POR ALFREDO TAJÁN
Fotografía cedida por la Casa Gerald Brenan

Enmarcado en el escepticismo europeo de entreguerras, el hispanista inglés Gerald Brenan (Sliema, Malta, 7 de abril de 1894- Alhaurín el Grande, 19 de enero 1987), autor de El laberinto español, fue un personaje caleidoscópico, combatiente en las trincheras de la Gran Guerra, caminante empedernido, e inspirador también de los viajes de proximidad que años después realizaría Patrick Leight Fermor. No fue una figura al uso. Antropólogo social más que historiador, heterodoxo, contradictorio, sin duda Gerald Brenan era inglés hasta la médula, hasta el punto que había recorrido con frecuencia las cercanías del grupo de Bloomsbury -al que no se adscribió del todo, a pesar de su buena relación con Virginia Woolf-, pero sintió una pasión desmedida por nuestro país desde que desembarcó en La Coruña en 1919. Esa pasión le acompañó incluso en su declive. Cuando en 1984 ingresó, por motivos no suficientemente aclarados, en el Centro Residencial de Greenways, en Pinner, barrio periférico londinense, en el alud de los recuerdos luminosos que le provocaron aquella reclusión, siempre se alzaron incólumes los que provenían de su refugio y amparo, España, y sobre todo Andalucía, centro neurálgico de su empedernida curiosidad y material de sus exhaustivas investigaciones históricas. 

El paisaje y el paisanaje influyeron en sus trabajos de rastreo. Primero la belleza fría, seca y gélida de la sierra alpujarreña, Yegen, su primera residencia española. Y luego, en los años álgidos, los llamados Golden Years (1953-1968), vividos junto a su mujer, la escritora norteamericana Gamel Woolsey, en la casona, y jardín interior, de Churriana (Málaga), donde fueron vecinos del único amigo íntimo español de Brenan, Julio Caro Baroja, y anfitriones de una larga lista de intelectuales a los que Gerald supo atraer a su paraíso, desde Cyril Connolly a Ernest Hemingway, pasando por Bertrand Russell, Ralph Partrigde, E.E. Cummings o Paul Bowles. En cualquiera de ambas residencias, tanto Gamel como Gerald se convirtieran en una suerte de pareja de nómadas de lujo, al estilo de Paul y Jane Bowles, aunque su existencia se desenvolvía intramuros, y en Churriana en lugar de en la cosmopolita Tánger. Brenan y Woolsey fueron testigos de acontecimientos cruciales de la Historia de España del siglo XX, experiencia que luego ambos volcaron en sus respectivos textos. 

Prueba de ello es que una de las obras más conocidas de la esposa Gerald, Gamel Woolse, sea Death´s Other Kingdom (El otro reino de la muerte), título extraído de un verso de T.S. Eliot, una curiosa crónica, estilísticamente irreprochable, sobre el estallido de la guerra civil en Málaga, que hizo célebre a la escritora norteamericana años después de su muerte. 

Este tapiz, cuyo ritual se repite en un constante tejer y destejer, nunca es definitivo, y disfrutó de un campo ilimitado de expansión en su obra The literature of the Spanish people. From the Roman times to the present day (La literatura del pueblo español), exhaustivo sumario en el que se esboza una pequeña biografía de cada escritor seleccionado comparándolo con otros autores en un contexto histórico que no es sólo español sino también europeo

En cualquier caso, la principal aportación de la estancia del matrimonio fue el ensayo de Gerald Brenan The Spanish Labyrinth (El laberinto español), editado por la Cambrigde University Press en 1943, libro en el que el hispanista analizó, con precisión de cirujano, los antecedentes político-sociales de la Guerra Civil, sus múltiples causas y sus desastrosos efectos. Como indica Juan Pablo Fusi, El laberinto español «es la versión neorromántica de España, un país único y vital, en cuya alma popular aún germinaban hondos sentimientos de rebelión social contra la opresión, la explotación social y la injusticia (…). Sigue Fusi indicando, en su lectura de El laberinto español, que «por su prosa, un estilo carente de pedantería y pretenciosidad artística, y por su sentido moral (…) es ante todo un libro conmovedor, impregnado en todas sus páginas del afecto profundo que sentía por el pueblo español». 

Pero no sólo Juan Pablo Fusi destacó la importancia del trabajo de Gerald Brenan. También el sutil Raymond Carr, otro peso pesado del hispanismo inglés, que había visitado a Brenan en 1952 cuando este residía en el cottage Bell Court, en Aldbourne, por encargo de la Oxford University Press, para pedirle que emprendiera la redacción del libro que, por accidentes del destino, él terminaría escribiendo tras la negativa de Brenan a aceptar el compromiso, y que le brindaría un sólido prestigio: Spain 1808-1939 (periodo que luego Carr iría dilatando, en sucesivas ediciones, hasta llegar a 1975). Carr, rodeado de lógicas cautelas, no terminaría su vasto estudio hasta 1966, porque, además, manejaba, como revelador antecedente generacional, El laberinto español, obra que consideraba uno de los más brillantes estudios político-sociales sobre nuestro país. Un análisis portentoso en el que Carr, prologuista de una edición de El Laberinto en 1991, destacaba que, por la limpieza de su prosa e imparcialidad de su visión, la obra de Brenan había resistido la prueba del tiempo. 

Lo cierto es que el conocimiento de Brenan de la realidad política e histórica y cultural de España está fuera de toda duda, tanto por sus investigaciones librescas como por su búsqueda personal. Su vínculo con nuestro país fue un compromiso de vida completa. De hecho, en 1949 Gamel y Gerald regresaron a España después de la que había sido una precipitada salida de Málaga, por mar y hacia Gibraltar, el 7 de septiembre de 1936, huyendo de los estragos causados por la guerra. Pero pese a su marcha, España seguía siempre presente para Brenan, y su primer reencuentro con nuestro país se concretará entonces, en un periplo realizado entre el 10 de febrero y el 19 de abril de 1949, y será la fuente directa de otro de sus títulos más ponderados, pero quizá menos leídos, una singularísima crónica de viaje titulada The face of Spain (La faz de España), que contiene el redescubrimiento de esta patria adoptiva, aunque sea en la atmósfera adversa de un régimen aislado y acosado donde prevalece la corrupción, la recomendación, el latrocinio institucionalizado a través del estraperlo, y problemas de diversa índole. Aun así, Brenan rechaza la gravedad del tono doctoral y manifiesta su entusiasmo: «En España el tiempo imita al paisaje», afirma, al traspasar la puerta y revisitar su casa-jardín-refugio de Churriana, donde siente que ha echado raíces, y que estas han germinado en un portentoso y florido oasis interior. Tras trece años de ausencia, entonces también brota en su cabeza la idea de establecerse de nuevo en España, lo que hará definitivamente, junto a Gamel, en 1953. 

Si el capítulo de La faz de España dedicados a Málaga y Churriana resultan sentidos y directos, las páginas en las que narra una Granada sumida en la grisalla, en la mentira y en una invisible represión, alcanzan su cenit al visitar el cementerio de la ciudad, ascenso trascendente cuando pasa delante del Hotel Washington Irving, en cuyas tapias había caído fusilada parte de la población. Fruto de ese viaje, Brenan también se afana en aclarar el asesinato de Federico García Lorca, convirtiéndose así en uno de los primeros autores que investiga el brutal crimen del poeta.

Entre esa urdimbre, en el centro de esa trama, Brenan teje el tapiz de España con hilos y sedas de diversos colores, una labor de pensamiento e investigación que enriquecerá a través de sus variadas inquietudes. Entre otras, con la profunda atracción que siente por el místico San Juan de la Cruz, al que dedica sendos artículos en la revista Horizon, dirigida por su amigo Cyril Connolly: el primero, sobre la vida del santo; y el segundo, sobre su obra poética. En ambos artículos, publicados en 1947, Brenan demuestra su energía creadora y su capacidad de percepción. Por ejemplo, cuando interpreta el último verso del Cántico espiritual: «Y el cerco sosegaba/ y la caballería/ a vista de las aguas descendía», de los que afirma: «En estos dos últimos versos maravillosos, con la suave cadencia sosegante, en efecto, los caballos descienden a la vista de las aguas y quedan extraídos del curso del tiempo, convertidos en símbolos de la paz en esta tierra donde todo tiene recurrencia».

Este tapiz, cuyo ritual se repite en un constante tejer y destejer, nunca es definitivo, y disfrutó de un campo ilimitado de expansión en su obra The literature of the Spanish people. From the Roman times to the present day (La literatura del pueblo español), exhaustivo sumario en el que se esboza una pequeña biografía de cada escritor seleccionado comparándolo con otros autores en un contexto histórico que no es sólo español sino también europeo. Se trata de un compendio radicalmente subjetivo en el que, según el biógrafo canónico de Brenan, Jonathan Gathorne-Hardy, entre otras cosas, destaca su interés por los desarrollos de la métrica y otros descubrimientos músico-poéticos. La subjetividad de Brenan lo llevó a intuiciones de especial agudeza, una perspicacia saludada, entre otros, por Cyril Connolly en el Sunday Times: «El mundo anglosajón le debe a este libro el mayor acto que compete a la crítica, esto es, el descubrimiento, explicación y reubicación del gran escritor barroco Luis de Góngora, que prácticamente estaba perdido entre nosotros». 

El hispanista utilizará, aplicará y relacionará estos hallazgos en épocas posteriores, hasta conformar un propósito común, esto es, un estudio de la literatura española que fuera más allá de una concepción crítica estrictamente nacional. Sin abandonar su espíritu insobornable, Brenan puntualiza también que la literatura española era de autores poco viajados pero cuyo encanto estribaba precisamente en ese punzante sabor nacional, porque «de todas las literaturas europeas es la española la más homogénea». 

Por ese motivo, y por muchos otros que sobrepasan las dimensiones de este artículo, debe rescatarse, ahora más que nunca, la presencia de este hispanista sui géneris como un autor fronterizo, aunque no menos esencial, que aportó, a su manera, una renovada visión de la imagen de España: el hispanista de los hispanistas británicos, que colaboró al giro historiográfico sobre nuestro país que realizarían otros filósofos, novelistas e historiadores, a partir de la década de los años cincuenta del pasado siglo.

No cabe duda que Gerald Brenan pensó, y ayudó a pensar, en España.

Fotografía cedida por la Casa Gerald Brenan

Textos citados:

*Brenan, Gerald. El laberinto español, Antecedentes sociales y políticos de la Guerra civil. Blacklist, contemporánea. Barcelona, 2009.

* Primer Encuentro de Hispanistas Gerald Brenan, celebrado en Málaga los días 24 y 25 de noviembre del pasado año, en la Casa Gerald Brenan, titulado Pensar en España.

Alfredo Taján es escritor y director de la Casa Gerald Brenan