Mariana Sández
Una casa llena de gente
Impedimenta
328 páginas
La abuela, la madre, la hija. La otra madre, la otra hija. La vecina de las vecinas. Las mujeres: Una casa llena de gente.
Algunos títulos de la narrativa contemporánea se clavan como imágenes, permanecen, resisten, y construyen un corpus. Las casas se levantan en esa construcción. Se erigen al interior de las tramas, pero también en los títulos mismos. Casas vacías de Brenda Navarro, Siete casas vacías de Samanta Schweblin, Segunda casa de Rachel Cusk, Una casa lejos de casa de Clara Obligado… y aunque muchísimos otros, paro acá para destacar que son cuatro autoras que en estos libros o en otros hablan de la maternidad. ¿Por qué freno en seco en la maternidad? Porque Una casa llena de gente es la escritura de la madre (Leila) para que escriba la hija (Charo) en una especie de legado; es la madre de la madre (Granny), que juzga la casa, lo juzga todo, con una lengua mixta, híbrida, que extranjeriza la lengua madre; es la madre que piensa sobre el ser madre (Gloria): «Si sos mujer, debés querer ser madre y no solo una vez sino cuantas más mejor».
Si en los cuatro títulos casi aleatorios que cité están el vacío, la lejanía y lo secundario, aquí quiero señalar lo lleno, lo cercano y lo primero. En una de las cartas que le deja la madre (Leila) a la hija (Charo) están las tres cosas. Por un lado, en esa carta encontramos la llave que revela el título: «La única casa llena de gente que vale la pena es la literatura» le dice la madre, y en ese punto se diferencia de su hija. Si la primera no soporta lo que se aleja del silencio y los libros, la segunda quiere vivir en otro tipo de casa: en la cercanía absoluta y casi peligrosa con los vecinos, en el despelote, en el caos. La carta acaba así: «Es la primera gran disculpa». Pedir perdón por escribir. Pero seguir escribiendo. Llenar las páginas, llenar la casa.
La novela se arma con las voces de los personajes femeninos y con la escritura de la madre muerta. Es la novela polifónica y metaliteraria. Una madre que antes de morir se ocupa de escribir; una literatura que antes de decir se ocupa de decirse. Esa madre que escribe y se escribe a sí misma le dice a su hija: «La loca de tu madre», como una manera de nombrarse. Me viene a la cabeza, aquí, que traigo títulos aleatorios, este otro: La loca de la casa, de Rosa Montero. Me pregunto: ¿cuánta distancia hay entre casa y madre? ¿Son acaso lo mismo? ¿O qué nos quería decir Louise Bourgeois de esa mujer-casa, mujer-madre?… ¿Madre-casa? Como sea, La loca de la casa, como «la loca de tu madre» o Una casa llena de gente, más concretamente, son literatura sobre la escritura. Acabamos siempre dándonos contra la palabra. Y entonces cito lo que no puedo evitar citar: «Escribir es el acto por el cual queda demostrado que las palabras no sirven para narrar. […]. Es merodear lo imposible». Queda demostrada esa imposibilidad: Una casa llena de gente es la novela de la madre que escribe, es decir, que habita/aloja lo imposible; ¡qué locura!
Si googleamos libros con la palabra «casa» en el título, nos aparecen muchísimos infantiles. ¿Qué nos dice la casa de la infancia? ¿Qué se dice en la infancia de la casa? ¿Por qué infancia y casa irían de la mano? Parecen preguntas igual de aleatorias, pero esta novela es también una novela sobre la infancia; sobre el trauma, sobre la memoria, sobre la reconstrucción del pasado. ¿Cómo se construye una memoria de la infancia, con qué materiales? Las cinco partes en las que se divide la novela se titulan: Cimientos, Andamiaje, Exteriores, Interiores, y la quinta: Escombros y reconstrucción. Parece otro camino que nos devuelve. Circular. Un regresar, una regresión. Derrumbe y vuelta a empezar. ¿Es el derrumbe la muerte de la madre, el fin de la infancia, o ambos? ¿Son los escombros fragmentos de una memoria? ¿Se reconstruye a partir de la memoria o de la palabra (inservible)? Preguntarse todo esto es merodear lo imposible. Pero ahí nos quedamos, insistiendo; nos quedamos ahí como un quedarse en casa. De lleno, en la literatura. Como habitar esta novela, como alojar lo imposible.