CIRCA 1918: L’INSTANT Y PLANÇONS

Joan Pérez Jorba era director de la oficina de París del Banco Español del Río de la Plata y poeta modernista en lengua catalana. Se introduce en las filas de la vanguardia, todo un hito, mediante la creación de la revista L’Instant (1918-1919), que funda en la capital francesa y luego traslada a Barcelona. Entre las firmas presentes en L’Instant, además de Junoy o de Joan Salvat-Papasseit, figura lo más granado de la vanguardia poética francesa: Pierre Albert-Birot –sobre el cual Pérez Jorba escribe un folleto con el pie editorial de la revista, publicado en la Barcelona de 1920–, Apollinaire –el director de la publicación es otro de los colaboradores del referido número con el que SIC homenajea póstumamente al autor de Alcools–, Aragon, Cendrars, Louis de Gonzague Frick, Radiguet, Reverdy, Soupault, Tzara, etcétera. Lo más conocido de aquella aventura es el impactante cartel que Joan Miró diseña en 1919 para anunciar la revista en la capital catalana. El cartel nunca llegó a editarse, pero a día de hoy su original sigue conservándose en el IVAM.

El único número de la revista Plançons, también aparecida en el París de 1918, pone de manifiesto la conexión con la vanguardia de su director, otro poeta catalán: el bohemio Ferran Canyameres, nacido en Tarrasa. Canyameres había llegado a Francia el año anterior y, tiempo después, se convertiría en el autor de varios textos memorialísticos sobre su estancia en el exterior. Entre sus poemarios de posguerra, periodo durante el que regresó a París como exiliado, se cuentan ediciones ilustradas por Antoni Clavé y por el mismísimo Picasso. En las páginas de Plançons concurren Apollinaire –con una traducción de «Le Pont Mirabeau» de Pérez Jorba, que había incorporado a su paisano, Ferran Canyameres, a la plantilla del banco antes citado–, el propio Pérez Jorba y el belga Marcel Sauvage.

 

CIRCA 1919: GUILLERMO DE TORRE

El ultraísmo, nacido en el Madrid de 1919 gracias al impulso de Rafael Cansinos Assens, fue el primer movimiento articulado de la nueva poesía española. En buena medida, consistió en un cóctel francés (cubismo literario, unanimismo, simultaneísmo, dadá y otros ismos unipersonales, como el nunisme de Pierre Albert-Birot o el paroxisme de Nicolas Beauduin) aunque también incluía ingredientes alemanes (expresionismo), italianos (futurismo), chilenos (creacionismo huidobriano) y españoles (ramonismo).[1]

De todos los ultraístas, Guillermo de Torre, su jovencísimo líder, poseía sin duda la mejor agenda internacional, en gran parte francesa (Cendrars, Max Jacob, Larbaud, Picabia, Soupault, Supervielle, Tzara). De Torre, nacido en 1900, fue el principal discípulo español de un Huidobro, que pronto lo repudiaría estrepitosamente. Entre la obra de Guillermo de Torre concerniente a la capital francesa destacan las ágiles siluetas que componen su «Álbum Madrid-París», aparecido en sucesivos números de Grecia, y la espectacular nómina de futuros colaboradores que se anuncian en el único número de Reflector (1920), la revista que hace con José de Ciria y Escalante.

En el París de 1923, Guillermo de Torre, cercanísimo siempre a los artistas plásticos, caligrafía sobre la pared del estudio de los Delaunay –los conocía del Madrid ultraísta– el poema dedicado a Sonia de su recién aparecido Hélices, donde conjuga todas las posibles derivas de la escritura vanguardista. Sobre estas corrientes literarias suministraría parte de sus saberes teóricos y factuales en Literaturas europeas de vanguardia (1925), volumen acogido como un auténtico manual por los aspirantes a vanguardistas de habla hispana afincados en el Nuevo Mundo (De Torre incluso llegó a colaborar en Klaxon, de Sâo Paulo). En 1926, durante otro viaje a la capital francesa, un Guillermo de Torre ya menos trepidante y vibracionista conocería a Juan Gris y a Vallejo.

Consecuencia de su incansable actividad epistolar, y de las visitas a la Meca del arte moderno, son algunas traducciones del poeta, al que finalmente suplanta por el crítico. En 1924, por ejemplo, traduce El cubilete de dados, de Max Jacob, aparecida en la madrileña Editorial América. De Torre también está presente en innumerables revistas de vanguardia del Viejo y el Nuevo Mundo, entre las que se incluyen, por supuesto, varias francesas: L’Esprit Nouveau, La Vie des Lettres, la errante 391 de Picabia, Vouloir (de Lille) y las lionesas Manomètre y Promenoir, a las que se añaden las belgas Ça Ira, Écrits du Nord, Het Overzicht, Lumière, etcétera.

 

CIRCA 1921: CASTELAO, EL ANTIVANGUARDISTA

Alfonso Rodríguez Castelao, pintor, escritor y figura central de la cultura gallega del siglo xx, realiza en 1921, gracias a la Junta para Ampliación de Estudios, un periplo europeo (Francia, Bélgica, Alemania) del cual da cuenta en una serie de artículos publicados en la revista orensana Nós. El diario de ese viaje sería editado póstumamente, en 1977, por Galaxia. En París, Alfonso Rodríguez Castelao visita museos como el Louvre, el de Cluny y el Guimet, además de los principales monumentos, galerías y salones. Algunas de sus opiniones son marcadamente antimodernas: llega a afirmar que Picasso «é un farsante», elabora una serie de ácidas reflexiones en torno a la exposición individual de Max Ernst en Au Sans Pareil y, tras visitar el Salon Dada de la Galerie Montaigne, equipara el movimiento a «fazer nada com nada». En 1929, otra beca de la misma institución a la que le saca un mayor partido le permite viajar a Bretaña para estudiar sus cruceros de piedra.

 

CIRCA 1922: GERARDO DIEGO

Gerardo Diego visita por vez primera París en 1922. En casa de Huidobro toma una foto del salón. Sobre la chimenea se contempla el «poema pintado» Tour Eiffel, hoy desaparecido. A través del chileno, Gerardo Diego conoce a su paisana María Blanchard, a Paul Dermée y a su mujer Céline Arnauld, al crítico de arte Waldemar George, a Juan Gris, al poeta y tipógrafo Iliazd, al galerista D.H. Kahnweiler, a Le Corbusier, a Léger, a Lipchitz y a otro de los críticos más influyentes de la escena, Maurice Raynal. La de Huidobro era ciertamente una gran agenda, muy del gusto de L’Esprit Nouveau. Manual de espumas (1924), el segundo libro vanguardista del Gerardo Diego, está salpicado de dedicatorias a estos nuevos amigos. Cuando fallezca Gris, el poeta cántabro le escribirá una sentida «Liebre en forma de elegía» y un ensayo en la Revista de Occidente.

1922 es también el año del lanzamiento de Prisma, una nueva revista editada a caballo entre París y Barcelona. Desde la capital francesa trabajaba el poeta mexicano Rafael Lozano, uno de los introductores de la vanguardia en su país, y desde la catalana, Fernando Maristany, poeta, sobre todo traductor y gerente de la Editorial Cervantes, que respaldaba la operación. Ecléctica y multinacional, Prisma constituye una caja de sorpresas: nos topamos con colaboraciones de Juan Ramón Jiménez, Moreno Villa, Eliodoro Puche o Guillermo de Torre y con otras muchas de latinoamericanos como Mariano Brull, Eguren, Fernández Moreno, López Velarde, Salvador Novo, Emilio Oribe, Ildefonso Pereda Valdés, Alfonso Reyes, Torres Bodet o Villaurrutia. Resulta importante mencionar la presencia en los sumarios de ciertos precursores, ya por aquel entonces un poco agotados, como Nicolas Beauduin, Paul Fort, Yvan Goll, Marcello-Fabri o el unanimista Alexandre Mercereau, una de las primeras personas en celebrar el talento de Julio González, a quien en 1923 expone en Le Camaléon. En cuanto a la faceta visual de Prisma, llaman la atención las poderosas xilografías de A.P. Gallien, un excelente grabador que todavía no ha sido estudiado en profundidad y que como pintor, próximo a Kupka, desarrolló una obra abstracta, preminimalista y de gran intensidad espiritual. Por lo que respecta a los ultraístas, cabe recordar que tanto Cansinos como Guillermo de Torre fueron retratados por Gallien.

 

CIRCA 1924: ANTONIO MARICHALAR E INTENTIONS

En 1924 Intentions, la revista de Pierre-André May, le dedica un número a «La nouvelle littérature espagnole», fruto de la colaboración entre Antonio Marichalar y Valery Larbaud. Larbaud está presente en la mayor parte de estas historias. Su biblioteca hispánica, conservada en Vichy, es un auténtico pozo sin fondo. En este número de Intentions concurre la plana mayor de lo que todavía no se conoce como la generación del 27, más algún nombre menos esperable (Antonio Espina, Adolfo Salazar, Fernando Vela, el postmodernista grancanario Alonso Quesada o Rogelio Buendía, único representante del ultraísmo incluido en la revista).[2] Marichalar es por aquel entonces uno de los grandes protagonistas del diálogo literario Madrid-París. Asiduo de la librería de Adrienne Monnier, además de a Larbaud, frecuenta a Fargue –en 1927 colabora, al igual que Picasso o Ricardo Viñes, en el número monográfico de Les Feuilles Libres que lo homenajea–, a Valéry –que le presenta a Rilke–, a Mathilde Pomès y a Joyce, de quien en 1926 prologa, con un texto dedicado a Larbaud, la traducción española del Retrato del artista adolescente, a cargo de Dámaso Alonso –enmascarado bajo el nombre de Alonso Donado–.

 

CIRCA 1925: JOSÉ MORENO VILLA, JUAN LARREA, ROSA CHACEL (Y TIMOTEO PÉREZ RUBIO), VALENTÍN ANDRÉS ÁLVAREZ, JOSÉ DÍAZ FERNÁNDEZ…

En 1925 José Moreno Villa visita París. Además de volver a ver a su gran amigo Alfonso Reyes, visitar museos y galerías –sobre todo las de la rue de la Boétie– y conocer a los Delaunay, Moreno Villa se fija en el escultor Mateo Hernández, cuyo aspecto le recuerda al del alcalde de una ciudad castellana.

Animado por el viaje de su amigo Gerardo Diego, Larrea se decide a emprender un periplo idéntico en 1923. Gracias a Huidobro, conoce más o menos a las mismas personas: Waldemar George, Gris, Lipchitz y Raynal, pero también a Picasso, Ozenfant y Tzara. En 1924 Larrea coincide con Gerardo Diego, nuevamente de paso por París. Ambos conocen a Vallejo, que se instala al año siguiente en la capital francesa, y con el que Larrea trabajaría en 1926 en Favorables Paris Poema. También Juan Larrea escribiría una elegía grisiana: «Un color le llamaba Juan». Animado por Huidobro, el bilbaíno escribe la mayor parte de su obra poética, sólo tardíamente recopilada, en francés, la lingua franca de la vanguardia. En 1929 se casa con la francesa Marguerite Aubry –en 1934, Diego también contraería matrimonio con una nativa del país vecino, Germaine Marin– y permanece largos años en París, periodo interrumpido por una fructífera estancia en Perú (1930-1932), de donde regresa con numerosos tesoros. En 1933 se exponen con el nombre de «Collection J.L.» en el Musée d’Ethnographie por iniciativa de su director, el gran Paul Rivet. Además de seguir viendo asiduamente a Huidobro y a Lipchitz, durante los años de París Larrea trata con Buñuel –junto a quien concibe una película que finalmente no llega a realizarse, Ilegible hijo de flauta-, con el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, con Luis Fernández, con Fernando Regoyos –hijo del pintor Darío de Regoyos–, con Torres-García y, por supuesto, con varios compatriotas de Vallejo. Durante la Guerra Civil, dona su colección peruana al pueblo español –hoy se conserva en Madrid, en el Museo de América– y juega un importante papel en la génesis del Guernica de Picasso.