Pía Barros
Una antología insumisa
Editorial Usach
284 páginas
«Puedo ahora desbordarme, diluirme, perderme, como todas. Escribir por placer, deseo y desgarro, desde mi condición de género, cultura y etnia, lo que quiera». Así reivindica Pía Barros (Melipilla, Chile, 1959) su libertad creadora, inseparable de una vida caracterizada por el rechazo de toda dominación y la creación de espacios alternativos. En su excelente prólogo, Macarena P. Lobos Martínez, repasa sus múltiples actividades sociales y políticas; pero sobre todo culturales. Destacan su invención de talleres literarios que resultaban también «un lugar de libertad durante los años de dictadura» y que, hasta la actualidad, constituyen «un amplio experimento político y literario», la publicación de revistas, la coordinación del Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana, sus cursos y conferencias en Chile y EE.UU., la dirección del proyecto literario ¡BASTA! para denunciar la violencia de género. Todo ello, ha convertido a Pía Barros en un referente de prestigio indiscutible por su tarea de escritora como de revulsivo político democrático y feminista.
Su escritura inteligente y sensitiva, rica en recursos y estilos, discurre por el microcuento, la novela (breve, e incluso multimedia) o el libro objeto. Este libro, que reúne 34 relatos extraídos de cinco libros publicados entre 1986 y 2010, y lleva el significativo título de Una antología insumisa, es una muestra perfecta. Los cuentos trascienden la coyuntura histórica en que han sido escritos, aunque, al mismo tiempo, saben recoger la experiencia sufrida por su autora como por toda la ciudadanía chilena. Dos grandes problemas gravitan en sus narraciones: los sufrimientos de los opositores durante la dictadura de Pinochet y la transición democrática, y también la reivindicación de un puesto emancipado para la mujer en la sociedad.
Relatos plenos de emoción recogen el dolor de las víctimas de la dictadura, que son acosados, torturados y asesinados, o que desde el exilio sufren la nostalgia y la imposibilidad de desarrollar una vida normalizada. En uno de ellos, dos personajes fantasean con un paseo en moto por las calles de Santiago, «mientras sobre el techo caía, imperceptible, la nieve de Oslo». Tras el periodo negro de los militares, llega el momento de cuestionarse qué lugar ocupó cada cual, quién fue responsable de crímenes y ahora se oculta, quién se rindió, quién se mantuvo digno, quién soportó la tortura sin delatar a un compañero o quién concibe la venganza contra sus verdugos. Ejemplos de todo ello encontramos en textos que no se dejan leer con pasividad porque muestran con crudeza y también con sensibilidad el desgarro vivido. Barros recoge incluso la incomprensión de una generación posterior a la que padeció esa circunstancia; y también la renuncia a la vida de muchos de los que lucharon, como la mujer que abandona a su propia hija. «Mayra no ha preguntado ni una sola vez por la niña, y cuando se la menciona, ella parece no escuchar, sólo se marcha a buscar reuniones del Partido a las que ya casi nadie acude y donde, al parecer, ella sobra».
Barros cuestiona también en sus relatos la condición de las mujeres. Reclama su derecho a vivir libres, lo que se traduce en una reconquista de su propio cuerpo frente a la opresión patriarcal, romper tabúes y hasta el lenguaje que las coarta (en un cuento simbólico, la mujer barre las palabras que la sometían). La sexualidad es un campo de batalla en el que la victoria del deseo toma la forma del placer onanista, la satisfacción de un impulso momentáneo, el dominio ahora de la mujer o la relación lésbica… Con maestría es capaz de relatar experiencias eróticas explícitas donde se expresa esta ansia de emancipación. En sus relatos, el amor se busca, se imagina, se toca en los sueños, rompe con la rutina diaria y puede arrastrar hasta la locura. En toda situación, las mujeres saben que para sobrevivir y alcanzar la autenticidad deben quebrar los obstáculos que se lo impiden. Barros nos sitúa ante lo innegociable: la libertad, el deseo de realizarse, la justicia, la felicidad. Cuán lejos podemos estar de conseguirlo, estos cuentos no cesan de recordárnoslo; a la vez que muestran cómo es posible aún alcanzar la plenitud o, al menos, arriesgar la vida por ella.