La historia de la literatura es, también, una historia de las tecnologías de la escritura. Desde la pluma o el bolígrafo hasta los programas que transcriben archivos de audio o el GPT-4, pasando por las máquinas de escribir o los procesadores de texto, han sido muchas las herramientas que han mediado entre los cerebros y las páginas de millones de escritores. Aunque no aparezcan en las biografías de los autores o en los manuales escolares, las caligrafías y las tipografías mantienen relaciones secretas con su método, su estética, su poética.
Inesperadamente, en su orden alfabético, el siguiente y caprichoso diccionario traza un paisaje de las relaciones entre los escritores y sus instrumentos de trabajo que va desde la performance de escritura y rescritura del mexicano Mario Bellatin hasta la preparación científica de cada texto en el MacBook Pro del peruano Joseph Zárate, pasando por las estrategias de extrañeza textual de la española Elvira Navarro o de la mutación tipográfica constante de los libros del boliviano Edmundo Paz Soldán.
Una cartografía alternativa de la literatura en español, dibujada a través de los hábitos y las manías que relacionan a veinticuatro escritores con su trabajo textual. Porque incluyo al francés Mathias Enard, que ha pasado toda su vida adulta en Barcelona. Y porque yo he escrito esta introducción en Book Antiqua cuerpo 12, que son las características tipográficas de la gran mayoría de mis textos.
Bellatin, Mario (México): “Fundamental, sobre todo para leerte y saber de ti. El proceso es largo, para ir mirando desde distintos ojos. Máquina de escribir, se digitaliza en el Notas del iphone, y de allí se pasa al Times del Word. Pero tiene que ser al Times, no al Times New Roman, que lo echa todo a perder. No puede hacer Interlineado ni ningún arreglo para que la letra aparezca tal cual. Times sin Interlineado en la función borrador, en la pantalla, para editar, subo la letra a 22, pero a la hora de imprimir lo bajo a 12, meto el texto a la memoria y salgo de casa para ir a imprimir a un negocio, donde se me entregan páginas de una aparente tersura, que pronto, en el primer café que encuentre será tasajeado por el bolígrafo, que a fuerza tiene que ser Bic clásico de tinta azul, no puede ser otro, hasta quedar de ese lienzo inmaculado una verdadera carnicería. Luego ingresar las correcciones, leer en Times 24, sin interlineado, hasta que la pantalla no dé más de sí, bajar de nuevo a 12, llevar ese texto al negocio de la impresora y hacer la misma operación. Uno se va calmando viendo cómo en cada una de esas vueltas el paisaje que va quedando después de la batalla deja de ser cada vez más violento de manera externa para, es mi deseo, trasladar esa violencia a un lugar invisible”.
Bonnett, Piedad (Colombia): “Yo siempre uso Arial 12, una combinación que encuentro que posee contundencia – pero que no es agresiva- y que le permite a la página ‘tener aire’. Tampoco es una tipografía ‘remilgada’ o ‘amanerada’. Digamos que tiene cierta sencillez. Cuando leo, rechazo espontáneamente los caracteres muy grandes. Me parece que transmiten un deseo de claridad que me parece ingenuo, o de alguien muy pegado al orden o a la autoridad. Como ves, son percepciones solamente, seguro que caprichosas. La letra muy pequeña me parece propia de los documentos institucionales, y la recibo así, como un deseo de ‘no estilo’. Y en el interlineado mi Word dice ‘normal’. Ahora, si voy a imprimir y a leer, me voy por el Arial 14, por simple cuestión de comodidad visual, porque caracteres más pequeños me obligarían a quitarme mis gafas, que son parte de mí.
Candeira, Matías (España): “Durante muchos años utilicé garamond 14 e interlineado de 16-17 puntos. La garamond es una letra que me parece muy estética. Desde hace tiempo he optado por usar arial tamaño 12, con interlineado de 17-18 ptos. Es una tipo más agradable de ver en pantalla, sin florituras barrocas. A veces me da la impresión de que mi escritura es más ligera e impresionista desde que uso esta tipografía. Me impele a escribir con más velocidad y a emplear un estilo más seco y desnudo, que es como me apetece escribir en este momento de mi vida.”
Caparrós, Martín (Argentina): “Hay una letra que es tu letra: la mía es, muy banal, times new roman 12 interlineada 14. esa es la mía, la que reconozco cuando veo como mía. y están, por supuesto, las infidelidades: los días en que quiero escribir como si fuera otro, con una georgia o alguna bodoni o una typewriter o una kohinoor. que son como un chiste, como si me pusiera una máscara bufa, como si consiguiera, una vez más, reírme de mí”.
Colanzi, Liliana (Bolivia): “Escribo en Goudy Old Style, que tiene un trazo similar al de las tipografías que se usan en muchos libros impresos. Cuando necesito que el texto parezca más largo de lo que es, me paso a Cambria: Arial podría ser más útil porque abulta, pero es muy fea. Comienzo usando interlineado sencillo para no perder tiempo en el scrolling, pero a medida que la historia crece y necesita respirar mejor, me cambio al interlineado doble.”
Enard, Mathias (Barcelona, Francia): “Utilizo Garamond, no sólo porque es francesa y la más elegante e histórica de todas, sino porque también es la fuente de mis libros impresos: intento tener mi página de Word lo más parecida a la de un libro de mi editorial francesa, Actes Sud – más o menos la misma caja y la misma tipografía. Así que el interlineado es más o menos de 1.25, e intento tener unos 2500 espacios por hoja”.
Fernández Porta, Eloy (España): “Casi siempre he usado Times New Roman 12 para el texto y 14 para los títulos de capítulos y epígrafes. Tuve una época Bookman que me duró un par de años, y también me gustaba mucho usar la tipografía San Francisco para los títulos, porque es muy animada y loca. No me gustan nada las tipografías génericas como Cabiria y Geneva”.
Gerber Bicecci, Verónica (México): “Aprendí a escribir en letra de molde, pero siempre tuve una profunda debilidad por la letra manuscrita, me parecía fascinante la de mis abuelas, la de mi papá y, sobre todo, la de mi mamá, que es una mezcla entre manuscrita y molde. Así que durante mucho tiempo intenté imitarla, hasta que logré una mezcla parecida. Me gusta escribir a mano. También considero el dibujo una forma de escritura. Pero lo cierto es que paso mucho tiempo en la computadora. Cuando era adolescente, antes de que existiera internet, la Comic Sans me parecía lo máximo. Pero, probablemente por un afán muy escolar (así me pedían los trabajos en la preparatoria), usé siempre Times New Roman, 12 puntos, interlineado 1.5 y texto justificado. Hace relativamente poco me di cuenta de esa extraña obediencia que conservaba desde entonces y voy cambiando la letra que uso. He coqueteado con la idea de diseñar una tipografía, pero después pensé que cada proyecto tendría que tener su propia tipografía. El manuscrito en el que estoy trabajando ahora mismo está en Courier New y Garamond, conservo el interlineado 1.5, ya no uso la herramienta de justificado, y la letra oscila entre 13 y 14 puntos porque cada día estoy más ciega.”
Guerriero, Leila (Argentina): “Yo escribo en Times New Roman tamaño doce. Sin sangría y sin justificar. Interlineado simple, sin dejar espacio entre párrafos. El zoom en cien por ciento. Casi nunca despliego la página de word a pantalla completa”.
Meruane, Lina (Chile): “Durante muchos años usé Garamond, una fuente que sigue pareciéndome atractiva, pero me pasé a Calibri estándar porque me resulta más cómoda al ojo, más legible (y menos dura que Arial, que usé una temporada). Usé el interlineado 1.5 hasta que apareció el 1.15, cuando escribo quiero tener en pantalla la mayor cantidad de texto posible”.
Muñoz, Molina, Antonio (España): “Suelo usar Times New Roman, por razones estéticas, tamaño 14, interlineado i,5, sin justificación a la derecha. Si el margen es demasiado recto da una impresión de algo ya definitivo que no me gusta. Artículos y otros trabajos de encargo los hago directamente en el ordenador, por controlar la extensión a cada momento. Textos creativos van del borrador a mano a la reescritura en el ordenador”.
Navarro, Elvira (España): “Suelo escribir en Arial 11 o en Times New Roman 12, pero cambio la tipografía, el interlineado e incluso el diseño de página a la hora de corregir para ver el texto de distintas maneras, y ahí voy un poco al azar, buscando alguna letra a la que no estoy acostumbrada para deshabituarme del texto, y con un interlineado mínimo porque así tienes más texto a la vista y es más fácil detectar, por ejemplo, repeticiones de palabra”.
Ojeda, Mónica (Ecuador): “Lamento ser tan increíblemente convencional con esto, pero suelo usar TNR o Arial, 12 puntos, para todo. Espaciado 1,5. Mi manía es conservar el formato tradicional con el que me pedían escribir mis ensayos en secundaria. “
Ortuño, Antonio (México): “Soy bastante insensible a la tipografía. Escribo con la que pone por default el word. Ahora, que uso gafas perpetuas, crezco la proporción de la página para leer bien pero poco más. Me importa demasiado, supongo, lo que escribo, o lo suficiente para que me dé lo mismo si está a renglón seguido o a doble espacio. Cuido, eso sí, el uso de itálicas, etcétera”.
Paz Soldán, Edmundo (Bolivia): “Tengo la tradición de cambiar de letra para cada nuevo libro; Amores imperfectos está en Times New Roman, Norte en Goudy Old Style, La mirada de las plantas en Garamond. La nueva novela la estoy escribiendo en Adobe Caslon Pro. Suelo inspirarme en letras que me gustan de libros que estoy leyendo. El interlineado es siempre en 2, y el margen en 60, para sentir que la página se acaba rápido y estoy avanzando con el proyecto”.
Rivera Garza, Cristina (México): “Por muchos años usé la New Times Roman nada mas porque sí, pero me empezaron a cargar mucho los remates o gracias de las letras. Ahora uso Calibri. Siempre que empiezo un texto lo hago a renglón simple (1.0) y con texto justificado—no puedo escribir en serio si no está así. Pasar todo a interlineado 2.0 indica que ya es un proyecto serio o que se está acercando el momento de la revisión y/o publicación. Tamaño 12 siempre”.
Sanz, Marta (España): “Me gustan las letras de palo. Para mí, expresan limpieza y modernidad. No son significativamente asépticas, pero tampoco introducen un matiz semántico demasiado fuerte como ocurre con la forzada ingenuidad de la comic sans o con el arcaísmo de otras tipografías que remiten a la literatura de tacitas. En esos casos, el paratexto puede resultar redundante respecto a lo que se dice en el texto. O peor: puede evidenciar un fallo en la ambientación del texto, en un dibujo cronológico que no se ha logrado con el mero uso de la palabra. Opto por un interlineado 1,5 y el cuerpo siempre fue 10 , 11: esa selección me parece que pretende emular el tamaño diminuto de mi caligrafía. Sin embargo, la biología manda y me voy deslizando peligrosamente hacia el 12. Sobre todo, si tengo que imprimir el texto para una conferencia: 12, 14, agigantamientos”.
Sarlo, Beatriz (Argentina): “Uso la Arial 11 o 12 porque es la primera que aparece. Interlineado 1,5. Trabajé mucho en editoriales y revistas; es en esos campos donde me pongo exigente. Pero ni me fijo en los mensajes que, de pasar a la paternidad que no merecen, tendrán la edición tipográfica del conjunto al cual sean integrados”.
Speranza, Gabriela (Argentina): “Escribo siempre con Verdana 10, interlineado 1,5: clara, clásica, casi anónima. A veces intento cambiarla porque no sé muy bien por qué ni cuándo la elegí, pero siempre acabo por volver. Para los textos que leeré en público (siempre los imprimo) cambio a veces a Verdana 11, no sea que la luz sea escasa y no vea bien. Hace unos cinco años que no uso lentes y veo muy bien, pero no sea cosa…”.
Trejo, Juan (España): “Mi fuente de letra para mis documentos Word es Cambria. Solo escribo con esa fuente y todos los documentos que entrego están redactados con ella. Entiendo que me representa, aunque no sé muy bien por qué; tal vez porque es sobria pero no aburrida, elegante pero también dinámica. Durante años escribía con Times New Roman, porque entendía que era LA LETRA, pero en un momento dado, en 2016, quise cambiar y ya no he podido volver a utilizar esa fuente; no la soporto en mis documentos Word. Respecto al interlineado, siempre escribo (ya sean mis textos o mis traducciones) en espacio “sencillo”. Me gusta ver todas las líneas muy juntas, casi apelotonadas, en párrafos consistentes; aumenta la sensación de producción abundante, supongo. Pero entrego todo lo que escribo o traduzco en espacio 1,5 líneas, porque entiendo que asea el texto y facilita la lectura”.
Vásquez, Juan Gabriel (Colombia): “Hace unos 15 años decidí controlar un poco más el diseño de los interiores de mis libros para satisfacer mis neurosis de lector. Les pregunté a mis editores el tipo de letra (Garamond), y desde entonces discutimos el tamaño de la letra y de la caja de cada libro, según las opciones disponibles, antes de que yo mande el manuscrito. Y yo reproduzco ese diseño en mi documento de Word. Eso me permite controlar los espacios en blanco (de cada capítulo, del final del libro), que es una de mis mayores manías”.
Vila-Matas, Enrique (España): “Times New Roman siempre, o casi siempre. Documento Word. Me encuentro sólo cómodo con esta tipografía a la hora de escribir”.
Zárate, Joseph (Perú): “Trabajo en Word y tengo ya una configuración previa en mi MacBook Pro para cada cosa que escribo. Uso una sola tipografía para todo: Bembo Std, una tipo con serif muy parecida a los libros cuya maquetación es más agradable a mi vista. Y que me permite imaginar cómo se vería el resultado final ya impreso. Para corregir en papel, por cierto, también es muy placentero. En cuanto al tamaño de las letras: 18-20 puntos para el título (dependiendo de cuan largo o corto sea) y 14 puntos para el cuerpo de texto. Interlineado de 1.15 y sangría de 0.5mm a todos los párrafos (menos al primero de cada capítulo). Los márgenes también son importantes: son de 4.5 cm en todos sus lados. Los párrafos siempre están justificados a izquierda y derecha, para formar una caja compacta, con cortes en las palabras (no más de dos seguidos por línea)”.