Edurne Portela
Maddi y las fronteras
Galaxia Gutenberg
247 páginas
POR MERCEDES MONMANY

En el otoño de 2021, los depositarios de lo que hasta entonces había permanecido en las brumas de un recuerdo remoto para algunos habitantes de la frontera vasco-francesa, contactaron con una excelente y conocida escritora, Edurne Portela. Documentos y archivos históricos en mano, se trataba de narrar la vida insólita y sorprendente de una valerosa «pasadora de frontera», María Josefa Sansberro, como lo fue en su día la célebre Lisa Fittko, que ayudó a Walter Benjamin y tantos otros, en el otro confín de los Pirineos, en la frontera entre el último pueblo español, Portbou, y la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial. Hombres y mujeres, jugándose la piel en aquellos días, arriesgaban a diario la vida ayudando a muchos a huir de la sangrienta dominación nazi a través de complicadas y peligrosas rutas de montaña que los llevarían a la libertad y a continuar con su lucha en otros lugares.

¿Cómo hacerlo? ¿Cómo poner en orden todos aquellos documentos que habían llegado a las manos de una escritora e insuflarles vida? Lisa Fittko dejó un precioso e inapreciable testimonio escrito, Mi travesía de los Pirineos, pero este no era el caso de Josefa Sansberro, llamada por todos Maddi. Ni siquiera estaba organizada políticamente, como sí sucedía con los judíos y militantes de la izquierda berlinesa, Lisa y su marido Hans, que desde 1933 ya eran unos conocidos activistas antinazis.

En el caso de ese personaje singular, contracorriente, complejo y a cada paso fascinante que es Maddi, nacida en Oiartzun en 1885. Tras huir de un matrimonio desgraciado y de la maledicencia de los lugareños que no simpatizaban con las mujeres solas, con las que tomaban las riendas de su propia vida, alguien tenía que hacerse cargo de su lucha por la libertad de todos y de su sacrificio; de su sufrimiento y su muerte muy lejos del que había sido su hogar, en un campo nazi, una vez desapareciera. Para su sobrevivencia como mujer independiente, una vez se alejó de su familia, Maddi se hizo cargo de un hotel, muy solicitado por excursionistas en los años 30 del pasado siglo, a los pies del monte Larrún, en la frontera entre España y Francia.

Las opciones de llevar a la literatura a este personaje de carne y hueso, que realmente existió, eran limitadas. O bien la escritora, Edurne Portela, a la que le fue ofrecida aquella valiosa documentación, se limitaba a una escrupulosa y exacta exposición del material y testimonios verbales que se conservaban, ciñéndose a unos hechos estrictos, a la manera de un historiador, o bien dejaba «volar la imaginación», como buena narradora experimentada que era, metiéndose sin temor en la piel de una posible Maddi y contando de forma creíble y convincente, armonizando circunstancias personales, época histórica y unos acontecimientos que se sucedían a una velocidad de vértigo, lo que fue la valerosa lucha antinazi de los grupos de la Resistencia en las tierras vasco-francesas durante la Ocupación.

La excelente autora que siempre ha demostrado ser Edurne Portela, con un primer y maravilloso debut, la novela Mejor la ausencia (Galaxia Gutenberg, Premio 2018 al mejor libro del año, por el Gremio de Librerías de Madrid), así como dos obras siguientes, igualmente espléndidas, las novelas Formas de estar lejos y Los ojos cerrados (ambas en Galaxia Gutenberg) era la ideal para llevar al campo de la ficción, una ficción fuertemente atada a hechos realmente sucedidos, a personajes que poblaron aquella época de miedo, violencia, camaradería y coraje, con la amenaza continua de miserables delaciones. La vida, en definitiva, de aquellos valerosos resistentes que operaban en la frontera.

Para un lector, ya sea uno buen conocedor de aquella época infame de la historia de Europa, o uno escasamente familiarizado con los hechos que se cuentan, lo más fascinante de la novela Maddi y las fronteras de Edurne Portela es precisamente el personaje central de Josefa Sansberro, la resuelta y audaz mujer que, unida a la Resistencia, acabó sus días trágicamente en los campos nazis. El indudable atractivo consiste en contemplar el paso «natural» que, sin pensárselo dos veces, da Josefa: alguien de firmes convicciones democráticas y de justicia social, de un intachable sentido del deber y del compromiso con los demás; alguien cuya actividad hasta entonces había consistido en ser una modesta contrabandista de frontera de productos y víveres diversos, decide convertirse en una militante decidida de la Causa con mayúsculas. La causa entonces era la del único bando posible, el de los aliados, en el que militar para cualquier persona con dignidad y decencia en un país ocupado por los bárbaros de entonces, los nazis, en perfecta coordinación con los fascismos de España e Italia.

Es emocionante, y encoge el corazón, la súplica de Maddi con la que se abre el libro de Portela. Una súplica imaginaria, hecha desde el campo de concentración de Sachsenhausen, el 13 de noviembre de 1944, a punto de morir Maddi, en representación de tantas y tantas mujeres anónimas, sin tumba, víctimas de la barbarie del Tercer Reich. Maddi se dirige a alguien que está a punto de sacarla del olvido. A punto de inventarle una existencia construida con muchas verdades conocidas y otras tantas intuidas: «Intentas entenderme, completar mi biografía. Rellenar todos los vacíos, esclarecer las incógnitas que te suscita mi vida, que hoy por fin acabará. Te han regalados las palabras registradas en los archivos de mi paso por esta vida y esta muerte: partida de nacimiento, matrimonios, divorcio, deportación Dachau, Ravensbrück, Sachsenhausen, condecoraciones, reconocimientos (…) No escucharás mi voz y apenas entenderás mi rostro (…) ¿Cómo vas a contar mi historia? ¿Cuánto vas a fantasear para darle un sentido? ¿Vas a entender mis motivos? ¿Vas a convertirme en heroína? ¿En víctima? De ti depende cómo me recuerden (…) No inventes demasiado. No imagines demasiado».

Todo cambiará con la Ocupación de los alemanes en Francia. Un día, a través de un contacto habitual en las redes de frontera, Maddi es llevada junto al padre Bordes, que actúa como representante del Ejército de la Francia Combatiente en la zona. Sabedor de que Maddi es una experta en la transmisión de informaciones y personas a través de la frontera, así como perfecta conocedora del terreno, le ofrece alistarse al servicio de la Francia Libre de De Gaulle, que acaba de decir en una alocución desde Londres: «¡Francia no está sola! Pase lo que pase, la llama de la Resistencia Francesa no debe apagarse y no se apagará jamás». En ese momento, se están estableciendo redes de evasión de soldados aliados, pero también vías de escape para los que huyen del servicio de trabajo obligatorio en Alemania. Maddi, aún teniendo peligrosamente albergados, de manera forzosa, a oficiales nazis en su hotel, no dudará en alistarse y dirigir muy pronto operaciones cada vez más arriesgadas, subiendo y bajando de trenes hacia Burdeos, ante las mismas narices de los carabineros, la Gestapo y los nazis de su hotel. Junto a su red de expertos mugalaris llevará con éxito numerosos golpes y operaciones, atravesando el Bidasoa por la noche. Pero tras el desembarco aliado de Normandía, la guerra en todo el país y en la frontera en particular se recrudece.

Por fin, a causa de una delación, Maddi será detenida el 8 de junio de 1944, junto a su prima Marie Jeanne, el padre Bordes y un alto número de resistentes. Tras ser torturados en Hendaya, el 9 de agosto serán embarcados desde Toulouse hasta el campo de Dachau en Alemania. Aunque este solo será el comienzo de otra ruta sádica: enviadas al campo de mujeres («algunas no parecen ya mujeres») de Ravensbrück, más tarde serán de nuevo deportadas y Maddi acabará sus días en Sachsenhausen, en el este de Alemania.

Tiene mucha razón Ruth Klüger, citada por Edurne Portela, y sobreviviente del Holocausto, que en su magnífico libro de memorias Seguir viviendo (Galaxia Gutenberg) dijo que «las guerras pertenecen a los hombres, las mujeres no tienen pasado». Poco a poco, las historias por fin narradas, los reconocimientos, las obras literarias y ensayísticas han ido recogiendo esta memoria escamoteada y ausente de mujeres valientes, audaces, olvidadas de sí mismas e inflamadas por esa verdad y justicia robadas en su tiempo por tiranos y asesinos. Como ha hecho ahora prodigiosamente Edurne Portela en Maddi y las fronteras, lo hizo también en su día la escritora y expartisana Renata Viganò en una sobrecogedora novela (Agnese debe morir, Errata Naturae) donde evocaba la historia de una sencilla y valerosa campesina de la Resistenza. También un buen número de memorias aparecidas estos últimos años tanto en Italia como en Francia, de conocidas resistentes como una mítica Irma Bandiera (Mimma) partisana brutalmente torturada, a la que los camisas negras le sacaron los ojos antes de asesinarla. Un libro de subyugante belleza, apasionante, en muchos momentos estremecedor, a la vez que sumamente necesario, con el que Edurne Portela nos acerca a una vida, la de Maddi, «difícilmente imaginable, por buenas intenciones que se tengan», como decía Jorge Semprún, refiriéndose a todos aquellas y aquellos valientes luchadores que no dudaron en entregar su vida por sus ideales.