Iván Vélez
La conquista de México. Una nueva España
La Esfera de los Libros, Madrid, 2019
360 páginas, 23.90 €
La gran aventura de la historia de América durante el siglo xvi, como un conjunto de historias asombrosas, sigue siendo un tema apasionante. Dentro de este conjunto de historias, todo lo referente a Hernán Cortés y su gran expedición a México, ocupa un lugar preferente para la conquista de uno de los imperios más importantes de las Indias, con ciudades asombrosas, refinadas y muy evolucionadas, contrastando también con prácticas inhumanas, como el canibalismo o las ofrendas a los dioses. Quinientos años después de que se produjeran los hechos que Iván Vélez ha tratado de reconstruir en esta obra que comentamos, el mito de Cortés y sus compañeros, «refulgente a veces –escribe Vélez—, a menudo sombrío, distorsiona mucho de lo ocurrido a partir del Jueves Santo de 1519». Sin embargo, a pesar de los peros, que no duda que los hubo, se manifiesta convencido de que la conquista del Imperio mexica supuso un hito fundamental en el despliegue del Imperio español y que Cortés y sus compañeros llevaron a cabo la primera gran expansión hispana en el Nuevo Mundo, siguiendo algunas de las estrategias que ya se mostraron exitosas durante una Reconquista concluida en 1492, que, de algún modo, prosiguió en el continente americano. El nombre escogido para aquellas tierras, Nueva España, muestra a las claras hasta qué punto la idea de reproducción de la sociedad política hispana estaba en el ánimo de quienes descendieron de los barcos.
Sorprende que el autor, a lo largo de sus casi cuatrocientas páginas dedicadas a la gran aventura de Cortés y sus hombres y sus consecuencias para la formación del Imperio Español de Ultramar, no haga la más mínima alusión al interrogante más polémico de los últimos tiempos sobre el tema que trata: ¿Quién escribió la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal o el propio Hernán Cortés? Iván Vélez sigue dando por supuesto que fue Bernal Díaz del Castillo y no manifiesta la menor duda. Tampoco hace referencia en ningún momento al historiador Christian Duverger y su Crónica de la eternidad (Taurus 2013), en la que este doctor por la Sorbona y profesor de la cátedra de Antropología Social y Cultural de Mesoamérica en la École des Hautes Études en Sciences Sosiales se pregunta: ¿Cómo pudo Bernal, un simple soldado raso, sin ninguna experiencia literaria, escribir la magna crónica de la conquista? ¿Cómo pudo estar tan cerca de Cortés en todo momento y, sin embargo, no aparecer en ninguna de sus cartas, en ninguna de las crónicas y registros de la época? ¿Quién es en realidad el misterioso Bernal Díaz del Castillo? Duverger llega a la conclusión de que, probablemente, el auténtico autor de este importantísimo libro fue Hernán Cortés.
Arquitecto de profesión, Iván Vélez, tal vez por esto no entra en las polémicas de los historiadores profesionales, y su objetivo fundamental es exponernos la que fue una historia cruda, emocionante y extraordinaria sobre una de las más grandes aventuras que el mundo ha visto. En el V Centenario de la llegada de Cortés a México, considera imprescindible volver sobre aquellos hechos que las crónicas antiguas nos han legado. Los principales documentos en los que el autor se inspira y apoya para su relato son las Cartas de Relación de Hernán Cortés, la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, la Relación de algunas cosas de las que acaecieron al muy Ilustre señor don Fernando Cortés, de Andrés de Tapia y la Relación breve de la conquista de la Nueva España, de Francisco de Aguilar. Lo ocurrido desde 1519 hasta la caída del Imperio mexica constituye el contenido del libro que comentamos. Esta importante etapa histórica y sus acontecimientos se han prestado a diversas mitificaciones que presentan a los españoles como unos superhombres de relucientes corazas, peculiares cascos y temibles espadas, pero también como una banda depredadora que acabó con un mundo arcádico. El autor, sin perder el sentido crítico, analiza los complejos aspectos —bélicos, jurídicos, económicos y religiosos— que acompañaron a la conquista y al orden político que la sucedió.
Este trabajo comienza diseñando un esbozo del Moctezuma guerrero, que además había pertenecido al cuerpo sacerdotal, lo que hacía coincidir en su persona los intereses de esos dos poderosos colectivos: todos los poderes del mundo mexica se concentraban en este personaje, cuya condición cuasi divina quedaba preservada por un rígido protocolo. Seguidamente, el autor pasa a hablarnos de la infancia, formación, juventud y primer destino de Hernán Cortés en La Española de 1506 y cuando Velázquez se fijó en él para armar su tercer viaje hacia la costa. En un principio Cortés, que cargaba con el peso económico, consiguió armar tres naves para su aventura, que poco después ascendieron a seis, y luego a diez con la incorporación de los barcos de Grijalva. El de Medellín se despidió en el muelle con estas significativas palabras dirigidas a Velázquez, que trató detenerle en el último instante: «Señor, Dios quede con vuestra merced, que yo voy a servir a Dios y a mi rey, y a buscar con estos mis compañeros mi ventura». Nadie fue capaz de frenarle.
El Viernes Santo de la Cruz, se produjo el desembarco en los arenales de Chalchiuhcuecan. Allí desembarcaron tanto los hombres como los entumecidos caballos. San Juan de la Vera Cruz fue el primer asentamiento y los forasteros fueron bien acogidos por la población totonaca, ya que es probable que vieran en aquellos poderosos hombres a unos posibles aliados contra Moctezuma. Vélez continúa relatando el viaje, hasta que el primero de junio el ejército español entró en Cempoala, la población más grande vista hasta el momento. Allí el Cacique Gordo les recibió con toda generosidad. Por su parte, Cortés expuso los objetivos de su viaje y el jefe nativo se confió a él quejándose del duro trato que les daban los mexicas. Cortés iba tomando buena cuenta de toda la información recibida y, tras proveerse de todo lo que pudo, continuó su marcha hasta la fortificada población de Quiahuiztlan, donde también se encontró con un pueblo oprimido por el poderoso Moctezuma. Como buen estratega, el de Medellín supo ganarse a unos y otros, hasta el punto que los caciques pidieron a los capitanes españoles que se casasen con sus hijas «para hacer generación». La exigencia hispana fue que esas mujeres ofrecidas se bautizasen. La ceremonia del bautismo se hizo extensiva al resto de los cempoaltecas, a los cuales se les pidió que dejaran las sodomías, los sacrificios humanos, la antropofagia y la idolatría, algo, esto último, a lo que se resistieron, pues los dioses proveían de salud a los cuerpos y de fertilidad a la tierra. Pero los dioses zoomorfos finalmente se destruyeron y fueron sustituidos por una imagen de la virgen y una cruz. A partir de entonces, la espada y la cruz se convirtieron en los reiterados símbolos de los conquistadores en sus conquistas.
Un capítulo entero se este libro está dedicado a la poderosa y popular imagen conocida por todos: la de las naves ardiendo. El autor nos dice que al repasar con calma los relatos elaborados por quienes estuvieron presentes en aquellas jornadas, desmienten la creencia de un Cortés que hizo arder las naves, negando cualquier posibilidad de regreso a Cuba. Parece que los barcos, que estaban destrozados e inservibles, no fueron incendiados, sino hundidos y desarbolados. Y tras este interesante inciso, Iván Vélez continúa su relato retomando la ruta hacia Tenochtitlan que era el objetivo primordial de la expedición, pasando antes por la ciudad amiga de Cholula, donde el ir y venir de los mensajeros de Moctezuma era constante y los mensajes que transmitían a los españoles tenían por finalidad detener su avance. Tras días de filtraciones e intrigas, el conquistador decidió pasar a la acción con una sangrienta respuesta que acabó en saqueo y masacre de la ciudad. No hay acuerdo sobre las cifras de la matanza acaecida el 18 de octubre de 1519 en Cholula; el número de muertos se calcula entre tres y cuatro mil. En cualquier caso este episodio ensangrentó la figura de Cortés, que fue comparado con Herodes por fray Bartolomé de las Casas. La versión de Las Casas proporcionó la materia básica para posteriormente desarrollar la Leyenda Negra.
El último tramo del viaje a Tenochtitlan se vio favorecida por la ayuda de los porteadores tlaxcaltecas y la colaboración de algunos pueblos que se fueron aliando con los cristianos. Por su parte Moctezuma, informado en todo momento de los movimientos de los extranjeros, consultó a sus dioses y sacerdotes, quienes le aconsejaron que tratara de impedir por todos los medios que estos entraran en la ciudad. Finalmente, los españoles consiguieron entrar y, pese al cálido recibimiento por parte del emperador, Cortés mandó a sus hombres que no se alejaran de sus aposentos pues no se fiaba. El conquistador había sido alertado del peligro que corrían en Tenochtitlan, fácilmente convertida en una trampa de la que sería imposible escapar, ya que, la hospitalidad de Moctezuma había sido una treta para atraer a los españoles al corazón de su imperio. Pero la solución estaba al alcance de la mano: era preciso capturar a Moctezuma y convertirlo en el más valioso de los rehenes. Así se hizo, y la detención y prisión del emperador supuso un giro radical en las relaciones entre españoles y mexicas, basadas hasta el momento en la mutua observación, el cálculo y el despliegue de ceremonias diplomáticas.
Iván Vélez continúa relatando todos los acontecimientos claves de la grande y compleja aventura americana: la entrega del oro, la lucha contra la idolatría, el cese de los sacrificios humanos, la epidemia de viruela…, haciendo especial hincapié en la matanza del Templo Mayor y la muerte de Moctezuma y las distintas versiones. Según Cortés, fue el propio emperador el que pidió que lo sacaran a la azotea de palacio para pedir a los capitanes mexicas que cesase la guerra. Se cumplió su voluntad, pero, cuando apareció ante su pueblo, los suyos le dieron varias pedradas, una de ellas en la cabeza, que le causó la muerte tres días después. Aquí también se recogen las diferentes versiones de otros narradores y difieren mucho unas de otras.
El trabajo de Vélez continúa con el asedio y salida de los españoles de Tenochtitlan, las pérdidas de la Noche Triste, la batalla de Otumba, la letra G que sirvió para marcar a los esclavos, Cortés capitán general de la Nueva España, el reparto del botín y continuación del expansionismo hacia las Molucas, las Hibueras y la exploración para dar con el estrecho que condujera al mar del sur. El autor quiere dejar claro en sus descripciones que la búsqueda de riquezas no era lo único que impulsaba a los españoles. También iban en busca de «fama».
Con motivo del V Centenario de la Conquista de México, el historiador y escritor mexicano, Enrique Krauze, ha estado en Madrid para dar una conferencia en la Real Academia de la Historia sobre el conquistador español. «Cortés no es un ser deforme —dijo— que destruye una arcadia e impone la esclavitud. La visión de la arcadia destruida no es cierta, porque Cortés vence a su vez a un pueblo que somete y sojuzga a otros pueblos». Y llegó a una importante conclusión: «Que la gran contribución de España y México al mundo ha sido el mestizaje». Los españoles llegaron y establecieron enseguida vínculos. «Los conquistadores terminan conquistados —concluyó— en una mutua inseminación fructífera».
Efectivamente, para analizar la gran aventura de la conquista y la imagen de Hernán Cortés a través de los siglos, es preciso huir de las posturas maniqueas. No se trata de levantar banderas ideológicas sino de servir al saber. Con su trabajo, Iván Vélez ha tratado de poner su granito de arena en el afán de conocer un poco más nuestra historia en los comienzos del siglo xvi y su aportación es, sin duda, muy válida.