POR MARÍA NEGRONI

Ya conocemos a Anne Carson. Sabemos de su destreza para descomponer el color, para acentuarlo, para ir hacia el trazo inconcluso, superponer una historia a otra historia, de preferencia una historia proveniente del mundo clásico. Sabemos de su predilección por las cajas que encierran libros que son sepulcros, como NOX. De su talento para derogar fronteras de todo tipo incluidas, sobre todo, las que separan los géneros literarios y así permitir que el ensayo se contamine de poesía, la poesía de narración, y la narración de poesía o ensayo.

Su primer libro se llamó Charlas breves. En él, como no podía ser de otro modo, ya está todo anunciado: la desconfianza ante la norma, el impulso de saltar al vacío sin ninguna red, casi sin palabras, sin imágenes, sin más fin que el de quedarse con la ausencia en las manos.

El texto «Eras de Yves Klein», publicado en forma de separata, esta vez en una caja azul de plástico flexible llamada FLOAT, reincide en estos procedimientos y, si cabe, los agudiza.

Se trata a simple vista de un inventario de 79 frases breves (todas comienzan con el sintagma «La era de…») que registran hechos, momentos, en la vida de ese artista emblemático del siglo XX que fue Yves Klein.

Y, sin embargo, estamos lejos de una intención biográfica. A Carson le interesa otra cosa. Se diría que pone toda su batería de recursos al servicio de un desmoronamiento. (Lo que se desmorona es el género «biografía»). Las pistas falsas, el humor que siempre trabaja como un ácido, la mezcla incongruente de informaciones «serias» y datos «banales», genera en la lectura el convencimiento último de lo absurdo de cualquier vida humana.

La parodia es siempre un esfuerzo desesperado y desesperante por impedir cualquier intento estabilizador, cualquier petrificación, priorizando lo deshilachado, incluso lo contradictorio, los puntos que no se conectan, acaso porque lo único que interesa es la muerte, la muerte que se borra a sí misma a medida que se escribe.

Nada sublime, ni siquiera admirable, queda en pie.

Se diría que Carson ha intervenido un retrato de artista para caricaturizarlo o más bien, para desacralizar lo que aún pudiera quedar del aura que ha protegido durante tanto tiempo a la institución del arte.

No niego que por momentos aflore la honda vulnerabilidad del artista o que se nos lo muestre en su cariz más entrañable («La era de eludir las problemáticas del arte, la de domesticar al astuto ego, la de la insana necesidad de ser admirado, la era de las múltiples voces que zumban en el interior de uno, la era de hacer un mito de sí mismo»). Pero ni siquiera en esos momentos de aparente conciencia, el efecto se modifica, porque de inmediato el tono sarcástico vuelve para corroer cualquier buena intención («La era de las inyecciones de calcio y las anfetaminas, la era de escribir con la mano izquierda, la de solicitar el ingreso al instituto Kodokan de judo, la de ser consentido por la tía Rosa o la de casarse con la novia.»)

Hacemos listas, escribió Roberto Calasso, porque no queremos morir. También Anne Carson hilvana aquí una lista. Una lista incongruente, como todas las listas, donde cada enunciación completa y desmiente a la anterior. Su método es certero: una figura deforme y acaso más real por eso, nos muestra «su máscara satánica que ríe». El retrato podría haberlo pintado Francis Bacon.

 

Eras of Yves Klein

The Era of Having Famous Painter Parents
The Era of Bypassing the Problematics of Art
The Era of Learning to Write with Left Hand
The Era of the Irish Journal
The Era of Doing Rosicrucian Exercises Every Night After Supper and Mailing Them
to California The Next Day
The Era of Taming the Cunning Ego
The Era of Transfiguring the Physical Body Atom by Atom Into a Creature Able to
Float At Ease Through Silken Space
The Era of Adopting a Satanic Laugh Mask
The Era of Many Voices Humming in One’s Innermost
The Era of Applying to the Kodokan Institute of Judo
The Era of Calcium Injections and Amphetamines
The Era of the Fourth Black Belt (Bluff Arranged by Aunt Rose)
The Era of Being Spoiled by Aunt Rose
The Era of the Insane Need to be Admired
The Era of Covering Up Rosicrucian Beliefs with the Vocabulary of Phenomenology
So As Not To Be Ridiculed by Paris Intelligentsia
The Era of the Deciding That Line Is Jealous Of Colour Line Is A Tourist In Space
The Era of the Blue Obsession
The Era of Making a Myth of Oneself
The Era of Patenting International Klein Blue (henceforth IKB)
The Era of the End of Gravity and Beginning of Levitation
The Era of One-Minute Fire Paintings
The Era of Distinguishing Common Gold from the Gold of the Philosophers
The Era of Being Flattered by Camus
The Era of Drinking the Cocktails of the Void and Urinating Blue for a Week
The Era of Being Not Really Free in This World
The Era of Realizing Rosicrucianism Is A Waste of Time and Switching to Bachelard
The Era of Pricking Up One’s Ears at the Door of the Devouring Sky
The Era of Deciding What To Do About Fire Seize It Or Throw Oneself In
The Era of the Tragical Technique with Girls
The Era of the Huge Sponge Reliefs
The Era of No One Knowing the Dangers of Synthetic Resins or of Working Twelve
Hours a Day Without a Mask
The Era of Travelling to Cascia and Leaving Four Gold Ingots for Saint Rita
The Era of Writing Letters to Eisenhower and Kruschev Announcing the End of the
Government of France
The Era of Proposing Plans for a City Built of Compressed Air Currents
The Era of Asking Aunt Rose for a Citroën
The Era of Filling Pages of One’s Notebook with the Word “Humility”
The Era of Ego Clashes with One’s Friends
The Era of Realizing That One’s Myth Has to Be Carried All The Way (Sacrifice)
The Era of Having None of the Qualities Expected in a Painter of Monochromes Like
Quietude or Balance
The Era of Feeling One’s Inner World Contract to a Single Texture
The Era of Removing All One’s Works from the Gallery and Informing Buyers That
Henceforth the Paintings Are Immaterial (But May Be Purchased With a
Material Cheque)
The Era of Standing on the Bank of the Seine Selling Tickets To The Other Side Of
The Sky in Return for a Quantity of Gold Which is Thrown Straight Into the
River
The Era of Speaking of One’s “System” and “Prophetic Basis” to Fewer and Fewer
People
The Era of Meeting Bachelard Being Judged Crazy and Being Asked to Leave his
Apartment
The Era of Giving a Lecture at the Sorbonne On The Evolution of Art Towards the
Immaterial and Proposing to Reclimatize All of France
The Era of the Works Called Monogold
The Era of the Voyeur Who With a Wave of the Hand Directs Naked Girls to Smear
Themselves with Blue Paint and Press Against Sheets of Paper While He
Maintains a Clean Distance
The Era of Putting a Canvas Out in the Rain
The Era (cont’d) of Asking Aunt Rose for Money
The Era of Abandoning Judo
The Era of Losing Inner Balance
The Era of Being Considered Paranoid by One’s Friends
The Era of Return To That Old Dream of Flying
The Era of the Famous Photograph (Leaping Out A Second Story Window) That
Shows A Montage Line Along the Ledge Beneath One’s Feet
The Era of No One Believing One’s Leap
The Era of Staging a Second Leap with Nets and Photographers and a Dozen
Judokas To Catch One
The Era of Not Realizing How Poignant One Is With One’s Falsity and Longings
The Era of Dimanche The Newspaper of a Single Day¡ A Fake Distributed To Paris
Newsstands One Sunday Morning and Filled with Texts Written on Sleepless
Nights to Avoid Being Torn Apart by Despair
The Era of Fire Walls and Fire Fountains and Painting with Fire
The Era of Needing More and More of a Crowd Around One Friends Girls Servants
The Era of (at last!) An Exhibition in New York (Castelli 1961) Coinciding With the
First Manned Space Flight
The Era of Scathing Reviews in New York
The Era of Decking a New York Art Critic with Judo Blows
The Era of Shooting Sharks in San Francisco Bay With a Rifle
The Era of Giving Up Paint and Working with Sweat or Blood of the Models
Menstrual Blood Being Most Powerful
The Era of A Young Klein Imitator in Japan Leaping Out a Window To His Death
The Era of Deciding Blood Imprints Are Diabolical and Burning Them
The Era of Marrying One’s Girlfriend
The Era of Allowing an Italian Director to Make a Film of One’s Life and Work
Which the Director Turns into a Grotesque Comedy (Mondo Cane) and
Exhibits at Cannes
The Era (cont’d) of Terrible Tantrums and White Face
The Era of Sudden Pain in the Heart
The Era of Paying All One’s Bills Answering All One’s Letters and Choosing A
Name For One’s Unborn Son
The Era of Suddenly Changing Art Dealers
The Era of a Mysterious Knock on the Door at 3 AM
The Era of the Decision to Make Only Immaterial Works from Now On
The Era of the Heart Attack in Late Afternoon
The Era of One’s Friends’ Suspicion That One Had Arranged to Vanish Not
Actually Died
The Era of Being Eulogized by People Who All Quote Mallarmé
The Era of Various Views On What One Would Have Done Had One Lived Longer

 

Las eras de Yves Klein

La era de tener padres pintores famosos
La era de eludir las problemáticas del arte
La era de aprender a escribir con la mano izquierda
La era del diario irlandés
La era de hacer ejercicios rosacruces todas las noches después de cenar y
enviarlos por correo a California al día siguiente
La era de domesticar al astuto ego
La era de transfigurar el cuerpo físico átomo por átomo en una criatura capaz de
flotar a sus anchas en el espacio de seda
La era de adoptar una máscara satánica que ríe
La era de múltiples voces que zumban en el interior de uno
La era de solicitar ingreso al Instituto Kodokan de Judo
La era de las inyecciones de calcio y las anfetaminas
La era del cuarto cinturón negro (bluff con arreglos de la tía Rosa)
La era de ser consentido por la tía Rosa
La era de la insana necesidad de ser admirado
La era de encubrir las creencias rosacruces con el vocabulario de la
fenomenología para no ser ridiculizado por la intelligentsia parisina
La era de decidir que la línea es celosa del color la línea es un turista en el espacio
La era de la obsesión azul
La era de hacer un mito de uno mismo
La era de patentar el internacional azul Klein (en adelante IKB)
La era del fin de la gravedad y del comienzo de la levitación
La era de las pinturas de fuego de un minuto
La era de distinguir el oro común del oro de los filósofos
La era de ser adulado por Camus
La era de beber cócteles de vacío y orinar azul por una semana
La era de no ser realmente libre en este mundo
La era de darse cuenta de que el rosacrucismo es una pérdida de tiempo y
pasarse a Bachelard
La era de aguzar los oídos en la puerta del cielo devorador
La era de decidir qué hacer con el fuego: robarlo o arrojarse dentro
La era de la técnica trágica con las chicas
La era de los enormes relieves esponjosos
La era de ignorar los peligros de las resinas sintéticas o de trabajar doce horas al día
sin mascarilla
La era de viajar a Cascia y dejarle cuatro lingotes de oro a Santa Rita
La era de escribir cartas a Eisenhower y Kruschev anunciando el fin del gobierno
de Francia
La era de proponer planes para una ciudad construida con corrientes de aire
comprimido
La era de pedirle un Citroën a la tía Rosa
La era de llenar las páginas de nuestro cuaderno con la palabra humildad
La era de los choques del ego con los amigos
La era de comprender que el propio mito debe ser llevado hasta el final (sacrificio)
La era de no tener ninguna de las cualidades que se esperan de un pintor de
monocromos como quietud o equilibrio
La era de sentir que el mundo interior se limita a una sola textura
La era de retirar todas las obras de la galería e informar a los compradores que de
ahora en adelante los cuadros serán inmateriales (pero pueden comprarse con un
cheque material)
La era de pararse a la orilla del Sena vendiendo entradas para El Otro Lado Del
Cielo a cambio de una cantidad de oro que se arrojará directamente al río
La era de hablar del propio “sistema” y “sustento profético” a menos y menos
personas
La era de conocer a Bachelard cuando lo declaran loco y de ser invitado a
abandonar su departamento
La era de dar una conferencia en la Sorbona sobre la evolución del arte hacia lo
inmaterial y de proponer la reclimatización de toda Francia
La era de las obras llamadas Monocromos Dorados
La era del voyeur que con un gesto de la mano ordena a chicas desnudas que se
embadurnen con pintura azul y se presionen contra hojas de papel mientras él
mantiene una distancia prudencial
La era del lienzo bajo la lluvia
La era (ininterrumpida) de pedir dinero a la tía Rosa
La era de abandonar el judo
La era de perder el equilibrio interior
La era de ser considerado paranoico por los amigos
La era de volver al viejo sueño de volar
La era de la famosa fotografía (saltando desde la ventana de un segundo piso) que
muestra una línea de montaje a lo largo de la cornisa bajo los pies
La era del descrédito general de ese salto
La era de organizar un segundo salto con redes, fotógrafos y una docena de
judokas que te atrapen
La era de no darse cuenta de lo conmovedor que es uno con su falsedad y sus
anhelos
La era de Dimanche periódico de un solo día falso diario distribuido en los kioscos
de París un domingo por la mañana y lleno de textos escritos en noches de
insomnio para evitar ser destruido por la angustia
La era de los muros de fuego las fuentes de fuego y pintar con fuego
La era de necesitar más y más de una multitud alrededor amigos chicas sirvientes
La era de (¡por fin!) una exposición en Nueva York (Castelli 1961) coincidiendo con
el primer vuelo espacial tripulado
La era de las críticas demoledoras en Nueva York
La era de los golpes de judo a un crítico de arte neoyorquino
La era de disparar a tiburones con un rifle en la bahía de San Francisco
La era de renunciar a la pintura y trabajar con el sudor o la sangre de las modelos
la sangre menstrual es la más poderosa
La era de un joven imitador de Klein en Japón que salta por una ventana y muere
La era de considerar las huellas de sangre diabólicas y quemarlas
La era de casarse con la novia
La era de permitir que un director italiano haga una película sobre la vida y obra de
uno que el director convierte en una comedia grotesca (Mondo Cane) y la exhibe
en Cannes
La era (ininterrumpida) de los berrinches terribles y la cara blanca
La era del dolor repentino en el corazón
La era de pagar todas las facturas contestar todas las cartas y elegir un nombre
para el hijo no nacido
La era del cambio repentino de marchants
La era de una misteriosa llamada a la puerta a las 3 de la madrugada
La era de la decisión de hacer sólo obras inmateriales a partir de ahora
La era del infarto al atardecer
La era de la sospecha de los amigos de que uno ha planeado desaparecer y no ha
muerto en realidad
La era de los elogios de gente que cita a Mallarmé
La era de las conjeturas sobre lo que uno habría hecho si hubiera vivido más
tiempo

 

Traducción María Negroni – Federico Barea