Alejandro Lámbarry
Jorge Ibargüengoitia: un escritor entre ruinas. Biografía literaria
Universidad de Guanajato. Akademia
154 páginas
Detrás de Jorge Ibargüengoitia y de su impronunciable apellido se esconde uno de los escritores de culto más secreto de la literatura mexicana. Y sin embargo su obra tiene un grupo de lectores devotos, que forman una «iglesia» muy bien avenida y una minoritaria feligresía. El profesor Alejandro Lámbarry se cuenta entre sus fervorosos, y la prueba es este ensayo biográfico dedicado al escritor mexicano.
No es la primera vez que Lámbarry se enfrenta a un trabajo de este tipo. Hace unos años dedicó a Augusto Monterroso una documentada y reveladora biografía, con el título de Augusto Monterroso, en busca del dinosaurio, que fue reseñada en estas mismas páginas (Cuadernos Hispanoamericanos, 841-842). Lámbarry muestra querencia por los territorios literarios menos transitados; en este caso, por dos escritores de estéticas diferentes, unidos en su marginalidad, que es el lugar donde debe estar cualquier crítico literario auténtico y sin prejuicios canónicos. Ibargüengoitia y Monterroso se relacionan por vasos comunicantes: el humor, la parodia, la autoparodia, el común amor a los géneros «menores», el cuestionamiento de las fronteras entre géneros y por una común manera fragmentaria y antiengolada de entender la autobiografía.
Lámbarry aborda el estudio de la obra de Ibargüengoitia desde un punto de vista biográfico, otro de los márgenes de la crítica literaria actual, que es, por lo general, menospreciada por la crítica académica más ortodoxa. Como ya hiciera en la biografía de Monterroso, ha consultado el archivo personal del escritor, que se encuentra depositado en la Biblioteca de la Universidad de Princeton, ha viajado a los lugares más importantes de su derrotero vital (Guanajuato, Coyoacán, San Miguel de Allende, California, etc.) y entrevistado a los familiares y testigos más cercanos al autor.
Ibargüengoitia murió en 1983, con 55 años, en el accidente aéreo de Mejorada del Campo (Madrid), cerca del aeropuerto de Barajas, en el que fallecieron también, entre otros, el escritor peruano Manuel Scorza y el crítico literario Ángel Rama. Hijo de la oligarquía terrateniente de Guanajuato, su destino profesional estaba orientado a ejercer como ingeniero de minas, estudios que abandonaría, o a regentar y explotar la hacienda agrícola familiar, que vendería. Pero la literatura, y una temprana pasión por el teatro (escribió numerosas piezas que casi nunca llegarían a las tablas), le apartaron de una vida previsiblemente más cómoda de la que las letras podrían ofrecerle. Por eso, como una salmodia insistente el entorno familiar le repetiría la frase que he elegido para titular esta reseña: «¡Te vas a morir de hambre!» No pareció importarle la aciaga profecía de la familia, y se entregó a la creación literaria.
En España la obra de Ibargüengoitia no ha tenido la difusión y los lectores que, posiblemente, hubiese merecido, oscurecida por los grandes nombres del boom y por su propia opción personal, al margen de las directrices hegemónicas. Sin duda alguna, su libro más leído ha sido Las muertas (1977), una «novela negra» basada en unos macabros hechos reales, una precursora nonfiction en español, que supo dar forma artística e intensidad novelística a los conocidos asesinatos de prostitutas, referidos por la prensa mexicana. Su obra mezcla con acierto la alta y la baja cultura en unos años en que esto se consideraba poco menos que anatema. Buena parte de su obra se caracteriza por rebatir, como conceptos irreconciliables, la oposición entre arte y entretenimiento. En palabras de Lámbarry, hizo una literatura sencilla y clara en apariencia para resultar entretenido sin ser superficial.
Si en su teatro utilizó el humor corrosivo, la irrisión paródica y la crítica para ridiculizar a la «gente de provincia», a los hacendados, una clase social bien conocida por él, en Los relámpagos de agosto (1964) pasó del mismo modo por el tamiz del humor y por la parodia la «novela de la Revolución» para mostrar lo que de deleznable había en los hombres que dirigían los procesos revolucionarios de América Latina. Esta obra le colocaría en una posición difícil frente a los sectores más intransigentes de izquierda, que le consideraron como un vil reaccionario. Hoy su obra, con todo lo que ha llovido estos años, se nos presenta con una visión crítica adelantada a su tiempo, y sobre todo un hermoso ejercicio de libertad literaria. O de libertad a secas.