instalación de 23 fragmentos escritos a mano, numerados y con su precio a la vista de la serie «La vida descarada, la vida sin yo o la narración algo atascada»
Técnica: Papel, tinta y cierta solemnidad con la que acaban revistiéndose las palabras, sobre todo en el caso de N.C., tras la firma del contrato para su exposición pública.
Declaración de transparencia: Por este encargo la artista cobró 300 euros netos.
Boceto de pared, proyecto para la Galería Extramuros, Murcia, agosto 2021:
0.
Hay una, dos y hasta tres voces narradoras incapaces de concretar yo esto, yo lo otro, yo soy, pues no sé. A estas voces que apenas narran, qué les pasa. ¿O qué temen?
0 €
1.
La tullida mental que insiste en escribir resulta antipática o apática, no expresa demasiado las emociones. Debe permanecer siempre alerta, testeando y controlando su estado por si algo amenaza con fallar. Vive mano a mano con el plan de prevención de caídas innecesarias en los despeñaderos de los pensamientos obsesivos infravaloradores.
3 €
2.
Cómo escribir sin concretar, sin decir nada para no inmiscuirme en derroteros que pueden resultar dolorosos. De eso claro que sé mucho.
Todo lo que aprendí y aún sigo desaprendiendo: Evasión, disolución. Piedra de toque.
0 €
3.
Desde que me senté, lápiz en mano, con el objetivo de trabajar con el problema, escribir o exponer sobre el papel lo que ocurría, quedaba paralizada.
¿El problema era yo? ¿Qué o quién era yo?
Las frases no avanzaban. La materia recién escrita me expulsaba. Menuda pesadilla. Tachaduras que nunca hubiera deseado se producían como algo inevitable contra lo que solo podía resistir, insistir en cuando tuviera energías.
Comprobé que esta conciencia que ahora intenta tirar de la memoria, esta pesadilla de lo que era y no era yo, formaba parte del problema más amplio de la casa, entorno agitado que no permitía encontrarse o desencontrarse en ese espejo que a veces resultan las miradas de quienes acompañan en la infancia.
7 €
4.
¿Quién cuenta o intenta contar?
La autora N.C. retoma en abierto el proyecto de escritura sobre su incapacidad de comprender el mundo en el que se embarcó clandestinamente en 1985. Lleva años sufriendo recaídas en estados psíquicos no deseables. Ha contabilizado más de treinta episodios en los que suele experimentar un radical desformateo, con la correspondiente amenaza de disgregación. Aunque persisten los pensamientos suicidas, se esfuerza hasta conseguir mantenerlos a raya.
Acerca de los peores momentos fue tomando algunas notas con la intención de elaborarlas. Organizarlas y editarlas bajo el título El libro de las crisis sería un modo de compartirlas, echarlas a rodar en busca de ¿más incertidumbres?
7 €
5.
No sabe hacerlo de otro modo. Si no coloca lo que escribe dentro de una primera o tercera persona, mujer, máscara desde la que verter las palabras con su correspondiente artificio, lo que sale se desparrama, se desborda y resulta emitido por una boca cualquiera.
Podría decir: El habla es agua. Ni el habla ni el agua son de nadie.
3 €
6.
Mirad, voy por la calle y todo esto escribo y visualizo sobre un fondo urbano neoliberal. Madrid rebosa bares de todas las calidades y precios de brebajes. Lo que ahora estoy oteando es mi dispositivo conectado a las ondas wifi cuyas corrientes nos mecen y adormecen. Al mismo tiempo me desplazo con la atención justa para no chocar con quienes se acercan de frente, ni cruzar los semáforos en rojo y, quién sabe, quedar trastocada bajo los efectos de un accidente de tráfico casi mortal. Soy la idiota que se niega a pensar mejor ni peor.
Es porque no puede, se pensará.
Ya no sé si es que no puedo, o que no quiero. Está bien ser idiota, y algo pobre de paso, este yo como eje que se siente libre, que no se debe a nada, respira.
7 €
7.
Luego suele acontecer este pequeño drama:
Llego a casa y todo lo escrito en el aire con la convicción de que podía llegar a fijarse en el papel, se desvanece.
Colgada y sin hilo quedo a este lado de las emisiones comunicativas defectuosas.
Querida ingeniería de telecomunicaciones, cómo me hubiera gustado conocerte y ser tu amiga.
3 €
8.
Repetición del pequeño drama en cámara lenta donde, con un poco de suerte, se observarán más detalles porque voy a esforzarme un poco más:
Abro la puerta de casa y se me escapa un hola. Ya se desprendió la pizca de amor involuntario tras el cual anticipo que nada voy a escribir porque el saludo tiene su efecto. Se me acercan vidas que me hablan y requieren, el ruido embarga, toda la casa me saluda y requisa sin que recuerde mi pasado inmediato. No sé nada de esa que iba por la calle cargada de letras y objetivos de escritura solvente.
Por dónde iba lo que estaba pensando, para más tarde reflexionarlo y trabajarlo. No importa. Suena el interfono. El sector servicios en cuya precariedad apenas pensamos trae paquete. Ah, es la equipación de baloncesto. Puerta se abre, puerta se cierra. El ruido que no cesa. Montón de ropa en el suelo frente a la lavandería que regento. La mujer que vive en la esquina ¿senegalesa, etíope? dispara palabras incomprensibles que esquivamos.
En lugar de sentarme en el escritorio, ya lo he contado mil veces, me dispongo a teclear botones de lavadora y de placa de cocina, no de inducción. En menos de diez minutos lo habré impregnado todo de un aroma a sofrito de ajo y cebolla que a lo mejor sirve para abrir apetitos. Quedará patente que no soy quién para decir nada serio. Qué podría esta cocinera aportar a la literatura. Lo suyo siempre queda en un nivel inferior, de calidad mínima.
¿Cómo me atrevo a reproducir estos pensamientos que atentan contra mi integridad? Claro que tengo la respuesta y aquí va: Será que no soy íntegra. Estoy desintegrada. Fragmentada. Por eso dibujo letras volando aquí y allá, borboteando y burbujeando en ollas y sartenes, cazos y demás enseres. Dadme una pared y la estamparé de letras escritas con salsa de tomate frito.
13 €
9.
Me pidieron que enviara la factura y no lo hice porque una de las voces de mi conciencia, o mi inconsciencia, valoró negativamente el trabajo entregado.
Qué texto tan irrisorio quedó al cabo de tres meses machacando el ordenador, abriendo y cerrando documentos y ventanas en búsqueda infructuosa de tu factor diferencial, el tono a través del cual modular tu voz más verdadera y sin tretas, tus dotes en declive evidente para escribir, ¿el qué? ¿Cómo vas a facturar esa cutrez?
Eran trescientos euros. Debía de estar mal, en una de mis crisis, sin cuerpo para afrontar otra pugna mental contra la sentencia recién proclamada.
7 €
10.
Dejé pasar la vida de esa manera apática en la que suelo dedicarme a no intervenir, vestirme de docilidad casi perfecta y ejercer de mujer blanca anodina que apenas entiende y que, como de nada sabe, qué podría aportar.
Es mi manera de clasificarme o etiquetarme junto a quienes nunca tuvieron ni tendrán las oportunidades de estudiar y leer lo que les pida el deseo, menos aún de trabajar en algo cuyos horarios y condiciones sean de propia elección. Estoy pensando en algo como esta tarea, la lectura y la escritura, que debería estar aprovechando a destajo, practicando y argumentando, tal vez señalando esto y esto también, visibilizando y tergiversando la sintaxis si fuera preciso, en beneficio de este discurso brotado del centro de mi ser y sus experiencias con el dolor, la náusea y la muerte. No es otra cosa que el discurso idiota de esta escritura con tendencia al quiebre, la ruptura y la grieta. La casa con paredes y tabiques derrumbados. En las pocas ocasiones en que lo escrito muestra la posibilidad de resultar algo firme me veo impelida a atajar el asunto. No puede ser que lo haga bien, de ninguna manera. Rompe y rasga, haz trizas y machaca. Y nunca rentabilices ni una sílaba. Hazlo mal y peor, obvia la factura. Esto sí puedes: regresar a los quehaceres verdaderos, inmemoriales y anónimos. Abrir el interfono para que la cartera deje la correspondencia en los buzones, rellenar el humidificador, atender al reclamo del jazmín cuya tierra está seca. Solo tú percibes las necesidades básicas, para eso tienes un sexto y séptimo arte.
13 €
11.
No eres capaz de escribir cada día, y además eres obsesiva. Tiendes a colgarte de los bucles. Comienzas una frase y persigues algo una y otra vez. Durante semanas indagarás en la causa principal de las facturas no emitidas, pues en realidad lo has hecho en más ocasiones. Mientras la precariedad como asunto crece como una bola de nieve en el debate público entre intelectuales, en tu cómoda clandestinidad cierras el pico mientras te dedicas a regar plantas y pasar la aspiradora, la radio a todo volumen con puntuales y enjundiosos partes de guerra y la mente, la mente humana en general de la que formas parte, a saber dónde, pulverizada y para qué.
Es mi derecho a la inexistencia, escribiste un día, a una hora bienaventurada. Y ampliaste la idea hasta alcanzar una extensión de ocho páginas. Ocho increíbles páginas, todo un logro para una como tú. Cumplirías con el encargo, enviaste el texto. Pero vayas a considerarte por ello escritora. No emitiste la factura a conciencia, por considerar que tanta composición descolocada no tenía valor.
Quieres y puedes escribir mal, y encima lo haces. ¿Cómo ibas a facturar ese despropósito?
13 €
12.
De esta manera revulsiva, regurgitando restos de naufragios, insisto en escribir.
Contra mí misma, faltándome al respeto, explotándome para no cobrar. Arrojando por el suelo la profesión. Pero ¿qué profesión? Lo mío no tiene nada que ver con esa palabra. Alguien escribió El oficio de escribir. Alguien escribió El oficio de vivir. A lo mejor yo podría escribir El maleficio de la tullida.
Mis experimentos con la tinta no comenzaron por vocación sino por invocación de algún antídoto para el dolor. Probetas, tubos, expolios, sótano, pinceles, papeles, electricidad, cables, rayos a la aberración humana que yo representaba e invocación del consuelo.
Lo suyo nunca fue escribir sino un sinvivir tratando de comprender por qué tanto empeño en que se adaptara al medio en el que quiso el designio que aterrizara.
7 €
13.
Salgo despedida del texto o el texto me despide. Fuera, expulsada. Está usted despedida, váyase y no se le ocurra retomar esta parte de su curriculum que podría titularse Soy esta mierda y a quién le importa. No es la primera vez que me sucede esta etiqueta roja mostrada por la mano que arbitra el campo semántico.
3 €
14.
En la relajación final de la clase de yoga básico la profesora susurra ojos cerrados, acurrucaos como si estuvierais en el vientre de mamá.
Ya estamos otra vez. Abro los ojos. Toda la relajación muscular y ¿espiritual? acopiada durante la sesión de hora y media se desvanece. ¿No podría limitarse a decir acurrucaos como un colchón cómodo en un entorno agradable? ¿Por qué precisamente el vientre de mamá?
Miro los quince o veinte cuerpos acurrucados, me pregunto si no habrá en esta sala alguna persona huérfana, o que hubiera forcejeado con una madre extraña y confusa, que si amenazante, necesitada, adicta a las pastillas o a otras sustancias, con la que apenas se comunicó, no logró establecer un vínculo que apuntalara y definiera más o menos quién era yo, quién era ella. Yo, hija de ella.
Aunque salí de su vientre, nunca fui la hija de mi madre. No me apetece relajarme como si me encontrara en el vientre de mamá.
7 €
15.
Mientras leo las noticias el algoritmo me va mostrando en la pantalla sugerencias de talleres y libros con eficacias y lugares comunes que podrían cambiar el rumbo de mi ¿asco vital? Empieza a pensar en positivo. Cuida tu luz interior. Siete claves para escribir sin implicarte. Los beneficios del camino de la creatividad indolora. Empieza a leer las primeras páginas.
Abro el último y olvido el primer consejo que leo. Mi máquina lectora lo ha triturado y reconvertido al instante: «No confundas arte y vida, o finge que vives para el arte y aprende a comercializar tus producciones en las mejores plataformas».
7 €
16.
El presente texto muestra una composición descolocada. El comienzo se leerá hacia la mitad. Carecerá de final. La línea argumental, las variadas líneas, bueno, como la vida misma. Llaman a la puerta. Suena el móvil. A ver qué mensaje. No, es una noticia, fotografía negra y roja.
En la cocina del mundo hay guerra, suministros en peligro, sabotajes, humaredas al rojo vivo.
3 €
17.
Sus padres intentaron regalarla a dos familias que ya tenían su buen número de criaturas.
Primero a los Martínez Pou. Después a los Barrera Roig. Ninguna aceptó.
Ni se compra ni se vende, se regala.
No era común que, en Barcelona años ochenta, un matrimonio supuestamente normal quisiera ofrendar a su hija de once años.
Una tía aseguró que querían darse a la fuga por fraude económico.
Ahora podría señalar que fueron una pareja tóxica, esta palabra más actual, y esperar a ver qué, a ver si algo cambia, si el asunto pasa al olvido; deslicemos el dedo y siguiente pantalla.
13 €
18.
Acciones de una mujer extraña incluso para sí misma.
Escribe sobre una de las piedras que colecciona: “Toda yo soy un manuscrito indefenso.” Aforismo de Marina Tsvetayéva.
El sueño de alcanzar una cima desde donde lanzar piedras. O dejarlas en lo alto, palabras para los cielos. De momento tiene cinco piedras, cada una con su mensaje, resistencias.
0 €
19.
La intentaron regalar. Envoltorio, lazo, ¿agradecimiento?, sin todo eso.
Más tarde, esa noche de niña que no recuerda, el recuerdo inventa hasta creer que así fue: Empezó a no cenar. Siguieron días de no comer.
0 €
20.
La vida tratando de averiguar por qué no podía escribir con esa compleja sencillez que sirve para que todo se lea y se comprenda de manera clara y sin merodeos que tergiversan. Empezó siendo opaca, tachando, borrando. Palabras que no decían, ejercían de bloques de protección forzosa porque le habían adoctrinado en silencio para que no supiera, no tenía por qué desear saber nada de los fraudes económicos, de las transacciones o regalos de personas.
La ignorancia como un estado fijo, defecto radicado en su interior que la escritura trasluce
3 €
21.
¿Por qué insistirá tanto esta mujer en escribir y publicar? ¿Será que pretende ahorrar en terapias?
0 €
22.
Se nota que estamos llegando al final, nos encontramos ante los últimos estertores de un texto transparente que va mostrando el precio, tirado, de sus fragmentos.
Las tarifas actualizadas, sujetas a modificaciones de último minuto:
De 2 a 5 líneas: 3 €
De 5 a 12 líneas: 7 €
Más de 12 líneas: 13 €
El título se puede cambiar según preferencias de lectura del consumidor (en masculino).
23.
Ahora que se ha rentabilizado tanto la intimidad, hasta la última mota de polvo erradicado de las casas que conservan nuestros libros, hasta la última analítica de nuestras vísceras, estas líneas proponen guardar sus reservas. Descontar. Apartar el foco de las zonas discrecionales y apagar las luces para que deje de verse el espectáculo innecesario.
No selfies, no postear el emplatado del domingo ni compartir panorámicas de los paisajes que nos empeñamos en fotografiar por mero lucimiento. Exceso de visibilidad. Apagar interruptores, con lo cara que está la electricidad, y considerar lo esencial.
Por una literatura del cuerpo y poco más como lo único que se tiene y con el que se hace lo que quiere. Por eso la tullida escribe así.
7 €