Nadal Suau
Curar la piel
Anagrama
192 páginas
«Una sesión en un tatuador es lo más parecido a la vida de una beata que he conocido» así narra Nadal Suau parte de la historia que Curar la Piel, último premio de ensayo otorgado por la editorial Anagrama, nos presenta. Y es que podemos decir que todo tatuado es a su modo un beato revelado fértil y prohibido. Sembramos muchas veces sin ánimo de cosechar, bajo la piel tenemos frutos latentes, que con el tiempo, si no se pudren, recogeremos como memoria desde el yo hacia el exterior.
Cuando hablamos de Nadal Suau hablamos de alguien que escribe con estilo constante, pausado, diligente e inteligente propio del que anteriormente conformó su personalidad bajo el rasero de los márgenes. No es la primera vez que este manipula principios imbricados dentro del campo de la pureza estética del ser, este es un negociado en el que se siente cómodo por estudiado. Casi a la manera de Proust, Nadal Suau desarrolla personajes enmascarados, embozados ante su propia realidad que le ayudan a plantear un volumen sobre la sociología de la piel.
Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que Curar la piel es un ensayo de identidad raspada que responde a interrogantes tales como ¿a quién pertenecemos cuando nos tatuamos?
¿seguimos siendo parte de nuestra familia al modificar nuestro cuerpo? ¿Seguimos siendo tribu pese a la colonización consciente? ¿A quién pertenece este arte? Eternas cuestiones que subyacen en todo trabajo artístico y a las que este autor intentará dar respuesta aun temiendo no encontrarlas. ¿Cuándo una pieza deja de ser del artista para pasar a ser del comprador?
¿nació siendo de este último por el mero hecho de ser el cuerpo superficie? Tatuarse para reposeerse aunque por ello, todo el mundo opine sobre tu cuerpo intentando llevarte a su terreno. Los vírgenes se comportan como una gran empresa corporativa que posa la mano en tu hombro mirándote fijamente para venderte un seguro de vida, sin darse cuenta de que lo tuyo no es desperdiciar tinta firmando papeles, ¿cómo le explicas a alguien que sólo conoce una vereda que tú paseas por la de enfrente?
Nos tatuamos por vencer el dimorfismo, pero ante todo nos tatuamos porque echamos en falta un ritmo que de verdad se adapte a nuestra brevedad y a nuestra lucha contra la soberanía del padre y la propiedad de un nombre. Pasajes sépticos alrededor del barrio, donde impera la nitidez y la paciencia; Suau fragmenta un todo en potentes imágenes como si de una fábrica de despiece se tratase. Existen en ella jirones conceptuales suspendidos de ganchos que oscilan en un vacío por todos familiar; y es que, llegados a un punto, el tatuaje termina por convertirse en mero trasunto para darse voz y cicatrizar heridas. La aguja le hace ser consciente del dolor sobre el que camina su propiedad, todo cuerpo futuro es conformado a través de cauterizaciones de la piel presente
No definamos como ‘esos tatuados’ a quien se atreve a ser una galería en vida. Hablemos mejor de curadores temporales, de comisarios permanentes, a lo sumo de vallas publicitarias pasadas, somos obras en nosotros mismos. Suau defiende que tatuarse es una manera de cesar la necesidad de verse desde fuera, es un regreso definitivo al cuerpo y un dar a entender que la imagen puede llegar a ser fantasma, que de tan íntimas pueden tornarse invisibles. Nadal Suau defiende el valor de la imagen labrada como testigo unificador de carne y consciencia. Debemos reconocernos en los múltiples yoes e intentar declararnos la guerra lo menos posible.
¿Con qué derecho hacemos nuestras aquellas imágenes que pertenecen a otros? Con el mismo derecho que nuestros padres intentaron duplicarse en nosotros desde el momento mismo en que nos nacen dándonos un cuerpo que no pedimos, ese, su complemento, que más tarde maltratarán con propiedad y a su antojo inconsciente hasta que lleguemos a odiarlo, tendremos que recuperarlo con ayuda, lo celebraremos en soledad. Hay una gran diferencia entre convertirnos en mercancía editada o mercancía propiedad de la mayoría absoluta.
No olvidemos que un hecho muy de nuestro siglo es transformar al sujeto en start-up rentable desarrollando el #prodctotu, deshumanizándolo, transformándolo en rutinas insertadas en la normalidad llegando a desolar los ojos de una perra.