Marta Sanz
Parte de mí
Anagrama
227 páginas
La escritora Marta Sanz (Madrid, 1967) es una militante convencida del poder transformador de la palabra. Lo ha manifestado con énfasis en diversas ocasiones. Sus textos abonan sus buenas razones. La autora, una de las voces más firmes y consolidadas de la narrativa española contemporánea, practica juegos malabares con el lenguaje. Pasión y tesón se aúnan en su oralidad y escritura. Ha conseguido un sello, una imprenta propia, un estilo reconocible. Doctora en Filología, Marta Sanz posee una variada obra, que incluye novelas, ensayos, poemarios y la exploración de nuevos formatos, como su último libro, Parte de mí.
«La palabra sirve para poner orden al dolor y para dañar la sociedad podrida», ha declarado. Los vocablos deambulan en sus obras por esos dos planos, endógeno y exógeno, la mirada hacia dentro y hacia fuera. La escritura rica, rápida, culta y trabajada de la autora no es mero envoltorio de celofán. Los términos escogidos expresan con crudeza y/o con dulzura un posicionamiento personal, social y político frente al mundo en el que le ha tocado vivir.
Cuando estalló la pandemia y se declaró el estado de alarma en España, la escritora madrileña acababa de depositar en las librerías su último trabajo, pequeñas mujeres rojas. Con él completaba una trilogía -junto a Black, black, black y Un buen detective no se casa jamás– de novelas policiacas protagonizadas por el detective Arturo Zarco. En la despedida, Paula Quiñones ocupa el primer plano, para ahondar en la historia de una fosa común en tiempos de la Guerra Civil. Se trata de una novela denuncia que pone el altavoz en boca de las muertas para, una vez más, señalar que importa y mucho cómo se nombran las cosas a la hora de construir un relato y depositar la memoria.
En su nuevo libro, la autora, atenta a las noticias inciertas de un mundo repleto de enfermos y de UCIs saturadas, pendiente de sus padres y sus seres queridos, confinada en su piso de Malasaña con su marido Chema y su gata Calabardina, aprende a descubrir lo que luego denominará «doméstica felicidad perfecta». Le acompañan sus libros, las películas, las postales y objetos que habitan en las estanterías. «La cultura propició una reconexión con la vida», ha señalado recientemente sobre aquellos días de encierro en nuestras casas.
Desde la tierra firme de su vivienda decide abrir una ventana al mundo exterior. La mueve su deseo de recuperar el contacto con los lectores, de retroalimentar el diálogo. Necesita rescatar a pequeñas mujeres rojas, evitar que caigan en el olvido. Mediado abril de 2020, Marta Sanz, que vivía hasta entonces, sin actividad en las redes, crea una cuenta de Instagram. Empieza cautelosa publicando una imagen de la caja de los hilos de su abuela. Ese costurero, señala, «forma… parte de mí».
Una sola frase para identificar ya el estilo Sanz, donde los puntos suspensivos cumplen su misión. Alargan, nos arrastran hasta el final de la frase que concluye con fuerza. Punto. La narradora utiliza los recursos lingüísticos que tiene a su alcance para movernos por las páginas y transmitir con fuerza su mensaje. Cuando coge carrerilla, parece que lo haga casi sin respirar.
Antes de tender al lector el hilo que surge de una de las bobinas del costurero de la abuela y así establecer ya el vínculo, Sanz ha escogido con tino las palabras del hashtag. Parte de mí es claro, conciso, tiene recorrido y su repetición en los sucesivos post redundará en la firmeza de la fibra tendida. Sabemos desde el principio que Sanz practicará escritura del yo. La lectora o el lector pueden desconfiar que a base de entradas de Instagram se pueda construir un libro. Pero esperen a llegar al final. El último post corresponde al último día del año 2020. Acaba el año, finaliza el libro y es entonces cuando las páginas e imágenes que hemos ido recorriendo conforman un cuerpo literario donde el yo personal y profesional de la autora es el protagonista.
Marta Sanz es una trabajadora de las letras. Vivaracha y mordaz, descarada y cautelosa, resuelve sus propios temores haciéndolos frase. «Como me dedico a una modalidad extraña del realismo y de la literatura del yo, solo puedo confesaros que en cualquier momento mi casa, igual que mi cuerpo, se puede desmoronar», escribe en Parte de mí.
En este particular diario de pandemia algunas fechas llevan a la evocación de la vida de antes, a tal día como el que marca el calendario. En otras aparecen los recuerdos de una infancia y de unos familiares que están en el ADN de la escritora. Sanz se reafirma desde su opción feminista de izquierdas. Un fino humor matiza el relato y suaviza las formas. De nuevo en todas las direcciones, empezando por la mirada en el espejo. Cuando las restricciones de confinamiento empiezan a relajarse y la movilidad está permitida, inicia su itinerario por distintas ciudades españolas para hablar de pequeñas mujeres rojas. La autora lleva unos años de aquí para allá disertando y compartiendo sus libros en librerías y foros: «si algo nos caracteriza es vivir dentro de una road movie».
¿Parte de mí participa de la impudicia exhibida habitualmente en las redes? Sí. ¿Aprovecha la autora para promocionarse y vender su/s libro/s? Sí. ¿A pesar de todo ello estamos hablando de literatura? Sí, también. Este es el logro de este volumen autorreferencial donde era muy fácil caer en un espectáculo vacuo. La frontera era sutil pero se impone la maña de la escritora. Como ella misma ha declarado, «el medio me canibaliza pero yo también lo canibalizo a él y hago cosas imprevisibles». Instagram como canal, para proclamar desde el encierro del confinamiento ‘esta soy yo, esta es mi gente y estos son mis libros, quiero salvarlos a todos’.
Parte de mí enlaza con un trabajo anterior de Sanz, Clavícula. Podríamos decir que son obras hermanas. Retomamos en el primero el ambiente de confidencias a corazón abierto que allí latía. En aquel volumen acompañábamos a la autora en otro tiempo incierto, el de los males físicos y psíquicos, el de los miedos que atenazan («escribo para purgarme y le tengo fe a la posibilidad catártica de la escritura»). Éramos testigos de su deambular por los consultorios médicos, de su cara a cara con la menopausia.
Quizá sin saberlo, estaba tanteando un formato textual que cristalizaría después en las redes con Parte de mí. En Clavícula aparecen ya algunas imágenes acompañando los textos, poemas, correos electrónicos y hasta un cuento, Buscamos una amapola que no se marchite -sincronicidad conceptual con el campo de amapolas de la portada de pequeñas…-. Un libro remite a otro, y este a otro, anterior o que está por venir. Su propio universo.
En 2008 Marta Sanz publicó en RBA Lección de anatomía, una novela autobiográfica, que años más tarde volvería a editar en Anagrama, su actual casa editorial, revisada y actualizada con un extenso prólogo de Rafael Chirbes. La escritura en primera persona que bucea en el cuerpo y en el alma ya está en esta obra con la misma intención que la ha movido después a practicarla: que de lo personal surja lo social, que el yo se convierta en nosotras, la casa en la plaza pública.
Sanz publicó su primera novela, El frío (Debate) en 1998. Desde entonces su producción ha ido creciendo. Ha conseguido premios y reconocimientos. Fue finalista del Premio Nadal 2006 con Susana y los viejos. Daniela Astor y la caja negra obtuvo los premios Tigre Juan, Cálamo y Estado Crítico. En 2010 Farándula le valió el Premio Herralde de Novela. Fue una inflexión en su trayectoria, que desde entonces tiene mucha más visibilidad y reconocimiento.
Mujer de su tiempo se retrata a sí misma defendiendo en las calles las causas en las que cree. En 2016 había visto la luz Éramos mujeres jóvenes (Planeta), un reportaje en primera persona del singular y del plural de una generación de mujeres, la suya, sobre los usos amorosos y sexuales de una España que había transitado de la dictadura a la democracia. En 2018 escribió un pequeño ensayo en la colección Cuadernos Anagrama. Monstruas y centauras es una reflexión sobre los lenguajes del feminismo en tiempos del #Me too.
Cuando algunos hablan de un agotamiento de la fórmula de la literatura del yo, Marta Sanz demuestra que sigue siendo una buena vía para conectar con el lector. En Parte de mí ha pespunteado un relato que quedará como testimonio de un tiempo excepcional de pandemia.