POR LUZ MARY GIRALDO
Con la sensibilidad del poeta que ama el ritmo y la sugerencia de los modernistas, Germán Espinosa (Cartagena de Indias, 1938-Bogotá, 2007) mostró, en varios géneros y registros, solvente dominio de la escritura castiza, argumental y reflexiva. Reconocido particularmente por su novela La tejedora de coronas (1982), considerada por la Unesco patrimonio cultural de la humanidad, desde La noche de la trapa (1965), su primer libro de cuentos, mostró pasión por lo misterioso, especial gusto por las ideas en la historia, y cercanía con el estilo barroco. A lo anterior, se agrega un serio trabajo de documentación que aprovechó como material para la ficción, en la que escudriña en los misterios del ser y reflexiona sobre el conocimiento histórico, filosófico, ideológico, literario y cultural.

Como varios autores de su generación (Rodrigo Parra Sandoval, Nicolás Suescún, Fernando Cruz Kronfly, R. H. Moreno-Durán, Fanny Buitrago, Darío Ruiz Gómez, Luis Fayad, por citar unos pocos), deslindado de las propuestas de Gabriel García Márquez, evitó abordar la cultura popular, la tensión entre mito e historia, las dinámicas de lo real maravilloso y el uso de lenguaje hiperbólico, e interactuó con referentes culturales inscritos en determinados momentos y geografías. Al presentar, en sus diversas novelas, discusiones filosóficas y religiosas, esotéricas, cabalísticas, ocultistas y otras formas de pensamiento que han definido convicciones y creaciones literarias, llamó la atención sobre los choques ideológicos que han marcado procesos políticos y sociales que no contribuyen a acceder a lo nuevo en nuestros países, y sobre la formación y confluencia de ciudades que, especialmente entre la Colonia y la Independencia, definen identidades sociales, políticas y culturales de Colombia.

Si nos atenemos particularmente a La tejedora de coronas y su trasunto histórico, entendemos que como en Los cortejos del diablo (1970), preámbulo de ésta, la temática de la Inquisición en contrapunto con la Ilustración y el enciclopedismo refleja sus efectos en la sociedad colonial. Las novelas presentan el choque entre la Inquisición que de Europa pasa a América, respectivamente por la vía de España y Francia, reflejando el proceso de formación y desarrollo de la burguesía criolla en la tensión entre la severidad del Santo Oficio y el pensamiento ilustrado con sus ideas liberales. Al aprovechar lenguaje y temática de la época, recorre realidades de diversos países mediante personajes históricos y ficticios, a veces esperpénticos y fantásticos, desde los cuales se lee un contrapunto con la estructura binaria del allá y el acá, del doble o del espejo, del personaje y su reflejo, lo que confluye en las perspectivas de la identidad frente a la historia de las ideas.

 

A TRAVÉS DEL ESPEJO: EL DOBLE

Al referirse al doble como realidad y/o ficción reflejada en la literatura, todo autor asume en su obra una forma de encantamiento de la realidad a través de su representación, como afirma Maurice Blanchot. Esto corresponde a verse desdoblado en la ficción que vela y revela, pues permite mirarse a través de ella: «La mirada de Orfeo es el don último de Orfeo a la obra, donde la niega, donde la sacrifica trasladándose hacia el origen por el desmesurado movimiento del deseo y donde, sin saberlo, todavía se traslada hacia la obra, hacia el origen de la obra» (Blanchot, 154).