Carlos Granés
Delirio americano. Una historia cultural y política de América Latina
Editorial Taurus
593 páginas
POR ISABEL DE ARMAS

Este riguroso y completísimo ensayo comienza en Cuba, con la muerte de José Martí en 1898, y acaba en el mismo lugar, en la isla caribeña, con el fallecimiento de Fidel Castro, ocurrida el 25 de noviembre de 2016. Moría el líder latinoamericano más icónico de la segunda mitad del siglo XX, y tal y como apunta el autor del libro que comentamos «nadie interrumpía su agenda ni cambiaba de planes. No pasaba nada. Eso era lo más extraño de todo: moría Castro y no pasaba absolutamente nada». Apostilla entonces que, por el contrario, la muerte de José Martí, su influjo poético, sus ideas, sus advertencias y sus predicciones, habían marcado el final del siglo XIX y nos había proyectado a las preocupaciones antiimperialistas que marcaron el siglo XX latinoamericano. Ante la muerte de Castro, en cambio, nadie tenía la menor esperanza en que su ausencia significaría el fin de la dictadura cubana o el comienzo de una transformación política.

José Martí, bisagra entre dos periodos históricos y entre dos sensibilidades, para Granés es el último romántico y el primer modernista, «el último poeta –dice textualmente- que luchó contra España en una guerra de independencia, y el primero que expresó las vacilaciones existenciales que moldearían la sensibilidad de la siguiente generación, el último en enfrentarse al colonialismo español, y el primero en advertir que la nueva amenaza para América Latina sería el imperialismo estadounidense». El autor nos cuenta en este libro cómo detrás de Martí fueron llegando otros muchos poetas, visionarios y utopistas –a lo largo de estas intensas y tupidas páginas los va mencionando uno a uno-, dispuestos a liberar al continente «de los molinos de viento que lo atenazaban». «Altruistas y desmesurados –afirma el ensayista-, quisieron arrastrar a América Latina a mejores puertos, a tierras alumbradas por sus fantasías y sus más extraordinarios, salvíficos y en ocasiones sangrientos delirios».

Paso a paso, Carlos Granés, uno de los pensadores más sólidos y originales de los tiempos que corremos, nos va relatando, con pelos y señales, cómo ha sido el siglo XX, cultural y político, latinoamericano, que comenzó en 1898 con la irrupción y arremetida imperial de Estados Unidos en el Caribe, y más de cien años después, «ahí seguíamos –insiste-: pendientes del imperio, buscando amenazas y enemigos debajo de cada piedra, enseñando heridas, lanzando lamentos y quejas». En este libro también se constata que ni el castrismo ni el guevarismo habían ganado la batalla de las ideas en América Latina, y mucho menos el aprismo peruano o el priismo mexicano, ya que ninguna de estas corrientes sobrevivió. El autor afirma con contundencia: «El guevarismo sacrificó a una generación entera de jóvenes, el castrismo legitimó la tiranía de izquierda, el aprismo nunca supo comportarse de forma democrática y el priismo llegó a su fin en 2000, cuando salió del poder después de siete décadas». Y observa con precisión que solo el peronismo y el indigenismo, que resurgieron en las últimas tres décadas, están hoy más vivos que nunca.

Volviendo la vista atrás, y sintetizando mucho, podemos ver que América Latina parece ser el continente de la promesa eterna. De las independencias había pasado a las guerras civiles, luego a las guerras entre países y finalmente, a las revoluciones –la mexicana, la chilena, las militares de Uriburu, Getúlio Vargas y Sánchez Cerro; la de Sandino, las populistas, las socialistas, las antiimperialistas-. Así, Latinoamérica llegó exhausta a los años ochenta del siglo XX con un conjunto de desmesuradas ideas como la descolonización, el antiyanquismo, el enemigo interno, la pureza de las tradiciones, el líder telúrico, la legitimidad de la violencia…, muchas de las cuales siguen en vigor, con señalados seguidores y destacados detractores.

Y tras llevar a cabo un riguroso recorrido por las muchas turbulencias y avatares de las distintas naciones latinoamericanas, el ensayista llega a la conclusión de que América Latina «no es la tierra del prodigio, ni de la utopía, ni de la revolución, ni del realismo mágico, ni de la descolonización, ni de la resistencia, ni del narco, ni de la violencia eterna, ni del subdesarrollo, ni de la esperanza, ni siquiera del delirio». Afirma con rotundidad que su tierra es tan solo un lugar donde gente muy diversa tiene que convivir y prosperar. «Un lugar –escribe- exuberante por su geografía, complejo por su historia y barroco por las mezclas a las que ha dado lugar. Solamente eso».

Sugerencias importantes son las que el autor apunta para facilitar la lectura de su riguroso trabajo. La primera recomendación es leerlo de cabo a rabo, desde el principio hasta el final, que es lo que yo he hecho, por encontrarlo ameno y consistente, completo y lúcido; una historia cultural y política del largo siglo XX latinoamericano muy bien documentada, que transcurre entre la fantasía de los muchos creadores y el ensueño de los políticos y sus nefastas consecuencias.

Pero al pensar en los lectores no preparados para enfrentarse a varios centenares de tupidas páginas, Granés sugiere llevar a cabo una lectura por partes, que pueden realizarse de forma independiente. Un ejemplo: si el lector siente interés por la historia del modernismo y de las vanguardias en América Latina, encontrará un sólido informe en la primera parte, en la que también hallará un consistente análisis de las consecuencias del imperialismo en la cultura y la política latinoamericana. Sin embargo, si su curiosidad le lleva a querer conocer cómo se consolidaron los estados modernos y el papel que tuvo la cultura en este proceso, el autor recomienda leer la segunda parte, en la que encontrará el efecto del nacionalismo en el arte y la forma en que la política puede instrumentalizar a los creadores con el fin de forjar ficciones populares, populistas o modernizadoras.

En el caso de que el lector se sienta preferentemente atraído por acontecimientos más próximos, como puede ser qué ocurrió en América Latina después de la Revolución cubana, y cuáles fueron sus efectos en el arte y en la política, entonces es preciso empezar la lectura por la tercera parte, en la que se recoge la honda influencia que tuvieron Fidel Castro y el Che Guevara en los distintos campos culturales del continente. Pero si se da el caso de que el potencial lector se siente motivado por conocer más a fondo fenómenos típicamente latinoamericanos, como el populismo y el indigenismo, que tanto están afectando en la actualidad a las prácticas políticas y culturales de todo Occidente, el autor sugiere comenzar la lectura por las últimas sesenta páginas. Finalmente, Carlos Granés sugiere, que en este preciso y riguroso ensayo, el lector también podrá encontrar con facilidad las figuras clave de la cultura latinoamericana –César Vallejo, Nahui Olin, Dolores Cacuango, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Juan Carlos Onetti, Miguel Ángel Asturias, Doris Salcedo, Caetano Veloso y varios cientos más- de los últimos 125 años. La búsqueda es sencilla, basta con seguir el original e ingenioso mapa que figura en el inicio del libro o buscar en el índice onomástico el nombre del personaje que desea conocer más a fondo y allí encontrará un análisis que le ayudará a entender mejor su obra o la destacada importancia que tuvo en su tiempo.

Como cualquier tipo de lector podrá comprobar, Carlos Granés nos facilita con sus sugerencias las muy distintas formas de entrar, entre fantasías y ensueños, en este desorden desvarío, despropósito, perturbación y disparate que viene a ser su Delirio americano. Una historia cultural y política que abarca desde las primeras reivindicaciones de una América Latina con identidad propia por parte de poetas, pintores y ensayistas, pasando por el surgimiento del comunismo y el fascismo y la irrupción del populismo. Los más prestigiosos críticos coinciden en considerar a este autor como uno de los mejores ensayistas actuales y un escritor brillante, ameno, original y riguroso.