Laura Chivite
Gente que ríe
Caballo de Troya
176 páginas
Laura Chivite acaba de ofrecer un brillantísimo debut narrativo con su volumen: Cosas que ríen, que además le significó el Premio Ojo Crítico 2022. Un acierto de este certamen que reconoció así un impresionante título en el que se congregan detalles jugosos, soluciones anecdóticas impredecibles, cambios de registros, trabajos virtuosos sobre el personaje.
Chivite (Pamplona, 1995) ha construido uno de esos encantadores artefactos narrativos que puede funcionar como volumen de cuentos y a la vez como novela. Modelo que en la literatura española reciente tiene excelentes ejemplos como El sueño de Venecia de Paloma Díaz Mas, Nuevo plano de la ciudad secreta de Ignacio Martínez de Pisón o La trama oculta de José María Merino. Volúmenes en los que las piezas pueden tener sentido por separado y a la vez construyen como conjunto una historia global.
Chivite trabaja un personaje llamado Berta, alrededor del cual se desarrollan nueve historias (indudable guiño a Salinger) en las que la propia Berta jamás tiene la voz protagonista. La figura central de este libro se construye a partir de la mirada de otros: personajes cercanos a su vida, narradores externos, personajes testigos, figuras lejanas que han tenido vagas referencias sobre ella; lo que configura la delicia de un personaje de muchas aristas, de sugerentes imprecisiones y texturas, en una construcción que funciona como una especie de retrato cubista mediante múltiples perspectivas sobre la superficie unitaria de una vida.
El recurso destaca no solo por su ingenio, sino por la eficacia y la mutación de cada narración. Relatos de ciencia ficción; textos intimistas; momentos kafkianos; monólogos; delirios religiosos, apuntes para historias posibles. La expresividad de cada texto cambia su respiración, sus escenarios, sus tipos de narrador, sus modos verbales, y lo hace con resultados excelentes, ajenos a pirotecnias efectistas, y que por el contrario, funcionan al final como expansión de recursos escriturales que inciden en la hondura del personaje.
La progresión del libro es otro de sus deliciosos aciertos. Los textos responden a una cronología inversa en la que primero encontramos los años finales de una Berta anciana que debe ingresar a una clínica de desintoxicación tecnológica (año 2060), y vamos asistiendo a momentos fundamentales de su existencia en los años 2043, 2025, 2023, 2018, 2013, 2003 y 1995. Ese carpenteriano viaje a la semilla va creando y creando capas de sentido que convierten a Berta en un personaje cada vez más próximo, más apasionante y entrañable.
Porque este volumen inolvidable trabaja en un doble sentido: el tejido de historias apasionantes, llenas de expectativas, sostenidas en un inventario de pasiones y perplejidades humanas, pero a la vez retoma la apasionante idea de la literatura como trabajo de construcción, de virtuosa elaboración estructural, lo que lo emparenta con varias de las aventuras más interesantes y atractivas de la narrativa española actual encarnadas en voces como las de Blanca Riestra, Javier Vela o Vicente Luis Mora.
Chivite posee la inteligencia y la pasión de un mundo propio y lo despliega con naturalidad; dejando detalles esplendorosos en los que se presenciamos una mirada que señala esos tenues detalles de lo insólito que se ocultan en la capa más obvia de la realidad. Berta, su personaje principal, se multiplica frente a nuestra mirada lectora con la sencillez y la complejidad de las vidas comunes que abrigan su propio milagro, a la vez que nos revela la existencia no como una verdad unívoca sino como la suma de sus versiones.
Inmenso entusiasmo despierta un libro como Cosas que ríen, volumen que se alza como una apuesta por una creación ajena a la rigidez ideológica, al sentido literal, a las tesis bien intencionadas, a la sociología o el periodismo de lo predecible. Se trata de un volumen tensado por una finísima ironía, por exactas dosis de lirismo, por la mutación de lenguajes que potencian la diversidad de cada historia. Cada texto de este título es un mundo que se reinventa y que a la vez contiene sus claves anteriores y su memoria de futuro.
Una obra, la de Laura Chivite, que no es una apuesta por los años que vendrán, sino una realidad tangible que merece el entusiasmo inmediato del presente y del momento en que flotamos por sus brillantes páginas.