traductor, columnista, y persona del interior del círculo literario español ha publicado, en el sello independiente Pepitas de Calabaza, un libro insólito que toma una figura totémica de las letras españolas, el nobel Mario Vargas Llosa e inventa que, debido a su excesiva vida social, no tiene tiempo de corregir sus libros y, al cabo, tampoco de escribirlos y necesita a alguien que lo haga por él, un negro, que, por imperativos de esta ficción, resulta ser el propio Riestra.

Es elegante que de este McGuffin argumental no se desprenda ninguna burla ni a la edad ni a las vicisitudes biográficas de esta etapa de la vida de Vargas Llosa, sino solo la encendida admiración de un lector constante y atento desde hace muchos años. El pretexto es la broma de que Riestra le escribe los libros a Vargas Llosa, y el adorno son los cameos de conocidos editores y escritores, así como la espuma de los viajes internacionales y las ferias, con editores y agentes en el papel de reyes del mambo de los libros, en escenarios que son cócteles y aeropuertos. Pero el meollo del libro es un repaso a los libros de Vargas Llosa y de los escritores del boom, que sellaron la juventud de Riestra y de tantos de su generación, que los convirtieron en los lectores que son, que conformaron su gusto y sus expectativas literarias. Es decir, que Riestra monta este tinglado divertido (una feria, arquitectura efímera) para contar su historia de amor con los libros que descubrió en su adolescencia y que ha seguido leyendo toda su vida.

Todo empieza con De héroes y tumbas a los 16 años, porque hay un tipo de sufrimiento vital que a esa edad cursa con deslumbramiento por Sábato («mezcla de Ayn Rand con Dostoievsky, salteado con virutas de Céline»: el humor de Riestra no hiere, pero tampoco está exento de mala leche). Ante semejante gravedad, el encuentro con Pantaleón y las visitadoras le resultó frívolo. Tendrán que pasar algunos años más para que Riestra caiga en las redes de Vargas a través de la lectura de Conversación en la catedral, una obra «bastante maestra y que yo hubiera querido escribir».

Ese es el quid de la cuestión, claro. Todos hemos conocido a alguien (tal vez seamos nosotros mismos) que, fascinado por un libro, lo teclea entero, con sus dedos, para hacerse a la idea de cómo sería crear ese conjunto de palabras. Ser lo contrario de un negro literario, pero escribir, también, en el lugar de alguien. Este libro sublima la fantasía de convertirte en el escriba de tu escritor favorito.

Y por el camino, además, se reseñan lecturas de autores latinoamericanos menos conocidos por los lectores españoles, a veces con fascinantes peripecias vitales, como el peruano José María Arguedas, autor de Yawar fiesta, o el argentino Haroldo Conti, desaparecido por la dictadura de Videla, autor de la faulkneriana Sudeste. O de autores editados por Riestra y muy amados, como el británico Tim Behrens, modelo de Lucien Freud y gallego de adopción en las últimas décadas de su azarosa vida.

Riestra, fundador de la editorial independiente Ediciones del Viento y gran viajero, pasea sus tesoros de lector por esta aventura literaria que es también un anecdotario y un libro de esa crítica que no parte de pedanterías sobre qué debería ser, sino en la voracidad cultural, el entusiasmo y el buen gusto, virtudes de editor.

Déjense acompañar por este libro, entren en el círculo mágico que nos propone, pero léanlo con un lápiz en la mano, como hacen los editores, para apuntar todos esos títulos de libros y autores que se caen de sus apretadas páginas, el mapa de los entusiasmos de Riestra, esos anaqueles en feliz desorden.