POR ANDREU NAVARRA ORDOÑO
EL NACIMIENTO DEL GLOSARI
D’Ors no empezó a publicar como escritor novecentista. Durante seis años, mientras buscaba su propia voz, militó en las filas del modernismo estético. Fuentes Codera lo confirma: «Durante el periodo anterior al Glosari es posible caracterizarlo como un modernista que asumió en su plenitud el programa de modernización cultural iniciado en los primeros años noventa» (2017, p. 7). El proceso de definición de los nuevos mitos noucentistas fue largo. Incluso pueden detectarse fluctuaciones estilísticas e ideológicas en el Glosari hasta 1907 (Pla, 1996, p. xix).

La primera obra escrita de Eugenio d’Ors fue un cuento que, precisamente, describía la típica dicotomía modernista entre la vida regalada del burgués y la liberada del bohemio. El relato se titulaba «Els quatre gats (capritxo)» y narraba la vida de un gato bohemio que escapaba de una vida cómoda en un seno familiar. Otras narraciones orsianas aparecieron en las plataformas básicas de la prensa catalanista: «Palau de boig», «La copa del rei de Thule» y «Carta als Reis», en el mítico periódico La Renaixensa, y «L’Arcís», en La Veu de Catalunya. «La fi de l’Isidro Nonell» fue publicada en Pèl i Ploma, la revista más característica de la élite cultural modernista.

La primera glosa orsiana de La Veu de Catalunya vio la luz el 1 de enero de 1906 y se tituló «Les festes dels solitaris». Dieciséis días después, D’Ors era enviado a Algeciras para cubrir la conferencia internacional de repartimiento de Marruecos. D’Ors no sólo envió quince artículos desde la población andaluza, entre el 22 de enero y el 21 de febrero de 1906, sino que, además, publicó las caricaturas que había realizado de los protagonistas de las negociaciones. El día 6 de julio de 1906, el autor le expresaba por carta a Raimon Casellas que tenía intención de dedicar el seudónimo Xènius exclusivamente a las glosas que publicara en La Veu de Catalunya. La primera glosa firmada por ese tal Xènius vio la luz el 9 de mayo de 1906. En la primavera de ese año, El Poble Català se quedó sin director. D’Ors intentó resultar elegido para ese cargo, infructuosamente. Fue el primero de sus desengaños profesionales, y motivó que Xènius, despechado, rompiera con aquel periódico nacionalista de izquierdas.

Según Murgades, Xènius fue, más que el iniciador del movimiento noucentista, quien mejor interpretó el reformismo burgués de su época, su «verbalizador» (1987). En literatura compartió liderazgo con Joan Maragall y Josep Carner, incansable inspirador de los escritores jóvenes. Para conocer a este D’Ors inicial anterior al Xènius glosador, resulta imprescindible acudir al prólogo que escribió Jordi Castellanos en su cuidada edición Papers anteriors al «Glosari» (1994). En ellos se preludia el nacimiento del Glosari y se ponen en funcionamiento algunas de las ideas motrices de 1906 y 1907, como la civilidad y el imperio. Los artículos de El Poble Català son una radiografía de un intelectual que está evolucionando de los presupuestos modernistas hacia el oficialismo reformista de los años siguientes, en el que no anduvo solo.

Por ejemplo, en su reciente libro La voluntat i la quimera. El noucentisme català entre la Renaixença i el marxisme, Jordi Casassas ha demostrado que Josep Pijoan (ya el 2 de octubre de 1905), en su artículo «La reforma Jaussely. La ciutat ideal», publicado en La Veu de Catalunya, convertía a la ciudad en «motor y símbolo de la modernidad» (2017, p. 35). Lo que hizo D’Ors fue hacer evolucionar ese concepto, otorgándole valor arbitrista, intervencionista. La visión de Varela, que considera a D’Ors un líder solitario, es falsa. Xènius fue uno más (el más visible) de los líderes del noucentisme, sin que podamos obviar ni a Pijoan ni a Carner, prácticamente ausentes de su biografía. Sin embargo, fue D’Ors quien trazó un «plan de acción» definido para el desarrollo de la cultura catalana (Casassas, 2017, p. 39).

En mi opinión, la colección de artículos que Eugenio d’Ors publicó en El Poble Català se ha de considerar el más importante hito vital anterior al nacimiento del Glosari. Allí se estrena como periodista, empieza a consolidar su estilo y su ideología, así como también sus principales heterónimos y alter ego. La volatilidad y dispersión anteriores tienden a terminarse, y disponemos ya de una serie de ensayos continuada y casi coherente: el ensayo general del Glosari. El artículo «Les ciutats arbitràries» (21 de octubre de 1905) contiene el léxico fundamental del programa político noucentista: D’Ors habla ya de la ciudad reordenada y armonizada.

Dos características se han citado con profusión a la hora de explicar el enorme impacto que significó el nacimiento del Glosari catalán. En primer lugar, que se ofrecieran cápsulas de pensamiento especulativo en un periódico de gran tirada; en segundo lugar, la habilidad con que Eugenio d’Ors fue capaz de unir, en un género literario nuevo, la altura intelectual con la cotidianidad, la actualidad y el día a día de los catalanes de a pie. Esa unión de lo universal con lo prosaico define y atraviesa toda la obra periodística del autor. Incluso el 24 de marzo de 1941, en su primera publicación de la extensa serie «Estilo y cifra», instalada en La Vanguardia, escribía el glosador: «Lo de vivir primero y luego filosofar no me ha convencido nunca». Vivir era filosofar y filosofar, vivir. D’Ors no distinguía entre vida, arbitrios y lecturas: vivir era habitar las actividades de la inteligencia.

 

CRISIS Y OCASO DE XÈNIUS
La revista España, portavoz de las inquietudes aliadófilas en Madrid, publicación que fue dirigida por Ortega y Gasset, primero, y Luis Araquistáin, después, nació el 29 de enero de 1915. Ese número inicial contaba con la colaboración de Eugenio d’Ors, que inauguraba así su sección «Las obras y los días». Esta columna suya iba presidida por un templo griego de estilo dórico, en consonancia con el clasicismo orsiano de siempre. En esa ocasión, los temas de las glosas fueron variados: dos dedicadas a Platón, una al crítico de arte decimonónico Juan Dolent, una reseña del poemario El pasajero, de José Moreno Villa, y, por último, la crónica de unas lecciones de Manuel Bartolomé Cossío sobre el Greco. Resulta notorio el conocimiento que D’Ors tenía del ámbito cultural castellano: desde muy pronto, desde 1905, estuvo atento a lo que se escribía en Madrid, ciudad en la que residió de forma intermitente dos años, mientras preparaba el doctorado.

El epistolario entre D’Ors y Ortega, exhumado por Cacho Viu, deja en evidencia muchos aspectos no siempre interpretados con suficiente énfasis: en primer lugar, D’Ors vivió una crisis importante al perder las oposiciones a una cátedra de Psicología en 1914, año en que presentó la dimisión a Prat de la Riba como redactor de La Veu de Catalunya; en segundo lugar, las cartas cruzadas entre D’Ors y Ortega indican que Xènius, a la altura de 1915, estaba intentando trasladar su obra a Madrid. En tercer lugar, se debe matizar mucho la monolítica rivalidad que existió entre los dos filósofos: ni se odiaron ni rivalizaron siempre, o acompañaron sus suspicacias de colaboraciones más que puntuales.

Entre 1915 y 1918, aún en Barcelona, colmado de honores y de cargos, los editoriales de Quaderns d’Estudi los firmó D’Ors con el seudónimo el Guaita.

En 1918 el autor protagonizó un breve episodio cultural que ha pasado también prácticamente inadvertido. Sólo lo reseña Varela, por primera y última vez, y éste acierta de lleno cuando otorga a esta colaboración cierto significado germanófilo (2017, p. 152). En los números 3, 5 y 6 de la revista Renovación Española (12 y 26 de febrero y 5 de marzo), encontramos unos puñados de glosas firmadas por Xènius, rotuladas con el mismo título que había utilizado para España: «Las obras y los días». La revista, que claramente quiso ser un contrapunto autoritario de España, reunía a algunos de los más destacados escritores germanófilos, así como a distinguidos representantes de la política integrista, que enlazarían con la dictadura de Primo de Rivera y el partido de extrema derecha que bautizó con el mismo marchamo Pedro Sáinz Rodríguez, ya en tiempos de la Segunda República. Destacaba, asimismo, la revista por su furioso anticatalanismo.

¿Por qué es tan importante este breve pero significativo paso de D’Ors por Renovación Española? Por varios motivos. En primer lugar, porque demuestra que el escritor ya mantenía estrechos lazos con la extrema derecha castellana un año antes de su defección o defenestración (es decir, mientras aún militaba, teóricamente, en el regionalismo). En segundo lugar, nos permite aproximar a D’Ors un poco más a la órbita de la germanofilia, aunque su pacifismo germanizante nunca pudo ser asimilable al militarismo de los germanófilos puros (Salaverría, Juan Pujol, Vicente Gay, Armando Guerra o Ricardo León). En tercer lugar, puede indicar que, fracasado el intento de estabilizar sus colaboraciones en un vocero controlado por Ortega, lo intentara de nuevo con aliados mucho más a la derecha.

 

EN MADRID Y PARÍS (1923-1937)
En 1920, se consumó la ruptura entre D’Ors y el regionalismo. Durante casi cuatro meses, el Glosari dejó de publicarse. Nunca regresó a La Veu de Catalunya. Se reemprendió, aún en catalán, el día 19 de abril de 1920, en El Día Gráfico. Esa primera glosa se titulaba «El goig d’escriure en català» y era una encendida defensa de la escritura en la lengua propia y del espíritu de tolerancia de Ramón Llull, tan distinto del ambiente del momento. El último relato, y el más fiable, sobre aquella ruptura lo ha publicado Maximiliano Fuentes Codera en el capítulo quinto de su reciente Un viaje por los extremos. Eugenio d’Ors en la crisis del liberalismo. No podemos perder de vista el contexto social de aquella Barcelona, hundida en la violencia de los pistolerismos, enfrentada al terrorismo impune y cotidiano.

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