Daniel Saldaña París
Aviones sobrevolando un monstruo
Anagrama
154 páginas
POR BEN CLARK

Nuestras monstruosas biografías nos sobrevuelan, o quizá recorran los pasadizos secretos que hay debajo de las ciudades; las cloacas, las catacumbas, los espacios tenebrosos, atemporales y húmedos del recuerdo. A la biografía del mexicano Daniel Saldaña París que se esboza en este libro de relatos habría que añadir un destacable post scriptum; el haber quedado finalista, recientemente, de la 39 edición del Premio Herralde de Novela, que convoca la editorial Anagrama, con su obra El baile y el incendio.

Daniel Saldaña París debutó como prosista con la excelente novela En medio de extrañas víctimas (Sexto Piso, 2013). Su prosa es ágil y precisa, sin renunciar por ello a instantes de belleza poética que delatan su talento y formación como poeta. Una prosa vital. Como confiesa el propio autor en la nota preliminar, su objetivo ha sido buscar un «derretimiento autobiográfico» en estas páginas. Ha muerto la autoficción, viva la vida.

Estos nueve relatos verdaderos recorren distintas ciudades –Ciudad de México, Madrid, Cuernavaca, Montreal y La Habana– pero dibujan paisajes interiores: la experiencia íntima de la precariedad laboral; las aspiraciones literarias; la búsqueda de la identidad; la adicción; el desamparo amoroso absoluto, entre otros. El tono de Saldaña París sorprende por su falta de patetismo, por su mirada templada sobre algunos episodios ciertamente extraordinarios –y dolorosos– de su vida, donde el autor no delata sus emociones, sino que decide convocarlas en el lector, como buen poeta. 

Aviones sobrevolando un monstruo es también un libro generacional, una suerte de Reality Bites literario para los nacidos a mediados de los ochenta que demuestra que las experiencias de los jóvenes a ambos lados del charco tienen al final muchos puntos en común: mudanzas continuas en busca de una estabilidad que nunca llega; inquietudes culturales que desembocan en la precariedad laboral; noches de copas de expectación aguadas con el hielo del capitalismo que sólo se salvan por la presencia de los amigos; el deseo, en suma, de vivir una vida literaria aun sabiendo que las vidas literarias son ficción, que la realidad muerde. Es el cuaderno generacional de los que crecieron bajo la influencia de Roberto Bolaño y asumieron la parodia de seguir a su modelo, un libro transnacional que diluye etiquetas como mexicano, español, clase media, drogadicto, heterosexual o escritor. Hay en sus páginas muchas ganas de acompañar al lector, de ser su confidente. 

Como buen detective salvaje autoparódico, Daniel Saldaña París puebla sus viajes de lecturas y referencias literarias, pero no se trata de alardes cultos sino de herramientas para analizar y comprender las ciudades a las que llega por primera vez o a las que regresa: autores tan distintos como Malcolm Lowry, César Aira, Witold Gombrowicz, Réjean Ducharme, Agatha Christie, Georges Bataille o Helen Macdonald, entre otros, configuran una educación sentimental que Saldaña París expone sin pompa ni pudor, siempre dentro del tono sincero, humilde y cómplice con el lector que caracteriza todo el libro. 

Uno de los relatos más conmovedores —y divertidos— es “La orgía nefasta”, un seppuku literario ambientado en Madrid donde la juventud, el amor y la perfidia se combinan en una noche memorable que un autor menos animoso quizá hubiera preferido olvidar. 

Otro relato destacable, por su tono y su belleza, es “Un invierno bajo tierra”, donde el autor cuenta «la historia de cómo terminé metido, más como testigo que como parte, en la epidemia de opiáceos que asola Norteamérica». Estas páginas hablan del dolor y de la adicción y de la fina línea invisible que separa la clase media biempensante del yonqui en riesgo de exclusión social. Definir un relato como «valiente» puede ser una cursilería y quizá sea lo mismo que no decir nada, pero no hay duda de que hubiera sido mucho más cómodo para Daniel Saldaña París no convocar aquellos meses en los que habitó la penumbra de las dependencias. Podría, incluso, haber relatado su experiencia canadiense omitiendo por completo el delirio de la adicción, pero aquí no hay medias tintas, aquí hay escritura.

A modo de guiño a sus compañeros y compañeras de oficio, Saldaña París ofrece el relato “Regresar a La Habana”, todo un taller de escritura creativa. Este relato disfrazado de ensayo habla de la elaboración del texto que estamos leyendo y del proceso que siguió el autor para contar las circunstancias en las que él, Daniel Saldaña París, fue engendrado. El relato del propio relato, y de los relatos que han generado ese relato: «el recuerdo que me invento para llenar la laguna es éste: mi papá borracho, después de tomarse cinco caballitos de tequila, llorando en el jardín de la casa de Santa María Ahuacatitlán, en Cuernavaca, contándole a su hijo adolescente —a mí, a una versión de mí que ya no existe— que fue engendrado en Cuba, que sus padres formaban una pareja mítica, envidiada por todos, y volvieron a México decepcionados de la Revolución pero esperando un hijo». Un viaje existencialista a una ciudad donde no se ha estado, pero en el que comenzó la vida de uno, toda una metáfora del proceso creativo que el autor define magníficamente como «un retorno novedoso».

Aunque habitemos, durante su lectura, diferentes ciudades, el libro tiene un protagonista monstruoso: la Ciudad de México –antes el D.F– como «una aglomeración de posibilidades» que es, sin embargo, «esencialmente fea». El primer relato, titulado igual que el libro, busca romper muchos de los lugares comunes que hemos ido construyendo sobre «el DF», sobre todo a base de leer, como advierte el propio autor, en exceso a Roberto Bolaño, y presenta un escenario hostil pero entrañable donde es posible encontrar la belleza en una tarde lisérgica contemplando los aviones con los amigos o en algo tan improbable como el arte de la cetrería. «No había estado en la Ciudad de México en los últimos doce meses y lo único que puedo pensar es que es horrible, y que la amo. Esta contradicción es perfectamente común y todos los chilangos la hemos sentido alguna vez cuando atisbamos el monstruo de lejos», dice el segundo párrafo del primer cuento. 

Al citar unos versos de Baudelaire en su nota preliminar («¡Horrible vida! ¡Horrible ciudad!»), Saldaña París sitúa al lector en un escenario urbano y aparentemente hostil. Hay en estas páginas también un tono camusiano, un cierto desencanto encantado. Quizá sean estos nueve relatos, además de todo lo mencionado, sobre todo un homenaje a la perseverancia —y pocos hubo más perseverantes que Albert Camus— que requiere este «Horrible oficio, (…) solitario e incierto, sembrado de obstáculos reales e ilusorios, desesperante y mal pagado», el oficio de escribir.

Daniel Saldaña París nació en Ciudad de México en 1984 y es autor del libro de poemas La máquina autobiográfica, del proyecto transmedia Método Universal de Poesía Derivada, además de las novelas En medio de extrañas víctimas (Sexto Piso, 2013), El nervio principal (Sexto Piso, 2018), y El baile y el incendio (Anagrama, noviembre de 2021). Estudió Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y fue becario del Fonca en el Programa Jóvenes Creadores y de Residencias Artísticas, así como de la Fundación para las Letras Mexicanas. En 2017 fue incluido en la lista Bogotá39 de los mejores escritores menores de cuarenta años de América Latina y en 2020 obtuvo el Premio de literatura Eccles Centre & Hay Festival. 

Aviones sobrevolando un monstruo es una colección de relatos autobiográficos que funcionarían igual de bien si fueran completa ficción. Y quizá lo sean. Su autor imparte talleres para realizar el recorrido del diario personal al relato de no ficción. Sabe lo que hace. Sabe construir un relato y sabe, como ha demostrado con este estupendo libro, dejarnos con ganas de más. No dejen de leerlo y de acercarse, también, a su última novela El baile y el incendio.