POR JOSÉ RUI TEIXEIRA Y MARTÍN LÓPEZ-VEGA

Querido José Rui,

¿cómo estás? No sé si esta carta te encontrará en Oporto, en Roma, o en algún tramo nuevo o conocido de tu querido camino de Santiago. Un amigo me lanza una pregunta y no veo mejor manera de responderla que compartirla contigo, que tanto y tan bien conoces la poesía de este otro lado de la frontera. ¿Tú crees que existe algo así como un espacio literario ibérico compartido, es decir, que las lecturas fluyen entre nuestros idiomas con mayor fluidez que entre otros ámbitos lingüísticos? Es un tópico decir que vosotros, los portugueses, conocéis mejor el español de lo que nosotros entendemos el portugués. Y sin embargo, es cierto; no solo ya porque a su manera el español haya sido también lengua literaria de Portugal (hay poemas maravillosos de Sá de Miranda o de Camões, aunque este también use el castellano en sus libros para reírse de los personajes que lo hablan), sino porque, viniendo a tiempos más recientes, siempre me ha parecido que mis amigos de ese lado conocían mejor la poesía nuestra de lo que los de mi generación conocíamos la vuestra, sin necesidad, muchas veces, de traducciones. Quizás sea solo que elijo a mis amigos entre los curiosos.

Es una pena; para mí, la poesía portuguesa ha sido fuente continua de descubrimiento y de enseñanza. Hay una broma que me han hecho mucho, diciéndome que en realidad soy un poeta portugués. Ojalá. Pero vuestro siglo XX me parece inigualable. Claro: arranca con Fernando Pessoa. Vosotros tuvisteis un Modernismo de verdad, revolucionario, no como el nuestro, que fue decorativo y liróforo. Y luego esa generación maravillosa de los Sena, Sophia, Eugénio, Cinatti, Knopfli, Cesariny… Todos tan distintos, todos tan hondos. A mí me parece que nosotros no hemos tenido eso. Estudiamos que la Generación del 27 es nuestra segunda edad de oro, pero nunca he conseguido creérmelo. Admiro mucho a Cernuda y algunas cosas de Alberti; no soporto a Salinas, vale a algunas cosas de Dámaso, insoportable el Nobel Aleixandre. Y Lorca… Mucho talento, sí; pero desperdiciado casi siempre sin asunto (otra cosa es su teatro). La generación del 50 nos pone en hora con el mundo, pero al lado de esos nombres vuestros que decía antes… yo qué sé. Si hubiéramos tenido un modernismo en condiciones, Cernuda primero, y luego el 50, se hubieran encontrado con lo más importante del trabajo hecho.

Y sin embargo, no os hemos leído mucho. A excepción de Pessoa, claro. Yo sé que a ti te extraña nuestra pasión por Eugénio de Andrade, que no sé si sigue siendo tanta; veremos en este año del centenario. Sena, que para mí es el gran poeta de esa generación, apenas ha llegado por antologías espaciadas y siempre demasiado breves, incluida la que yo preparé.

Mi impresión es que el primer problema es el anglocentrismo imperante. En España se traduce mucha poesía, pero casi siempre a poetas muertos o que ya han escrito lo fundamental de su obra. La única excepción, generalizando, es la poesía estadounidense; de ellos se traduce casi todo lo bueno, algo de lo regular, y buena parte de lo malo. Lo que de alguna manera debe de afectar al tono de nuestros propios poetas. Leí en alguna parte que poetas portugueses se quejaban del efecto (negativo) que habían tenido los poetas españoles de la experiencia traducidos en su momento por Joaquim Manuel Magalhães. ¿Hubo tal?

A veces lee uno libros de poemas que piensa: qué pena que se le haya pasado al autor ese consejo tan bueno que da Horacio justo al comienzo de su Arte poética. Y luego lee una reseña de ese libro y lo que a uno le había parecido un disparate resulta que el crítico se lo elogia y además se lo achaca a la influencia de Ashbery. Será de un Ashbery que yo no conozco, piensa uno entonces, José Luis Ashbery o María Antonia Ashbery, porque al que uno ha leído, un poeta enorme, no se le debería poder echar la culpa de cualquier tontería. Así que acaba uno volviendo a su Horacio o a su Ashbery (John, el bueno; no José Luis ni María Antonia, tan leídos sin embargo) como quien se echa encima el abrigo en días fríos; y sigue a lo suyo.

Querido amigo, es escribirte y las cosas que me rondan la cabeza surgen un poco a borbotones. Pero vuelvo a mi pregunta inicial: ¿crees tú que exista un espacio ibérico? Yo creo que merece la pena defenderlo y así ayudar a crearlo, pero no tengo tan claro que exista ya. Dime qué opinas.

Que seas feliz, y que nos veamos pronto,

Martín


Caríssimo Martín

Estou bem, obrigado. Regressei por estes dias de mais um Caminho de Santiago, onde oficio, há quase trinta anos, a condição de peregrino (que sinto indissociável da minha condição de poeta).

Não estou certo de que possamos falar de um espaço ibérico – linguístico e literário – verdadeiramente partilhado. Em teoria sim, mas a história nem sempre permitiu que as literaturas ibéricas gerassem lugares de encontro. É também verdade que esse espaço partilhado foi-se desdobrando circunstancialmente em amizades nos meios literários e académicos.

Seja como for, a generalidade dos intelectuais portugueses dos últimos duzentos anos conhecia melhor outras literaturas europeias do que a espanhola. Para muitos, Espanha era apenas uma travessia ferroviária ou um obstáculo a contornar por via marítima, rumo a Paris. Naturalmente, essa realidade foi mudando e o interesse e o conhecimento mútuos foram aumentando. Creio que, hoje, os portugueses que conhecem bem a sua literatura, conhecem razoavelmente a literatura espanhola e muitos conseguem lê-la sem dificuldades, sem necessidade de traduções. O mesmo não acontece, evidentemente, com a generalidade dos leitores.

Sim, a tua relação com a literatura portuguesa é, por muitos motivos, especial; mais intensa do que a minha com a literatura espanhola, que se dispersa pelas literaturas hispanoamericanas. Por vezes, essa e outras dispersões prendem-me a autores referenciais ou com os quais estabeleço uma intensa empatia. Sinto que só consigo acolher a poesia espanhola contemporânea que me chega pela generosa insistência dos amigos, muitas vezes eles próprios condicionados por questões regionais ou linguísticas.

Em Portugal são poucas as traduções de poesia. Não creio que tenhamos especial interesse ou afeição por nacionalidades concretas. Revelamos, sim, alguma obstinação por poetas canónicos, sendo residual a tradução de poetas contemporâneos.

Sinceramente, não creio que as traduções de Joaquim Manuel Magalhães – ou outras – tenham tido um efeito negativo… ou positivo. Algum efeito residual terão tido, mas não mais do que isso num meio acanhado, em que as questões tendem a ser questiúnculas e em que sobram fundamentalmente as vicissitudes do caciquismo reinante, de uma crítica irrelevante e nepotista, de muitas cedências e algumas falências, de pequenas tiragens, poucos leitores e vendas insignificantes. Enfim, alguma coisa mudou, mas mais em função da conjuntura sóciocultural do que propriamente de uma necessidade de encontro ou de um interesse instrínseco.

É verdade que as palavras levam os seus rumos e trazem os seus desabafos. Sim, esse espaço ibérico partilhado existe, nem que seja no desejo de que exista, mas há um longo caminho a percorrer no conhecimento mútuo, na partilha que supere a dimensão circunstancial dos encontros, que estabeleça diálogos permanentes, de igual para igual. E apesar das estâncias institucionais, dos projetos financiados e dos programas de apoio, creio que o grande desafio passará por despertar entre os poetas – e entre as pequenas editoras que ainda arriscam publicá-los – um certo sentido de comunidade, não te parece?

Por onde andas, Martín? Entre que viagens e leituras?

Abraço muito amigo.

José Rui

Queridísimo Martín:

Estoy bien, gracias. He vuelto en estos días de otro Camino de Santiago, donde oficio, desde hace ya casi treinta años, la condición de peregrino (que siento indisociable de mi condición de poeta).

No estoy seguro de que podamos hablar de un espacio ibérico -lingüístico y literario- verdaderamente compartido. En teoría sí, pero la historia no siempre ha permitido que las literaturas ibéricas generen lugares de encuentro. También es verdad que ese espacio compartido se ha ido desdoblando circunstancialmente en amistades en los medios literarios y académicos.

Como quiera que sea, la generalidad de los intelectuales portugueses de los últimos doscientos años conocía otras literaturas europeas mejor que la española. Para muchos, España era solo un trayecto en ferrocarril o un obstáculo que había que rodear por vía marítima, con rumbo a París. Naturalmente, esa realidad ha ido cambiando y el interés y el conocimiento mutuo han ido aumentando. Creo que, hoy, los portugueses que conocen bien su literatura, conocen razonablemente la literatura española y muchos pueden leerla sin dificultades, sin necesidad de traducciones. No sucede lo mismo, evidentemente, con la generalidad de los lectores.

Sí, tu relación con la literatura portuguesa es, por muchos motivos, especial; más intensa que la mía con la literatura española, que se dispersa por las literaturas hispanoamericanas. A veces, esa y otras dispersiones me ligan a autores de referencia o con los que encuentro una intensa empatía. Siento que solo soy capaz de acoger la poesía española contemporánea que me llega por la generosa insistencia de los amigos, condicionados ellos mismos muchas veces por cuestiones regionales o lingüísticas.

En Portugal se traduce poca poesía. No creo que tengamos especial interés o afición por nacionalidades concretas. Se revela, sí, cierta obstinación por poetas canónicos, mientras que la traducción de poetas contemporáneos es residual.

Sinceramente, no creo que las traducciones de Joaquim Manuel Magalhães -u otras- hayan tenido efecto negativo… ni positivo. Algún efecto residual habrán tenido, pero no más que eso en un medio retraído, en el que los asuntos tienden a ser asuntillos y en el que sobran fundamentalmente las vicisitudes del caciquismo reinante, de una crítica irrelevante y nepotista, con muchas cesiones y algunas carencias, pequeñas tiradas, pocos lectores y ventas insignificantes. En fin, algo ha cambiado, pero más como resultado de la coyuntura sociocultural que propiamente de una necesidad de encuentro o de un interés intrínseco.

Es verdad que las palabras tienen su propio rumbo y encuentran válvulas de escape. Sí, ese espacio ibérico compartido existe, aunque solo sea como el deseo de que exista, pero hay un largo camino por recorrer en el conocimiento mutuo, en el intercambio que supere la dimensión circunstancial de los encuentros, que establezca diálogos permanentes, de igual a igual. Y, a pesar de las estancias institucionales, de los proyectos financiados y de los programas de apoyo, creo que el gran desafío pasa por despertar en los poetas -y en las pequeñas editoriales que se arriesgan a publicarlos- un cierto sentido de comunidad, ¿no crees?

¿Por dónde andas, Martín? ¿En medio de qué viajes y lecturas?

Un fuerte abrazo.

José Rui


Querido José Rui,

Todo bien por aquí, muchas gracias. Qué envidia esas caminatas tuyas. Leo tu carta, los reparos que haces a algunas de mis observaciones, y no puedo más que darte la razón y pensar en cómo el mero uso del microscopio altera aquello que intentamos observar a su luz. Y sin embargo, cuando hablamos de poesía, ¿no es todo microscópico? Conste que no lo digo como queja. El otro día, en una entrevista, me preguntaban qué creía yo que debía ocurrir para que los poetas tuvieran más prestigio. Y la verdad es que no creo que sea un asunto importante, ni que nos convenga remover. Si pensamos en la tirada de los libros de poesía, en las ventas, no queda más remedio que concluir que el prestigio de la poesía, por pequeño que sea, es superior al interés real que despierta en el común de los lectores.

Pero puestos a imaginar: ¿cómo sería ese espacio ibérico deseado, que aún no existe más que en ese deseo? ¿Cuál crees que debería ser el papel de la traducción en ese espacio? Ahora se habla mucho de la intercomprensión entre el español y el portugués y las oportunidades que eso representa; y es cierto que con un mínimo esfuerzo de nuestros sistemas educativos, todos los ibéricos hablaríamos sin gran esfuerzo las dos grandes lenguas de nuestra península. Siempre he pensado, de hecho, que el gran fracaso (lingüístico) de nuestra transición, que dio al catalán, gallego y euskera un reconocimiento y protección inéditos para otras lenguas europeas, es que esa protección se basó en dejarles el gallego a los gallegos, el catalán a los catalanes… en vez de hacer por que fuesen lenguas de todos. No sé si haría falta mucho más que un par de semestres bien planificados para que cualquier español pudiera tener un entendimiento cabal del portugués, el gallego o el catalán. Obviamente el euskera es harina de otro costal, pero al menos una iniciación…

Para mí eso sería trabajar en un espacio ibérico. Estudiar español o catalán para un portugués, o portugués o gallego para un español, no es ni de lejos comparable al esfuerzo que suponen otras lenguas. ¿No debería la educación proporcionar esa herramienta? Eso haría que circulase con más flluidez el cine, la música, la literatura, sin grandes esfuerzos de traducción.

Pienso incluso en iniciativas como las “Casas” aquí en España. Tenemos una Casa de América, una Casa Asia, una Casa Árabe. ¿Cómo puede ser que no haya una Casa Ibérica, que fomente el diálogo y la convivencia en nuestro espacio, tan angosto a veces que los nuestros decidieron darse la espalda para respirar mejor?

Como todas las cosas que se dejan al azar, quedan a la buena voluntad de unos pocos. Y ese espacio ibérico, me parece, requeriría de una voluntad política real. Lo cierto es que sigue pendiente la tarea de construir una España que disfrute plenamente de su diversidad, una España en la que todos sintamos como nuestras todas sus lenguas. Así que más allá de eso, pensar en una Iberia así parece muy lejano. Y sin embargo, un esfuerzo tan pequeño tendría una recompensa tan grande que lleva a la melancolía pensar en las razones por las que no se emprende.

Visto desde esta perspectiva es cierto que ese espacio ibérico parece realmente lejano, sobre todo con una extrema derecha que con tanto empeño estimula el miedo a la diferencia. ¿Y desde ahí? ¿Se pasó al menos aquello de “De Espanha, nem bom vento nem bom casamento”?

Tú haces Iberia y haces Europa con tus caminos de Santiago, querido amigo. Espero que hayas vuelto con unos cuantos poemas en la mochila. Al final es lo único que importa.

Un gran abrazo,

Martín


Querido Martín

Sim, tens razão. É tudo microscópico e não tem de ser um queixume… Também é verdade que há poetas que se levam muito a sério. Um deles propunha-se, recentemente, que se organizasse um colóquio sobre a sua poesia e condição de poeta, sendo que – apesar do seu valor – não vendeu em Portugal mais de trinta exemplares do seu último livro em dois anos. Curiosamente, os portugueses prezam mais a condição de poeta do que lêem poesia.

Creio que apoios institucionais no âmbito de políticas linguísticas e culturais não resolveriam tudo, mas permitiriam certamente que esse espaço ibérico fosse mais partilhado. Para isso seria muito importante um apoio sistemático à tradução de literatura ibérica, particularmente a editoras que apresentassem planos de tradução e edição criteriosos e fundamentados. É curioso que, em Portugal, são as pequenas editoras que ainda investem na tradução e edição de poetas espanhóis contemporâneos.

A proposta da integração do português nos programas educativos de Espanha e o espanhol nos de Portugal, seria uma medida político-educativa relativamente simples, embora implicasse um enorme investimento a médio prazo e, se fosse sustentável economicamente, demoraria mais de uma década a implementar. Seja como for, seria certamente a grande medida no sentido de possibilitar esse desejado espaço ibérico partilhado. Se na década de 80, no contexto da pré-adesão e da adesão dos dois países à CEE, tivéssemos dado esse passo, hoje poderíamos ter uma comunidade linguística e cultural ibérica que permitiria, como referes, uma maior circulação de agentes e bens culturais.

E é como dizes: se houvesse uma política cultural e educativa concertada e consequente, as iniciativas que já partilhamos não dependeriam – como dependem quase exclusivamente – da boa-vontade e de redes informais de relações, em projetos e encontros subfinanciados. E mesmo assim, tendo em consideração o contexto português, a literatura – e especificamente a poesia – teria um apoio residual.

Creio que, felizmente, a relação dos portugueses com Espanha e com os espanhóis é hoje muito diferente. Pelo menos já não desconfiamos dos ventos… nem dos casamentos.

Deste último Caminho que percorri, não trouxe poemas meus na mochila, mas trouxe a tradução de uns quantos poemas do teu Y el todo que nos queda. Como vês, pode não haver um espaço ibérico partilhado em lato sensu, mas há muitos pequenos e férteis lugares coabitados.

Um abraço muito amigo.

José Rui

Querido Martín:

Sí, tienes razón. Es todo microscópico, y no, no es solo una queja… También es verdad que hay poetas que se toman demasiado en serio a sí mismos. Uno de ellos propuso recientemente que se organizase un coloquio sobre su poesía y su condición de poeta, cuando de su último libro no se habían vendido en Portugal más de treinta ejemplares en dos años -a pesar de su precio-. Curiosamente, los portugueses valoran la condición de poeta más que leer poesía.

Creo que apoyos institucionales en el ámbito de las políticas lingüísticas y culturales no lo resolverían todo, pero permitirían sin duda que ese espacio ibérico fuese más compartido. Para eso sería muy importante un apoyo sistemático a la traducción de literatura ibérica, particularmente a editores que presentasen planes de traducción y edición razonables y fundamentados. Es curioso que, en Portugal, son las pequeñas editoriales las que aún invierten en la traducción y edición de poetas españoles contemporáneos.

La propuesta de integración del portugués en los programas educativos de España y del español en los de Portugal, sería una medida político-educativa relativamente simple, aunque implicase una enorme inversión a medio plazo y, si fuese económicamente sostenible, llevaría más de una década ponerla en ejecución. En todo caso, sería ciertamente la gran medida para hacer posible ese deseado espacio ibérico compartido. Si en la década de los 80, en el contexto de la preadhesión y de la adhesión de los dos países a la CEE, hubiésemos dado ese paso, hoy podríamos tener una comunidad lingüística y cultural ibérica que permitiría, como señalas, una mayor circulación de agentes y bienes culturales.

Y es como dices: si hubiese una política cultural y educativa concertada y consecuente, las iniciativas que ya compartimos no dependerían -como dependen casi exclusivamente- de la buena voluntad y de redes informales de relaciones, en proyectos y encuentros mal dotados financieramente. Y aun así, teniendo en consideración el contexto portugués, la literatura -y específicamente la poesía– seguiría teniendo un apoyo residual.

Creo que, afortunadamente, la relación de los portugueses con España y los españoles es hoy muy diferente. Por lo menos ya no desconfiamos de los vientos… ni de los casamientos.

De este último Camino no traigo poemas míos en la mochila, pero sí la traducción de unos cuantos poemas de tu Y el todo que nos queda. Como ves, puede que no haya un espacio ibérico compartido lato sensu, pero sí muchos lugares cohabitados, pequeños y fértiles.

Un abrazo muy fuerte.

José Rui.