«Tengo la sensación de que ninguna época, previa a esta, fue más amable o sencilla para ejercer el oficio de escribir, específicamente para una escritora»
Camila Fabbri nació en Buenos Aires (Argentina). Es escritora, directora y actriz. Fue nominada al premio Cóndor de Plata como actriz revelación por la película Dos disparos, de Martín Rejtman. Escribió y dirigió las obras teatrales Brick, Mi primer Hiroshima, Condición de buenos nadadores, En la alto para siempre (con Eugenia Pérez Tomas) y Recital olímpico (con Eugenia Pérez Tomas). Ha escrito para Inrockuptibles, La Agenda Buenos Aires, Vice y Culto. Los accidentes (Emecé, 2017) fue su primer libro de cuentos, su segundo es la novela El día que apagaron la luz (Seix Barral, 2020). Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés y al francés.
¿Cuándo y por qué empezaste a escribir?
No sé con precisión cuándo es que empecé a escribir. Sé que en algún momento de la infancia empezó la fascinación por los libros. No necesariamente con la escritura en sí, pero sí con el objeto. Me gustaba ahorrar la plata que me daban para los cumpleaños y para cualquier situación similar (hablo de cuando tenía entre ocho, nueve años) y me dedicaba a gastarla en la Feria del Libro infantil de Buenos Aires que se llevaba a cabo, casi siempre, en la Rural. Era muy curiosa yo. Me gustaban los sellos editoriales, los ilustradores, los autores, las autoras, los fondos editoriales.
¿Cuáles son tus preocupaciones temáticas?
Creo que en mi escritura siempre vuelve algo acerca de los niños, las niñas, los animales, los peligros. Algo de lo silencioso, de lo que no se puede nombrar pero está ahí sucediendo o a punto de suceder. Ese instante silencioso previo al accidente o a la catástrofe, sea enorme o pequeñita. Ese silencio tan cargado de sentido que tienen los animales, esa manera lateral de comunicación que tiene mucho de la infancia, ahí donde las personas todavía no aprendieron a decir eso que deben decir pero igualmente lo atraviesan como pueden. Algo del cuerpo y la mente, de esa disociación. Eso también me inquieta y me obsesiona.
¿Cuáles son los autores de cabecera: quiénes te influyeron más en tus comienzos?
Hacia mi adolescencia empecé a leer una colección del diario Página 12 que tenía mi madre en su biblioteca. Esa típica colección de clásicos, con tapas azules y doradas, que contienen esos títulos que debe leer una persona que dice querer leer. Mi madre me lo sugirió de esa manera y para ese entonces, yo ya tenía una práctica cercana a la lectura con mi infancia fanatizada con los sellos editoriales y todo lo que los rodeara. Por supuesto empecé leyendo a Julio Cortázar y sus cuentos, después seguí con las novelas, y entonces entré de lleno hasta que pasaba tardes enteras leyendo la colección que ofrecía el diario dominical. Pasé de Edgar Allan Poe a Silvina Ocampo y de Jorge Luis Borges a Carlos Castaneda, Emily Bronté, Jane Austen, Ricardo Piglia. Armé mi propio ranking y por todos esos autores y autoras fue que empecé a escribir, de nuevo, mis propias historias. Eso que había abandonado ya, como un juego de la infancia, retornó después de todas esas horas que le dediqué a la lectura.
Como autora de narrativa, ¿qué innovaciones encuentras en los libros editados en los últimos años: qué tendencias te interesan más?
Últimamente me interesan mucho los géneros híbridos. Esos autores o esas autoras que se vuelcan en un registro que aparenta ser un diario personal de viaje pero a la vez está cruzado por líneas de datos duros que indicarían cierta fidelidad con el ensayo y a la vez con la poesía, porque esa prosa tiene un trabajo detallado y bello, elegante, limpio. Me atraen mucho esas novelas que en sí parten de registros autobiográficos y que se van degenerando en el recorrido, pasando por un registro que termina siendo tal vez un ensayo sobre los faros del mundo (como el caso de Jazmina Barrera) o, por ejemplo, la historia del color celeste en la historia del arte pictórico. Esos movimientos que veo últimamente en la literatura me interesan mucho.
¿En qué época y país te hubiera gustado ser escritora?
¡Qué pregunta difícil! Tengo la sensación de que ninguna época, previa a esta, fue más amable o sencilla para ejercer el oficio de escribir, específicamente para una escritora. En este sentido no tengo melancolía o anhelo por otros momentos o regiones, creo que este es precisamente un instante en el que se está equilibrando el espacio entre escritores y escritoras. Se está echando luz sobre algo que estuvo ahí siempre, todos esos libros hechos por mujeres que se invisibilizaron durante décadas.
Si tienes algún proyecto entre manos, ¿podrías hacer un avance de lo que estás escribiendo?
En este momento estoy en plena etapa de corrección de un libro de cuentos que, muy probablemente, se publique el año que viene. Son catorce cuentos que escribí entre el 2017 y el 2021, inclusive. Estuve conversándolos con mi agente literaria y con una colega escritora. Estoy en ese instante de edición estructural, definiendo el orden de los cuentos, tal vez una de las cosas más interesantes en un libro compuesto de varias partes. Me gusta pensar a los libros de cuentos como álbumes de música, que ese último cuento sea la coda, la canción que quedará sonando durante un tiempo y que esa primera canción sea la que marque la tónica: la que inaugurará el sonido de todo el libro.