María José Navia
Todo lo que aprendimos de las películas
Páginas de Espuma
160 páginas
La narrativa chilena se ha convertido en una de las más potentes de Latinoamérica, más allá del fenómeno Bolaño y su sombra alargada, el fantasma de Neruda, la olvidada Gabriela Mistral y no gracias a la superventas Isabel Allende. Hasta puede afirmarse que ha desplazado a la vecina Argentina en cuanto a novedades y consagraciones. Chile es un laboratorio de proyectos literarios donde lo político y lo social han encontrado formas inteligentes y atractivas para transmitir sus ideas y críticas, pero también hay un espacio reservado para lo íntimo y lo familiar. Nona Fernández y Alejandro Zambra son la cabeza de una lista de escritores donde destacan también Diamela Eltit, Álvaro Bisama, Constanza Gutiérrez, Diego Zúñiga. Además cuentan con un universo editorial alternativo a los grupos Planeta y Random. Montacerdos, Hueders, Alquimia, Cuneta, son algunas de las más visibles. María José Navia, la autora de los cuentos a reseñar, ha publicado en Kindberg, otra de estas editoriales independientes. En suma, se trata de un gran momento para los creadores del país más largo del mundo.
Todo lo que aprendimos de las películas fue finalista del Premio Ribera Duero en su última edición. (Una lástima que los responsables del premio hayan reducido el monto de dinero de forma tan drástica).
El primer cuento, Mal de ojo, es la historia de una profesora en la treintena y un niño que coinciden en una clínica para someterse a un tratamiento de la vista. Y escribo coinciden, no que se conocen, porque su relación está marcada por la enfermedad y la falta de contacto. «Odio molestar y nunca sé pedir lo que más quiero», es la frase que mejor define a la profesora. La narración nos lleva por una búsqueda constante de compañía y la falta de comunicación, como si la profesora fuera incapaz de ver con claridad su vida. La metáfora de las visitas a la clínica es obvia. Navia trabaja muy bien el desamparo, consigue que éste se traslade al lector concentrando en frases cortas y directas situaciones complejas y habría logrado un cuento perfecto de no ser por el final. Se puede intuir cómo terminará, pero el trabajo del lenguaje es pobre en el momento clave, demasiado guionizado para tratarse de un texto literario.
«Dependencias» es una historia notable. La casa como reflejo de un proyecto de vida que no funciona y se descompone de la misma manera que se estropea la casa. Otra vez la metáfora obvia, que no incomoda, porque hay detalles que capturan la atención y el tema, esa imposibilidad de ser madre, el desgaste que suponen los tratamientos, atrapa. «Sacar la lengua» aborda el universo adolescente y los descubrimientos propios de unos años donde todo es novedad. La narradora es una «gordita» con un padre que siempre está de viaje con una de sus novias. Su madre la deja invitar a un par de amigas a la casa de playa en verano, mientras que a su vez ella invita a las «monstruas», unas señoras obsesionadas con el físico, tema que vertebra el cuento. Todos sufren por culpa de sus cuerpos y tratan de encajar en los moldes estéticos que enseña la sociedad. El padre se aplica bótox y las señoras cumplen dietas y siguen consejos de belleza para la piel. En este culto la tragedia cede al humor, incluso cuando aparece la enfermedad, la amenaza de una mutilación que al final provoca una escena que podría llamar luminosa. «Fan» y «Gretel» giran sobre la familia y sus complejidades, las relaciones entre padres e hijos. Ambas son historias pulidas, funcionan conmoviendo porque activan esas zonas oscuras que los lectores vemos aparecer con cada libro bien trabajado. Pero ese es el nivel básico del placer literario.
Hay un problema con el lenguaje. Este libro pertenece a la marca blanca de la literatura. Salvo algunas palabras y frases, no hay nada que pudiera servir para identificarlo como escrito por María José Navia. Es cierto que el estilo a veces tarda en aparecer hasta hacerse reconocible. No todos son Bolaño o Lispector, pero al menos posee una voz potente, sabe qué mecanismos mover, solo queda esperar ese cómo futuro. Con este debut español me deja a la expectativa.