Borja Hermoso
La conversación infinita
Siruela
260 páginas
POR RUBY FERNÁNDEZ

«En España hay mucho ruido y poca conversación» espeta Juan Marsé en el segundo bloque de entrevistas de La conversación infinita, el último libro de Borja Hermoso publicado por la editorial Siruela. Partiendo de la premisa de que «cualquier vida merece ser contada porque hablar de nosotros y hacia afuera es una necesidad que nos defiende contra el paso del tiempo, la muerte de la belleza y el exceso de información, y junto a otros autores de primer nivel», este periodista tratará, baremando con excelente gradación y permeabilidad, temas e interrogantes comunes al espectro humano.

Nos encontramos ante un cerebro compuesto de cinco lóbulos, regidos todos y cada uno de ellos por una misma espina dorsal, la conversación. Podrán incorporarse rutinas, se denunciará la pérdida de sentido y la conicidad de conceptos. Aquí vida y frontera son la misma cosa, pero ¿dónde empieza una y acaba otra? Pregunta con difícil respuesta, aunque la entrevista con Philipe Lançon puede ayudarte con esta: la violencia.

Con una denuncia más que apta cuando se aborda el atentado del Charlie Hebdo y pasando por los ecos del gulag, conoceremos el tono propio de la culpa a veces perdonada. Y es que vamos tan deprisa que necesitamos atisbos de luz para matarnos, ya no requerimos la plenitud del todo para poder vivir. Nos hemos convertido en diestros especifistas que desecan cuerpo, mente, conceptos y afectos anclados a un ya efímero. En definitiva, lo que aquí se nos plantea es un darnos cuenta de lo perpetuados en la aridez de poder en la que nos encontramos. Anhelamos una cultura transeccional que no coarte sino que, reeducada, crezca llevando a sus padres de la mano, porque ¡la cultura patriarcal ha muerto! pero su dinero nunca gritó tan alto.

Gélidas entrevistas que, a modo de perito de la realidad, sacan a la luz la disforia de clase que la sociedad mundial sufre. Somos los mejores clientes que un mercado protagonista pueda soñar. Compramos conceptos contaminados recubiertos de espinas transparentes de las cuales terminamos por hacernos adictos. Todos los entrevistados están casi de acuerdo en que gran parte de lo que nos rodea es inseguridad, miedo y ansiedad, estamos aterrados y afirmamos que papá estado no nos protege, aunque haya hermanos mayores encargándose de ello. Hay que formar individuos y no meros antagonistas ya que el futuro es plena deriva.

Otro de los temas clave que aquí se tratan es el de la emotividad frente al enjuiciamiento discursivo. Relatos libres de argumento aunque cargados de peligrosa emotividad y nacionalismo que acabarán por polarizar y avivar la llama del asalto de poder. Nos están intentando educar en la ausencia de análisis propio y la cultura de la cancelación porque a la ciudad de hoy día le aterra el contexto que no le es propiamente reconocible. Fuimos y seremos una sociedad narcisista que producirá enfrentamientos y conflictos armados en exclusividad.

Con diferente lengua aunque unidos por un mismo lenguaje, las voces que aquí se vuelven sólidas, se oponen férreamente a los mercenarios que intentan vestir con diferente ropaje distanciándonos del opus inicial; y es que no todos los idiomas sufren por igual, temen igual. Hemos perdido la capacidad de ironizar ante la escala de grises en la que el mundo se mueve. Tendemos a convertirlo todo en materia oscura, y es que ya nadie sabe luchar, no somos más que opinión pasivo egoísta dentro de fuentes de pensamiento claramente fragmentadas.

Otro de los hilos conductores que Borja Hermoso extiende es el de la cultura contemporánea como arma que se ocupa claramente de los fines, pero ¿de qué fines? No pesamos ni un cuarto que los likes que acumulamos, somos localizables, hackeables y compartibles. Esto ya lo trató Fernández Mallo en su último libro y tenemos que darle la razón en que hoy día somos presa de un agresivo márketing deductivo, consumimos marcas sin ocupar necesidades básicas.

Escarbando en la teoría de cada entrevistado llegamos a la conclusión de lo ilícito del argumento sin instrucción, nadie debería asentar cuestión alguna sin tener en su poder el bagaje necesario para enjuiciar consecuentemente. Se ha de saber en dónde se está en cada momento y hasta dónde llega la propia transversalidad.