Coordinado por Valerie Miles

Fotografía de Nina Subin y fotografías cedidas por las autoras

VALERIE MILES

¿Sobre qué debaten las verdaderas poetas de hoy? Se preguntan Julieta Valero y Berta García Faet, dos de ellas, que también ejercen la crítica y han recibido múltiples reconocimientos. Y a partir de esa pregunta presentan un panorama de la poesía española contemporánea, en la que se entrecruzan la política y la escritura «que hace real la realidad». ¿Qué «nosotros» (¿político?) construye (¿o no?) la poesía? Sobre eso se interrogan, y exploran la «pantallización», la «hiperconectividad» y el «tecnofeudalismo» al deconstruir los neologismos de nuestra época. Pero a la vez recuerdan la obra de algunas escritoras de interés permanente, al margen del género, pues la poesía también ha migrado a la prosa según las épocas, como la de Anne Carson, Natalia Ginzburg, Emma Kunz y Svetlana Alexiévich.


JULIETA VALERO

Te escribo feliz de iniciar este intercambio… y estupefacta. Dejo que la inmediatez del tiempo presente haga pie en nuestra conversación, para comenzar por el pan del día. Esta mañana, de camino a mi trabajo en la Fundación José Hierro, escucho en la radio el resultado de las elecciones italianas. Como habito en la construcción personal de la poesía -la que necesito escribir, la que me alimenta en lo esencial pero intangible- y a la vez en su dimensión más pragmática y posibilista -la gestión de recursos públicos en un centro dedicado a la creación poética-, me pregunto qué haremos los poetas con este momento de la historia que huele a crucial. Me refiero a muchas otras cuestiones sustanciales que nos ha tocado vivir: el fin del modelo político y económico que mantenía aquella paz cuestionada y cuestionable de nuestra juventud, el cambio ontológico y constante que está produciendo el paradigma digital, la fosa ética y real del Mediterráneo, y de tantos otros lugares, la revolución feminista. ¿De qué estamos hablando los y las poetas de ahora? (Me doy cuenta de que casi parafraseo la famosa canción del grupo Jarcha, con permiso del enorme Miguel Hernández). Parto contigo, creo, de que la poesía es un hecho de lenguaje, no un medio; un fenómeno libérrimo pero, y por eso mismo, sucede como forma de ceguera, de batalla, como travesía de habla hacia un otro lugar no sé si de luz pero sí de apertura. Y en ese tránsito la toma de tierra con su realidad histórica y comunal me parece fundamental (Wallace Stevens: «Lo real es solo la base pero es la base»): es decir, que las formas de conocimiento no racionales -sueño, memoria, delirio- nutren la materia poética, son la materia poética pero la alquimia y el trabajo cuidan su profunda y ya dada conexión con lo real porque son también lo real. Quiero pensar, y eso veo en parte de la creación actual, que el poeta trabaja desde esa amplitud que nos compone. La escritura que «hace real la realidad». Pero necesito pensar en alto contigo cómo estamos dando cuenta de la vida aquí y ahora. Me preocupa. 

BERTA GARCÍA FAET

Rechazo el nosotros sectario que busca en el plural armarse de razón numérica y, en el fondo del miedo universal, un flotador al que agarrarse en medio de la tormenta identitaria

La cercanía de unas elecciones políticas me ha llevado como a ti a la eterna pregunta por la relación entre política y poesía. 

Te cuento que ando con un ensayo sobre esto; todavía estoy en la fase de pelearme con su vocación bipolar, entre el punteo de un argumento y la evitación zigzagueante del delineo de una norma. No quisiera ser yo jamás, jamás, jamás definitiva. En su doble acepción. Estoy muy contenta de tenerte de interlocutora (y quisiera hablar de todo, ¡también de cómo estás!): leo en tu escritura esta duda, que me parece a la vez en ti una certeza; me fascina cómo la haces trepidar.

Te cuento lo de hoy y ayer:

Anoche me acosté pensando en la Roma imperial. 

Este verano he leído, y ahora estoy releyendo, El infinito en un junco de Irene Vallejo. La primera parte del ensayo es sobre Grecia y nosotros; la segunda, sobre Roma y nosotros. Esta última comienza así: «El nuevo centro del mundo era una ciudad con muy mala reputación. Desde sus orígenes, los romanos poseyeron una terrible leyenda negra, con la particularidad de haberla inventado ellos mismos. Para empezar, un fratricidio». El mito fundacional de Rómulo y Remo. Y luego: la violación de las sabinas, base del matrimonio. Y más (lo mítico sigue haciéndose carne): el expansionismo y el saqueo, material (esclavos; muy cultos, por cierto) y cultural (libros, parte muy clave del botín). Palabra que Vallejo utiliza a menudo para hablarnos de este régimen: «depredador». A la altura de la página 364 me endormisqué.

Me digo: ¿la Roma imperial? 

Claro, mi conciencia de (ex)politóloga me conmina a hilar fino y a no confundir conceptos y realidades históricamente determinadas, matizadas, pero pienso que todas las posturas políticas que me repelen (y este nuestro espacio-tiempo) tienen algo en común: un hipertrofiado «nosotros». Ese «nosotros» está en todas partes, también en la democracia (que tiene sus propios mitos). Pero hay también un «nosotros» esencialista y maniqueo que tiene la peor cualidad imaginable: es incapaz de auto-ironía. Ese «nosotros»: ¿nunca se fue; viene más fuerte?

¿Qué puede la poesía? Llamo poesía a lo que otros llaman arte: para mí, las novelas, el teatro, las canciones, los cuadros, el cine de Anne Tyler, los Yuyachkani, Vainica Doble, Emma Kunz, Michael Haneke son poesía, subtipos de poesía. Me gusta lo que dices de lado, con esa elegancia tan tuya, cuando hablas de «toma de tierra», siendo la «tierra» lo social y lo político de lo real, y siendo la «toma» algún tipo de conectar. Lo que puede la poesía parte de ahí: la poesía no hace la Revolución (me acuerdo del poema de Juan Gelman, «Confianzas»), en el afuera, pero puede hacerla adentro. Puede hacerla en mí, que luego puedo salir afuera. Así, el «nosotros» de la poesía es distinto al de la política; digo, al de la política del afuera. Adentro existe la posibilidad de otra política, la política poética. Esa es la única poesía política que me interpela: la que me interpela. A veces coincide con la poesía que comúnmente se etiqueta, precisamente, de política; a veces no. Por contexto no estaba escrito que yo tuviera que acabar siendo «de izquierdas»; aunque esta fórmula me aprieta y me deja unas marcas feísimas en el muslo y me resisto (me resistiré siempre), diré esto: mi afinidad profunda con ciertas convicciones a ese lado de la conciencia no hubiera podido existir sin la Biblia, sin Dámaso Alonso, sin Blas de Otero y sin Ángela Figuera Aymerich. Ahí comenzó mi educación política, mi giro. 

Querida Julieta, me gustaría preguntarte esto:

-¿Qué «nosotros» (¿político?) construye (¿o no?) la poesía para ti?

-¿Cómo se han ido construyendo tus afectos políticos y estéticos?

-¿Amas a algún poeta italiano/a con especial ardor?

JULIETA VALERO

Sí. La acción poética interna modifica la conciencia, y proporciona fuel para, acaso, armar la intervención política, el Caballo de Troya que pueda mejorar el mundo (auto ironía, sin mucho fuste). Tengo varios síes a tus reflexiones, pero lo epistolar pide sintaxis, así que mejor tomo el guante de tus preguntas, que vibra, y a ver si, capilar y caóticamente, voy tocando las tantas cosas importantes que me has dejado en tu carta. 

Me inquieta el nosotros del tecnofeudalismo, ese fondo de funcionamiento de politburó en las empresas de Internet y en las redes sociales, donde todo puede ser cool y amable pero está muy calculado lo que puedes ver o no ver, decir o callar. Me escalofría la psicopolítica de la que habla Byung Chul Han y que nos convierte en empresarios de nosotros mismos. Todas esas formas de sofisticación para perpetuarse del capitalismo. Rechazo el nosotros sectario que busca en el plural armarse de razón numérica y, en el fondo del miedo universal, un flotador al que agarrarse en medio de la tormenta identitaria. Esos «nosotros», en la medida que una los participa, deconstruyen. 

Pues la mirada del poeta me parece una herramienta paradójicamente muy práctica en el Hoy que habitamos. Una piedra de toque, un repelente natural para la pulsión hiperexpresiva y fofa y para la baja exigencia al pensar a los demás y sus contextos, efectivamente, sus utopías definitorias

¿Qué busco? El nosotros que viene de las afinidades electivas y afectivas –siempre que naturalmente se den, y qué gozo cuando ambas cosas coinciden-. El que no busca fundar una verdad colectiva sino describir y habitar la forma de una época, sus límites, sus zonas de fuga (poesía política…). El que busca ensanchar pulmón asumiendo diversidades desde la conciencia de que, o somos desde lo plural solidario, o no vamos a seguir siendo. Eso siento ante este verso de Raúl Zurita –y voy tocando puertos poéticos que amo-: «Me he perdido en 15 millones de sueños y cada/ sueño es un pedazo de ustedes»; el plural que late en «Jamás tan cerca arremetió lo lejos», de Vallejo. El de Miguel Hernández, el de Lorca. El de Svetlana Alexiévich poniendo la conciencia creativa en la suma de voces que describen la catástrofe de Chernóbil. El que era constituyente en Natalia Ginzburg. 

Y hablando del yo, pienso en su manifiesta, evidente e hiper analizada hipertrofia contemporánea, pero creo que nos toca pensarlo, también desde la poesía e inevitablemente conectados a la gran red. Internet amplifica poéticas de bajísima calidad, asociadas a una exposición adolescente de la inmediatez auto perceptiva, pero esos poetas entraron por el mercado -donde los grandes grupos editoriales vieron por primera vez rentabilidad en la poesía- y están ya en las instituciones (como poetas referentes, como jurados de premios) apuntando a un canon que ya no se sabe si tiene razón de existir o posibilidades de ser construido en un mundo digital que ha pedido los filtros de calidad que había. Qué reciente queda la Antigüedad ahora… 

Y otra, cerquita de los milagros que nos prometíamos con lo digital. ¿Crees que hay un conocimiento pobre, parcial, entre poesías de ambos lados del Atlántico? 

Ahí me quedo, pero conteniendo más preguntas y más abrazos, aparte del que te mando.

BERTA GARCÍA FAET

Ese yo-nosotros del tecnofeudalismo, en especial el de las redes sociales, me atormenta. La sobreexposición de los yoes (que, como casi conscientes y avergonzados de su pozo -sin fondo- egocéntrico, apelan todo el tiempo a un nosotros, a la «comunidad») me preocupa. Como escritora detesto formar parte de esta lógica de la autopromoción y de momento no he logrado escapar de ella, a trozos, más que exponiendo un yo absurdo, arbitrario, inconsistente, estrafalario y basculante entre el exceso (10 stories en IG en 10 minutos) y la desaparición (mutis por el foro durante 4 meses). Como «productora» (y saboteadora) de mi yo digital y como «receptora» de los yoes inflados de los demás, estoy asqueada. Además, como bien apuntas, si bien esto es algo que sufrimos todos los ciudadanos, escritores o no, en el mundo de la poesía la cosa adquiere tintes hirientes: la poesía que facilita este nuevo medio (el medio es el mensaje) es cada vez más idiota. En su sentido etimológico: más yoyó. Pero insisto: disfrazado de más nosotros (hipertrofiado). Qué eufemismo, antifaz: fondo y forma de locura. Visión pesadillesca, con la que me despierto y acuesto los días que decido utilizar IG: textos-clichés, textos-clichés-que-saben-que-son-clichés-pero-para-disimular-juegan-a-la-autoironía-que-no-es-tal-sino-mera-mala-fe, apelación constante a las identity politics, autores/as retratándose como modelos, miles de corazones. 

Por otro lado, como dices, el guión de lo que podemos decir y hacer está pre-escrito y nos prescribe, en un sentido muy concreto: hay millonarios en Silicon Valley prediseñando nuestras adicciones, y tuve la dicha (porque así sé que no son una invención paranoica y puedo asustarme en serio) de conocer a algunos en EEUU; ¿podríamos reescribirlo? Ojalá. Por ahora no lo veo. Sí, uno desde España (donde históricamente hemos sufrido sequía de apertura literaria a Latinoamérica) puede llegar a enterarse de cuáles son los «nombres» de los poetas al otro lado del charco que le han de sonar; esos «nombres», sin embargo, no son sino imágenes de cuerpos, portadas y un par de versos. Cada vez más «nombres» de poetas latinoamericanos resuenan, según atisbo en IG, por aquí, ¿pero son leídos? Leer bien no es tan fácil: hace falta poder acceder a los libros (vs. poemas sueltos publicados en webs, sin respeto al conjunto del proyecto ni a la disposición gráfica, etc.); y hace falta leer en su contexto, presente, pasado, futuro y condicional, es decir, contra (o a favor de) las tradiciones, los contemporáneos y las utopías con quienes los poetas en cuestión dialogan. 

Luego está Natalia Ginzburg. Qué bien que la menciones, siento que es como en la canción (o como en la contagiosa biblioteca de Borges), las amigas de mis amigas son mis amigas, ¿no? Mira que tengo amores, pero mi amor por Natalia Ginzburg no tiene medida. Pocos libros que han impresionado tanto en mi vida como Todos nuestros ayeres, traducida por Carmen Martín Gaite (otro grandísimo amor) (las traducciones de Andrés Barba también son para enamorarse). Su escritura tiene una de las cualidades que más admiro: la inteligencia sin alharacas, que no hace alarde de sí, que uno detecta diagonalmente. En el caso de Ginzburg (diría que también en Martín Gaite) se trata de una inteligencia literaria, psicológica y ética. De otra manera, es una cualidad que encuentro en la belga Caroline Lamarche (Raquel Vicedo y Blanca Gago han traducido para Tránsito y Nórdica con gran belleza Nous sommes à la lisière y Le Jour du Chien respectivamente) y la argentina Selva Almada. Cuando pienso que estamos viviendo un tiempo histórico oscuro (quizás no más oscuro que otros tiempos pasados, aunque parafraseando a Tolstói: todos los tiempos felices se parecen, pero cada tiempo oscuro lo es a su manera), pienso que no puedo quejarme: he coincidido en la existencia con esta gente. Y mucha otra (y también algún que otro cánido), por supuesto; pero hoy quería hablarte de estas, para mí, infinitas, muy queridas mujeres.

¿Cómo ves tú la relación entre conocimiento y redes sociales, España y Latinoamérica, el ahora y el ayer y el mañana? 

Vaya, vaya… Y yo que quería escribirte un haiku. Para compensar, te dejo este epigrama que me hace mucha gracia de Ernesto Cardenal, de humor catuliano: «Me contaron que estabas enamorada de otro / y entonces me fui a mi cuarto / y escribí ese artículo contra el Gobierno / por el que estoy preso». Creo que algún despistado/a podría pensar que se trata de un poema-en-modo-IG. ¡Ay! 

JULIETA VALERO

Querida, asumamos que no nos sale, no nos asiste la brevedad, y me lo tomo como regalo de riqueza y de intensidad al poder pensar en alto contigo todo esto que forma parte de nuestra vida. Mil gracias, amiga. Nos queda poco espacio. Hilo contenido:

La pantallización de la literatura la convierte en algo que cada vez a muchas de nosotras nos conmueve menos (y nos distrae más). Hay violencia y empobrecimiento ahí

Temazo el de la relación entre conocimiento y redes sociales. La disolución de las fronteras entre Interior y Exterior (la predijo Benjamin, como tantas cosas) que está operando el paradigma digital en la conciencia y la vida doméstica de cada uno de nosotros. (La poesía que estoy escribiendo ahora trae este no hacer pie, creo…). La sociedad (internet, redes sociales, consumo, ubicuidad de la pantalla, etc.) se ha convertido en un Gran Interior, «tan confortable como viscoso, tan abierto como insufrible» (Antonio Méndez Rubio). Según este poeta y ensayista, estamos inmersos en un proceso de pantallización del mundo y de las formas de vivirlo, en una coyuntura de crisis social además que difumina y obliga a replantearse las nociones heredadas de realidad, identidad, otredad, experiencia… Esta cosa, la «pantallización», que dicha suena turbia pero que es ya como una forma de respirar, tiene dos consecuencias: La representación y construcción mediática de lo real, por un lado; por otro, la concepción de la realidad como lugar de aislamiento y domesticación. Así que, la Hiperconexión, el morar ansiosamente este interior perpetuo no equivale a Ver ni a aprehender verdaderamente al Otro(s). A ese «leer bien» que defines con tanta claridad. Al conocimiento. No quiero ponerme apocalíptica, pero creo que la única apelación posible para garantizar el conocimiento (digno, transitivo) en el mundo digital es a la propia responsabilidad. 

Pensando en nuestro paño más compartido, la escritura poética, requiere de un proceso sustancial de detenimiento, de aquietamiento en el en sí precisamente para romper la visión automatizada del afuera y poder Decir algo necesario de entre lo fundamental, aunque intangible. Esa es una de sus labores, si no la principal. ¿Qué va a ser de ella en este Gran Interior? Pues la mirada del poeta me parece una herramienta paradójicamente muy práctica en el Hoy que habitamos. Una piedra de toque, un repelente natural para la pulsión hiperexpresiva y fofa y para la baja exigencia al pensar a los demás y sus contextos, efectivamente, sus utopías definitorias. Una posibilidad de disidencia: el poema como regalo, como Don que se pone a circular en lo colectivo y que así es vínculo que mantiene unidos, en el placer y la reflexión que pueda suscitar, a las personas (de eso habla Anne Carson sabiamente, con la etimología griega) y que hace que las culturas adquieran sustancia, en ese ir y venir pero con arraigo, con hondura. Un basta ya al flujo productivista y funcional de nuestras vidas… No es poco, ¿verdad? Y es contigo y con muchas otras mujeres, hombres y cánidos imprescindibles. Un abrazo infinito.

BERTA GARCÍA FAET

Julieta: pensar contigo me ha ampliado el pensamiento (no es una novedad, me ha pasado mucho con tu poesía); por un lado, a lo que dices digo «amén», reconociendo mis pánicos y esperanzas; por otro, digo «qué cierto, no lo había pensado». Creo que la pantallización es real y es metafórica; como metáfora, nos sirve para repensar mucho más que las meras pantallas, y creo que en ese «mucho más» entra, en parte, buena parte de lo que venimos comentando y mucho más que ha quedado no del todo fuera. Toda tecnología trae sus ventajas y desventajas y afecta a la cultura de maneras múltiples y no lineales (vuelvo a Irene Vallejo, pero también a mucho de lo que cuentan Jorge Carrión, Manuel Alcántara, Carlos A. Scolari…), y no hay un criterio objetivo para juzgarlas, cierto; me quedo entonces con nuestra intuición y experiencia íntima de, me parece, escritoras-lectoras: la pantallización de la literatura la convierte en algo que cada vez a muchas de nosotras nos conmueve menos (y nos distrae más). Hay violencia y empobrecimiento ahí. 

Por cierto, me ha encantado eso de «conocimiento (transitivo)». Me lleva a la pregunta de Barthes (un novio mío muy adorado): ¿escribir, un verbo intransitivo? Transitivo porque sale de su cerco y se proyecta enamoradamente (aquí sigo a Bachelard) sobre su objeto; intransitivo (aquí vuelvo a ti, y te junto con Bachelard) porque flota como sueño, memoria, delirio. Acabo con nuestra querida Anne Carson: sí, en toda metáfora hay un «error». ¡Pero qué error! Bendito error. Nos vemos en los libros y en la vida, amiga, y más besos.


Valerie Miles. Nacida en Estados Unidos y radicada en Barcelona, Valerie Miles es escritora, editora, y traductora. Dirige Granta en español desde 2003 y fundó la colección de clásicos contemporáneos en español de The New York Review of Books durante su periodo como subdirectora de Alfaguara. Es colaboradora de The New Yorker, The New York Times, El PaísThe Paris Review, y Fellow del Fondo Nacional de las Artes de Estados Unidos, por su traducción de Crematorio de Rafael Chirbes. Fue comisaria de la exposición Archivo Bolaño, 1977-2003, con el equipo del CCCB de Barcelona, fruto de una larga investigación en los archivos privados del escritor. Su primer libro, Mil bosques en una bellota, fue publicado con el título A Thousand Forests in One Acorn en inglés. 

Julieta Valero. (Madrid, 1971) poeta, escritora y gestora cultural, es autora de los poemarios Altar de los días parados (Madrid, Bartleby, 2003), Los Heridos Graves (Barcelona, DVD, 2005, IV Premio De Poesía Radio Joven de RNE-R3; edición digital: Musa a las 9, 2014), Autoría (Barcelona, DVD, 2010, XXII Premio de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad y Premio Ausiás March 2010), Que concierne (Vaso Roto, 2015), elegido como uno de los tres mejores poemarios del año por El cultural y ABC.es, Los tres primeros años (Vaso Roto, 2019, seleccionado como uno de los mejores libros de poemas del año por El Mundo) y Mitad (Vaso Roto, 2021). Es co autora también de un libro donde conviven imagen y prosa, La nostalgia es una revuelta. Las postales de Julieta Valero y Oleñka (Madrid, Tigres de Papel, 2017). En 2021 Caballo de Troya (Random House) publicó su primera novela Niños aparte. Dirige la Fundación Centro de Poesía José Hierro (Comunidad de Madrid-Ayuntamiento de Getafe) desde 2018. (WunderKammer, 2022).

Berta García Faet. (Valencia, España, 1988). Autora de los libros Una pequeña personalidad linda (La Bella Varsovia, 2021); Los salmos fosforitos (La Bella Varsovia, 2017), Premio Nacional de Poesía Joven “Miguel Hernández” 2018; La edad de merecer (La Bella Varsovia, 2015), traducido al inglés por Kelsi Vanada con el título de The Eligible Age (Song Bridge Press, 2018); y otros cuatro poemarios, reunidos en Corazón tradicionalista: Poesía 2008-2011 (La Bella Varsovia, 2017). Doctora en Estudios Hispánicos (Brown University).  

Total
191
Shares