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Edgardo Dobry
Historia universal de don Juan
Creación y vigencia de un mito moderno
Arpa Editores, Barcelona, 2017
240 páginas, 19.90 €
POR VALENTINA LITVAN

 

La apuesta radical de Edgardo Dobry consiste en hacer de don Juan, figura nacida en el siglo xvii español, el mito del individuo contemporáneo en Occidente. Afirmar que esta figura, surgida en una sociedad cuyo sistema de valores es caduco, revela algunos signos fundamentales del individuo contemporáneo es un gesto original.

De hecho, este libro dialoga con una idea de Ian Watt, según la cual son cuatro los mitos principales de la modernidad que encarnan la cultura occidental desde el Renacimiento (Fausto, don Quijote, don Juan, Robinson Crusoe). Ahora bien, si Dobry considera necesario dedicar un ensayo íntegramente a don Juan, es porque en él reconoce una diferencia capital: al contrario de los demás mitos de la modernidad, éste se caracteriza por carecer de una forma canónica que lo identifique con su autor. Así, mientras don Quijote es indisociable de Cervantes, Fausto de Goethe y Robinson Crusoe de Defoe, la figura de don Juan no se limita al personaje de Tirso de Molina; evoca tanto a su presunto inventor como a Molière, Da Ponte, Mozart, De Laclos, Mérimée, Byron, Zorrilla o Madariaga, entre otros muchos autores, gracias a quienes el personaje viaja en la cronología y las geografías, superando los límites de la España católica del siglo xvii y liberándose de la identificación con un único autor. Según Dobry, don Juan invertiría en este sentido el proceso, pues, si en el caso de los demás mitos modernos, el principio coincide con el origen, aquí ocurre al revés: a partir de la noción benjaminiana de «posthistoria» el autor explica que, en lugar de cristalizar algo esencial del ser humano desde su primera aparición, don Juan se caracteriza por la versatilidad de la que dan cuenta las diferentes versiones que se lo apropian, enriqueciendo y resignificando el mito cada vez. Es más, sería precisamente en la reelaboración a lo largo de siglos por distintos autores, en diferentes lenguas, épocas y géneros, como se contribuye a construir el carácter huidizo que singulariza a esta figura. Ahora bien, justo porque se trata de una figura incompleta, don Juan puede hablar a través de los diversos autores y adoptar, según Dobry, su condición especular. Don Juan da cuenta, así, de los cambios de la sociedad moderna y contemporánea en sus transmutaciones adaptándose a todas ellas y, a la vez, excediéndolas. En este modo de funcionar a lo largo de la tradición, mediante su imposibilidad de cristalización y su incompletud, que impide fijarlo como figura cerrada, Dobry reconoce el reflejo de la condición del individuo contemporáneo, «sujetos movidos por la insatisfacción», en un permanente estado de búsqueda y deseo que no puede completarse o satisfacerse enteramente.

En el ensayo se evocan desde representaciones pictóricas de don Juan, como el famoso cuadro La Barque de don Juan, de Eugène Delacroix, hasta alusiones cinematográficas de distinta índole, como Broken Flowers, de Jim Jarmusch, o Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick, pasando por referencias musicales que van desde el clásico Don Giovanni, de Mozart, hasta la alusión a la insatisfacción del hombre de hoy con el «I can’t get no satisfaction» de Rolling Stones, de modo que, a través de las distintas menciones, Dobry da cuenta de la ubicuidad de la figura de don Juan, que reaparece a lo largo de las épocas y a través de los distintos géneros artísticos. Así, en su rastreo, el autor se interesa tanto por las clásicas representaciones del personaje como por alusiones menos conocidas y menos obvias que resultan, por inesperadas, tanto más sugerentes al lector de hoy. Junto a las recurrencias artísticas de la figura, el estudio se basa igualmente en la rica literatura teórica que la envuelve y aborda, desde teorías literarias, filológicas y lingüísticas (como Leo Spitzer, Martín de Riquer o Francisco Rico, entre otros) hasta la filosóficas (Friedrich Nietzsche, Sören Kierkegaard o Jean Starobinski), pasando por el psicoanálisis (Sigmund Freud, Jacques Lacan, pero también Alexandre Kojève, Julia Kristeva o Jean-Pierre Winter). El ensayo ofrece, así, un abanico de figuraciones de don Juan en un recorrido a través de distintas tradiciones y escuelas occidentales. Esta erudición no responde, sin embargo, a la voluntad de establecer un catálogo exhaustivo de las distintas apariciones de don Juan, sino a la necesidad de dar cuenta de la riqueza y productividad del mito a lo largo de la historia universal (retomando el subtítulo del libro) para poder comprender su modo de funcionar; la perspectiva comparatista que ofrece este ensayo se impone, justifica el autor, para acercarse a esta figura.

Si la perspectiva comparatista parece ser una exigencia debido a la proliferación y ubicuidad del personaje en la tradición cultural, estas mismas características imposibilitan también toda categorización reductora del mismo. El reto de este ensayo consiste, por ello, en aportar rasgos que, si bien son esenciales para la comprensión de don Juan, no delimitan su sentido. Dobry se deja seducir en su propia escritura por el carácter irreductible de la figura y, en lugar de organizar los distintos capítulos o apartados que componen el libro, de manera progresiva en el desarrollo de un pensamiento, consigue algo como un estallido de ideas, a cuál más sugerente y estimulante, del que resulta una estructura a modo de círculos concéntricos. Así, en sus distintos análisis de las versiones de don Juan, Dobry realiza asociaciones, donde redundan los ecos y las correspondencias entre los distintos capítulos del libro, por lo demás, con títulos tan sugerentes como «La caza sin trofeo» o «Violar la palabra dada». Sólo mediante la resonancia generada por la evocación, la reaparición y la repetición parece poderse formular algo esencial de esta figura huidiza. Imposible e innecesario, entonces, pretender sistematizar sobre un personaje que escapa a toda categorización: «Silueta vacía y cíclica, que se llena cada vez de su propio ímpetu pero que nunca encuentra, siquiera momentáneamente, una forma de satisfacción», «personificación de un impulso», escribe el autor. Un mismo impulso creativo que, en definitiva, reverbera en el texto del propio Dobry, donde, a pesar del rigor teórico que lo sustenta, logra desprenderse del corsé académico para que surja la figura de don Juan en toda su potencialidad.

Es cierto que, desde el principio, una serie de preguntas marcan el hilo conductor del ensayo: «¿Cómo puede un mito nacido en lo más severo de la era tridentina española, cuando el honor lo era todo para el hombre y la castidad para la mujer […], seguir vigente en una cultura donde casi nada de eso sobrevive?», «¿por qué poetas tan diversos […] y estudiosos de escuelas se dejaron seducir por él?», […] «¿qué dice don Juan acerca de nosotros […] en un tiempo tan distinto, incluso opuesto, del que vio nacer su figura?», «¿por qué, de los denominados “mitos de la modernidad” es el más versátil, el mejor dispuesto a la apropiación de las tradiciones, formatos, lenguajes y ropajes más diversos?»… Pero, en lugar de tratar de responderlas una por una, el autor se detiene arbitrariamente en distintos momentos de la construcción (artística y teórica) de don Juan que analiza, actualizándolo en cada lectura. Dobry asocia, por ejemplo, a don Juan con el individualismo del mundo moderno y ve en la acumulación insatisfecha representada por la cantidad de mujeres engañadas el signo de la circulación de mercancía que caracteriza nuestra época; también se refiere a la inmediatez de la satisfacción como un perpetuo estado infantil o a la usurpación de identidades y el engaño como dinámica de un «hombre sin nombre». La transgresión de las normas sociales y, ante todo, la transgresión de una ley trascendente es tal vez el tema fundamental de don Juan que atraviesa el ensayo y que Dobry relaciona con la oposición entre ética y moral. Así, evoca la idea del «don Juan del conocimiento» con la que Nietzsche arremete contra Kant, buscando destruir la falsedad de una tradición del saber metafísico fundado en la moral. Otros son los aspectos de nuestra época que el autor percibe a través de las figuraciones de don Juan, entre las que cabe destacar las páginas dedicadas a Lord Byron, a quien el autor califica de haber sido el primero en advertir que la posibilidad de subsistencia de la poesía consiste en la renuncia voluntaria al registro sublime. «Don Juan de Byron debe ser considerado el primer gran poema del deseo sin objeto, deseo carnal y deseo de escritura», escribe. Es precisamente al analizar el poema Don Juan del poeta romántico cuando Dobry desarrolla la idea capital de este ensayo: asignar ese mismo carácter inconcluso de don Juan a la creación literaria moderna y contemporánea. Las distintas referencias teóricas desembocan así, finalmente, en la propuesta más original y sólida del ensayo al reconocer ese mismo estado en constante construcción, «inacabado», de don Juan, en la escritura de nuestros días.

Comprendemos ahora que el propósito del libro no es ni filosófico, ni metafísico ni sociológico; su objetivo, como no podía ser de otra manera tratándose de un autor que es teórico y ensayista, pero también poeta y traductor, es ahondar en el estudio de la literatura moderna y contemporánea. No sorprende entonces que, tras los once capítulos que componen el ensayo, Dobry cierre el libro con un último apartado en el que nos ofrece dos traducciones inéditas al español que él mismo realiza, la de dos escritores franceses fundamentales para la evolución de la poesía y la prosa contemporánea: Charles Baudelaire y Gustave Flaubert. Ambos escribieron dos textos sobre la figura de don Juan que, curiosamente, quedaron inacabados, dejándolos para siempre en la fase de proyecto.

En suma, si don Juan funciona como espejo del individuo moderno y contemporáneo, este ensayo demuestra sobre todo que se trata de un perfecto ejemplo del proceso de la creación literaria de nuestra época, en la que Dobry resalta esa misma ausencia de forma cerrada y definitiva. Es así que, desprovisto de un sentido último, la figura de don Juan se erige con fuerza como representante del mismo impulso creador.

 

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