ALEJANDRA COSTAMAGNA

Leí anoche tu última carta con el entusiasmo de una cita amorosa. Me quedé pegada con la canción de Gianluca Grignani. Y aunque no dijiste cuál era la de Charly, mi cabeza eligió una. «Nace una flor, todos los días sale el sol», dijo mi cabeza. Y yo seguí: «de vez en cuando escuchas aquella voz». Y encendí mi radio mental y aparecieron otros coros, otros sonidos. Los arrullos de las palomas que insisten en hacer un nido en mi techo, aunque el año pasado vivimos, ellas y yo, una experiencia fea cuando murieron los dos pichones que daban sus primeros saltitos. Apareció el sonido de una tina que se llena de noche, los televisores de los vecinos, el niño que se ríe a carcajadas y cada tarde canta el cumpleaños feliz a quién sabe quién: a su gato, a su peluche, a sí mismo en una existencia imaginaria en la que todos los días se cumplen años. Apareció también el rayado que vi ayer en mi caminata por la ciudad: «hasta morder tu corazón», decía. Es un verso de una canción de Los Prisioneros que me hizo pensar en el título del último libro de María Negroni: El corazón del daño. Y en lo subrayado que lo tengo. Abrí una página cualquiera y mira: «Los libros son la música de un saber que se ignora». Me pregunté si tú también subrayarías los libros compulsivamente.

El problema es cuando no puedo escribir. La escritura es, también, la falta de escritura. Cuando puedo hacerlo estoy batallando contra todo ese tiempo que en realidad no pude. Por eso existe ese grado infinito de placer

Y me acordé de Lucrecia Martel y su trabajo con el sonido y su idea acerca de que no tenemos párpados para los oídos. Todo este preámbulo para darte las gracias por compartir el secreto sobre las clases de canto. Y decirte lo lindo que me parece aprender cosas, más allá de su utilidad. A mí, por ejemplo, me encantaría aprender a nadar. Sé flotar, sé dar brazadas de perro y pataditas locas, pero eso no es nadar. «Eso de estar dentro del agua y mirar el cielo es como perderse», dice el narrador de tu cuento «Superficie celeste». Tecleo tus palabras y recuerdo lo que me dijo un amigo acerca de mi cuento «Imposible salir de la Tierra», donde hay un sueño acuático que marca el final de la protagonista. Esa imagen, dijo, le había hecho pensar que somos como la superficie de la Tierra, que nuestros cuerpos tienen más de la mitad de agua en su interior y que acaso sería más acertado decir que al morir no seremos tierra, sino agua, vapor, nieve y hielo. Y después de un silencio dijo que era fantástico saber que alguna vez él mismo llovería o nevaría. Ahora que hemos hablado de lo anómalo, lo torcido, lo levemente chiflado (sí, comparto el temor de que esos adjetivos hablen también de mí), pienso que si en este minuto tuviera que escribir un cuento no dudaría en contar la historia de una mujer que un día se convierte en vapor, en agua, en hielo, y que cae sobre la tierra con su liviandad nevada. Afuera hay un sol radiante y adentro de mí la prematura felicidad de habernos conocido aún sin conocernos.

CAMILA FABBRI

Leí y releí tu última carta con ganas de transformarla en pequeñas citas. Eso que tan bien hacés vos, de traer a colación pequeños fragmentos. Lucrecia Martel, de esa canción de Los Prisioneros o del amigo que te regaló esa imagen tan hermosa de la conversión en nieve. Quisiera decir: a mí, una vez Alejandra Costamagna, a quien aún no conozco en persona, pero conocí en parrafitos de Gmail con mis treinta y dos años recién cumplidos, una vez me dijo: sobre esa prematura felicidad de habernos conocido aún sin conocernos.

Las cartas hacen ese movimiento tan extraño, estás tan lejos y a la vez tan cerca que asusta, es como darse vuelta y que alguien te diga: buh! en la cara. Qué curioso que traigas a colación el último libro de María Negroni porque justamente me lo compré el día de mi cumpleaños, fue el regalo que elegí hacerme a mí misma. Salí de un consultorio médico y entré a una librería en la avenida y elegí ese mismo libro. Lo tengo en la mesa del living, ahí me está esperando para cuando tenga las agallas. Hago como vos. Subrayo a tontas y a locas. 

Quisiera decirte que fue una experiencia tridimensional escribirte estas líneas a la vez que leí tus cuentos, tan recónditos y preciosos, repletos de líneas que fui subrayando hasta trazar un mapa que quizás llega a Santiago de Chile. Sigo pensando en esa imagen que trajiste acá, ahí donde decías que nuestros personajes flotan en la parte honda de una pileta sin hacer pie. Yo concuerdo con vos. Están todos ahí y no quieren salir, algo de esa condición les viene bien. Y me parece una gran idea empezar clases de natación, justamente para que sean solo los personajes los que se queden ahí agitando los brazos y nosotras, que escribimos, solamente avancemos hacia adelante, hacia los andariveles o las orillas. 

Aquí afuera es de noche y suena la radio de algún vecino o vecina. Apenas distingo lo que dice. Menos mal. Gracias por este cruce que atesoro.


Valerie Miles. Nacida en Estados Unidos y radicada en Barcelona, Valerie Miles es escritora, editora, y traductora. Dirige Granta en español desde 2003 y fundó la colección de clásicos contemporáneos en español de The New York Review of Books durante su periodo como subdirectora de Alfaguara. Es colaboradora de The New Yorker, The New York Times, El PaísThe Paris Review, y Fellow del Fondo Nacional de las Artes de Estados Unidos, por su traducción de Crematorio de Rafael Chirbes. Fue comisaria de la exposición Archivo Bolaño, 1977-2003, con el equipo del CCCB de Barcelona, fruto de una larga investigación en los archivos privados del escritor. Su primer libro, Mil bosques en una bellota, fue publicado con el título A Thousand Forests in One Acorn en inglés. 

Alejandra Costamagna. (Santiago, 1970) es periodista y doctora en Literatura. Ha publicado las novelas En voz baja (1996, Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral), Ciudadano en retiro (1998), Cansado ya del sol (2002) y Dile que no estoy (2007); los libros de cuentos Últimos fuegos (2005), Animales domésticos (2011), Había una vez un pájaro (2013) e Imposible salir de la Tierra (2016), y el compilado de crónicas y ensayos Cruce de peatones (2012). En 2003 obtuvo la beca del International Writing Program de la Universidad de Iowa, Estados Unidos. En 2008 recibió en Alemania el premio Anna Seghers de Literatura. Su obra ha sido traducida al italiano, francés, inglés, turco y coreano. Su más reciente novela, El sistema del tacto, fue finalista del Premio Herralde 2018 y obtuvo los premios del Círculo de Críticos de Arte y Atenea.

Camila Fabbri. Nació en Buenos Aires (Argentina). Es escritora, directora y actriz. Fue nominada al premio Cóndor de Plata como actriz revelación por la película Dos disparos, de Martín Rejtman. Escribió y dirigió las obras teatrales Brick, Mi primer Hiroshima, Condición de buenos nadadores, En la alto para siempre (con Eugenia Pérez Tomas) y Recital olímpico (con Eugenia Pérez Tomas). Ha escrito para Inrockuptibles, La Agenda Buenos Aires, Vice y Culto. Los accidentes (Emecé, 2017) fue su primer libro de cuentos, su segundo es la novela El día que apagaron la luz (Seix Barral, 2020). Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés y al francés. Ha sido incluida en la selección de Granta de 2021 de los mejores narradores en español menores de 35 años.

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