«Nada escapó a su avidez de estudioso y compromiso con Dios y la historia», dice Alberto Díaz-Díaz, uno de sus más constantes estudiosos (Baquero, 2014, p. 15). Aunque insiste el editor de los ensayos del cubano en asumirlo, ante todo, como hispanista. ¿Es suficiente esa definición para captar la poética de la historia del autor de Memorial de un testigo? No lo creo. Es cierto que, en muchos de sus ensayos, Baquero muestra la inclinación a registrar el momento del contacto con España de varios letrados de mediados de siglo, como Arturo Farinelli, Maurice Barrès y Paul Claudel, tratando de encontrar en algún núcleo de lo hispano-católico la esencia de la cultura mediterránea (Baquero, 2014, pp. 66, 106 y 121). Pero las resonancias de Baquero desbordan ese territorio: ahí está su admiración por los grandes modernistas americanos, Eliot y Pound, o sus lecturas de clásicos alemanes como Goethe y Mann.

En todo caso, cualquier dibujo de la cartografía espiritual de Baquero no podría desentenderse del profundo americanismo que recorre su poesía y su prosa. Un americanismo que atisba el momento en que el Inca Garcilaso de la Vega, en un rincón de Córdoba, se sienta a escribir los Comentarios reales y la Historia general del Perú como testimonio de la mezcla de razas e ideas que se fraguó entre España y América. Si Baquero piensa a Francia desde España, también piensa la Península desde América, como prueban sus notas sobre las estancias americanas de Ramón Menéndez Pidal y Manuel Gómez-Moreno en Buenos Aires, Lima o Quito. Baquero comprende que el concepto de «lo americano implica una disrupción con Europa», pero supone que esa tensión comienza con la propia España (Baquero, 2014, p. 150).

El peso de la hispanidad en el americanismo de Baquero lo lleva a hacer afirmaciones insostenibles, como la de que el «sentimiento de independencia» de Bolívar «no tiene un origen norteamericano o francés: es netamente español» (Baquero, 2014, p. 150). O a recaer en la rancia genealogía de un separatismo republicano de espíritu hispánico, más heredero de Hernán Cortés y los conquistadores que del pensamiento ilustrado y liberal del siglo xviii. No obstante, el americanismo se recobra en las peregrinaciones imaginarias a las batallas de Ayacucho y Carabobo y a las bibliotecas de Andrés Bello, Gregorio Gutiérrez González y Miguel Antonio Caro, donde leyó la celebración física y espiritual del Nuevo Mundo.

La poética de la historia de Gastón Baquero, en verso y prosa, atraviesa las coordenadas de Estados Unidos y América Latina, Europa y África, y postula un lugar para la rememoración del orbe por medio de la escritura. Hay algo oceánico y viajero en ese empeño que inevitablemente habrá que asociar con la experiencia de un escritor cubano que, a sus cuarenta y cinco años, en pleno reconocimiento y creatividad, se ve obligado a exiliarse en el Madrid del franquismo tardío y, desde allí, proyectar su obra. A pesar de aquel desplazamiento vital, la escritura de Gastón Baquero siguió una ascensión circular que lega una de las miradas más abarcadoras al cruce de letras en el Atlántico del siglo xx.

Centro de Investigación y Docencia Económicas de México

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BIBLIOGRAFÍA
· Baquero, Gastón (1991). Indios, blancos y negros en el caldero de América. Madrid: Instituto de Cooperación Iberoamericana/Ediciones de Cultura Hispánica.

–(1995). Ensayo. Madrid: Fundación Central Hispano.

–(1995). Poesía. Madrid: Fundación Central Hispano.

–(1998).Poesía completa. Madrid: Verbum.

–(2014). Fabulaciones en prosa. Santander: Fundación Banco Santander.

–(2015). Ensayos selectos. Madrid: Verbum.

–(2015). Poesía completa. Holguín: Ediciones de la Luz.