Tania Padilla
Presente
Sr. Scott
141 páginas
POR EDUARDO LAPORTE

¿Hay que pedir perdón por escribir de uno mismo? La autora de Presente, Tania Padilla (Córdoba, 1985) lo hará al final del libro y da pie a esa duda, a ese debate. De hecho, en los primeros compases del libro lo bautiza como «ensayito, egocéntrico desahogo, esbozo egoliterario o engendro palabresco». Quizá hubiera debido añadir «de auto-ayuda», pues, como reconoce Padilla en el tramo final, «escribir estas líneas ha sido como una terapia complementaria a la medicación».

Y a la meditación, uno de los hábitos de la narradora de los que también se da cuenta en este texto que incumple una de las promesas que se ofrecen en la primera página para decepción del lector curioso: «Quiero escribir algo que nadie quiera publicar». ¿Debería pedir también disculpas por esa ‘publicidad engañosa’? Porque luego reconocerá que no llegó tan lejos y, citando a Kallifatides, dice que el sótano no es la parte más representativa de esa casa. ¿Y si en ese sótano se ocultara un cementerio visigodo?

Este «esbozo egoliterario» surge como vía de escape al atasco previo de la escritora. Y ese planteamiento resulta interesante, el de por qué algunas historias se quedan sin gasolina, como el relato que la autora tenía previsto construir a partir de relación epistolar con la División Azul de fondo. De la necesidad de escribir con libertad y sobre algo que le entusiasme, surge este texto escrito en apenas dos meses que, si bien presenta la frescura y la autenticidad de lo que se disfruta escribiendo, se diría que cumple un objetivo, el de aliviar a la autora, pero a ratos parece que no tuviera del todo en cuenta al lector. Que surgiera y brotara ajeno a él, a ella, y entraran ganas de, haciendo un juego de palabras con el título, clamar un espontáneo: «Lector X, ¡presente!».

Tania Padilla no se reconoce dentro ese «boom de las escritoras españolas» que señaló el pasado abril la escritora Aloma Rodríguez en un controvertido artículo de El Mundo en el denunciaba que el mercado «premiaba» sobre todo, hoy, a mujeres. Aunque Rodríguez bien pudiera haberse fijado en el Presente de Padilla por los elementos que comparte con otras autoras: exhibición del trauma, alusión al recurso de los barbitúricos (a lo Ottessa Moshfegh o una Almudena Sánchez cuyo Fármaco es tildado de «ramplón» en el texto de Padilla) y tener algo de «autora con carácter», como según ese editor «pasado de copas», es decir, deslenguado, es lo que busca ahora el mercado editorial.

Dicho esto, la autora no es precisamente alguien que acapare premios o que haya sido beneficiada por ese mercado ahora favorable a cierta literatura femenina que señala el citado editor borrachín. Es más, se lamenta Padilla de no haber publicado tanto como le gustaría, de haber sufrido rechazos editoriales descorazonadores y de no haber catado los laureles de un reconocimiento que, cercana a los cuarenta años, se toma su tiempo.

Es ahí donde mejor resiste Presente, cuyo título es un guiño al término en su acepción de regalo, y una reivindicación del «aquí y ahora» que llega con la meditación que también defiende la autora. El aspecto confesional es lo que aporta mayor valor al libro, sobre todo la parte de las dudas sobre el poliamor, la omnipresencia de unos celos atávicos que parecen más fuertes que las ideas, que la cultura, o los problemas de una infancia en la que se veía «incapaz de aglutinar encanto».

Estos puntos fuertes del texto quedan algo desaprovechados al no contar un hilo conductor claro, un punto ciego (que diría Cercas), o una evolución desplegada, como la que proponía Aixa de la Cruz es su muy sugerente Cambiar de idea.

Así, esos temas expuestos (La universidad, Los viajes, La meditación, El deporte) se pueden ver más como pretextos para escribir, para proseguir el autorretrato, el «ego-céntrico desahogo», y no tanto como un abordaje de lo que quizá late de fondo: las instrucciones de uso, parafraseando a Perec, de su propia vida. O, en otras palabras, su hoja de ruta hacia la salvación, la propia supervivencia emocional. Y todo camino que transita por lo esencial nos interpela a todos.