POR SERGIO VILA-SANJUÁN
SALVADOR PÁNIKER, EL CONCILIADOR DE PEDRALBES
Barcelona no será la misma sin Salvador Pániker, fallecido la noche del 31 de marzo de 2017, «tranquilo, en su casa y sin sufrimiento», según informó su hijo Agustín.

El filósofo del encuentro entre Oriente y Occidente, el gran entrevistador de los años sesenta, el activista por el derecho a una muerte digna, el cerebro de la editorial Kairós fue, asimismo, un personaje mundano, seductor y coqueto, amante de las conversaciones inteligentes, de las reuniones sofisticadas y el contacto con el saber y el poder. Hombre de muchas facetas, una de ellas ha sido elevar el nivel de la discusión intelectual española, ayudando a incorporar la complejidad ideológica del mundo posterior al Mayo del 68 y su pluralismo espiritual.

Nacido en 1927, su padre era un industrial indio que se había instalado en España en 1916 y su madre pertenecía a la burguesía catalana. En su educación pesó el cristianismo progresista materno y la influencia del hermano mayor, Raimundo, uno de los primeros intelectuales del Opus Dei. Pániker pertenecía a la brillante generación de los cincuenta, la de Barral y Gil de Biedma, a los que ha sobrevivido casi treinta años. También la de los cineastas Jaime Camino y Pere Portabella o el filósofo Manuel Sacristán.

 

ENTREVISTADOR Y EDITOR DE LA CONTRACULTURA
Su formación tuvo un carácter muy plural y pronto se hizo camino en el mundo de los negocios, asegurándose una posición acomodada. Casado con la futura escritora y dibujante Núria Pompeia, con quien tuvo cinco hijos, en 1965 funda la editorial Kairós, desde la que lanzó en España los principales textos de la contracultura estadounidense (Theodore Roszak, Alan Watts, Abraham Maslow) y, posteriormente, a los teóricos de la escuela de Palo Alto, del pensamiento transpersonal, del mindfulness…

En 1966, en la contraportada de su primer libro importante, Conversaciones en Cataluña, Pániker se definía con las siguientes palabras: «Licenciado en Filosofía, ingeniero industrial, promotor de empresas, músico y escritor; mide un metro setenta y ocho, pesa setenta y cinco kilos y tiene la presión sanguínea baja» (una reconocida hipocondría lo acompañó siempre). «Salud, trabajo intelectual, mundo afectivo: todo eso en un saco revuelto, motivos permanentes de mi vida», escribiría en sus diarios de la época.

Conversaciones en Cataluña recogía veinticinco entrevistas con personajes como Josep Pla, Salvador Espriu, Adolfo Marsillach, Pedro Durán Farell o el alcalde Porcioles: figuras del franquismo, figuras con futuro y figuras de la contestación más o menos tolerada del momento. Fue un best seller, «Le livre dont on parle le plus a Barcelone», según Le Figaro. Lo siguió, intensificando el tono político, Conversaciones en Madrid (1969), por el que desfilaban ministros como Fraga o López Rodó y opositores como Tamames o Tierno Galván; también escritores como Cela o Buero Vallejo. Ambos, libros indispensables para entender la fase final del franquismo.

 

APROXIMACIÓN AL ORIGEN, OBRA CLAVE
Convertido en una estrella del mundo cultural y social, Pániker colaboró regularmente en La Vanguardia (de la que recibió el Premio de Periodismo Godó Lallana) y se integró en la escena de la entonces boyante gauche divine. Ello no le impide consagrarse a sistematizar una visión del mundo en la que se integran sus inquietudes e influencias. En 1982 publica su ensayo clave, Aproximación al origen, donde se propone romper con la supuesta antagonía entre la espiritualidad oriental y el mundo desarrollado y técnico de Occidente. Para Pániker no hay conflicto: uno puede aprovechar las aportaciones del taoísmo, el budismo o el zen y, al mismo tiempo, servirse de los puntos de vista de la entonces naciente informática, la cibernética o la teoría de los sistemas. Y, como telón de fondo, la atención permanente a los teóricos contraculturales y a su evolución.

Claves del pensamiento panikeriano: asumir la complejidad, apuntar de manera simultánea al origen y hacia el futuro, ser más primitivos y también más refinados. Desconfiar de las ideologías y de los dogmas, de la división izquierdas-derechas; buscar en lo supuestamente sencillo el mayor grado de elaboración; sumergirnos en lo interdisciplinario y pensar la diferencia. Las tesis de este volumen las completaría en sus Ensayos retroprogresivos, donde abunda en conceptos como el paradigma ecológico y también el holográfico: cada individuo es la totalidad de las cosas, cada parte contiene el todo.

Coqueteó con la política y fue diputado en la lista de Unión de Centro Democrático (UCD) en 1977, hasta que renunció para ceder su escaño al diputado gitano Juan de Dios Ramírez Heredia. Comprometido con la lucha por la eutanasia, presidió la Asociación Derecho a Morir Dignamente.

 

LOS DIARIOS Y EL REENCUENTRO CON RAIMON
Tras publicar dos volúmenes de memorias (Primer testamento y Segunda memoria), en la última etapa de su vida Salvador Pániker se lanza con espíritu juvenil a una singular aventura creativa. Ya cumplidos los setenta, comienza a publicar unos dietarios reelaborados, en los que combina reflexión íntima, vida social, retratos de sus amigos, historias sentimentales (se había separado tiempo atrás de Núria Pompeia) y, por supuesto, una sucesión de pensamientos en la clave «retroprogresiva». A Cuaderno amarillo y Variaciones 95 sigue Diario de otoño, mucho más grave y marcado por la enfermedad y muerte de su hija Mónica. En 2015 publicó Diario de un anciano averiado y, hace algunos meses, me confesó que estaba acabando una nueva entrega. Estos libros de su última etapa le aseguran por sí solos un lugar de honor en la literatura española contemporánea.

Lo traté con cierta regularidad, lo entrevisté con motivo de sus libros y se prestó amablemente a presentar uno mío. A fines de los años noventa, pensé que sería buena idea propiciar una reunión de Salvador con su hermano Raimundo, que en su madurez había dejado el Opus para desarrollar una brillante carrera, como teólogo del encuentro entre hinduismo y cristianismo, en las universidades americanas. También se había catalanizado el nombre e indianizado el apellido. Las relaciones entre ellos no eran buenas y llevaban varios años sin verse.

Me costó varios meses de complicadas gestiones, pero, al final, ambos accedieron a encontrarse y protagonizar un debate sobre sus respectivas ideas. Tenía que ser en algún lugar a medio camino entre sus domicilios, ya que ninguno quería desplazarse al del otro. Y así acabamos quedando en un no lugar, un funcional hotel de cadena en Vic, relativamente equidistante entre el chalet de Salvador en el barrio barcelonés de Pedralbes y el nido de águilas de Raimon Panikkar en Tavertet. El hermano mayor apareció con su habitual túnica de santón oriental y el más joven, con una de las bufandas con que atemperaba sus reiteradas afonías.

¿De qué hablaron? De la conciliación entre Oriente y Occidente a través de una perspectiva que no fuera monocultural; de la crisis del capitalismo, evidente y definitiva para Raimon, matizable y hasta superable para Salvador; de los valores universales y de los que no pueden serlo; de las Iglesias —Raimon seguía siendo sacerdote, aunque, sin duda, muy a su manera, entre otras cosas porque se había casado—; Salvador abogaba por una «religión a la carta»… Intentaron honestamente, creo, entenderse aquella mañana y también se lanzaron más de una pulla: Salvador reprochó a Raimon su «postura demagógica» en la denuncia de la ciencia y Raimon a Salvador su «fe supersticiosa» en ella… Hubo una conclusión: «Raimundo y yo somos homo religiosus, cada cual a su manera» (Salvador dixit).

El encuentro transcurrió con fluidez y aparente cariño; el extracto de la conversación, ilustrado con magníficas fotos de Pedro Madueño, apareció en el suplemento Libros de La Vanguardia del 28 de abril de 2000. Tras transcribirla me reafirmé en que, como ocurre con los Mann o los Machado, el pensamiento de los Pániker es, en cierta forma, complementario y, desde luego, más comprensible cuando se aborda en clave de familia.

 

UN SEÑOR DE BARCELONA
Salvador fue, asimismo, un «señor de Barcelona». Este concepto lo acuñó Josep Pla a propósito del industrial Rafael Puget y sirvió para definir una tipología de caballeros de antes de la guerra, arraigados a la ciudad, con historia y con eso que se suele llamar «clase». Salvador Pániker y algunos otros miembros de esa generación de la que ha sido un gran superviviente le dieron una nueva formulación. Pániker supo conectarla con las grandes corrientes intelectuales de su época, le añadió ciudadanía del mundo, trascendencia espiritual y sensualismo; incrementó notablemente su sentido del humor y, un poquito, su coquetería.

Con todo esto Pániker ha sido un gran señor de la Barcelona renovada y posmoderna en la era anterior y posterior a los Juegos Olímpicos; alguien que ha sabido utilizar a fondo su capacidad económica en favor de la cultura y elevar, con mucha elegancia, el tono ciudadano. Barcelona, lo decía al principio, no será la misma sin el filósofo de Pedralbes.

Salvador, ha sido un privilegio conocerte, leerte, reír contigo y reflexionar sobre tus ideas, a veces tan provocativas, siempre iluminadoras. Que el gran cosmos te sea leve.

(2017)

 

MANUEL MARISTANY, NOVELISTA DE GUERRA Y CRONISTA DE LA OPERACIÓN IMPALA
Una veintena de veteranas motocicletas Impala, en perfecto estado de conservación, acompañaron ayer a Manolo Maristany en su último viaje desde el tanatorio de Sarriá hasta un cementerio barcelonés. Sus conductores rendían así homenaje al autor de Operación Impala, un clásico del libro de viajes español que resultó decisivo para convertir la moto de Montesa en objeto de culto.