PINCELADAS DE SUS OBRAS

 

Ángela Figuera Aymerich no se puede catalogar como una autora con un amplio número de obras poéticas porque su legado no fue muy abundante; en total, diez libros y algunas traducciones[i]. Su obra poética fue publicada de manera irregular y tardía, «a causa de las dificultades para compatibilizar la carrera literaria y la atención a la familia»[ii]. De sus primeros años sólo se conserva un conjunto de poemas, inéditos en su mayor parte, fechados entre 1920 y 1926, los cuales fueron uno de los primeros regalos que le hizo al que luego fuera su marido. Su carácter inédito se debe a que la escritora los consideraba de poca calidad literaria[iii]. Su primer libro fue publicado en el año 1948[iv], Mujer de Barro, posteriormente lo sería Soria Pura en el 49, Vencida por el ángel en el 51 y El grito inútil en 1952. A este siguieron, en el 53, Los días duros y Víspera de la vida. En el año 58 publica en México tal vez su obra con mayor repercusión internacional, Belleza cruel. Tras éste publicaría en el año 62 Toco la tierra. Letanías. En los últimos años de su vida escribe dos libros para sus nietos, Cuentos tontos para niños listos (1979) y Canciones para todo el año publicada póstumamente por su marido. En 1986, dos años después de su muerte, se publican sus Obras completas. A lo largo de su vida obtuvo varios reconocimientos. Así, en el año 1950 obtuvo el «Premio Verbo», en el 52 el «Ifach» y en el 58, el de poesía «Nueva España», en México, por su obra Belleza Cruel.

 

PINCELADAS SOBRE SUS PREOCUPACIONES SOCIALES

Ángela Figuera Aymerich ha sido definida junto a Blas de Otero y Gabriel Celaya como integrante del llamado «triunvirato vasco» de la poesía social. Aunque es cierto que los tres mantenían contacto y que se influenciaban mutuamente, esta clasificación no puede sino ser considerada una simplificación de las aportaciones de estos autores. En este sentido, la obra de Figuera se caracteriza, a diferencia de las otras dos, por la creencia de que la poesía realmente no era un medio para poder cambiar el mundo, aunque era el único que tenían a su alcance para denunciar la situación en las que les había tocado vivir, abriéndose al sufrimiento humano y poniéndose al servicio de intereses colectivos[v]. En la evolución de su poesía, la autora comienza a sumergirse en la descripción de la España de posguerra, mostrando un compromiso profundo con los más indefensos y un posicionamiento activo frente a la situación social y política española. En este sentido, su escritura ha sido definida por el énfasis que ponía en «el interés por el prójimo, la denuncia del dolor humano, la crítica de las instituciones franquistas, la indiferencia de Dios y la función del poeta en la sociedad»[vi]. Los poemas que reflejan estas preocupaciones se centraban más en expresar que en la manera de hacerlo, le importaba más el fondo que la forma.

 

PINCELADAS SOBRE LA IDENTIDAD FEMENINA

Ángela Figuera Aymerich era la mayor de nueve hermanos, hecho que para algunos fue determinante a la hora de explicar, ya desde sus primeros poemas, el papel en éstos de la maternidad como valor en alza: «En general, los estudios sobre Figuera han evolucionado cronológicamente de considerar la maternidad como una mera expresión de la feminidad normativa a interpretarla como un mecanismo que posibilita la oposición a la cultura capitalista y androcéntrica»[vii]. Según Ángeles Maeso, durante mucho tiempo su obra se mantuvo bajo el epígrafe de mantenedora de la Sagrada Familia, aunque «nadie como ella haya desmitificado tanto la maternidad como motivo poético complaciente y la política materna como itinerario existencial de la mujer»[viii]. Para algunos autores que se han acercado a su obra, lo que en un principio era un obstáculo en su carrera literaria, el ser una escritora que escribía consciente de su condición de mujer, luego se convertiría en un factor para su reivindicación[ix]. La autora ya aparecía en las obras de Carmen Conde como una de las poetas destacadas en los años 50[x], aunque luego se haya tenido que esperar más de medio siglo para que su figura y su obra ocupara un lugar significativo, sobre todo, entre las que estaban escritas por mujeres en esa época. En este sentido, habría que resaltar que precisamente estos posicionamientos ideológicos de género han sido uno de los más debatidos y que mayor número de opiniones encontradas han suscitado[xi], especialmente por las opiniones a favor y en contra que existen sobre la imprenta feminista en su obra[xii]. A finales de los años setenta declaró explícitamente en una entrevista que se le realizó que no creía en el feminismo, aunque hay opiniones que defienden que dicha afirmación estaba sacada de contexto y que contradecía muchos de los planteamientos que mantuvo a lo largo de su vida en relación con la sociedad patriarcal en la que le tocó vivir, al papel secundario por ser mujer y poeta marginada, a la crítica al papel de la religión que se profesaba en España, etcétera. Era una mujer que miraba al mundo y quería comprenderlo y comprenderse[xiii]. En palabras de John Wilcox, «ella fue poeta que se inspiró en la experiencia marginada de la mujer para subvertir el orden patriarcal en distintos rangos políticos, sociales y religiosos; fue feminista avant la lettre»[xiv]. Tal y como exponen otros investigadores de su legado, el interés de la crítica en cuanto a la presencia y la importancia de la identidad del género en su obra se han centrado, sobre todo, en el «erotismo femenino, la conexión de la mujer con la tierra y la naturaleza, la exhortación a la unión de las mujeres, el mensaje feminista y la subversión del patriarcado, y la maternidad, desde su idealización hasta su desmitificación, pasando por el papel pacifista de la madre»[xv].

 

PINCELADAS SOBRE LA CENSURA

Ángela Figuera Aymerich, escribió Belleza cruel residiendo en España pero dicha obra fue publicada en México. Según relata su hijo, este libro tenía la intención «dar voz en sus páginas a los perseguidos, los desesperanzados, ayudar a hacer puentes entre hermanos separados»[xvi], puesto que era el reflejo de la rabia y la crítica a la situación en la que se encontraba la autora. Su temática, por tanto, su tono, sus denuncias, hacían impensable que el mismo superase los límites que la censura imponía en esos años a lo que se escribía dentro de las fronteras españolas[xvii]. Los contactos de la autora con amigos en el exilio –sobre todo con Max Aub[xviii]– fue lo que la llevó a presentarlo al Premio «Nueva España», concedido por la Unión de Intelectuales Españoles en México. Y ello porque Ángela siempre defendió que si el libro no salía tal y como ella lo había escrito, prefería que no se publicase, tal y como ya había ocurrido con la obra Mujer de Barro que tuvo que sortear la censura por el erotismo que impregnaba el mismo[xix].

Belleza Cruel llegará a España de manera clandestina y a cuentagotas porque no había pasado el proceso previo de la censura. Pero la razón última que ha llevado a esta obra a alcanzar proyección internacional fue el prólogo que escribió León Felipe. Dicho autor se retractaba de opiniones anteriores en las cuales condenaba que España se hubiera quedado muda al salir de sus fronteras la mayor parte de los escritores que condenaban el régimen franquista y destacaba la labor de aquellos que en tan duras condiciones seguían haciendo poesía desde dentro:

«Con estas palabras quiero arrepentirme y desdecirme, Ángela Figuera      Aymerich… de cosas que uno ha dicho, de versos que uno ha escrito… […] Ahora estoy avergonzado. Yo no me llevé la canción […] Vosotros os      quedasteis con todo: con la tierra y la canción […] Y ahora estamos aquí, al otro   lado del mar, nosotros, los españoles del éxodo y del viento, asombrados,             oyéndoos cantar: con esperanza, con ira, sin miedos… Esa voz… esas voces…    Dámaso, Otero, Celaya, Hierro, Crémer, Nora, de Luis, Ángela Figuera    Aymerich… los que os quedasteis en la casa paterna, en la vieja heredad        acorralada… Vuestros son el salmo y la Canción»[xx].

 

PINCELADAS DE SU POESÍA

A modo de recuerdo…

«Si, por amar la tierra, pierdo el cielo / si no logro completa mi estatura / ni pongo el corazón a más altura / por no perder contacto con el suelo; / si no dejo a mis alas tomar vuelo / para escalar mi pozo de amargura / y olvido el resplandor de la hermosura / para vestir el luto de mi duelo, / es porque soy tierra: en tierra escribo / y al hombre-tierra canto, que, cautivo de su vivir-morir, se pudre y quema./ Mi reino es de este mundo. Mi poesía / toca la tierra y tierra será un día. / No importa. Cada loco con su tema»[xxi].