Cada vez que se escribe sobre el cuento en España parece obligado decir que hay un boom, o una edad de oro del cuento español. Me temo que eso no es así, y que no lo ha sido nunca. En España el cuento es un género menor. La industria así lo confirma, y aquí se da un hecho curioso, una esquizofrenia narrativa, que creo que no se repite en otros países: hay autores que publican sus novelas en sellos de los dos grandes grupos (Mondadori y Planeta), mientras que sus libros de relatos son publicados por editoriales independientes especializadas en el «género menor».
Esta precariedad no resta mérito a las y los cuentistas españoles. Al contrario, lo multiplica. El hecho de que una minoría de escritores como Cristina Fernández Cubas o Eloy Tizón hayan alcanzado la más alta consideración dentro de la narrativa española, siendo su obra mayoritariamente cuentística, es algo admirable, casi milagroso.
Dicho esto, ha habido, en las dos últimas décadas, dos fenómenos que han sido cruciales para la consideración y la difusión del relato en España, y que pueden abrir la puerta a un moderado optimismo.
El primero es la aparición, en 1999, de la editorial Páginas de Espuma. El trabajo de esta editorial por difundir el género, tanto con reediciones de autores clásicos, como con la publicación de nuevas voces españolas y latinoamericanas está siendo un impulso importantísimo para el cuento en España.
El segundo es la creación, en el año 2004, por parte del Ayuntamiento de Molina de Segura, del Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos Publicado en España que, con su generosa dotación económica y su cobertura mediática, ha supuesto un reconocimiento a quienes practican este maltratado género.
Si hubiera, ahora mismo, algo parecido a un boom del cuento en España, tendríamos que matizar que no estaría protagonizado por autores españoles. Han sido Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Lina Meruane o María Fernanda Ampuero quienes, a través de la publicación principalmente de libros de relatos, han conseguido crear un pequeño fenómeno editorial en España. Así que, ahora, como en los años del boom «original» (en que se leían con tanta avidez los cuentos de Cortázar, Onetti, Rulfo, Borges o Quiroga como las novelas de Vargas Llosa o García Márquez), el público español está leyendo mucho relato del lado de allá, y menos relato made in Spain.
CUENTO FANTÁSTICO
Aunque el objetivo de este dossier es centrarse en la producción cuentística en España de los últimos años (lo que obliga a dejar fuera a los ya canónicos del género como José María Merino o Luis Mateo Díez) me parece imprescindible realizar una pequeña excepción para hablar de Cristina Fernández Cubas, pues sobre ella recayó el año pasado el Premio Nacional de las Letras, el reconocimiento institucional más importante que, por primera vez, era otorgado a una cuentista. Además, su obra ha recibido otros importantes reconocimientos como el Premio Setenil (2006) y el Premio Nacional de Narrativa (2016) y, ahora mismo, está de plena actualidad porque se ha visto favorecida, periodísticamente hablando, por esa tendencia neofantástica protagonizada por las cuentistas latinoamericanas antes citadas1.
Tal vez, su obra más destacada sea La habitación de Nona (2015), en la que se muestra como una heredera directa del relato fantástico tal y como lo concibió Cortázar: Fernández Cubas es una maestra en el arte de crear atmósferas inquietantes y argumentos paradójicos en los cuales la identidad de los personajes es puesta en duda; la experiencia de lo fantástico y de lo inusual sirve para plantear la fragilidad de lo que conocemos como «realidad» o «normalidad».
David Roas
Ganador del Premio Setenil en 2011 por su libro Distorsiones, David Roas se ha convertido tanto con sus últimos libros de relatos, Invasión (2018) y Niños (2022), como con su actividad académica y teórica, en un referente del relato fantástico en su vertiente más tradicional. La influencia de Poe, Lovecraft, Cortázar y Borges queda actualizada en sus relatos que habitualmente mezclan lo terrorífico con la ironía y el humor para señalar que lo turbador reside en el mismo corazón de lo cotidiano.
Alejandro Morellón
Su primer libro de relatos, El estado natural de las cosas, fue merecedor del Premio Internacional de cuento Gabriel García Márquez; con su segundo volumen El peor escenario posible, resultó ganador del Premio Setenil en el año 2022. En ambos libros, Morellón recurre a la técnica de incorporar un acontecimiento disruptor dentro de una realidad cotidiana; que esa ruptura sea de carácter sobrenatural, o consista en un simple accidente que altera la rutina de los personajes no tiene demasiada importancia en cuanto al sentido de los relatos. En ambos casos hay una extrañeza que revela ciertos aspectos del ser humano y de la sociedad que suelen quedar invisibilizados por la fuerza de la rutina. Esta incorporación de lo fantástico (o lo inesperado) en lo cotidiano puede recordar a Cortázar, por supuesto, pero también a Juan José Arreola, a Quim Monzó o a George Saunders. En cualquier caso, la personalidad de Morellón está por encima de los modelos que puedan haberle influido y reside, en mi opinión, en la magistral forma con que consigue que esas técnicas del relato fantástico sirvan para poner sobre la mesa cuestiones sociales y humanas que retratan toda una época y una sociedad.
Pilar Adón
La también galardonada con el Premio Nacional de Narrativa (por su novela De bestias y aves, 2022) ha creado un mundo literario propio donde el elemento fantástico (o insólito, o inquietante) está lejos de los moldes más tradicionales. Así, más que por la irrupción de un elemento fantástico que altera la realidad cotidiana, los mundos de Pilar Adón se caracterizan por una continua atmósfera de irrealidad: son espacios mentales entre la vigilia y el sueño en los que no hay elementos sociales, dinero, trabajo, historia… Sus relatos, en libros como La vida sumergida (2017), consisten en elaboradas creaciones lingüísticas, con un estilo cuidadísimo, en las que el lector asiste a las interioridades psicológicas y emocionales de los personajes siempre con una oscura incertidumbre ante lo que se narra, pues predomina el uso de la elipsis y de lo apenas sugerido. El de Pilar Adón es un mundo personalísimo, poblado de bosques misteriosos, de caserones o palacios atemporales y decadentes que, unidos a los atormentados personajes que los habitan, crean una atmósfera de ensueño o de pesadilla elaborada con un estilo poético de enorme valor literario.
Fernanda García Lao
Esta escritora argentina, que ha pasado en España la mitad de su vida, cultiva la novela, la poesía y el cuento. Acaba de publicar Teoría del tacto, un volumen de relatos que sería difícil encuadrar de manera ortodoxa en el género fantástico y que, por eso, es especialmente interesante. Su escritura lleva lo fantástico a nuevos territorios (y los desborda, y convierte la etiqueta en irrelevante) dominados por la locura, la transgresión sexual y moral y, por encima de todo, la violencia y la crueldad. El cuerpo y la escritura son los elementos centrales que sirven para poner en duda la identidad, y afirmarla en nuevas e inquietantes formas que, en ocasiones, puede recordar a la narrativa de Diamela Eltit. La elipsis es el recurso más acentuado en una prosa que siempre noquea al lector, en la que cada oración tiene un peso y una fuerza evocadora que va mucho más allá de la mera información narrativa.
Jon Bilbao
El asturiano Jon Bilbao sirve como transición y cierre de este apartado, pues no es su obra plenamente adscribible al género fantástico, si bien comparte con él ciertos elementos. Como una historia de terror (2008) se titula su primer libro de relatos, y en ese elemento comparativo, en ese como, está la esencia que podría definir su acercamiento a este género: es un maestro en la creación de atmósferas inquietantes en las que no hay, sin embargo, ningún elemento fantástico ni verdaderamente terrorífico más allá de la maldad y la crueldad que el ser humano es capaz de desarrollar sin necesidad de agentes sobrenaturales. Sus volúmenes de relatos posteriores, Bajo el influjo del cometa (2010), Estrómboli (2016) y El silencio y los crujidos (2018) lo confirman como uno de los mejores cuentistas del panorama español contemporáneo.
CUENTO REALISTA
A pesar del empuje que están teniendo las narraciones de lo insólito y lo fantástico, hay autores que, en los últimos años, siguen bebiendo más de la fuente de Chejov (y de Cheever, Lydia Davis o Raymond Carver) que de la de Poe, con la intención de representar de forma realista los conflictos del individuo y la sociedad. La lista podría ser muy extensa, pero, por motivos de espacio, vamos a detenernos solamente en algunos de los nombres que más han destacado en esta tendencia.
Carlos Castán
La reciente edición de sus Cuentos completos (2020) evidencia una gran coherencia estilística y temática. Si tuviéramos que definir algo así como un estilo castaniano, habría que hablar, en primer lugar, de la nostalgia. Su mundo literario está dominado por amores perdidos, por caminos vitales descartados que afloran en el presente con el sabor de la derrota, la culpa o el arrepentimiento. Hay, también, el retrato de una generación (la de la transición) y sus elementos culturales, sobre los que hay una mirada entre la nostalgia y la ironía: el jazz, el existencialismo, Cortázar, el compromiso político, las noches de alcohol, música y literatura. Y hay, sobre todo, un estilo cuidadísimo: cada cuento está tallado frase a frase, en una búsqueda de la perfección del sonido, de la imagen y de la emoción.
Pedro Ugarte
Este prolífico cuentista, ganador del Premio Setenil en 2017, ha publicado recientemente Antes del paraíso (2020). Como en el reflejo de la crisis económica que fue Nuestra historia (2016), en Antes del paraíso las diferentes generaciones que implica una familia (hijos, padres, abuelos) sirven para analizar distintas perspectivas históricas y sociales de la realidad, con sus expectativas y modelos de felicidad. En estas familias, Pedro Ugarte despliega una galería de personajes hundidos en la derrota, que arrastran todo tipo de decepciones y que sobreviven agarrados a breves destellos de esperanza.
Marta Jiménez Serrano
En el género corto, esta joven autora solo cuenta con una publicación. No obstante, puesto que el objetivo de este dossier no es marcar un canon sino recorrer algunos libros que en estos últimos años han destacado en el mercado editorial español, es necesario mencionar No todo el mundo (2022). Esta colección de relatos, en los que hay todo un despliegue de técnicas narrativas, se caracteriza, en lo temático, por su unidad: todos los cuentos son historias de pareja y comparten la misma localización geográfica y temporal, convirtiendo este libro en un muestrario de conflictos amorosos de la joven clase media, heterosexual, urbana y culta, en el Madrid de las primeras décadas del siglo XXI.
Otros libros muy interesantes de la corriente realista que no hay espacio para comentar, pero de los que me gustaría, al menos, dejar aquí constancia son Brocal (2023) de Miguel Ángel Carmona del Barco, Calle Aristóteles (2011) de Jesús Ortega y Ocho centímetros (2016) de Nuria Barrios.
POSTCUENTO
Este término fue acuñado por el cuentista español Eloy Tizón2; con él pretende describir nuevas formas de abordar el relato que se alejan de la tradición y amplían los horizontes del género. No es, esta, por lo tanto, una clasificación temática, como lo eran las dos anteriores, sino formal.
Eloy Tizón
Tal y como propone en su descripción teórica, Tizón se rebela contra las estructuras narrativas de planteamiento-nudo-desenlace, contra el final sorprendente y el cierre «perfecto». Es el suyo un estilo extremadamente estetizante, en el que cada frase envuelve al lector en un mundo exuberante de sensaciones, imágenes y ritmos cuidadísimos que configuran un mundo surrealista, complejo, donde las emociones y las imágenes amplifican lo real. Con su último libro (Plegaria para pirómanos, 2023), ahonda en esa línea que consolidó en sus dos grandes libros, que se han constituido como una referencia del (post)cuento español contemporáneo: Técnicas de iluminación (2013) y Velocidad de los jardines (1992).
Javier Moreno
Magnífica desolación (2023), es el tercer libro de relatos de Javier Moreno tras Atractores extraños (2010) y Un paseo por la desgracia ajena (2017). Hay una coherencia admirable en la obra de Javier Moreno, que recorre tanto sus cuentos y novelas como su poesía y su producción ensayística: la imaginación y la creación de formas, símbolos, metáforas y relatos son vehículos a través de los que analiza con una lucidez y una inteligencia descomunal los cambios y transformaciones que el ser humano vive en las sociedades postcapitalistas. A diferencia de sus libros de relatos anteriores, compuestos por relatos más breves, en Magnífica desolación hay cuatro historias independientes (relatos largos o novelas cortas) que conforman un libro profundamente unitario. En cada una de ellas encontramos diferentes variaciones de las tensiones entre realidad y ficción: la imposibilidad del arte para representar lo real, la memoria como narradora no fiable, la ficción como territorio virtual donde el deseo expande los límites de la vida.
María Bastarós
Autora de un solo libro en el género del relato, el muy reciente No era a esto a lo que veníamos (2022), su inmensa calidad (y éxito editorial) obliga a destacarla en este dossier. Con una marcada influencia de la narrativa norteamericana (Carver, Lydia Davis, John Cheever, Lorrie Moore), esta autora aragonesa crea un libro que desafía esa «perfección» del relato cerrado y redondo para ofrecer, en cambio, una experiencia narrativa de mayor alcance. En No era a esto a lo veníamos encontramos una presencia continua del deseo, pero también del miedo, que es la otra nota sostenida que atraviesa el libro. No se trata de relatos fantásticos, pero sí hay en ellos una presencia de lo siniestro que asoma todo el tiempo, impregnando lo cotidiano. Ese miedo viene, especialmente, de los hombres. Hay una marcada perspectiva de género en el libro, que se manifiesta más como oscuro elemento de terror que como discurso explícitamente feminista.
La limitación de espacio obliga a dejar fuera muchos libros interesantes, aunque me gustaría al menos citar algunos que han experimentado fuera del relato convencional como Talón (2021) de Nicolás Melini, La acústica de los iglús (2016) de Almudena Sánchez, Esquizorrealismo (2014) de Alfonso García-Villalba, La mala letra (2016) de Sara Mesa, o Réplica (2017) de Miguel Serrano Larraz.
DESBORDANDO EL GÉNERO
El relato, por su peculiar condición, a veces cruza las demarcaciones que definen su territorio. Así, cuando su extensión se reduce en exceso, encontramos el «microrrelato», donde las fronteras con la poesía se desdibujan y se crean territorios fronterizos de gran interés.
En este género hiperbreve destacan libros como Materia oscura (2015), donde Ángel Zapata lleva la brevedad hacia el surrealismo; El pez volador (2016), donde Hipólito Navarro juega con absurdo y el humor; Teatro de ceniza (2011), en el que Manuel Moyano lleva el género hacia la fábula y el mito; o Fragmentos de un mundo acelerado (2017) con el que José Óscar López hace un despliegue de imaginación y mundos posibles desde lo kafkiano hasta la ciencia ficción.
Pero, dentro de estas formas fronterizas del género, me interesan especialmente aquellos libros que han desafiado la unidad e independencia del relato como entidad autosuficiente para utilizarlo como pieza de una unidad superior, el libro, desdibujando así la frontera entre la novela y el cuento3.
Clara Obligado
Esta autora argentino-española tiene una importancia crucial para el género del cuento en España, tanto por su obra literaria como por su vertiente teórica y docente (fue la primera en hacer talleres literarios en España). Recibió el Premio Setenil en el año 2012 por su libro El libro de los viajes equivocados, con el que comenzó su proyecto de cultivar un género híbrido entre la novela y el relato. En sus últimos tres libros se repite la técnica de hacer que cada relato sea una pieza de un mismo mundo novelesco, bien sea en una novela policiaca deconstruida en forma de puzle (La muerte juega a los dados) o en un edificio del Barrio de las Letras de Madrid, recorrido por un eje temporal amplísimo (La biblioteca de agua), bien, como en El libro de los viajes equivocados, creando una «espiral logarítmica» (así lo definió la autora) en torno al motivo del viaje con una insistente repetición de personajes, objetos y motivos.
En estos tres libros hay elementos temáticos constantes. La importancia de la familia (las tres generaciones de La muerte juega a los dados) de la Historia (La biblioteca de agua) y del exilio (presente en toda su obra, en multitud de personajes, pero especialmente en El libro de los viajes equivocados) aparecen como condicionantes que definen la vida de los personajes. Tal vez por eso la pequeña anécdota de un momento en la vida de un personaje no es suficiente; pero, en lugar de hacer novelas, acumula cuentos, variaciones que iluminan nuevos aspectos sobre el personaje y lo presentan como un ser moldeado por esos elementos superiores a la identidad personal.
Javier Sáez de Ibarra
Ganador del Premio Setenil en 2014 por su libro Bulevar, su obra se define por la continua experimentación dentro del género del relato. Esta inquietud formal le ha llevado, en su último libro, de recientísima aparición (Un réquiem europeo, 2024) a crear una obra que desborda la definición de «libro de relatos» pues cada uno de los variados textos que componen este réquiem, desde el reportaje periodístico al cuento de ciencia-ficción, sirven como piezas que se apoyan unas otras para conformar un sentido global que supera el sentido individual de cada uno de los textos y que intenta responder a una pregunta de enorme ambición filosófica y ética: ¿qué significa ser «humano», hoy, en la Europa postcapitalista del siglo XXI?. Un réquiem europeo es un libro que rezuma verdad y talento. Hay experimentación literaria. Hay todo tipo de voces narrativas y de técnicas que no son nunca un juego en el sentido peyorativo de la palabra. Hay siempre una verdad, una preocupación urgente, una apelación al lector que le obliga a (re)pensarse como ser humano y como ciudadano.
José Ovejero
Ganador del Premio Setenil en el año 2014 por Mundo extraño, ha publicado recientemente Mientras estamos muertos (2022). Los dieciséis relatos que componen el libro pueden leerse como una novela autobiográfica; lo personal y lo social están estrechamente entrelazados en esta historia fragmentada en la que se narra la historia de su familia y, por extensión, la historia de un país marcado por el franquismo, por la transición, y por la transformación de la sociedad española de los últimos cincuenta años. Es un relato de ascensión social, desde la clase trabajadora hasta la clase media con chalet y barco de recreo, pero es también un análisis crítico de todo lo que hay implicado en dicha evolución, de las pérdidas e hipocresías que suponen. En mi opinión, y pese a ser José Ovejero un gran novelista, es en esta obra de género híbrido donde ha alcanzado mayor maestría, pues esa hibridación de relato y novela, de autoficción y relato social, genera una apertura de significados que el apego a las formas tradicionales de la novela o del relato no consiguen alcanzar.
El relato español goza, como ha podido comprobarse, de estupenda salud. Se publican grandes libros y, además, se experimenta con el género y se abren nuevos territorios de gran interés. Falta, como ha faltado siempre, que la industria (y los lectores), apuesten por el género y, como ha sucedido, por ejemplo, con el último libro de Mariana Enríquez, el lanzamiento de un libro de relatos (español) pueda ser un acontecimiento editorial de la misma entidad que el de una novela.
1. La propia Cristina Fernández cuenta que ha habido periodistas que han llegado a preguntarle por la influencia que ella había recibido de esas escritoras, a lo que Cristina Fernández respondía, con su humor socarrón, que hiciera una simple comprobación de las fechas de publicación de sus libros y los de aquellas autoras y encontraría la respuesta a esa supuesta influencia.
2. La definición es compleja y muy abierta, pues es, ante todo, una definición negativa: es decir, el postcuento se define como todo aquello que no es cuento tradicional: «un texto que se aparta del modelo canónico y ya agotado de cuento perfecto (…). Un cuento menos redondo que el de nuestros antecesores, más digresivo, desprecintado y bastardo (…). Desafían las normas clásicas, las incumplen o subvierten a sabiendas. Ya no hay cuentos, sino desviaciones de cuentos». (Eloy Tizón, Herido leve. Páginas de Espuma. 2019)
3. Este fenómeno ha dado lugar a controversias de género y recepción especialmente interesantes. Así, por ejemplo, España (2008) y Aire nuestro (2009), de Manuel Vilas, que me parecen dos de los mejores (y más originales) libros de relatos españoles de los últimos años, fueron lanzados al mercado como novelas, si bien su composición no deja de ser la de un libro de cuentos «con marco». Igual ha sucedido con una «novela» de extraordinaria calidad y reciente aparición, Gente que ríe (2022), de Laura Chivite, que podría ser leída como una especie de postmoderna y fosterwallaciana actualización del Decamerón, pues el marco inicial consiste en una serie de personas reunidas en un centro de rehabilitación distópico dentro del cual se acumulan todo tipo de narraciones con variados marcos esencialmente independientes (y brillantes). La duda de si la decisión de considerar «novelas» estas colecciones de relatos con marco es meramente mercantil (recordemos que, en España, la novela vende más que el relato), o si es una decisión artística de sus autores y de su concepción abierta del género novelístico es muy interesante, pero no hay lugar aquí para desarrollar ese debate.