Josep Pla
Las ciudades del mar
Nota introductoria de Xavier Pla
Prólogo de José Carlos Llop
Destino, Barcelona, 2019
240 páginas, 18.00 € (ebook 8.54 €)
Como buen conocedor del universo de Josep Pla, el profesor Xavier Pla anota en la brevísima introducción a Las ciudades del mar que se trata de «un episodio más en la sucesiva y obsesionante reescritura a la que Pla sometió su trayectoria literaria a lo largo de seis décadas». Episodio apasionante que, en algunos aspectos, explica el cuidadoso esmero con el que Pla transitaba del periodismo a la literatura, en este caso, a la literatura de viajes que tiene como referente el Mediterráneo, al que el mundo occidental —Pla, dixit, en 1942— le debe «todo lo que somos».
La presente edición de Las ciudades del mar reproduce la primera, publicada en abril de 1942 por la Librería Editorial Argos, mientras que las prensas de Destino y de la editorial Barna (recién creada por Alberto Puig Palau tras empezar a fraguarse en sus conversaciones de 1939 con Pla en la playa de Fornells) salían ese mismo año tres libros que representan otros tantos aspectos de la escritura de Pla: Viaje en autobús —que tanto fascinó al joven Cela—, Humor honesto y vago y (de Barna) Rusiñol y su tiempo. Posiblemente, Pla pensó en la composición de este libro desde que el 20 de abril de 1940 publicó en su sección del semanario Destino, «Calendario sin fechas», un artículo titulado «Las ciudades del mar», donde rebatía la opinión de su buen amigo el pintor Domènec Carles Rosich sobre los pueblos más bellos del Mediterráneo, jugando con el riesgo que debe entrañar el oficio de escritor, al que había apelado en diversas ocasiones Ortega y Gasset, «que continua siendo un escritor bastante bueno», según la maliciosa anotación de Pla. Por cierto, conviene recordar que el joven Pla había escrito un artículo sobre la pintura de Carles (se acababan de conocer en París) en la edición de la noche de La Publicidad (9-XI-1921), anticipo de la plaquette que le dedicó en 1928 bajo el marbete D. Carles.
Extraordinario escritor viajero, Pla articula Las ciudades del mar en once capítulos de desigual extensión. Los más extensos son los rotulados «Mi primer viaje a Mallorca», «Recuerdos de Italia» y «En Sicilia», si bien el lector degustará con similar placer el texto «En Fornells», cuyos cuatro tramos vieron la luz en «Calendario sin fechas» del semanario Destino en la primavera del año 1940, o el breve y enjundioso «En la isla de Elba», procedente de las páginas de Destino (29-VI-1940), o las tres unidades que componen «En Croacia» que vieron la luz también en Destino a lo largo de 1940. Realmente una parte sustancial de Las ciudades del mar procede de «Calendario sin fechas», aunque el escritor ampurdanés introduce en algunos textos interesantes variaciones que sería oportuno conocer y analizar. Tomo como ejemplo el artículo de la serie «En Sicilia», titulado «Palermo», que se publicó en Destino el 23 de marzo de 1940. En la parte final del artículo Pla añade en el libro la cita de unos versos del «Cant espiritual» de Joan Maragall, mientras en las líneas finales suprime el pasaje siguiente: «Y ya sabe mi viejo amigo Sánchez Mazas, que ha vivido tanto en Sicilia». Es evidente que no son variaciones inocentes, sino que muestran el malestar y las desavenencias de Pla ante la ortodoxia falangista, que cristalizarán en 1943. Por otra parte, la versión de Las ciudades del mar es la que sirve de base para el texto en catalán —más amplio— que se integra en «Notes sobre Sicilia« dentro del tomo xv de la Obra Completa (Destino) de Josep Pla, cerrado en 1970.
Las prosas periodísticas agavilladas en «Recuerdos de Italia» fueron a parar en su mayoría (Arezzo, Siena, Orvieto, Perugia, Ravena y Bolonia) a Cartes d’Italia (1955) y, tal y como escribe en el «Prefaci», fechado en Palafrugell en el otoño de 1954, «algunes d’aquestes notes foren escrites en plena joventut; altres han estat fa poques semanes», lo que nos permite deducir que las que se ofrecen a la lectura en castellano en Las ciudades del mar proceden de la juventud del escritor, de los primeros años veinte. En la Obra Completa (Destino) se editan en el tomo xiii, globalmente titulado Las escales de Llevant (1969). Precisamente en el «Prefaci» que abre los artículos de «Les escales de Llevant» (alguno de los cuales había visto la luz en Las ciudades del mar, tanto los de Grecia como los de los Balcanes) que proceden de su viaje de 1921, Pla adelantaba lo siguiente: «Si la salut, la curiositat i l’humor no s’esgoten —cosa posible—, aquest llibre podrá tenir potser un complement en el potser publicaré més tard i que es titularà Les illes».
En efecto, el tomo xv de la Obra Completa (Destino), publicado en 1970, se titulaba Les illes, como también se tituló el octavo de las Obres Completes (Selecta), que había visto la luz en 1957, al tiempo que Pla cumplía sesenta años. En el «Prefaci» afirmaba: «Sóc un illòman explicit» y reunía «Notes de Mallorca (febrero-març, 1921)», que guardan un muy estrecho parentesco con el capítulo más importante de Las ciudades del mar, «Mi primer viaje a Mallorca». En este apartado del libro que nos ocupa me quiero detener para postular la necesidad de colonizar y restaurar una zona de la obra (cerca de trescientos artículos) del extraordinario escritor ampurdanés demasiado olvidada, quizás por estar escrita en castellano, pese a ser absolutamente imprescindible para conocer sus aprendizajes y su work in progress.
Como primera providencia digamos que «Mi primer viaje a Mallorca» (1942) y «Notes de Mallorca (febrero-març, 1921)» (1970), compuesto el primer texto por once capitulillos y el segundo por catorce, tienen su matriz en un haz de artículos escritos para el periódico barcelonés La Publicidad entre el sábado 12 y el jueves 24 de febrero de 1921, con un apéndice titulado «Epílogo a mi viaje a Mallorca» (26-V-1921). Suman en total doce entregas que aparecen en la sección colectiva «Pall-Mall» de la edición de la noche del periódico que dirigía Romà Jori, «un escéptico dentro del pesimismo», en expresión de Josep Maria de Sagarra. Salvo el apéndice los artículos, tenían el marbete común de «Diario de un viaje a Mallorca». Importa su condición de diario e importan las sucesivas transformaciones que sufrieron los artículos, en castellano en 1942 y en catalán en 1970 (pequeño espejo de proceso de elaboración de su obra maestra, El quadern gris), «moviment interior del text que domina i que governa l’activitat intel.lectual de l’escriptor», según escribía Xavier Pla en su excelente Josep Pla, ficció autobiográfica i veritat literaria (1997).
Pla había empezado a colaborar en La Publicidad el 24 de noviembre de 1919, alternando las primeras semanas artículos —en la edición de la mañana— sobre la vida musical del Palau y el Liceu, con artículos —en la edición de la noche— sobre la literatura del día. Así, por ejemplo, el 21 de diciembre publica una excelente reseña de La caverna del humorismo de Pío Baroja, en la que se me antoja ver la mano de Alexandre Plana, hecho por lo demás genericamente confesado por el propio Pla en Prosperitat i rauxa de Catalunya (1977), imprescindible para completar el conocimiento de su universo vital e intelectual.
La Publicidad le enviará a París el 19 de abril de 1920 para cubrir la plaza de corresponsal del diario. Como recordó Néstor Luján en un jugoso artículo, «Vida y obra de José Pla», publicado en el número de homenaje al escritor de Destino (9-III-1957): «Es esta la primera salida fuera de España de quien será un infatigable viajero, un escritor de una curiosidad inextinguible». Desde enero de 1921 en que regresó de París —el último artículo de la serie «Crónica de Francia» apareció el 7 de enero, con unas notas interesantísmas sobre Bergson— hasta abril de 1922, cuando La Publicidad le desplazó a Genova, Pla estuvo una larga temporada residiendo en Palafrugell y Calella. Como ha analizado Marina Gustà en un libro fundamental, Els orígens ideológics i literaris de Josep Pla (1995), su retiro ampurdanés se interrumpió dos veces: su primer viaje a Mallorca (desde el jueves 10 hasta el sábado 19 de febrero) y su marcha inmediata a Madrid durante los meses de marzo y abril, con una breve estancia en Salamanca. Romà Jori le dijo —cito en castellano, traducción de Alfons Sureda, el espléndido libro de Pla, Madrid 1921. Un dietari (1929)—: «Viajará usted a Madrid con Joan Crexells, que ha sido hasta ahora nuestro corresponsal en Berlín y que va a Salamanca a dar unas conferencias filosóficas. Cosas de Unamuno, ¿comprende? Me parece que le gustará».
Aunque en Las ciudades del mar se evita cualquier referencia (en Notes de Mallorca, tampoco las hay, salvo una lacónica alusión), a Pla le propuso Joan Estelrich ir a Mallorca con él. Se hospedaron en el Gran Hotel, tal y como refiere en el homenot (ese género que es una extensión del retrato literario en el que Pla fue un maestro indiscutible y «de un valor difícilmente superable», según atinó a escribir mi maestro Antonio Vilanova en 1959) que dedicó a Estelrich en la primera serie, publicada en 1969: «Em proposa d’anar a Mallorca amb ell. Anàrem a Palma […] A Palma baixàrem al Gran Hotel». En «Mi primer viaje a Mallorca» no se menciona el hotel en que se hospedó y en «Notes de Mallorca» el hotel es Can Tomeu, lo que le permite a Pla redactar unas líneas habituales en su poderosa calidad descriptiva: «Can Tomeu, o sia el Café d’Orient, o sia el Café de les Columnes, o sia el Café de la Pau, està situat a la part alta del Born, pujant a la dreta. És un establiment sense gaire color, però que presenta una cuina excellent. Ofereix també allotjament». Líneas que tienen su preludio, en castellano, en Las ciudades del mar donde escribe en el capitulillo «El encanto de Palma»: «En el Café de Oriente se come muy bien. Este café tiene muchos nombres. Se llama también Café de las Columnas y A can Tomeu, Rusiñol, en L’Illa de la calma, lo presentó con el nombre de Café de la Paz. Está en el Borne y no puede ser más céntrico […] Ante la excelente cocina del Café de Oriente, me traslado al mismo con armas y bagajes. Me dan una habitación grande y soleada y una inmensa cama, alta y profunda, una de esas camas en las que uno duerme y nadie se entera». En el «Diario de un viaje a Mallorca» y en el artículo del 15 de febrero sólo contiene esta mínima referencia: «Si yo viviese en Palma, no dejaría de ir un solo día al Café de Oriente, que es el famoso Café de la Paz del libro que Rusiñol ha dedicado a Mallorca».
Baste este ejemplo para descubrir cómo Pla manipula los textos para dotarlos siempre, con inusitadas variantes, en un paradigma de la verdad literaria, la mejor verdad literaria del realismo. «Jo sóc un escriptor realista», sostenía en el «Proleg» a los Articles amb cua (1976), para añadir: «però sense oblidar que, en el realisme, s’hi ha de posar un punt d’adjetivació lírica».
Las ciudades del mar es un libro excelente que nos invita a pensar en lo incomprensible de que algunos pasajes de su juvenil «Diario de un viaje a Mallorca» sigan olvidados en las páginas de La Publicidad. De nuevo un ejemplo, ya final. En el artículo correspondiente al 19 de febrero afirma que sólo Flaubert sería capaz de describir «la expectación y la atmósfera de acontecimiento» ante un suceso de la vida local de Palma. Flaubert cuya pasión definió, en un artículo de 1972, como «la seva bogería literària fabulosa». Fue siempre la propia pasión de Josep Pla.