POR MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ

Estados Unidos está cada vez más presente en el imaginario de la literatura hispanoamericana. El aislamiento de una pareja que vive en un pueblo universitario de ese país mientras su matrimonio se desmorona es el tema de la segunda novela de la autora vasca Edurne Portela, Formas de estar lejos. A través de la conversación que Andrea y Julián llevan entre bares de Houston, el boliviano Rodrigo Hasbún narra en Los años invisibles las experiencias formativas de unos adolescentes. En Don Quijote de Manhattan, la andaluza Marina Pérezagua describe al Caballero de la Triste Figura y a Sancho Panza como si fueran personajes de La Guerra de las Galaxias. La vida en Nueva York de un libertino caraqueño es el tema de Retrato de un caballero, una novela del luso-venezolano Miguel Gomes. Con la excepción de Portela —que se mudó a Madrid en 2015— quienes firman estas obras viven en Estados Unidos y escriben en español.

No son los primeros, por supuesto. José Martí publicó sus obras fundamentales en las postrimerías del siglo XIX, como cubano exiliado allá. Y Federico García Lorca escribió Poeta en Nueva York durante su estancia en la Universidad de Columbia, entre los años 1929 y 1930. En el resto del siglo XX abundan los casos. Uno es el poeta mexicano Gilberto Owen, que murió en Filadelfia en 1952, otro, Reinaldo Arenas, exiliado del castrismo. El tercero, Manuel Puig. El argentino vivó años en Nueva York, mientras escribía su primera novela, La traición de Rita Hayworth.

Castellanos Moya recuerda que llaman “melting pot” a Estados Unidos porque los inmigrantes no mantienen una literatura original en su lengua y enfatiza el poco interés que hay allá en la literatura extranjera

A los ejemplos del párrafo anterior se les suma la producción literaria de comunidades latinas reivindicativas como la chicana o la puertorriqueña, que usan el español para subrayar su marginalidad con respecto a la cultura angloamericana. La chicana narra las experiencias de la comunidad hispana en los estados de Texas, Nuevo México y California, entre otros territorios que México perdió con el Tratado Guadalupe Hidalgo de 1848. Las carencias económicas, la discriminación y la violencia a la cual están expuestos son los temas más comunes; un referente en esta tradición es Sandra Cisneros, autora de The house of Mango Street (1984). La cultura puertorriqueña es un caso aparte. Se la identifica como «Nuyorican», un término que primero se refirió al nutrido grupo de puertorriqueños residenciados en Nueva York, pero que ahora agrupa a los desperdigados por todo el país, así como al lenguaje híbrido de español e inglés que usan. Desde los sesenta, cuando se acuñó el término, sesiones de Nuyorican poetry se alternan en bares de Latin Jazz y Salsa en Harlem o Alphabet City (Manhattan), proponiendo una experiencia en vivo particular, en donde se hibridan inglés y español, así como música y literatura. Para chicanos y nuyoricans el español intercepta el inglés como estrategia política. Spanglish llaman algunos a esta forma de expresión, reconocida por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en la cual se mezclan elementos léxicos y gramaticales del español y el inglés. Otros autores que apelan al spanglish son el dominicano-americano Junot Díaz (La breve y maravillosa vida de Oscar Wao) e Ilan Stavans, el académico mexicanoamericano que tradujo Don Quijote de la Mancha a esta modalidad. Sus obras son ampliamente aceptadas dentro de la cultura estadounidense, bajo la etiqueta de Latin literatura, una clasificación que abarca además proyectos literarios de inmigrantes hispanoamericanos que directamente escriben en inglés, como hacen la mexicana Valeria Luiselli y la colombiano-americana Ingrid Rojas Contreras.

Sin embargo, los casos que se toman en cuenta aquí son los de autores desplazados como Martí, García Lorca, Owen, Arenas o Puig, en tanto aparecen en la actualidad como una fuerza de producción en español dentro de Estados Unidos. Este es un fenómeno al cual se le viene poniendo atención desde hace varios años. El autor salvadoreño Horacio Castellanos Moya tiene cuarenta años viviendo allá y rechaza la idea de que exista una literatura en español «como la escrita en Honduras, Ecuador o Venezuela», lo cual sería «un referente geográfico» sin importancia. El profesor en el máster de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Iowa apunta hacia dos aspectos que «enfrían el optimismo en este terreno»: uno es que la mayoría de la migración latinoamericana pertenece a sectores con grandes carencias económicas y educativas, y la literatura no forma parte de su bagaje; el otro es que la segunda generación, como ya ha pasado antes con otros migrantes, se convierte en una minoría de la cultura americana que piensa y escribe en inglés, aunque tenga ascendencia latinoamericana. Castellanos Moya recuerda que llaman «melting pot» a Estados Unidos porque los inmigrantes no mantienen una literatura original en su lengua —«las nuevas generaciones son americanos que piensan y escriben en inglés, aunque usen referentes culturales de la tierra de sus padres», aclara— y enfatiza el poco interés que hay allá en la literatura extranjera: «No hay que llamarse a engaño, a veces se dan olas como la que produjeron García Márquez y Bolaño, pero pasan pronto».

Se habla Spanish.

La editorial Alfaguara publicó en el año 2000 el libro Se habla español: Voces latinas en USA, compilado por el chileno Alberto Fuguet y el boliviano Edmundo Paz Soldán, donde aparecen 36 cuentos de autores de los noventa y la cultura angloamericana se ubica al centro del imaginario latinoamericano. Influenciada por la corriente McOndo —de la que Fuguet fue el más visible apóstol pues rompía con el exotismo del Boom para proclamar la globalización de la experiencia literaria— la antología ha tenido más repercusión crítica que reediciones. Su importancia radica en que, al hacer un retrato de conjunto, al lado de autores que producían en sus países originarios, visibilizó aquellos —ahora cada vez más numerosos— que lo hacían desde Estados Unidos. Dieciséis años después apareció Estados Hispanos de América en el catálogo de Sudaquia Editores, sello neoyorquino independiente que solo publica en castellano. Allí hay textos firmados por autoras de amplia proyección internacional como la uruguaya Fernanda Trías, la mexicana Brenda Lozano y la boliviana Liliana Colanzi, ganadora del Premio Ribera del Duero 2022 que otorga la editorial española Páginas de Espuma por su colección de cuentos Ustedes brillan en lo oscuro. El compilador de la antología es Antonio Díaz Oliva, escritor chileno que hace once años llegó al país para estudiar la maestría en Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York y desde entonces ha dado clases en instituciones de Washington, Nashville y Chicago, experiencias que sintetiza en Campus (2022), una ácida novela que edita Chatos Inhumanos —otro sello estadounidense dedicado al español—.

Hasbún contextualiza el asunto a partir de la globalización de las experiencias culturales transterradas, en donde la literatura escrita en español es una entre varias tradiciones literarias de Estados Unidos. Apela a su condición de inmigrante para explicar que esta experiencia ha transformado su escritura, pues cambia la manera de mirar por lo dislocado y lo fronterizo, debido al significado de «mirar y vivir desde lejos, por lo que implica estar y no estar en más de un lugar a la vez

Como Díaz Oliva, la mayoría de los autores citados aquí están vinculados a la academia estadounidense. Incluso Portela lo estaba hasta hace siete años: primero a través del doctorado en la Universidad de Chapel Hill (Carolina del Norte) y, luego, como profesora en Lehigh University (Pensilvania) —en total, vivió allá dieciocho años—. Gomes trabaja para el departamento de Estudios Comparados de la Universidad de Connecticut y tiene más tiempo en el país, desde 1989. Hasbún llegó veinte años después a Cornell, allí hizo el posgrado en Literatura Latinoamericana y ahora da clases en el Programa de Escritura Creativa de la Universidad de Houston, el mismo fundado por Cristina Rivera Garza, quien también ha basado su obra sobre las intersecciones entre su experiencia académica en Norteamérica y la realidad de su país de origen, México.

Entre Se habla español y Estados Hispanos de América han aparecido innumerables antologías sobre el tema. Si a estas publicaciones se les suma la proliferación de programas de Escritura Creativa en Español —como los citados en Houston, Iowa y Nueva York— y la multiplicación de sellos que publican en esta lengua—como Ediciones Aguamiel y Suburbano de Miami o Himpar Editores y El Beisman de Chicago—, quizá podría hablarse de un «fenómeno». Naida Saavedra, investigadora venezolana residenciada en Massachusetts trabaja el tema y se precia en redes sociales de haber acuñado la etiqueta #NewLatinoBoom. Esta denominación parece restringirse a escritores nacidos en el continente americano, los herederos originarios del Boom, aunque también muchos provenientes de la península ibérica viven en Estados Unidos y escriben en español; además de las nombradas Portela y Pérezagua, está el caso de Ana María Merino, fundadora del máster de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Iowa.

¿Una nueva literatura?

El fenómeno estaría asociado con la proyección del español en Estados Unidos. El anuario del Instituto Cervantes de 2021, El español en el mundo, señala que allá la comunidad hispanohablante supera los 60 millones y que en 2060 este se habrá convertido en el segundo país hispanohablante después de México. La omnipresencia del español y su condición de lengua extranjera más estudiada en todos los niveles educativos son razones para que en las universidades de allá se ofrezcan unos 200 programas de posgrado y otros 80 de doctorado relacionados con el español. Es ante estos datos que cabe plantearse la pregunta de si ha surgido o puede surgir una nueva literatura.

Siguiendo la postura escéptica de Castellanos Moya, pero con un poco más de optimismo, Hasbún contextualiza el asunto a partir de la globalización de las experiencias culturales transterradas, en donde la literatura escrita en español es una entre varias tradiciones literarias de Estados Unidos. Apela a su condición de inmigrante para explicar que esta experiencia ha transformado su escritura, pues cambia la manera de mirar por lo dislocado y lo fronterizo, debido al significado de «mirar y vivir desde lejos, por lo que implica estar y no estar en más de un lugar a la vez». Esto incide también en su vínculo con el idioma y en su sentido de pertenencia, lo cual lo pone en relación con otras culturas, influjos y voces, a la vez que «desordena algunas certezas y hace confluir en ti lugares que antes eran ajenos, que borronea o ilumina zonas de tu memoria». Portela apunta a una experiencia similar; dice haber aprendido a entender el español en un contexto transatlántico y global en Estados Unidos: «Esto marcó mi forma de leer, de entender la literatura y la lengua, amplió mi conocimiento sobre las diferentes literaturas, formas de contar e imaginar experiencias. Al final, escribimos desde donde hemos leído». 

Sin embargo, nada de esto apunta a una «nueva» literatura, sino a experiencias dentro de la producción de obras individuales.

Gomes se muestra suspicaz ante la idea de una nueva literatura y recurre a su formación académica para ponderar el fenómeno. «Un conjunto de textos no es necesariamente una literatura», puntualiza. Esto implicaría la existencia de un espacio cultural diseñado por lectores especializados, como profesores universitarios, críticos activos en la prensa y algunos editores. «Tengo la sensación de que la cuestión de la lengua es determinante», explica: «Estados Unidos tiene, sin duda, una población hispanohablante enorme, pero quienes allí están interesados en literatura constituyen una porción ínfima; casi siempre esas personas tienen una identidad puente: sus vínculos literarios no son exclusivamente locales, sino dobles: con el sitio donde están y el sitio de donde vienen; y muchas veces más con este último».

Un escollo que tendría que superar el fenómeno de la producción de literatura en español para asentarse definitivamente en Estados Unidos es su dependencia de los programas de escritura en español y maestrías de literatura, porque si estas cesaran, se irían también los profesores, que son los principales promotores se la literatura escrita en ese idioma allá. Aunque Castellanos Moya se queja de la crisis que padecen las Humanidades, Hasbún insiste en ser optimista. Según él, en últimos trece años han aumentado el número de libros en español en librerías y bibliotecas, hay más premios y ciclos de lectura en ese idioma, así como más emprendimientos editoriales, librerías y talleres. En todo caso, fenómeno o no, la situación va en aumento y aún es demasiado pronto para llegar a una conclusión al respecto. Al final, quienes tienen la última palabra en este asunto son los lectores; ellos fijarán qué temas o autores les interesan, y en qué lengua prefieren leer: si español, inglés o spanglish.