Y esa comunión con el público se da en buena parte a través de la performance, con todo lo que esto implica: la creación de personajes, por medio de disfraces en algunos casos o simplemente maquillajes y peinados extravagantes en otros y, en todo caso, una propuesta propia de cada grupo y diferente en cada concierto. El trabajo de interpretación, por lo tanto, no está solamente vinculado con la voz y los instrumentos musicales, sino también con el personaje excéntrico que representan sobre el escenario. El aspecto físico estridente es tan característico del arte de la movida que incluso los letristas lo recogen en sus textos; pensemos, por ejemplo, en la emblemática canción de Mecano «Maquillaje» (1982).

La performance y su creación de personajes se encuentran muy presentes desde los inicios del movimiento. De hecho, en los albores de la nueva ola, Noguerol, que colaboraba y se iba de gira con Cucharada, monta un espectáculo poético con una fuerte dosis de performance: el bajista estaba disfrazado de religiosa y el cantante de tío Sam; y, en determinado momento, alguien desde el público disparaba y mataba al vocalista. Lo más interesante es percibir el altísimo interés que este acto teatral provoca en Vigo, pues allí se encontraban los futuros integrantes de Siniestro Total, que quedaron absolutamente fascinados con el espectáculo, decidiendo incluso empezar a componer bajo esta influencia (Labrador, 2017, p. 227). La performance, por su naturaleza inmediata y efímera –propia de la definición del presente que el movimiento de la nueva ola quiere explorar– y su gran impacto en el público, resultará sumamente atractiva y, junto a la labor de los letristas, los redactores de fanzines y escritores de cómics, conformará la poesía dislocada de la movida.

Así como los hermanos mayores buscaban la obra perfecta, el saber literario condensado en el poema máximo que perseguían toda la vida, los jóvenes de la movida viven con la certeza de que el futuro no existe y su finalidad es atrapar el presente efímero; su arte, por lo tanto, responde a la necesidad de vivir deprisa, reinventarse en cada concierto, buscar la euforia momentánea, montar y deshacer grupos con la misma facilidad, desafiar incluso las coordenadas espacio-temporales para vivir aún más intensamente –y de ahí que la droga fuera en muchos casos la protagonista de la fiesta–. Consecuentemente, los jóvenes de la nueva ola no tendrán tiempo de formarse, de mejorar la técnica vocálica, el trazado en el papel, el manejo del instrumento musical, la letra de las canciones o de elaborar performances complicadas, ni, por supuesto, tampoco interés; y su técnica poética será ir creando y desarrollándose como artistas sobre la marcha.

En efecto, Javier Furia, músico de Radio Futura, confiesa en un documental de 2010 la poca profesionalidad de los miembros de la movida y, sobre todo, el hecho de que eso no fuera un freno sino un impulso: «Yo creo que las cosas empiezan así: tú quieres hacer algo y lo haces, luego ya, a lo largo de tu vida, ya verás si sirves o no sirves para ello, ¿no? Pero en principio, tú te lanzas» (Furia, 2010, parte 1, 8’34”). En el mismo documental, el Hortelano (2010, parte 1, 8’53”), pintor y dibujante de cómics de la movida, dice: «Había mucha gente que empezó a tener un grupo de música y no tenía ni idea de tocar, aprendía sobre la marcha. La misma Alaska no tenía ni idea de tocar la guitarra, hacía como que ponía las posturas de la guitarra, pero era un paripé». Más adelante, Furia (2010, parte 2, 9’35”) comenta que los conciertos que aparecen en las películas de Almodóvar no se diferenciaban de un concierto normal, no había guion ni estructura precisa: «Los rodajes eran una fiesta. Solo teníamos que ir a tocar y a divertirnos, y Almodóvar grababa lo que le apetecía». El cine de la movida, por lo tanto, responde a los mismos parámetros que la música y la performance. De igual manera, los jóvenes del movimiento no contemplan el esmero en la edición de los fanzines y en las técnicas narrativas y pictóricas, puesto que, como recalca Dopico (2014, p. 339), lo importante era crear, aunque no se hubiera aprendido a hacerlo:

Este nuevo espíritu se reflejaba en los fanzines de esta cambiante ciudad, influidos por el punk y la new wave, que desembarcaban en España a través de fanzines ingleses como Punk Lives y Sniffin Glue, autoeditados por artistas jóvenes que saltaban al mundo de la creación llenos de ideas, sin preocuparse por la técnica y los medios utilizados. Lo importante era comunicar algo y lo de menos cómo decirlo. Con la música como temática principal, nacen nuevos ejemplos de autogestión, de la filosofía del «hazlo tú mismo» […].

Con esta mentalidad, estos jóvenes tenían capacidad para decidir sobre su papel en el nuevo arte sin frustraciones, puesto que podían pasar de ser dibujantes a vocalistas o actores sin necesidad de conocer el campo, con la simple idea de no aburrirse y experimentar en otro terreno. La posibilidad de reinventarse, por lo tanto, forma parte intrínseca de la nueva ola madrileña. Recuérdese la emblemática película de Almodóvar Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) y, en particular, el personaje de Pepi: sus padres deciden dejar de enviarle dinero para que «busque un trabajo y madure». A partir de ese momento, el espectador ve a una joven radiante que solo tiene que decidir qué oficio hacer para poder dedicarse a ello. Comienza siendo publicista porque, según dice, es creativa; cuando empieza a aburrirse, decide ser escritora; después cineasta… La necesidad de cambio y de experimentación se observa también en el personaje de Bom, a quien se ve maquillada y vestida de forma muy distinta en cada escena y a quien se oye repetir sucesivamente que se aburre y necesita renovarse, que sucedan eventos nuevos. En definitiva, la velocidad de cambio va ligada a la necesidad de explotar el presente, lo que permitirá a los jóvenes de la movida experimentar con las diferentes formas artísticas.

En este contexto de celeridad, excentricidad y euforia, el texto literario tradicional, asociado al aburrido sistema educativo y asimilado a la historia de la literatura –y, por lo tanto, al pasado–, se considerará obsoleto. En cambio, el impulso poético se disloca y salta al mismo tiempo al escenario, al cómic y al fanzine. Los músicos, los letristas, los creadores de performances, los dibujantes y los escritores de fanzines forman una amalgama poética en rapidísima evolución, en absoluta efervescencia y en efímera movida.

 

NOTAS

[1] Como resalta Joaquín Ruano (2015, pp. 445-446), los límites cronológicos del periodo transicional resultan ambiguos, pues cada disciplina –la politología, los estudios históricos o los culturales, entre otros ámbitos de investigación– tiene en cuenta una delimitación temporal diferente. No obstante, en este artículo, siguiendo la opinión del historiador Javier Tusell (2005, pp. 277-334), me referiré a la transición como el periodo comprendido entre la muerte de Francisco Franco (1975) y la victoria electoral del Partido Socialista Obrero Español (1982).

[2] Para más información, véase Germán Labrador Méndez (2017).

[3] Entre los críticos, hay divergencia de opiniones sobre la pertenencia de Mecano a la movida madrileña por su estilo pop. Sin embargo, no todos los grupos asociados al movimiento se inscriben en la corriente punk rock. Sostengo que la ideología que une a las diferentes estéticas, la excentricidad y la búsqueda artística similares son suficientes para observar la presencia de Mecano en el contexto de la movida.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Carballar, Servando. «Entrevista (Aviador Dro)», Vorágine TV, 2013.

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Fernández, J. Benito. El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero, Anagrama, Barcelona, 1999.

Furia, Javier. La movida madrileña: la mirada cautiva (documental), Universidad politécnica de Valencia, Campus de Gandía, 2010.

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Entrevista por Borja Casani y José Tono Martínez, La Luna de Madrid, 5, mayo de 1984, pp. 10 y 12. En línea: <http://papelesdedoncogito.blogspot.com/> (Visitado el 8 de agosto de 2020).

Labrador Méndez, Germán. Culpables por la literatura. Imaginación política y contracultura en la transición española (1968-1986), Ediciones Akal, Madrid, 2017.

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Ruano, Joaquín. «El vampiro del desencanto. Los paraísos artificiales en la poesía española de la transición», Tropelías, Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, 23, 2015, pp. 444-460.

Tusell, Javier. Dictadura franquista y democracia, 1939-2004. Historia de España (vol. 14), Crítica, Barcelona, 2005.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]