Pero si hay un término que aúna los intereses temáticos de los que la autora pereirana participa, éste es sin duda el compromiso y la temática social. La de Ángel es una literatura comprometida que no está despojada en ninguna de sus manifestaciones de la intención política y de su vínculo con el entorno, el sufrimiento humano o la realidad violenta del país. Este hecho se ve muy claro en La pájara pinta, en donde como señala Betty Osorio «cumple con el compromiso a cabalidad» (Osorio de Negret, 374). Esta novela, que parte de los atroces sucesos ocurridos en Colombia desde el asesinato de Gaitán a través de la historia de Ana, ha sido calificada por Óscar Osorio como «la gran novela de la violencia en Colombia» (2005, 117). Se trata de una obra en la que la combinación de un lenguaje sensorial, poético, sugestivo y sensual con otro de tono marcadamente histórico funciona como hoja de ruta ante la dificultad de su andamiaje argumental. La estructura circular del texto, inaugurado y concluido por el delirio de Lorenzo tras haber sufrido torturas en la cárcel, responde, según Figueroa Sánchez, a la motivación de Ángel de sugerir la repetición indefinida del mal endémico del país y de la violencia sociopolítica que devastó especialmente a Colombia desde 1948 a 1965. Las luchas entre partidos políticos, las mentiras y manipulaciones por parte de las fuerzas oficiales, las torturas, las injusticias, el desequilibrio de clases, las expropiaciones, las matanzas y las violaciones aparecen denunciados en la novela (Figueroa Sánchez, 190).

A la reproducción de la memoria colectiva con el fin de reconocer el dolor causado, se suma el compromiso con las realidades periféricas y marginales, no sólo con las mujeres, a cuya esencia dedica la totalidad de su obra por medio de distintas estrategias y perspectivas, sino también a la naturaleza y, como demuestra el trabajo de Gómez Cardona (2013), a grupos sociales dañados y olvidados, como es el caso de la civilización indígena.

Si la escritura autobiográfica, el desarrollo del bildungsroman, el compromiso o la violencia construyen a nivel temático su obra, en cuanto a recursos técnicos se refiere, la ruptura de las formas tradicionales, la vanguardia y el experimentalismo son sus notas más características. El uso de elementos encaminados a la trasgresión, a potenciar la polifonía, el perspectivismo y la narración multifocal hacen que Albalucía Ángel haya sido catalogada por la mayor parte de los críticos como una de las máximas representantes del discurso posmoderno (Osorio de Negret, 374). Ante el carácter casi incontestable de esta afirmación, resulta novedoso y estimulante el trabajo de Cherilyn Elston (2016) en el que, a través de un análisis de la cultura massmediática en La pájara pinta, propone la coexistencia de la lectura posmoderna con el compromiso del texto con las utopías revolucionarias de los años sesenta y con una crítica marxista de la cultura de masas. Esta línea de análisis facilita que las estrategias técnicas —como el desarrollo del flujo de conciencia, la ruptura episódica en sus obras, el uso de analepsis, la hibridez genérica, la huida del orden cronológico, el trabajo en el lenguaje y la experimentación— con las que la autora de Pereira entra de lleno dentro de la estética de la ilegibilidad como forma de subversión formal e ideológica, puedan entenderse como una forma más de posicionamiento político en contra de lo establecido.

Como han identificado varios críticos, las obras de Ángel tiran de multitud de hilos temáticos referidos a la realidad colombiana, sobre todo en lo referido a su relato de la historia de la violencia en Colombia, que están también presentes en la narrativa de García Márquez. La enorme diferencia de estilo radica, por tanto, no sólo en la concreción temática de Ángel frente a la aproximación mítica de García Márquez (Silva, 63), sino también en la función ideológica y contestataria de su despliegue técnico. El resultado es que nos encontramos ante una autora que no sólo emprende una propuesta personal y original, sino que es consciente de la importancia de lograr nuevas vías de expresión. De esta manera, afirma al respecto del estilo de García Márquez: «pienso que […] podemos fabricar historias que también sean colombianas, pero con otros estilos y otras formas de decir, entonces empezaremos a encontrar otras salidas» (Williams, 1977).

Este recorrido por los focos estructurales de su conjunto narrativo nos lleva a confirmar la valía de la estela propia que Ángel forja a contracorriente de las líneas dominantes. Si bien su estética, por su originalidad y rebeldía —o desobediencia, en palabras de María Mercedes Jaramillo—, puede ponerse difícilmente en relación con la de otros escritores de su tiempo, sí que podemos situar su quehacer literario más en relación con el de autores como Luis Fayad, Moreno Durán, Fanny Buitrago, y Andrés Caicedo que, como afirma Gutiérrez, también tienden a escapar del influjo de los escritores del boom, tratando de actualizar las formas de la novela a través de la experimentación con el lenguaje (75). En esta tentativa de emplazamiento, Cherilyn Elston sitúa la obra de Ángel en un canon femenino alternativo de autoras que, como Marvel Moreno, han sido ajenas tanto al boom femenino de los años ochenta, como al canon masculino y hegemónico. Más bien, según Elston, la propuesta de Ángel estaría más en relación con «the refractory aesthetic of canonized Latin American women writers such as Diamela Eltit and Luisa Valenzuela» (42).

 

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Williams, en su ensayo «Albalucía Ángel», incursiona en el impacto en la crítica de la obra de la autora —hasta 1990, año de publicación del trabajo—. En éste, denuncia la debilidad de la recepción del trabajo de Ángel en base a varios factores. A la escasez de trabajos de crítica en comparación con otros escritores de su generación se suma la superficialidad de la mayoría de los estudios hasta la llegada del premio nacional Vivencias, que comienza a otorgarle visibilidad en Colombia. No obstante, la mayor parte de los trabajos existentes hasta entonces ignoran, prácticamente, sus dos primeras obras y, en lugar de abarcar aspectos globales, se basan en close readings de novelas individuales. William destaca también cómo ha sido la crítica en lengua inglesa uno de los grandes epicentros en cuanto a la valoración de la obra de Ángel (38), una tendencia vigente hoy día si tomamos en cuenta, por ejemplo, la lucidez de los estudios de Elston (2016), Lindsay (2003) y Taylor (2003).

Retomo aquí uno de los interrogantes que motivan este ensayo: ¿cuál es la razón por la que, a pesar de la originalidad y las virtudes evidentes de la obra de Albalucía Ángel, ha sido ignorada, en muchos sentidos, por la crítica y el mercado internacional? Resultan esclarecedoras, en este sentido, las explicaciones que, al respecto del análisis de algunas de sus obras más sonadas, han vertido autores como Óscar Osorio o Carmiña Navia Velasco. Osorio justifica la carencia de difusión y buen posicionamiento de La pájara pinta en las letras nacionales en tres razones fundamentales: primero, las imprecisiones por parte de la crítica en la interpretación y valoración de la estructura del texto; en segunda instancia, habría influido para ello su complejidad estructural —su ilegibilidad—. Por último, destacaría el desprecio inicial por parte de la prensa cultural de su país natal, pues, como se ha indicado en multitud de ocasiones, entre otras cuestiones, el Semanario Cultural El Pueblo anuncia el premio otorgado a Ángel en Colombia con el siguiente titular: «Pereirana desvirolada gana el Premio Vivencias» (19). Por su parte, Navia Velasco acude a la experimentación lingüístico-estilística y al hermetismo de Misiá señora y Las andariegas para dar explicación a la falta de valoración de estas dos novelas, relegadas al olvido, durante más de dos décadas (s. p.).

Si tenemos en cuenta la recepción en España, vemos cómo el momento de escritura de Albalucía Ángel coincide con un período en el que coexisten dos realidades opuestas y a la vez complementarias que son señaladas por Pohl Burkhard en su ensayo «El post-boom en España. Mercado y edición (1973-1985)». Por una parte, las obras nuevas que llegan a Europa son analizadas a la luz de las obras cumbre del boom, quedando irremediablemente a su sombra. En paralelo, encontramos otra corriente crítica que prestigia la novedad, la originalidad, «la vuelta a un lenguaje referencial, comprometido con la realidad violenta de América Latina y superador del discurso antirracionalista […] popularizado por el boom» (229). Según esta última premisa, la obra de Albalucía Ángel debería de haber sido prestigiada en España por muchos círculos críticos. Sin embargo, el horizonte de expectativas de los lectores, movido aún por esta inercia «mítica, mágica y fantástica» pesa más que la presencia de «realidad vivida, cotidiana» y construida a través de una lectura «político-referencial» del continente (230), y hace que el valor estético de su literatura no se traduzca necesariamente en «valor comercial». En palabras de Burkhard:

Pese a un informe indeciso, se publica la novela Misiá señora. El informe admite la calidad literaria de la obra; sin embargo, sólo prevé posibilidades limitadas de venta, por los ambientes y el tono demasiado latinoamericanos del texto […]. Aunque el libro recibe una calificación relativamente buena, se insiste una vez más en las dificultades de vender un libro de marcado tono local en España (237).

 

Concluyendo, la excesiva representatividad y el localismo, en un lapso temporal en el que el horizonte de expectativas de los lectores mira hacia otra dirección; el rechazo por parte de Albalucía Ángel de reproducir en su escritura las exigencias mercantiles del momento; y, por último, el vanguardismo y experimentación de su propuesta, favorecen la falta de comprensión en España —uno de los grandes centros de consagración de la literatura latinoamericana— de una escritora comprometida con la literatura de género y la posición política de las mujeres, y de una de las grandes responsables de la renovación —la independencia, la valentía y la desobediencia— del discurso narrativo colombiano.

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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· Burkhard Pohl (2005). El post-boom en España. Mercado y edición (1973-1985). En José Manuel López de Abiada y José Morales Saravia (eds.). Boom y Postboom desde el nuevo siglo: impacto y recepción. Madrid: Verbum.

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