Julia A. Kushigian
Crónicas orientales y autorrealizadas
Verbum, Madrid, 2016
130 páginas, 21.99 €
Dado que este libro ofrece entrevistas con Borges, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Elena Poniatowska, Severo Sarduy y Mario Vargas Llosa, me dije inmediatamente que sería de mi interés. Son todas inéditas menos las de Sarduy y Vargas Llosa, que salieron en su día en revistas. Sus temas son el orientalismo y el Bildungsroman o novela de formación. En los casos de Borges, Juan Goytisolo y Poniatowska las transcripciones son literales, y cuando digo esto lo digo literalmente, es decir, que si el entrevistado comete hablando errores de concordancia, duda entre el artículo masculino o el femenino, cambia en mitad de una frase de orientación o repite dos veces una palabra, la entrevistadora y autora de este libro lo respeta. ¿Por qué? Yo creo que si Dios balbuceara y se le revelara a un creyente (esto es lo habitual), sería comprensible que el depositario de tal revelación transcribiera con toda fidelidad los balbuceos, pero ¿con un mortal? Quizás la profesora Kushigian, autora de Orientalism in the Hispanic Literary Tradition, admira terriblemente a todos los entrevistados, tanto que es incapaz de corregirles los errores del habla y los titubeos. O toma sus entrevistas habladas como si fueran un vídeo en el que no se corrige la repetición si Borges dice ocho veces: «Esto, esto, esto…». El resultado afecta también a la sintaxis porque a veces no se entiende la frase por ausencia de comas, puntos. Bien, leamos cada entrevista destacando lo interesante y, de paso, también las extravagancias, así tal vez, quizás, o no, de ninguna manera, otros o los mismos editores tendrán un poco de más cuidado a la hora de editar lo que les proponen.
Severo Sarduy (Camagüey, Cuba 1937 – París, 1993) tenía sangre china, como también Cabrera Infante, así que llevaba un Oriente interno. Se exilió en París, donde vivió más años que en su país. Allí se impregnó de Tel Quel, y de orientalismo. Le fascinaba el budismo, de manera muy viva, con acento personal, sin perder el humor. La entrevista fue realizada en el Café de Flore de París, donde el novelista cubano tomó muchos bloody marys a lo largo de su vida. En la entrevista nos habla a petición de Kushigian de los elementos carnavalescos en Maitreya. En esos casos siempre se cita a Bajtín, del que, por cierto, hoy se sabe que fue descarado plagiario. Afirma Sarduy que «vivimos en la simulación literaria, en la simulación cosmética, en la simulación política sobre todo. Todo es simulación, todo es apariencia, todo es fake» (falso). Sarduy había leído a Virilio y a Baudrillard y, aunque tenía talento para no necesitar algunos apoyos, de alguna forma le fascinaba la cultura del grupo de semióticos del que formaba parte Kristeva. Es interesante lo que dice respecto a la forma en que usa el budismo en su obra: «Yo mezclo en un mismo nivel, sin distanciación ideológica, sin peso, sin densidad conceptual, el lenguaje-objeto, que sería el código del budismo en este caso, y el lenguaje paródico». Todo en un mismo plano. En cuanto a la parodia, ya no es de un texto previo, originario, sino una risa total, muy en línea con el choteo cubano porque el choteo, como afirma Sarduy, «lo asume todo, y yo diría que reivindica todo para la simulación. Todo se vuelve máscara, simulacro, maquillaje». Desconfía de cierta visión del hinduismo y del budismo que a veces es mera versión neurótica. Admira la dedicación de un escritor como Borges al budismo, pero le parece que es una asimilación a Occidente. Sin embargo, considera en Paz el Oriente verdadero, la preocupación real, hasta el punto de que dice servirse de ejemplos de los ensayos de Paz relativos a su obra sobre hinduismo y budismo «y de su ejemplo personal». Finalmente, señala la presencia de lo chino y lo árabe en su novela De donde son los cantantes y de lo tibetano en Maitreya.
La entrevista con Borges data de 1983. Tiene su originalidad porque la autora nos transcribe, por ejemplo, las interrupciones mientras la mantenían, como ésta: «Voces: Buenos días. No queremos interrumpir». Quizás crea que todo es de una importancia memorable: Borges siendo interrumpido por una visita, la «mucama» que se acerca a servir el té… Escéptico, Borges desconfía de la noción de Oriente porque se habla de países tan distintos como Persia, la India, China, Corea, Japón… Le parece que es como hablar de Latinoamérica. Como siempre, Borges va de las grandes ideas a lo concreto y a los recursos retóricos. Borges parece estar algo exaltado en esta entrevista, cambia de temas con nerviosismo y habla de Estados Unidos en cuanto se entera de que la entrevistadora es de Nueva York. La verdad es que nos dice poco de Oriente, vuelve, como siempre, a las traducciones de Las mil y una noches, aunque hay frases notables como aquella en la que dice que «al generalizar olvidamos» pero que el olvido es necesario. Su Funes, obviamente, es alguien que se distrae con todo y, por lo tanto, incapaz de avanzar. Por momentos, Borges habla como algunos de los más enredados Cantos de Ezra Pound, a medias entre la locura y el exhibicionismo; en otros momentos la entrevista parece una comedia absurda de enredos. Me pregunto: ¿no podría la autora haberla editado?
La entrevista con Juan Goytisolo es un poco más ordenada aunque no se libra de embrollos similares a la de Borges, y todo porque no se valoró que una frase debe estar gramaticalmente bien construida o que los titubeos y las tentativas de algunas oraciones no deben ser considerados. El Oriente de Goytisolo es, en realidad, el mundo árabe porque India, China y Japón han estado fuera de su interés. Frente a las lecturas que algunos hicieron de Reivindicación del conde don Julián como si fuera un libro de historia, Goytisolo reclama una lectura literaria –lo que nos parece justo–, además de «sacar a la luz todo lo que está enterrado en el subconsciente del europeo con respecto al árabe». Por otro lado, el autor de Disidencias reitera su mayor afinidad con escritores hispanoamericanos como Carlos Fuentes, Lezama Lima, Cabrera Infante o Sarduy, con sus contemporáneos hispánicos.
De lado del Bildungsroman están Elena Poniatowska y Carlos Fuentes. De la escritora mexicana, la autora toma como pretexto su novela Hasta no verte, Jesús mío. La entrevista consiste en comentar si hay iniciación y cambio en la protagonista y alguna que otra observación de Poniatowska, tan interesante como casi todo lo suyo. En Carlos Fuentes hay sin duda otra cosa: es un hombre con astucia y un escritor mayor que su paisana. Nos da la impresión de que Fuentes no confía mucho en lo que le pregunta Kushigian y trata de ayudarla a reformular las cosas, pero también quiere quedar bien, incluso muy bien, porque hay un par de ataques de vanidad notorios. Dice de su novela Las buenas conciencias: «Es una de las novelas mías de mayor éxito. La leen todos los adolescentes en México. Es el rito del pasaje, es el Bildungsroman del Bildung de muchos mexicanos. Por eso lleva treinta y tantas ediciones». En cuanto al aspecto formativo de ciertas novelas, nos dice que Don Quijote es un Bildungsroman: «Es el nacimiento de un nuevo personaje que se descubre a sí mismo en los llanos de La Mancha». Podría ser pero, si hay un personaje que no evoluciona, ese es don Quijote: sólo cambia al final de la novela, cuando vuelve «en sí». Que sepamos, está el cambio inicial, de Quijano a Quijote, y luego en el sentido contrario. El resto es pura identidad. Quien va cambiando es Sancho, creo. Fuentes se entusiasma con el tema, cita muchas obras que pueden considerarse como «novela de formación» y concluye: «Yo hasta he vivido mi propio Bildung». Ay, qué hombre. A veces nuestra entrevistadora quiere que Fuentes le ayude con los matices de su tesis, por ejemplo: «¿Cómo se interpretan las muchas versiones de la verdad, y por qué pasan algunas a un primer término y otras a segundo? Y finalmente, ¿por qué se defienden ciertos juicios sociales sobre otros, y por qué se eligieron?». ¿No dan ganas de protegerla? Fuentes no le va a resolver nada de esto –lo que es lógico– porque no escribió un tratado sino una novela, pero sí le entra al trapo del personaje de Sabina, mujer frustrada sexualmente por su posición social. Dice don Carlos, ya lanzado: «A mí siempre me ha fascinado porque son sublimes figuras eróticas. Poder conquistar una mujer así me parece maravilloso, ¿no? Lo más extraordinario que puede pasar. ¡Qué goces eróticos donde hay esa represión de años ahí!, ¿verdad?». Qué cosas tienen algunos hombres, ¿verdad? Incluso siendo Premio Cervantes de literatura.
La de Vargas Llosa es la entrevista más formal y fue realizada en 1991. Expresa el autor su idea de la novela como forma de una experiencia social frente a la poesía, que puede ser «expresión de una pura subjetividad». También se arriesga a designar el origen de la necesidad literaria: «Yo creo que la literatura es sobre todo expresión de cierta insatisfacción humana»; «Cuando los hombres inventan un mundo ficticio espléndido es porque el mundo real les es insuficiente; necesitan completarlo, necesitan enriquecerlo con algo puramente imaginario». La ficción como complemento de la vida. Y aquí termina esta historia, que no es ejemplar, pero de la que he querido dejar noticia porque todos debemos tener buenos propósitos para este año nuevo.