LA COLECCIÓN: EL LEGADO DEL TIEMPO

Juan Mayorga ha contado recientemente en una conversación con Marta Arteaga en el programa «Con voz propia» de RTVE que leyó en una entrevista la historia de dos coleccionistas de avanzada edad que, sin descendencia, comenzaban a preocuparse por el destino de su colección, para la que buscaban heredero. A partir de esta anécdota, el dramaturgo imagina una historia que titula El coleccionista, un texto inédito: Berna y Héctor son una pareja que han dedicado su vida a la colección que poseen, y que albergan en su propia casa, construida precisamente para ella. Han valorado todas las opciones posibles y han decido examinar a Susana, una coleccionista con la que han coincidido durante años y que creen que puede ser la candidata idónea, no para venderle la colección, sino para ofrecerle ser la heredera de su legado. Como escribe Walter Benjamin en «Desempacando mi biblioteca. Un discurso sobre el coleccionismo», quien dedicó varios textos a la figura del coleccionista, «la herencia es la manera más adecuada de acceder a una colección. La actitud del coleccionista hacia sus posesiones proviene del sentimiento de responsabilidad que les otorga. Por eso el carácter hereditario de una colección será su característica más ilustre» (Benjamin, 1931).

Para Héctor y Berna, el objetivo fundamental es la unidad de la colección, pues ésta es más importante que las piezas individuales que la integran. En una estantería, a la que una llama «El atlas» y el otro «El catálogo», depositan una caja por pieza que contiene la historia de cada una de las piezas, hermanadas en la colección por una idea común que con el tiempo se les ha revelado, pues han ido adquiriendo la colección bajo una concepción estructuralista de piezas que piden otras piezas. En ese intento de preservar la memoria material de la colección parece subyacer un deseo que no es sólo de posesión, sino también de salvaguardar cada uno de los actos, de las sensaciones, de las experiencias, como si del Funes el memorioso borgesiano se tratase.

Al igual que ocurre en El cartógrafo con la colección de objetos encontrados después de la destrucción del gueto de Varsovia de Tarwid y su hermana, también en La colección se lleva a primer plano la cuestión de la inmoralidad de la apropiación en el arte: «Berna: nuestra única ambición, a lo largo de los años, ha sido hacer justicia a las piezas» […] Héctor: Pagamos un precio justo por la 7. Pero eso no hubiera bastado para que su dueño nos la vendiese, por lo que tuvimos que utilizar otras armas a fin de persuadirlo». Si Tarwid se excusa por la sustracción de objetos del gueto ante Blanca como el único modo de preservar su memoria, Héctor justifica una vida dedicada a la colección como el triunfo sobre una época dominada por el dinero, por el «pensamiento táctico» del que habla Benjamin en el texto antes citado: «Héctor: Este tiempo no es para los inteligentes ni los sabios, sino para los astutos, personas prácticas que tienen alguna habilidad con que elevarse un centímetro sobre el rebaño. La colección es una protesta contra este tiempo. Un arca en un diluvio de ruido». Si en El cartógrafo la herencia que el Anciano lega a la Niña es la transmisión del conocimiento que le permita realizar el mapa de la resistencia que el enemigo presente y futuro no pueda descifrar, por el contrario, en La colección, Berna trata de explicar a Susana que su misión será la de procurar que, en el futuro, quien halle la colección pueda saber a través de ella qué ha sido y qué podría haber sido la humanidad, ya que «el verdadero coleccionista es el tiempo».

Al final del texto, el momento en el que Susana podrá acceder al fin a ver la colección, Berna se la presenta como un ejercicio de la memoria, como el legado de lo común: «la colección es un texto que hemos escrito con frases de otros». Le advierte, además, que «antes de salir, pasarán por un punto desde el que de nuevo verán todas las piezas. Todas al tiempo, en una sola mirada», una visión panóptica a la manera del aleph borgesiano, en el que incluso Susana, Berna, Héctor y Carlos, el asistente personal de la pareja, se observarán y serán observados como piezas de la colección.

Los tres textos, El cartógrafo, Reikiavik y La colección conforman una constelación del imaginario del legado en la obra dramática del autor. La transmisión del conocimiento y de la experiencia entre generaciones contribuye, de modos diversos, a conformar una memoria que, ya sea como testimonio de la resistencia, como imaginación o como arca del tiempo, sirva para salvaguardar la fragilidad del ser humano, el gran tema del teatro de Juan Mayorga.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

· Benjamin, Walter (1931): «Desempacando mi biblioteca. Un discurso sobre el coleccionismo», en <https://www.buchwaldeditorial.com/post/2017/08/04/desempacando-mi-biblioteca-un-discurso-sobre-el-coleccionismo>

–, (2008): «Sobre el concepto de la historia», en Obras I, 2. Madrid, Abada Editores, 308.

· Broncano, Fernando (2015): «Intercambio de reinas», en Reikiavik. Segovia, Ediciones La uÑa RoTa, 95-108.

· Mate, Reyes y Juan Mayorga (2000): «Los avisadores del fuego. Rosenzweig, Benjamin y Kafka», Isegoría, 23.

· Mate, Reyes (2006): Medianoche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamin «Sobre el concepto de historia». Madrid, Trotta.

· Mayorga, Juan (2014): «El cartógrafo» en Teatro 1989-2014. Segovia, Ediciones La uÑa RoTa, 601-650.

–, (2015): Reikiavik. Segovia, Ediciones La uÑa RoTa.

–, (2016): «Razón del teatro», en Elipses. Segovia, Ediciones La uÑa RoTa, 87-108.

–, (2016b): «La extraña belleza de los números imaginarios», en Elipses. Segovia, Ediciones La uÑa RoTa, 339-340.

–, (2016c): «Teatro y escuela», en Elipses. Segovia, Ediciones La uÑa RoTa, 185-186.

–, (2016d): «¿Quién escribe estas palabras?», en Elipses. Segovia, Ediciones La uÑa RoTa, 83-84.

–, La colección. Inédito.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]