James Joyce
Finnegan’s Wake
Traducción de Marcelo Zabaloy
Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2016
628 páginas, 33.00€
POR JUAN ÁNGEL JURISTO

A mediados de 2016 se produjo un hecho editorial que en otros tiempos hubiese tomado visos de acontecimiento: por primera vez se tradujo al español, íntegro, el Finnegan´s Wake de James Joyce. Han pasado, pues, setenta y siete años desde la publicación de la edición original en 1939, y ha sido Marcelo Zabaloy, un empleado en reparación de ordenadores y tendido de redes de datos, el que ha realizado tal proeza. Hasta que la esposa de Zabaloy le regalara en 2004 Ulises, éste sólo conocía de Joyce un cuento perteneciente a Dublineses, tal vez «Los muertos» (por la repercusión que en aquellos principios de los noventa tuvo gracias a la versión cinematográfica que del relato realizó John Houston). Ese 16 de marzo de 2004, Zabaloy se perdió en el universo joyciano y le costó un año leerlo. Para entonces se había hecho con la traducción francesa de Valery Larbaud, sólo por el hecho de que Joyce mismo le había dado el visto bueno, y comenzó a traducir Ulises, otra vez, de nuevo, al español. Zabaloy, entonces, no conocía ninguna de las traducciones al español de Ulises porque se negaba a leerlas, como si un proceso de contaminación pudiera llevarse a cabo mientras realizaba su particular versión. Con el original inglés, pues, y ayudado por la traducción de Larbaud, de 1929, Zabaloy tradujo Ulises y buscó editorial, que encontró en la figura de Edgardo Russo, responsable de la casa Cuenco de Plata. Con Russo realizó una labor no sólo de colaboración, sino de planteamiento mismo de lo que debe ser una traducción. Zabaloy tenía las ideas muy claras y, por ejemplo, traducía al argentino frases de este tenor, incomprensibles para un lector madrileño, pongamos por caso: «Percanta que me amuraste», porque piensa que a un marginado de Dublín no le puedes venir con impostarle un español normativo. Ulises acaba de ser publicada en Argentina con nueva traducción (la única que había allí era la de José Salas Subirats, la primera, y que realizó ese bonaerense empleado de seguros que se dedicó durante los años de la Segunda Guerra Mundial a traducir Ulises y que en su vida publicó libros raros y curiosos, como Marinetti: un ensayo para los fósiles del futurismo, La lucha por el éxito, que es libro de autoayuda; El secreto de la concentración, otro libro de autoayuda, pero también el libro de poemas Las hélices del humo o La lógica del seguro de vida, manual esclarecedor sobre el oficio), como anunciando la controversia que se generaría cuando se publicara la de Finnegan´s. En esta traducción Zabaloy no ha tenido que emplear muchos argentinismos, sencillamente se ha inventado alrededor del sesenta por ciento del texto con neologismos que no existían, como hizo Joyce, en una operación endiablada que le hizo, antes de entregarla a imprenta, hacer diez versiones de la obra. Las citas de la Biblia o de obras de Shakespeare, debidamente distorsionadas por el mismo Joyce, no ha hecho más que añadir, si se quiere, más tortura a la ya existente. El resultado es la proeza de haber conseguido hincarle el diente a la totalidad de la obra de Finnegan´s, más de seiscientas páginas, después de que en español sólo contáramos con las páginas que Francisco García Tortosa realizó de «Anna Livia Plurabelle», que editó Anaya, y la selección amplia de Finnegan´s, más de doscientas páginas, que Víctor Pozanco realizó para Lumen y que la editorial retiró después de que la crítica destrozase la traducción; Julián Ríos y Mariano Antolín Rato aportaron datos definitivos sobre enormes fallos de la misma. En fin, que Zabaloy se ha inventado unas treinta mil palabras.

Tenemos así, hoy en día, dos traducciones argentinas de Ulises, la de Salas Subirats y la de Marcelo Zabaloy, y dos españolas, la que realizó José María Valverde en 1976 para Lumen, muy celebrada en su momento –y menos con el tiempo–, y la de Francisco García Tortosa, que publicó en Anaya en 1999 y que la editorial no ha vuelto a publicar por problemas con los herederos del legado joyciano –la Estate of James Joyce–, así como dos en español de Finnegan’s Wake, la parcial –y retirada– de Víctor Pozanco, y ésta íntegra, de Marcelo Zabaloy, amén de la edición bilingüe de «Anna Livia Plurabelle» de García Tortosa y la traducción privada que Eduardo Lago ha realizado de «Anna Livia…», la cual se puede consultar en el blog de Vila-Matas. La controversia, ni que decir tiene, sobre si son mejores las versiones argentinas o españolas recorren, desde la traducción de Valverde, el orbe hispánico con supersticiones añadidas, como –quizá para resarcirse de las malas críticas con que se recibió la traducción de Salas desde que Valverde publicó la suya– la de cambiar la nacionalidad de Salas Subirats, haciéndole catalán. La cosa llegó a ser tan lugar común que Guillermo Cabrera Infante, que tradujo con fortuna Dublineses para Lumen, estaba convencido de que Salas no era argentino, hasta que le desconvencí señalándole que el único catalán que había traducido el Ulises había sido Joaquim Mallafré en la lengua del Tirant en edición de Leteradura en el año 81. Aún recuerdo el comienzo, su soniquete: «Solemnement, el rabassut Boc Mulligan aparegué al capdamunt de l´escala portant un bol d´escuma amb un mirall i una navalla plans a sobre…».

Esta especie de Joycemaquia ha agotado la paciencia de escritores como Eduardo Lago, que fue invitado a participar en unas jornadas sobre traducción que tuvieron lugar en Buenos Aires en 2015, conmemorando el septuagésimo aniversario de la publicación de la versión de Salas Subirats. Eduardo Lago ha sido escritor mimado por Zabaloy y Edgardo Russo, que siempre quisieron que fuera asesor de la traducción del Finnegan´s de Zabaloy. Fue cuando Lago iba de Montevideo a Buenos Aires para asistir a esas jornadas cuando se enteró del fallecimiento de Russo y así dejó de enterarse de lo que éste quería. Fue, también, cuando la traducción de Salas Subirats, que hasta entonces Lago había tenido por única, se le cayó de las manos al comprender que se había quedado anticuada; fue al leer el capítulo quinto, donde se describe una bella puesta de sol de la bahía de Dublín al atardecer. «La versión castellana era incapaz de sostener la sublime fuerza del original», escribe Lago, quién a continuación sigue: «Comuniqué a los asistentes mi conclusión, lo cual me dio motivos para celebrar la aparición del trabajo de Zabaloy, aunque me guardé de hacer la misma prueba sobre su texto. La raíz de esta reserva guarda relación con el exceso de localismo que impregnaba el ambiente de las jornadas. Entre 24 posibles, ¿una sola versión regional de un texto que ambiciona ser la encarnación de un lenguaje universal? El problema se agudiza ahora que se publica una nueva hazaña de Zabaloy, la traducción de Finnegan´s Wake, un conglomerado políglota que abarca más de ochenta idiomas naturales con el inglés como mínimo sustrato. Tengo mi propia relación con el asunto, aunque en mi caso me he limitado a experimentar con la brevísima sección titulada “Anna Livia Plurabelle”, que el lector interesado puede consultar en el blog de Enrique Vila-Matas. Un intento meramente lúdico por acariciar el lomo de la bestia». Así acaba, con nabokoviana expresión, el discreto rechazo de la traducción de Zabaloy por parte de Lago, escritor que cree que todas las versiones poseen su lado estupendo y horroroso. De hecho, en el ensayo titulado «El íncubo de lo imposible», Lago, después de cotejar las tres versiones entonces existentes de Ulises, llegó a la conclusión de que las tres, a su manera, eran el Ulises. No opina lo mismo, a su pesar, de la traducción de Zabaloy del Finnegan´s. Razón no le falta: el que un peruano, un mexicano, un español o un guatemalteco no puedan leer esa casi ilegible novela porque la versión es exclusivamente argentina, local, no favorece en nada la versión. Y eso que, particularmente, creo que la versión de Zabaloy conserva muy bien la música del original.

El malogrado escritor alemán Kurt Tucholsky dijo de Ulises que era como el concentrado de carne Bovril, imposible de digerir a palo seco pero que, diluido, daba para muchas sopas. ¿Qué no hubiera dicho de Finnegan´s Wake, si su muerte, en 1935, no le hubiera impedido leerlo? Hay que imaginarlo, por un momento.

Por mi parte, y siempre que uno se refiere a Joyce, hay que hablar de la experiencia personal. Creo, como Eduardo Lago, que las versiones de Ulises son, en cierta manera, todas el Ulises, y, desde luego, la cosa vale también para Finnegan´s Wake. Pero sucede que de ésta hay sólo una versión completa y está en argentino. La de Víctor Pozanco se entiende mejor, pero la versión está desautorizada porque hay pasajes enteros que sencillamente no se atienen al original joyceano, cosa que Zabaloy cumple con enorme profesionalidad. En tamaña controversia podríamos afirmar que la ventaja que mantienen tanto la versión de Ulises de José María Valverde, que posee enormes defectos, como la de Pozanco es que cualquier nacido en los veinticuatro países de habla española las entienden, mientras que las versiones argentinas, desde luego mucho menos la de Salas Subirats, pecan de cierto localismo, mientras que son superiores en reflejar la musicalidad del original. Pero el problema que ocurre con la obra de Joyce es que rebasa el orden literario para acontecer casi en lo religioso: cada cual se erige en guardián de las esencias del maestro, y esto sucedió desde que Ulises vio la luz en 1922.

¿Ejemplos? Francisco García Tortosa propone que el capítulo 17 de Ulises acabe en un punto gordo que representaría el cosmos y desautoriza a los traductores que no lo hacen. Y tamaña autoridad ha visto cómo su traducción ha sido retirada en la práctica. Por mi parte propongo algo en apariencia muy sencillo, remitirnos a las primeras líneas del comienzo de «Anna Livia Plurabelle», que están en nítido inglés. ¿Nítido? «Anna Livia…», el apartado VIII de la parte primera de Finnegan´s, comienza así:

 

o
tell me all about
Anna Livia¡ I want to heat all
about Anna Livia. Well, you know Anna
Livia? Yes, of course, we all Anna Livia. Tell
me all. Tell me all.

 

A uno se le llena el corazón de alegría al comprobar que el texto está en inglés y es fácil de traducir, tanto como dárselo a alguien que está en primer grado de inglés. Uno, entonces, traduce:

 

¡oh
dímelo todo de
Ana Livia¡ Quiero oírlo todo
de Anna Livia. Bueno, ¿conoces a Anna Livia?
Sí, claro, todo el mundo conoce a Anna Livia.
Cuéntamelo todo. Cuéntamelo ya.

 

Tan fácil es que las traducciones de Marcelo Zabaloy y de Víctor Pozanco apenas difieren en alguna que otra palabra de las aquí traducidas. Pozanco, por ejemplo, traduce: «¿Conocéis a Anna Livia? Sí, claro, todos conocemos a Anna Livia…», pero aquí lo unánime parece el color dominante. Hasta que aparece Francisco García Tortosa, quien, después de advertirnos que esa figura triangular del comienzo semeja el delta del río Liffey y que esa «O» del comienzo no es un «Oh», sino la letra que significa el omega y, por si fuera poco, «O» es transcripción fonética de la palabra «Eau», agua en francés, que, de nuevo, apuntaría al agua del Liffey y del océano próximo. Entonces, García Tortosa traduce:

 

O
dímelo to de
Anna Livia¡ Quiero oírlo to
de Anna Livia. Bueno, conoces a Anna
Livia? Sí, claro, tol mundo conoce a Anna
Livia. Cuéntamelo to. Cuéntamelo ya.

 

Es, ahora, cuando uno se da por vencido. García Tortosa es coherente y coloca esa «O» enorme al comienzo, pero ¿por qué no abre exclamación e interrogación, ya que estamos ante una traducción al español? ¿Y cuál es la razón para traducir «all» por «to»? ¿Mero capricho ya que el Maestro puso «all» en correcto inglés normativo? Después de pensar un rato se nos antoja que, puesto que las frases siguientes están en castizo, al traductor le pareció coherente comenzar desde el principio en lenguaje populachero, y entonces, ¿se le pasó la cosa a Joyce? … Y así podemos especular hasta el dolor de cabeza.

Cierto es que Finnegan´s ha sido lectura de muchos científicos y que éstos guardan cierta fe en la obra cuando la palabra «quark», que Joyce se inventa, aparece como partícula elemental de la física y que Murray Gell-Mann la tomó del Finnegan´s aun sabiendo que podía ser onomatopeya del grito de la gaviota:

 

Three quarks for Muster Mark¡
Sure he has not got much of bark

Todo lo dicho está muy bien, pero hay que tener en cuenta que Finnegan´s es una obra literaria y no creo que se merezca por parte de los traductores torcerla hasta hacer de ella algo más difícil de resolver que el teorema de Fermat. Por mi parte, opino lo que Anthony Burgess, confeso joyceano y autor de una antológica del Finnegan´s al inglés: se trata en gran parte de una enorme y genial broma. Es decir, obra no apta para campanudos investigadores. Si tienen esto en cuenta comiencen a leerlo…

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