El flashback continúa en las secuencias siguientes, 40A (cuya didascalia se inicia con la advertencia «Ha pasado un tiempo»; g: 15) y 42, ambas localizadas en la misma Casa Fortunata en Cava de San Miguel, separadas —o, más bien, enlazadas— por la brevísima 41 («Habitación Fonda: Juan, sentado en la misma postura, con la mirada distraída, sigue recordando»; g: 17), lo que indica que continúa la evocación iniciada al amanecer de aquella noche de bodas. El contenido narrativo de esas secuencias recoge lo que en la novela Juan le cuenta a Jacinta, en diferentes conversaciones a lo largo del episodio, acerca de sus frecuentes visitas, acompañado a veces de su amigo Villalonga, a la Cava de San Miguel, donde Fortunata vive con su tía Segunda Izquierdo y un picador, «querindango de Segunda» (según la denomina el narrador de la novela; FyJ: 209), en un ambiente de riñas, peleas, borracheras, que motivarán la decisión de Fortunata, al final de la secuencia 42, en respuesta al desafío de Juan:

JUAN.—Pruébame que me quieres.

Fortunata le mira largamente. Después dice:         

FORTUNATA.—¿Cómo?

JUAN.—Huye de tu casa conmigo.

Ella no dice nada. Vuelve de nuevo a la vivienda y desaparece en ella. Juan no sabe si ha sido una negativa. Espera sin moverse. Se va a ir cuando nuevamente aparece ella con el mantón. Lo único que dice es: Juan, vámonos. Y echa a andar por la escalera abajo seguida de Juan (g: 18-19).

 

Episodio que recrea con notoria fidelidad el relato que hace Juan en la novela: «Un día le dije: «Si quieres probarme que me quieres, huye de tu casa conmigo». Yo pensé que me iba a decir que no […]. La respuesta fue coger el mantón y decirme vamos» (FyJ: 205). Importa notar que, si bien en el relato fílmico el protagonista recuerda ese episodio en la noche insomne en la fonda burgalesa, la novela sitúa la confidencia más adelante, «en Zaragoza, después que los esposos oyeron misa en el Pilar y visitaron la Seo» (FyJ: 204). Una ciudad que no aparece ni se menciona en el relato fílmico, que —como enseguida veremos— reduce sus localizaciones a Burgos, el tren que cruza las campiñas manchega y andaluza, es Sevilla. Por ello determinadas situaciones o episodios del viaje cambian también de escenario.

Así sucede con algo que la novela situaba precisamente en Zaragoza, cuando los recién casados, paseando por calles y plazoletas solitarias «se abrazaron y estuvieron estrechamente unidos, besuqueándose por espacio de un buen minuto» (FyJ: 207). Confirmando los temores de Jacinta («Si alguien nos viera…»), aparece una figura negra: «Era un sacerdote viejo. Cogiéronse del brazo los consortes y avanzaron afectando la mayor compostura. El clérigo, al pasar junto a ellos, los miró mucho» (FyJ: 207). La versión filmada lo muestra en la secuencia 43, situada en la Chopera (todavía en Burgos, acaso al día siguiente de su llegada), cuando Juan y Jacinta se están besando en un rincón, y pasa «un cura viejo y encogido […]. Juan, advertido, deja de abrazarla y ambos simulan cogiéndose del brazo y yendo en dirección al clérigo con la mayor compostura. Se cruzan con él. Siguen caminando» (g: 20).

Pero la situación supera lo meramente anecdótico, para suscitar otro diálogo de inquisiciones y confidencias: «Me prometiste que me ibas a contar», recuerda Jacinta. Juan lo hace, comenzando por el principio: «Conocí a una mujer […]. La encontré en una escalera. Estaba comiendo un huevo crudo» (g: 20-21); transcripción casi literal de cómo lo cuenta el personaje en la novela: «al subir la escalera de piedra, encontró una muchacha que se estaba comiendo un huevo crudo…» (FyJ: 202). Pero en este caso, la versión filmada no lo recrea en flashback, porque ya lo había mostrado en el capítulo 1, siguiendo el mismo orden de la novela, cuyos capítulos iii y iv de la primera parte habían referido ese primer encuentro entre Juanito y Fortunata.

La confidencia se prolonga y amplía en un diálogo donde Santa Cruz explica, a su manera, algo de lo que se muestra en las secuencias 40 y 40A. Pero el guionista aprovecha para poner ahora, en labios del personaje, algunas de las consideraciones morales que éste formulaba en la novela y que, lógicamente, no cabría situar en aquellas escenas de flashback:

Esta gente del pueblo no tiene moral. No conoce la dignidad… Sólo les mueven sus pasiones o el interés […]. Parece mentira que todo aquello me divirtiera. Pero estaba ciego: Tenía entonces la manía de lo popular… Ella era como un pequeño animal, como una salvaje… No sabía leer ni escribir, pero tenía buen corazón […]. Tenía buen corazón… ¡Pobre nena! (g: 23-24).

 

Esa compasiva exclamación, dicha «en voz muy baja» (indica la didascalia) es el elemento que motiva la evocación que ocupará la secuencia siguiente, anunciada así en ésta: «Jacinta no ha podido oír. Detiene la marcha. Ambos se abrazan, pero el pensamiento de Juan está lejos de allí, en otro lugar» (g: 24).[7] La escena que él recuerda (Secuencia 44: «Interior noche / Cuarto en trastienda platería») se sitúa en «la habitación donde Fortunata y Juan se encuentran. Es un cuarto desnudo con una cama […]. Se abrazan despacio. Entrelazados, se buscan y se besan sin descanso […] formando un solo cuerpo, hacen el amor» (g: 25). Por supuesto que nada de ello estaba explícito en el texto de la novela, aunque sí las palabras que, «en una pausa» y tras mirar «a la mujer largamente», dice el hombre: «Tienes los ojos como dos estrellas» (g: 25). Más adelante, cuando ya están en Sevilla, Juan le confesará a su esposa: «¡Si la hubieras visto…! Fortunata tenía los ojos como dos estrellas» (FyJ: 226).

La secuencia siguiente (45. Interior día / Catedral) ejemplifica otra de las particularidades de la versión filmada respecto a su referente literario; en el orden de los sucesos se producen leves alteraciones, también debidas a la reducción y concentración de escenarios urbanos. En la novela, la visita a la catedral de Burgos, se produce, como parecería obligado, en la mañana inmediatamente siguiente a la llegada de los viajeros a la ciudad; la versión filmada la retrasa algunos días, sin dedicarle la detallada atención que tiene en el relato literario, pero convirtiéndola en otro motivo de evocación: «La contemplación del sitio le vale al hombre para aislarse vivamente y así, al mismo tiempo que sus ojos van descubriendo las columnas, los cuadros y las imágenes, surge, vivo, el recuerdo» (g: 26).[8]

En esta ocasión, lo recordado (secuencia 46. Interior noche / Trastienda platería) es una de las escenas de juerga, vino y violencia,[9] en la casa que comparte José Izquierdo con la viuda de un platero, y en las que participan también su hermana Segunda Izquierdo y el picador, en presencia de Fortunata, Juan, su amigo Villalonga y la amante ocasional de éste. El referente literario está en lo que Santa Cruz le cuenta a su esposa cuando pasean «por las arboledas de Torrero», en Zaragoza:

¡José Izquierdo! […] Este tal le sorbió los sesos a una pobre mujer, viuda de un platero y se casó con ella […]. Todo el santo día estaban riñendo, de pico se entiende… ¡Y qué tienda, hija, qué desorden, qué escenas! Primero se emborrachaba él solo, después los dos a turno […]. Segunda empezó por presentarse todos los días en la tienda de la Concepción Jerónima, y armar un escándalo a su hermano y a su cuñada […]. A las dos semanas de aquellos dimes y diretes, de tanta bronca y de tanto escándalo entre los hermanos Izquierdo, y entre Izquierdo y el picador, y tía y sobrina, se reconciliaron todos, y se acabaron las riñas y no hubo más que finezas y apretones de manos (FyJ: 209).

 

De su relato proceden también algunas de los insultos que, en el calor de la discusión, le dirige Segunda a su hermano: «¡Presidiario de mierda, revolucionario de barricadas, torero de invierno, piojoso!» (g: 27), que reproducen lo que Juan dice del tío de Fortunata: «presidiario y revolucionario de barricadas, torero de invierno» (FyJ: 209).

Como noté, la lectura de Camus reduce las ciudades visitadas en el viaje de novios a Burgos y a Sevilla; de modo que, concluida la estancia en la capital castellana, el relato audiovisual nos muestra a los viajeros ya en el tren, donde continúa el interrogatorio de Jacinta y las confesiones de Juan,[10] en cuyos parlamentos se reproducen fragmentos de los diálogos novelísticos, aunque correspondan a otros lugares y situaciones. Así, cuando ella ríe y su esposo le pregunta la causa, su explicación («De pensar en la cara que hubiera puesto mamá si le entras por la puerta una nuera de mantón, sortijillas y pañuelo en la cabeza»; g: 9) reproduce casi literalmente un comentario de Jacinta, poco después de cruzarse con el clérigo: «¿Sabes de qué me río? De pensar en la cara que habría puesto tu mamá si le entras por la puerta una nuera de mantón, sortijillas y pañuelo a la cabeza…» (FyJ: 208). El diálogo entre los esposos en el tren desembocará, como en secuencias anteriores, en otra evocación del pasado, introducida por la habitual justificación: «Juan se cambia de asiento. Viene junto a ella, que está vuelta hacia el paisaje. […] Juan la coge del hombro. Ella inclina la cabeza hacia él. Ante Juan aparece en un rápido recuerdo la imagen de» (g: 30). La frase de la didascalia queda cortada, como indicio de la rápida transición a la secuencia 47A. Una secuencia que merecería especial comentario, porque, como sucede casi inmediatamente después, con la 47C, se suprimirá en lo filmado.[11]