Michel Nieva
La infancia del mundo
Anagrama
168 páginas
POR JUAN CARLOS MÉNDEZ GUÉDEZ

Con inmensa lucidez, Mónica Ojeda comentó en el Encuentro Iberoamericano de escritores en Madrid que las etiquetas literarias eran útiles para el periodismo y el mundo de la investigación, pero que la escritura ficcional debía traspasarlas.

Pese a todo, dentro de ese mundo de etiquetas resulta posible destacar este momento del siglo XXI como el tiempo cuando la ciencia ficción comienza a obtener un rango de preminencia del que tal vez había carecido hasta ahora en nuestro idioma. Brillantes títulos actuales como Mugre rosa de Fernanda Trías, Kentukis de Samantha Schweblin, Las visiones de Edmundo Paz Soldán, Gente que ríe de Laura Chivite, La mucama de Omicunlé de Rita Indiana, perfectamente pueden encajar dentro de las singularidades de la ficción especulativa. Una realidad que enlaza con notables novelas del pasado como La invención de Morel de Bioy Casares o Percusión de José Balza, leídas y celebradas en aquellos momentos con otro tipo de recepciones críticas.

Esta coincidencia estética de varios títulos notables podría significar una ampliación del universo de lecturas ficcionales en nuestro idioma, mundo que desde hace décadas también incorporó a sus preferencias a la hasta entonces subvalorada novela negra.

Es dentro de ese paisaje donde podemos ubicar un título como La infancia del mundo, de Michel Nieva (Argentina, 1988) y actualmente residente en EE.UU.

Hablamos de un producto verbal perfecto para este momento del mercado: destrucción climática del planeta, especulación financiera, pandemias que generan pingues negocios a crueles empresarios.

Ubicada en el 2197, esta historia habla de un mundo en el que se derriten los hielos antárticos y un insólito mundo caribeño irrumpe como consecuencia del capitalismo salvaje que ha azotado al planeta (pareciera quedar fuera de esta historia lo que pudo suceder con modelos alternativos vigentes en el siglo XXI como los de China, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua o Venezuela).

Hablamos de una propuesta destinada al feliz asentimiento de los lectores, quienes encontrarán en esta pieza narrativa la confirmación de buena parte de los discursos de la intelectualidad de este momento. Es en ese sentido un libro amable, esperado, una confirmación ficcional de las preocupaciones que inundan las redes sociales; de allí que despierte desde sus inicios una indudable simpatía.

El propio autor (investigador y docente de la Universidad de Nueva York) muestra una nítida claridad de las etiquetas dentro de las que se mueve su proyecto de escritura: «Quería hablar del cambio climático como un fenómeno político que es producto de la depredación capitalista del ambiente, especialmente del sur global del mundo… Eso lleva a pensar el cambio climático como una historia colonial y capitalista que depredó el mundo». Esta tarea implica un rechazo del realismo en tanto discurso que no puede dar cuenta del presente, y la elección de una ciencia ficción desprovista de tradición y respetabilidad canónica, pero orientada hacia tareas pedagógicas: «…una de las misiones perentorias de la ciencia ficción …disputar estos imaginarios capitalistas de la Naturaleza y del espacio exterior… la ciencia ficción debe responder con una politización de su arte». Discurso que palabras más, palabras menos, recuerda añejos tiempos del siglo pasado en los que autores como Oscar Collazos o Roberto Fernández Retamar se deleitaban en las exigencias de una literatura orientada hacia la redención política.

¿Pero qué muestran estas 159 páginas de ficción?

Como ya han acotado algunos de sus lectores: una atractiva mezcla de Kafka y Philip. K. Dick. Del mismo modo, también encontraremos en ellas consolas, juguetes sexuales futuristas, piedras mágicas, videojuegos, jefes de altas corporaciones, insectos humanoides. El autor se muestra muy hábil en la construcción de un atractivo universo del futuro que logra entrañables atmósferas de cine B (aunque sin la fuerza devastadora de un título notable de estos años como es Que comience la fiesta, del italiano Niccoló Ammaniti).

La historia se despliega con agilidad, mutando con nuevas y nuevas situaciones que a cada momento confirman con facilidad extrema las expectativas del lector, en una atmósfera folletinesca de millonarios malvados enfrentados a personajes que intentan la venganza por la injusticia de los agravios recibidos.

Destacan dentro de este conjunto algunas páginas en las que se despliegan dobles planos con acciones que oscilan entre la vida de un personaje y su proyección en un feroz videojuego, o pequeños momentos humorísticos que escapan de la mano firme con que el autor nos conduce a la confirmación de su tesis creadora.

Un libro que despierta interés por el hecho de formar parte de un conjunto de novedades cada vez más atractivo en el que tal vez se estén escenificando algunas de las posibilidades más sólidas de la nueva narrativa en español.