Estemos o no de acuerdo con la visión de Thomas, la primera palabra que me viene a la cabeza al asomarme a su obra es la de respeto, y esto, por varias razones. En primer lugar, por el enorme volumen de su historiografía, a lo que se une su meticulosa erudición, la extraordinaria bibliografía que aporta en cada uno de sus trabajos, su pasión por la vida, incluyendo la política, y, sobre todo, por su gran pasión por la escritura. Sus historias son amenas, ambiciosas y escritas de forma sencilla y entendible, lo que las hace accesibles a un público amplio, razón por la que algunos las han tachado de «historias noveladas». Otros, como John H. Elliott, aunque en algún momento ha sido crítico con Thomas, lo ha calificado como «narrador brillante y soberbio», y ha afirmado que Thomas consideraba «la acción humana» como el gran motor de la historia.[xii] Pero esta sencillez no debe confundirnos, son pocos los historiadores que apoyan sus afirmaciones con tal multitud de fuentes históricas. No nos olvidemos que Thomas posee, además de un gran conocimiento histórico, una gran percepción sobre la personalidad y la psicología de los personajes que trata. En el caso de uno de los protagonistas más importantes de la historia de la conquista, Hernán Cortés, destaca la precisión del retrato ofrecido por Thomas tanto de su persona como de su obra, comparándolo con otros grandes hombres como Carlos V o Pizarro. Hernán Cortés es descrito como audaz, extraordinario improvisador, gran escritor, como demuestra en sus Cartas, a las que considera «grandes muestras de escritura renacentista», cauto a la vez que valiente, flexible, cortés y quizás algo hipócrita en alguna ocasión, como cuando se dirige de forma epistolar al emperador.[xiii] Los perfiles psicológicos de los Reyes Católicos son, igualmente, muy acertados y de una gran agudeza. Como apunté antes, Thomas es, además, un gran escritor, por escribir libros que no se caen de las manos: dedica parte importante de su producción a lo anecdótico, a la intrahistoria, si se quiere, pero sin perder nunca la coherencia del contexto de la obra, a la que se entrega con un gran conocimiento y estudio de los temas, y a los que añade una gran honradez. Sí, lord Thomas es un historiador honrado, con él mismo y con sus lectores. Si un historiador ensalza a Alejandro Magno, no tiene nada de particular, si otro lo hace con Julio César o incluso con Napoleón,[xiv] que, según algunos, llevó a cabo en España las mayores atrocidades jamás cometidas contra poblaciones civiles, con la excepción del Holocausto nazi, tampoco.[xv] Como si alguna vez estos grandes personajes históricos hubiesen dado voz a los vencidos. Pero, si a alguien se le ocurre ensalzar a Hernán Cortés y compararlo con alguno de los personajes antes citados, debe estar preparado para recibir las más duras críticas. España no tiene derecho, hoy por hoy, a ensalzar la figura de Hernán Cortés. Y, sin embargo, pese a ser un gran patriota inglés y a sabiendas del precio que tiene en el mundo protestante hablar bien de un líder español, Thomas lo hizo, sin poder ocultar su fascinación por este formidable capitán extremeño. Algo que, sin duda, le granjeó importantes críticas. Manteniéndose fiel y honrado ante su visión de la historia, Thomas constituye un gran ejemplo para muchos historiadores que, incluso dentro de España, no se atreven a dar una imagen tan positiva de un personaje que no es políticamente correcto, pero sí extraordinario como estratega, escritor y hombre de acción. Thomas juzga a Hernán Cortés como soldado y como escritor, no como defensor de los derechos de los indígenas. Hubiese sido mucho más fácil ensalzar con el mismo ahínco a Bartolomé de las Casas, que también era español, no lo olvidemos, aunque no lo hizo.

Pero lo que en realidad importa es que la obra de Thomas ha sido y todavía es canónica, como en su día lo fuera The Conquest of Mexico, de William H. Prescott, el Cristóbal Colón de Washington Irving o las obras de Samuel Eliot Morison sobre el descubrimiento de América. Obviamente, Thomas no era perfecto, tenía las carencias que tienen muchos historiadores que trabajan en culturas que no son la suya y es cierto que su español nunca fue muy bueno, si bien no por eso permitió que sus traducciones dejasen de ser excelentes: ha logrado que muy pocos pudiesen llegar a su altura en la historia española de los siglos xvi y xvii.

El 29 de octubre del año 2003, Hugh Thomas presentó El Imperio español. De Colón a Magallanes (cuyo título en inglés era Rivers of Gold), libro, como todos los de Thomas, voluminoso.[xvi] La presentación tuvo lugar en la Casa de América de Madrid, con un aforo importante, y a la que tuve la oportunidad de asistir. Fue presentada por el conocido político español Alberto Ruiz-Gallardón, entonces alcalde de dicha ciudad. Tocando temas espinosos, Thomas habló en español sobre la esclavitud y defendió que no había que atribuir toda la responsabilidad del tráfico de esclavos negros al continente americano a los españoles (ingleses, portugueses), ya que eran los mismos africanos los que traficaban y vendían a los europeos esclavos de su misma raza para que éstos fuesen transportados. Dijo que, en cualquier caso, lo que hicieron los tatarabuelos de nuestros tatarabuelos no es algo de lo que debamos sentirnos responsables. Aunque lo primero pueda ser, cuando menos, discutible, sí estoy totalmente de acuerdo con lo último. Sin embargo, a continuación Thomas disertó sobre los siglos de gloria de España, Francia e Inglaterra… Si no somos responsables de lo que hicieron los tatarabuelos de nuestros tatarabuelos con los africanos, ¿sí lo somos de las glorias alcanzadas por esos mismos tatarabuelos? Una de dos, o lo somos de lo bueno y lo malo, o no lo somos de nada. No podemos aplicar una doble medida para lo que nos convenga. Como dice el refrán castellano, «Las victorias tienen muchos padres y las derrotas son huérfanas».

También llama la atención cómo, a raíz de la muerte de Thomas, la prensa anglosajona de ambos lados del Atlántico ha arremetido contra el historiador inglés por posicionarse del lado de España en el tema del descubrimiento y la conquista, arguyendo que Thomas pasa por alto las barbaridades cometidas por el Imperio español con los indígenas y sin dar voz a los pueblos amerindios. Cowell, del New York Times, refiriéndose a la conquista, destaca que Thomas traza una historia de los conquistadores más que de los conquistados, en la que los protagonistas son blancos, europeos y hombres.[xvii] De igual manera, Jeremy Treglown afirma en el Telegraph:

[E]l deseo de los colonos de obtener el máximo provecho de la mano de obra de los nativos, por un lado. La despoblación causada por la introducción de nuevas enfermedades, por otro, así como la determinación de los frailes de que el mayor número posible de indios tuviese el beneficio de una educación cristiana, produjo batallas internas entre el clero sobre el grado de libertad que debía permitirse a las costumbres nativas. En el extremo intolerante de esta ecuación, tenemos las torturas y ejecuciones indiscriminadas. Thomas no oculta la brutalidad del imperialismo español ni cuestiona las ambiciones imperiales y rinde un amplio tributo al buen trabajo de muchos misioneros.[xviii]

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