Daniel Saldaña París
El baile y el incendio
Anagrama
246 páginas
POR ANTONIO RIVERO TARAVILLO

Reciente la publicación de Aviones sobrevolando un monstruo (2021), ha aparecido igualmente en Anagrama un nuevo título de Daniel Saldaña París, ahora finalista del Premio Herralde de Novela. Siendo diferentes los géneros, hay algunas concomitancias entre ambos libros. En el primero se dedican bastantes páginas a los opiáceos. Aquí se retoma el tema sobre todo en la segunda parte. También se trata de una narración en primera persona.

El problema surge cuando las voces de los tres narradores, cada uno en su versión complementaria de la historia, son tan parecidas entre sí. Es un defecto de gran parte de la ficción, tanto en lo narrado en primera persona como en los diálogos: la monotonía en el decir, su uniformidad sin matices perceptibles en los hablantes. Para haber elegido un tríptico como narración, el autor de El baile y el incendio ha optado por un discurso demasiado rígido, intercambiable de uno a otro.

La novela funciona pese a eso, pero futuros autores deberían considerar la inclusión aquí y allá de muletillas, rasgos distinguibles, lapsos y imperfecciones, porque las cosas que decimos los humanos son la saliva con la que marcamos el territorio del habla.

Tiene además una dificultad El baile y el incendio: ninguno de sus jóvenes protagonistas cae bien al lector. Los tres son egocéntricos, antipáticos, incluso mezquinos. Los personajes de mayor edad tampoco obtienen empatía. No obstante, Saldaña consigue una narración que, como las drogas abundantes en la misma, tiene algo de alucinante e hipnótico. Uno de sus logros es ese telón de fondo de los incendios que rodean Cuernavaca, lugar donde se desarrolla la acción, los cuales además de crear un ambiente opresivo sirven para una posible explicación científica de los extraños sucesos.

Las danzas de las brujas, la recreación de la bailarina Mary Wigman, la coreografía extravagante ideada por Natalia, de la que se nos indica algo y se nos oculta mucho, crean una atmósfera por veces terrorífica que alcanza elevadas cotas en la primera parte y se da un aire a lo Mariana Enríquez incluso en las alusiones a Alesteir Crowley y su viaje mexicano. Pero también hay otras presencias histórico-literarias vinculadas a la capital del estado de Morelos: Malcolm Lowry y Bajo el volcán, el emperador de opereta Maximiliano y su esposa Carlota (inmensa en Noticias del Imperio, de Fernando del Paso) y Elena Garro, que se fue a vivir a esta ciudad de las siete barrancas.

El lenguaje de Saldaña tiene poco que ver con el coloquial y hasta vulgar de las novelas de su coetánea y compatriota Fernanda Melchor, y en ciertos tramos (justificadamente, porque son anotaciones de quien investiga) se convierte en prosa ensayística, casi de enciclopedia. No sería justo afirmar que hay un exceso de información sobre los fenómenos de bailes nerviosos o diabólicos de épocas pasadas, pero sí algo de postizo e inverosímil en su aplicación al baile de Natalia, que al final no es que parezca que el asunto se le ha ido de las manos, sino que este tiene poco que ver con lo que ella ha podido provocar. No obstante, se suscita el suficiente interés, y se mantiene la intriga acerca de lo sucedido durante el espectáculo de baile dirigido por la protagonista femenina

Esta novela amplifica y concreta en la antaño paradisiaca Cuernavaca unos versos de Música lunar (1991), libro del oaxaqueño Efraín Bartolomé que quizá haya leído Saldaña: «Hoy vi a diez mil enfermos con el mal de San Vito / tomarse de la mano y estremecer la calle que atravesaba el pueblo / en una larga / eléctrica / cadena de Dolor». Ese paisaje irreal de zombis danzantes y cenizas por el aire está estupendamente trasladado, y la población muy bien reconstruida, no en vano el autor residió en ella aunque en el libro anterior manifestara que se ha difuminado en su memoria. Cuernavaca (epítome de México) es el cuarto protagonista de El baile y el incendio, con el azote de la delincuencia y la plaga de una policía corrupta, con centros comerciales que ocupan hasta el lugar donde vivió Lowry, con la entrega al narco y los narcóticos a los que sucumben Erre y Conejo, amigos de Natalia, y todo el cuerpo social.