Al realizar un recorrido por la producción poética de Gloria Fuertes, nos encontramos ante una obra autobiográfica, según confirmó en varias ocasiones la propia autora
–«continué cantando o contando mi vida muy directamente en ciertos poemas»[i], o «no me importa que todos os deis cuenta de que esto que os cuento me ha sucedido»[ii]–, aunque como apunta mayoritariamente la crítica no es fácil distinguir entre el yo lírico que se construye en el texto y la autora del poema que se «autoconfiesa» en su poesía. De hecho, el tema de la autobiografía es siempre complejo, más aún cuando la autora introduce su propio nombre tanto en el título de algunas de su obras como en Historia de Gloria (Amor, humor y desamor) (1980) o Glorierías (2001), como en muchos de sus versos –«Gloria Fuertes nació en Madrid a los dos días de edad»[iii], o «Yo en la Gloria»[iv], o en su «Autoepitafio»: «Me alegra poder decir / para la futura historia / que no pasé por la tierra / sin pena ni Gloria»[v]. Incluso llega a disculparse por este hecho en un verso de su poema «De profesión: soltera» –«Perdonad que me autonombre tanto»[vi]–, creando de este modo un compendio entre biografía vital y ficción, entre lo ficcional y lo real, como señala Verónica Leuci:

 

«En uno de los ejes más atractivos de su escritura, la poeta introduce su propio nombre de autora en el orbe poético. Esta sugerente irrupción nos posiciona como lectores en el cruce de la biografía y la ficción, entre el rostro civil de la poeta y su inscripción como personaje poético. Debemos resaltar sin embargo que si esta coincidencia onomástica por un lado abona una lectura autobiográfica por la identificación entre poeta/personaje, por otro, ratifica su estatuto ficcional, a partir de abundantes desplazamientos y contorsiones gramaticales y enunciativos»[vii].

 

La escasez de medios vivida en su infancia, así como las duras condiciones de vida que impuso la postguerra, la marcarán para siempre y constituirán, de hecho, una de las vertientes poéticas que la autora canalizará a través de sus versos. Así, serán temas recurrentes la soledad, el dolor, el amor, el desamor, el compromiso social, la solidaridad, los peligros de la humanidad, Dios, los santos o la muerte, todo ello envuelto en un lirismo capaz de combinar los temas sociales más desgarradores con un brillante humor que se apoya en dichos populares y juegos lingüísticos, con lo que la autora logra un efecto ambivalente. Tal y como señala Lidio J. Fernández, «la re-escritura de la frase hecha y su incorporación en el verso es un fenómeno de la postguerra y en particular de los poetas llamados «“sociales” […] que hallan en el habla coloquial una reformulación del mensaje de crítica social»[viii]. Y entre estas preocupaciones y denuncias sociales que impregnan la poesía de Gloria Fuertes cobra especial fuerza el antibelicismo y las heridas provocadas por la guerra, los cuales aparecen de forma recurrente y rotunda en su producción poética, como analizaremos a continuación, realizando un recorrido a través de los poemas recogidos en su antología Garra de la guerra. Ya que, como ella misma confiesa: «sin la tragedia de la guerra quizá nunca hubiera escrito poesía»[ix].

El presente libro de nuestro interés (Garra de la guerra, 2002) suele encontrarse en las bibliotecas públicas en la sección de libros infantiles, pero no es en absoluto un libro para niños. Gloria Fuertes, por su producción más conocida, viene estando encasillada y asociada a la categoría de Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) en nuestro canon literario e imaginario colectivo. De ahí este injusto malentendido, pues la obra en la que posamos nuestra mirada hoy –en su formato de álbum ilustrado– es un libro muy serio, destinada a un público maduro, sensible y capaz de reflexionar, conmoverse y «deleitarse», poéticamente hablando, con un tema universal, atemporal y, desgraciadamente, profundamente humano, histórico y aún hoy coetáneo: la(s) guerra(s), sus consecuencias y estragos.

El Ministerio de Cultura del Gobierno de España otorgó en el año 2003 al presente álbum ilustrado el primer premio al mejor libro editado en la categoría Infantil y Juvenil, pero nosotras queremos incidir de partida en que no se trata de un libro para destinatarios infantiles pre-lectores o lectores ya autónomos, sino más bien de una compilación póstuma de un proyecto poético que siempre anheló Gloria Fuertes y que vio la luz apenas unos años después de su fallecimiento. Nos encontramos, pues, ante una obra poética y pictórica de gran envergadura cuyo eje temático vertebrador es la experiencia de haber vivido la guerra, pero que apunta o aspira, no obstante, a la paz universal[x]. Las bellísimas –a la par que sencillas y conmovedoras– ilustraciones que acompañan a cada uno de los textos pertenecen al artista suizo-anglo-libanés Sean Mackaoui (1969), especializado en la técnica del collage y afincado actualmente en España; él también víctima y testigo de primera mano de un cruento conflicto armado; en su caso, el del Líbano[xi]. Como señala Silva:

«El resultado es impactante. Ilustraciones a dos colores (rojo y negro), tremendamente sólidas, limpias y bellas. Surrealistas y brutales, con una estética que recuerda la de los carteles propagandísticos de la contienda. Un conjunto, el de verso e imagen, con una fuerza visual y poética impresionante. Tanto, que el gobierno mejicano adquirió los derechos de edición, con objeto de que estuviera en las bibliotecas de todos los colegios. Una auténtica obra de arte hecha libro. De los que no se trata de tener, leer de un tirón, y olvidarse, sino que suscitan el deseo de tenerlos, de pasar los dedos sobre las páginas (de papel mate, de buena calidad), y de tenerlos a mano, para sacarlos de vez en cuando, y volverlos a mirar. Una maravilla»[xii].

 

Cuidadosamente editado por la editorial valenciana Media Vaca, dentro de su colección «Últimas lecturas», percibimos una clara intencionalidad de reunir textos comprometidos que nos hagan reflexionar sobre los males pasados y actuales. Así se conciben, igualmente, otros títulos de dicha colección como: Crímenes ejemplares, de Max Aub (2001), Una temporada en Calcuta, la mirada de un dibujante, de Lluïsot (2001), y No hay tiempo para jugar (Relatos de niños trabajadores de la ciudad de Monterrey, México) (2004), de Sandra Arenal e ilustrado por Marina Chiesa, por traer aquí algunos otros ejemplos. Lo primero que observamos en el enfoque y diseño de esta particular selección por parte de la editorial es que pretende separarse netamente de otras categorías como «Libros para niños» o «Grandes y pequeños», por lo que insistimos en nuestra idea de que, pese a tratarse de un álbum ilustrado, el destinatario no es el público lector infantil ‒al que dedicara la autora, como bien sabemos, buena parte de su producción poética‒, sino más bien adolescentes y, por supuesto y dada su temática, el lector adulto. Así lo evidencia igualmente la presentación del volumen en la página web de Media Vaca:

«Para un gran número de lectores que conocen solamente las poesías “infantiles” de Gloria Fuertes y no están familiarizados con su producción “para mayores”, este libro será sin duda una sorpresa. En realidad la linde entre lo escrito para unos y para otros muchas veces viene marcada por el tipo de publicación que recoge esos poemas: los libros para niños están llenos de coloridos dibujos; los libros para no tan niños (prologados por prestigiosos poetas como Jaime Gil de Biedma) no suelen llevar dibujos y tienen un aspecto más serio»[xiii].

 

Garra de la guerra es, así pues, un libro póstumo que retoma poemas publicados anteriormente en antologías editadas por Cátedra a las que hemos hecho mención más arriba: Obras incompletas (1975), Historia de Gloria (Amor, humor y desamor) (1980) y Mujer de verso en pecho (1995). Cuenta igualmente con la particularidad de incluir un poema inédito que abre el volumen, junto a una maravillosa fotografía de la joven poeta «cuando tenía cintura de avispa»[xiv], titulado «Poema de guerra y de PAZ», compuesto en 1937 y que, por su sencillez y tremenda expresividad, queremos reproducir a continuación:

Se marchan a la guerra

nuevos soldados.

Madres, novias y hermanas,

quedan llorando.

Como siempre los niños

han ido al Prado.

(Aro, balón y comba

y trajes claros).

En la ciudad se posan

obuses males.

Pájaros huerfanitos,

quedan piando.

Los árboles del parque,

se han derrumbado

[…]

Una manita rota,

abraza a un aro;

a su dueño,

otros hombres

se le han llevado.

Lleva lunares rojos,

su traje blanco[xv].

 

En primer lugar, cabría señalar que la presente selección de textos sobre la(s) guerra(s) ha sido realizada por Herrín Hidalgo, quien incluye un breve poema en el paratexto de la obra (solapa), extraído y traído a colación muy pertinentemente de su también obra póstuma Glorierías (para que os enteréis) (2001), y que viene adelantando así la temática general del libro: «La patria no es una bandera ni una pistola / la patria es un niño que nos mira». Siguiendo con el paratexto y ya desde el título, ideado por la autora para dicha antología antibelicista, percibimos el juego con el lenguaje como uno de los rasgos característicos de la poesía de Gloria Fuertes; concretamente, a través de la figura retórica de la aliteración. En este caso, el juego verbal expresa a través de la repetición de los fonemas de las dos palabras elegidas una fuerza y una crueldad a las que no nos tienen acostumbrados otros de sus títulos infantiles; es decir, esta vez, lejos de la intencionalidad lúdica o humorística asociadas por lo general a su creación «su obra poética viene a constituirse, desde un punto de vista formal, en un ensayo continuo con el lenguaje con fines fundamentalmente lúdicos»[xvi]. De esta manera, la combinación de ambas palabras –«garra» y «guerra»– nos posiciona en nuestro horizonte de expectativas como lectores ante un tema muy serio, «de mayores» y de tintes marcadamente autobiográficos en Fuertes, como hemos señalado más arriba:

«‒ ¿Cómo recuerdas la guerra?

‒ Yo estaba sana pero el hombre y el hambre me dolían todos los días. Aunque    sin un rasguño de metralla, la guerra civil española me dejó en carne viva. Amanecí en la sección de quemados»[xvii].