Sylvia Aguilar Zéleny
Basura
Tránsito
252 páginas
POR ANNA MARÍA IGLESIA

La basura son los desperdicios, los deshechos, los residuos indeseados de una sociedad que no solo produce más de lo que necesita, sino que no tiene escrúpulo alguno en deshacerse de todo aquello que no le sirve o ha dejado de servirle. Una sociedad para la cual consumir y desechar son las dos caras de una misma moneda, forman parte de una misma lógica, la de la acumulación. Y si hay un lugar que resume como ningún otro dicha lógica este es el basurero: ahí se acumula todo lo que la sociedad de la sobreabundancia tira y ahí también se reúnen todas aquellas personas que esa misma sociedad ha dejado en los márgenes y sobreviven a través de las sobras de los demás. 

La escritora Sylvia Aguilar Zéleny elige precisamente el basurero como punto de confluencia para las tres historias que paralelamente desarrolla en Basura. En el basurero de Ciudad Juárez sobrevive Alicia, que ha convertido los residuos en su medio para la supervivencia: en el vertedero encuentra lo que consume y también productos que, abandonados por otros, vende a terceros. En los márgenes del vertedero, algunas prostitutas ofrecen sus servicios bajo el amparo de Reyna, que dirige el prostíbulo de la zona y que se convierte en una especie de madre para esas jóvenes al que el mundo les cerró la puerta. En el otro lado de la frontera, Griselda, profesora universitaria, dirige un estudio sobre la vida en el basurero, una vida que ella observa desde la distancia y de la que, por el contrario, Reyna y, sobre todo, Alicia forman parte. 

Lejos de ser un mero cúmulo de residuos, en el basurero se replican las dinámicas sociales: ahí hay jerarquías; hay solidaridad, pero también enfrentamiento; se respeta el poder y se lucha por él; se vende y se compra, se acumula y se deshecha. Por paradójico que pueda parecer, el basurero no escapa de la lógica del capital, del consumo y del descarte. Porque ahí se consume, se vende y se descarta lo que los otros desechan, esos otros que forman parte de un primer mundo al que ha tenido acceso Griselda. Y de esta lógica del consumo y del descarte no escapa nada, ni tan siquiera los cuerpos, como los de las prostitutas, objetos también para usar y descartar, para vender y ser comprados, para luego acabar abandonados. Evitando cualquier forma de paternalismo y sin caer en el melodrama, Aguilar Zéleny narra de qué manera en el basurero no solo se reproducen las dinámicas extrapolables al resto de la sociedad, porque no es simplemente un micromundo a partir del cual observar el resto, sino que el basurero es el centro: atravesado por fronteras -sociales, étnicas, culturales, de género, nacionales-, el basurero es el lugar del conflicto, pero, sobre todo, es el lugar donde se asienta todo, porque «todos vivimos aquí sobre el mismo suelo, un suelo que huele a basura, que está relleno de basura, que es de basura». 

Situado en la frontera, el basurero de la novela de Aguilar Zéleny resume perfectamente las lógicas del capitalismo, así como las relaciones de abuso entre el primer y el tercer mundo, entre Estados Unidos y México, entre país de inmigrantes y país de emigrantes. Esta relación queda perfectamente plasmada a través del movimiento del capital: el capital humano, representado por la emigración, va de México a Estados Unidos, el capital del desecho va de Estados Unidos a México, porque, efectivamente, es en el basurero en el que vive Alicia donde terminan los desechos del primer mundo. Y lo que ahí nos describe Aguilar Zéleny es perfectamente extrapolable: el sur se convierte en vertedero del norte en otras latitudes. Basta mirar a nuestro vecino, Italia, para darse cuenta de ello. Porque no solo se desecha lo que no sirve, pero es posible que otros utilicen, sino que se desecha sobre otro tipo de desechos, ya no materiales, sino humanos. 

Aguilar Zéleny consigue en Basura convertir tres historias aparentemente minúsculas en metáfora de las relaciones de poder y de consumo que organizan nuestro tiempo y nuestro mundo. Haciendo hablar directamente a los personajes, dejando que sean ellos quienes cuentes su historia y sin intervenir de forma maniquea ni tampoco condescendiente, Aguilar Zéleny nos propone una reflexión crítica sobre nuestro tiempo y, más en concreto, sobre las dinámicas en las que se asienta el capitalismo más caníbal, aquel que es capaz de convertir en residuo a ese individuo considerado superfluo, innecesario, algo que, tras ser usado, puede ser arrojado sin más.