Sanzol fue quizás de los primeros autores de este grupo o generación en dar el salto del teatro alternativo a los grandes centros, de las pequeñas producciones autofinanciadas a los proyectos con apoyo institucional. Sus comedias están llenas de bonhomía y ternura. Sus personajes, a veces reconocibles arquetipos de caracteres profundamente españoles, enfrentados a situaciones que les sobrepasan y, en ocasiones, rayan el absurdo, podrían ser cualquiera de nosotros desconcertados ante la maldad, abrumados ante los absurdos del mundo. Un espectador avispado y fiel podría reconocer en muchos de sus personajes a sus actores: Lucía Quintana, Paco Deniz, Natalia Arévalo, Juanan Lumbreras, Elena González o Pablo Vázquez parecen latir debajo de estos fabulosos caracteres, inteligentes e hiperbólicos, con un sentido del humor a prueba de cualquier fatalidad.
Siempre director de sus textos, Sanzol trabaja habitualmente con sus equipos en la creación de sus obras. El proyecto Teatro de la Ciudad, puesto en marcha por Sanzol junto a Andrés Lima y Miguel del Arco —otros dos directores fundamentales en el panorama español contemporáneo—, concretó esta metodología en la que el autor extrae de una serie de talleres con los intérpretes el material dramático al que dará forma final en el texto. En este contexto, de la investigación sobre las comedias de Shakespeare nace La ternura, Premio Max al Mejor Espectáculo Teatral de 2019 y uno de los fenómenos teatrales de los últimos años.
La Casa de la Portera, iniciativa de José Martret y Alberto Puraenvidia, abrió sus puertas en 2012 en un sótano del madrileño barrio de La Latina. Diseñada en origen como sede estable de una versión que hoy quizá llamaríamos inmersiva del Ivanov de Chéjov, la pequeñísima sala, que sólo podía albergar a veinticinco espectadores, pronto se abrió a nuevos proyectos, prestando especial atención a la dramaturgia contemporánea. Allí estrenaron autores como José Padilla, Denise Despeyroux, Antonio Rojano o Paco Bezerra, que, a comienzos de la segunda década del siglo, reclamaban la atención de los grandes teatros y que sólo un par de años más tarde estaban empezando a tomar los escenarios del CDN o el Teatro Español.
Bezerra es, quizá, el rara avis del grupo. De los pocos de entre ellos que no dirige sus espectáculos, aunque sí forma pareja habitual con el director Luis Luque, Bezerra no desempeña ningún otro rol más que el de dramaturgo, y en múltiples ocasiones ha declarado su negativa a dirigir o entrar en contacto con los intérpretes de sus obras a lo largo del proceso creativo. Es, junto a Rojano, el autor más solitario del grupo: de los más alejados, por voluntad propia, de la práctica escénica. Premio Calderón de la Barca para autores noveles en 2007 por Dentro de la Tierra, ganó en 2009 el Nacional de Literatura Dramática por el mismo texto, que no se estrenó hasta la producción de 2017 del CDN. Aunque durante la primera década del siglo tuviera también problemas para recibir atención institucional, Bezerra ha visto publicada toda su obra dramática (lo que también era, hasta hace muy poco, una excepción en los autores del grupo), y sus obras han terminado por estrenarse en los grandes centros, desde el CDN hasta La Abadía (donde se estrenó su pieza Grooming) o el Teatro Español (que acogió el estreno de El señor Ye ama los dragones). Con una personalísima poética que podría entroncar con Valle-Inclán o Romero Esteo y una depurada técnica dramática que busca la innovación formal y la precisión del lenguaje, Bezerra construye universos asfixiantes y oscuros que exploran la maldad humana, las transgresiones en lo sexual, los abusos.
En 2013, Martret y Puraenvidia abrieron otro pequeño espacio, La Pensión de las Pulgas, en el Barrio de las Letras de Madrid, en lo que había sido el piso de la cupletista La Bella Chelito. Diseñada para alojar Mbig —una versión que situaba el Macbeth de Shakespeare en el mundo empresarial de los años cincuenta, escrita y dirigida por Martret—, La Pensión también albergó los primeros estrenos de muchos de los textos de estos autores que forjaban su carrera en la segunda década del siglo. Alberto Conejero abrió la temporada 2014/2015 con el estreno de su texto Cliff/Acantilado, una reflexión sobre la identidad y la búsqueda de la belleza a partir de la caída en desgracia del actor Montgomery Clift. Era la primera vez que dirigía una de sus obras, en esta ocasión junto al coreógrafo Alberto Velasco. La temporada siguiente, el autor remontaría el espectáculo, firmándolo en solitario, para Nave 73, otra de las salas que, fundada en 2013 por Álvaro Moreno, Alberto Salas y Rocío Navarro, ha contribuido al desarrollo de la dramaturgia española contemporánea, ofreciendo su espacio a residencias de creación y apostando por estrenos de autores emergentes. Conejero era ya en este momento un autor multipremiado: en 2000 había recibido el Nacional de Teatro Universitario por Húngaros y en 2010 el Leopoldo Alas Mínguez de Literatura Dramática por la propia Cliff/Acantilado; pero su consagración como autor llegó sin duda en 2016, con el estreno de La piedra oscura, en una producción del CDN dirigida por otro autor: Pablo Messiez. Messiez obtuvo el Max a la mejor dirección; y Conejero, a la mejor autoría teatral, un premio que se sumaba al Ceres de 2015 y al José Estruch de 2016 para el texto. La pieza, un conmovedor drama poético, imagina el encuentro entre el último gran amor de Lorca y un jovencísimo militar fascista en los momentos previos al asesinato del primero por el ejército nacional. Conejero es Premio Nacional de Literatura Dramática de 2019 por La geometría del trigo, texto que él mismo dirigió para su estreno en el CDN, y actualmente dirige el Festival de Otoño de Madrid. Poeta, además de dramaturgo, Conejero sigue la estela lorquiana del amor por el lenguaje y la preocupación por las honduras del alma. Sus textos, de gran precisión formal, destilan el profundo conocimiento del autor de la historia de la literatura y, en concreto, de la literatura dramática, escondiendo infinidad de referencias y homenajes.
En Barcelona, el apoyo a la dramaturgia contemporánea y la difusión de la autoría teatral catalana han estado liderados tradicionalmente por la Sala Beckett. Este espacio de exhibición, creación, formación y experimentación teatral fue fundado en 1989 con el impulso de José Sanchís Sinisterra, quien sigue siendo patrono de honor de la fundación, como lo fuera, hasta este mismo mes de abril de 2020, el tristemente fallecido Josep Maria Benet i Jornet, auténtico padre de la nueva dramaturgia catalana. La Beckett apoya la creación dramatúrgica a través de diversas iniciativas como pueden ser las residencias artísticas o el programa Autor en Residencia; pero quizá uno de los espacios consolidados por la sala de mayor relevancia para la dramaturgia española contemporánea es el Obrador d’Estiu. Este encuentro reúne cada verano, desde 2007, a dramaturgos emergentes de todo el mundo que, recomendados por teatros, centros de creación, institutos de cultura o festivales de los respectivos países de procedencia, son invitados a Barcelona a recibir un curso especializado a cargo de un dramaturgo de prestigio internacional y a compartir, entre ellos y con otros creadores, sus textos, proyectos e inquietudes. Entre los dramaturgos españoles vinculados a estos encuentros volvemos a encontrar nombres que ya han sido aquí mencionados: Bezerra, Clua, Despeyroux, Padilla, Messiez, Conejero o Marta Buchaca han participado de estos encuentros internacionales, recibiendo talleres, impartiéndolos, o bien presentando su trabajo.
Otra iniciativa fundamental para el desarrollo de la nueva dramaturgia catalana fue la de la pequeña Sala Flyhard que, fundada en 2010, programa sólo producciones propias, siempre a partir de textos de dramaturgos contemporáneos catalanes, para un aforo de tan sólo cuarenta espectadores. También laboratorio de pruebas y espacio comprometido con la investigación, la Flyhard ha catapultado el trabajo de sus autores a los grandes espacios de producción teatral y ha transferido sus producciones a circuitos mayoritarios como los de los centros públicos o los del teatro comercial. Hitos de la historia de la Flyhard son, por ejemplo, las producciones de Un home amb ulleres de pasta, de Jordi Casanovas; Smiley, una història d’amor, de Guillem Clua; El rei borni, de Marc Crehuet; o Litus, de Marta Buchaca.
El dramaturgo Jordi Casanovas es uno de los fundadores de la sala y fue su director artístico entre 2010 y 2013. Es reseñable este interés —compartido por otros miembros de su generación— por la gestión cultural, por la puesta en marcha de proyectos más allá de los puramente artísticos. Esta generación, que tuvo que sobrevivir a la crisis inventó, quizá movida por la necesidad, nuevos modelos de gestión desde lo artístico que priorizaban la creación. Directores y colectivos pusieron en marcha salas y espacios de investigación, siguiendo el ejemplo de las veteranas Cuarta Pared y Sala Beckett, que fueron en origen sedes estables de las compañías Cuarta Pared de Javier Yagüe y Teatro Fronterizo de Sanchís Sinisterra, respectivamente. Los artistas españoles de este siglo xxi, sin abandonar sus carreras como creadores, se han involucrado y se involucran cada vez más en proyectos de gestión, programación y curadoría, dando lugar a iniciativas como el BE Festival en Birmingham (puesto en marcha por Miguel Oyarzun e Isla Aguilar) o el Festival inTACTO en Vitoria (comandado por Iara Solano). Dramaturgos como Sanzol o Conejero han ocupado en los últimos años posiciones de responsabilidad en instituciones públicas, asumiendo, como se ha dicho, las direcciones del CDN y el Festival de Otoño de Madrid, respectivamente.
El texto de Casanovas Un home amb ulleres de pasta abrió la temporada inaugural de la Flyhard y se remontó con un nuevo equipo de actores, pero siempre con dirección de su autor, en la madrileña Pensión de las Pulgas. Casanovas tenía ya una amplia trayectoria: Marqués de Bradomín en 2005 por Andorra; Premio de la crítica Serra d’Or al mejor texto del 2006 y Premio Revelación de la Crítica de Barcelona 2007 por Hardcore videogames, la trilogía compuesta por los textos Wolfenstein, Tetris y City/Simcity. En los últimos años, Jordi Casanovas se ha especializado en un formato de drama documental que recoge materiales de actualidad para confeccionar piezas que han cosechado gran éxito en la escena española reciente; entre ellas, Ruz-Bárcenas sobre el acta judicial del proceso al extesorero del Partido Popular, o Jauría, a partir del sumario del juicio a La Manada.
Smiley, un canto al amor sobre dos hombres enamorados a pesar de sus irreconciliables diferencias, dio el salto de la Flyhard al Teatre Lliure primero y al Capitol después. Más tarde, la obra hizo temporada en los teatros Lara y Maravillas de Madrid, y cuenta con varias producciones internacionales. Estrenada bajo la dirección del propio autor, Smiley es la comedia más exitosa de Clua, de quien podrían destacarse otros textos como Marburg (estrenada en el TNC en 2010), La piel en llamas (texto nominado al Max, Premio Ciutat d’Alcoi 2004 y Premio de la Crítica Serra d’Or 2005, estrenado en el CDN en 2012) o La golondrina. Esta temporada, Clua ha estrenado otro ambicioso proyecto de gran formato en el TNC, escrito por él y dirigido por Josep Maria Mestres: Justicia, una pieza monumental que atraviesa la historia reciente catalana y que agotó todas sus localidades hasta ser cancelada con el cierre de los teatros por la pandemia en marzo de 2020.
El rei borni fue todo un fenómeno teatral y se convirtió en el guion cinematográfico de una película de 2017 por la que el propio Crehuet recibió una nominación a los Premios Goya a la mejor dirección novel. La obra, que cuenta la historia del encuentro casual, en una cena de amigos, entre un cineasta que había perdido un ojo en una manifestación pacífica y el policía que lanzó la pelota de goma que lo hirió, apeló a toda una generación en un momento políticamente convulso.
Cuando, en 2012, Marta Buchaca estrenó Litus en la Flyhard, ya había pasado por la Beckett, donde había estrenado en 2007 El olor bajo la piel, proyecto cocinado en el Obrador d’estiu, y Plastilina, accésit del Marqués de Bradomín del mismo año. Además, había sido finalista del Premi Fundació Romea de textos teatrales en 2006 por Emergència; había estrenado Las niñas no deberían jugar al futbol en el Festival Grec en 2009; y había formado parte, entre 2009 y 2011, del Proyecto T6, el programa de promoción de la escritura teatral contemporánea del TNC y la SGAE, en una edición que reunió nombres fundamentales de la dramaturgia joven catalana, entre los que se encontraban también Jordi Casanovas o Josep María Miró.
Un caso particular es el del valenciano Pablo Gisbert. En 2011 fue accésit del Marqués de Bradomín por un texto que nunca estrenó: Un cine arde y diez personas arden. Un año antes, en 2010 y después de su formación en la Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid y en el Institut del Teatre de Barcelona, ya había fundado junto a Tanya Beyeler el proyecto escénico El Conde de Torrefiel. Curtido también en espacios alternativos como la sala Pradillo en Madrid o el Antic Teatre en Barcelona, El Conde ha desarrollado un lenguaje propio heredero de las poéticas posdramáticas y consonante con las artes visuales contemporáneas. Ya en la segunda década del siglo xxi, es un colectivo de referencia en las artes escénicas de vanguardia y está presente en los espacios más importantes del circuito europeo. Su última pieza, La Plaza, es un ambicioso proyecto de gran formato coproducido por el Kunstenfestivaldesarts de Bruselas, el Vooruit de Gante, el Mousonturm de Frankfurt, el GREC de Barcelona, el Wiener Festwochen de Viena, el Teatro Maria Matos y Alkantara Festival de Lisboa, el Festival de Marsella, la Trienal de Milán, el Festival d’Automne y Centro Pompidou de París, el centro HAU de Berlín, el Zürcher Theater Spektakel de Zurich y el Black Box Teater de Oslo. Además, Gisbert escribe para La Veronal, la compañía de danza contemporánea liderada por el coreógrafo Marcos Morau, con quien explora la palabra en relación con el movimiento.