POR ÁLVARO VALVERDE

Anne Carson (Toronto, Canadá, 1950) no es una desconocida para el lector español. De ella se han publicado aquí los libros: La belleza del marido (un ensayo narrativo en 29 tangos) (Lumen, 2003 y 2019; trad. Ana Becciu), Hombres en sus horas libres (Pre-Textos, 2007; trad. Jordi Doce), Decreación (Vaso Roto, 2014; trad. Jeannette L. Clariond); Eros: poética del deseo (Dioptrías, 2015; trad. Inmaculada Pérez Parra); Autobiografía de Rojo (Pre-Textos, 2016; trad. Jordi Doce); Albertine (Vaso Roto, 2018; trad. Jorge Esquinca); Nox (Vaso Roto, 2018; trad. Jeannette L. Clariond) y Tipos de agua, El Camino de Santiago (Vaso Roto, 2018; trad. Sara Cantú Pérez de Salazar).

La recién fundada editorial Cielo Eléctrico publica ahora otro de los suyos, Flota. No podía haber elegido mejor para el debut, si no fuera porque el confinamiento del coronavirus paralizó la actividad literaria hasta el punto de casi invisibilizar una salida que tuvo mucho de valiente apuesta por la excelencia. La edición original apareció en el prestigioso catálogo de Alfred A. Knopf, Nueva York, 2016.

Si ya de por sí cualquier libro de Carson es original, en su estricto sentido, éste lo es aún más, pues a lo novedoso y hasta experimental de su escritura se une una edición en cuadernillos insertos en una caja de plástico diseñada por Cassandra J. Pappas. Cada uno de ellos es una obra en sí. A la exquisita y cuidada impresión, se añade otro significativo detalle tipográfico: el uso de la elegante letra Sabon.

El libro consta de veintidós cuadernillos que flotan, aunque independientes, en un mar común. Una suerte de archipiélago. Griego, por más señas. Al fin y al cabo, todos están escritos por Carson, lo que les da una unidad incuestionable. (Si hay una voz distinguible en la poesía contemporánea es la de ella.) A éstos, hay que sumar otros: el de los textos originales, Notas sobre las representaciones (nueve textos en cuestión, fruto de diversos encargos para artistas, instituciones, editores, librerías, etcétera) y Contenido, esto es, el índice.

Como el proyecto es mayor, conviene anotar cuanto antes que los solventes traductores que han afrontado el desafío se llaman Jordi Doce y Andrés Catalán. El primero ya había traducido dos libros de la autora canadiense, como habrá observado el lector, y es uno de nuestros mejores y más afanados traductores de poesía angloamericana: Blake, Eliot, Auden, Tomlinson, Hughes, Simic, Auster… El segundo demostró de sobra su valía con sus versiones de Heaney, Lowell, Glück o Frost. Los dos, cabe subrayar, son poetas. Para esta empresa era imprescindible esa dimensión.

Preciso que mi lectura del libro no ha sido premeditada. Quiero decir que he ido dando cuenta de los cuadernillos (que ha calificado de performances) tal cual iban saliendo del estuche. La colocación no era, por lo demás, la propuesta por el editor, ya que, al curiosear la obra recién llegada, desordené el conjunto antes de volver a meterlo en su envase. Se señala, es verdad, que la veintena de entregas no tienen «un orden fijo» y que son «de temas diversos». En efecto, como añade la nota, «la lectura puede ser una caída libre». Ha sido mi caso. Voy a ello.

108 (restos flotantes) aporta de inmediato una de las constantes de Flota: su carácter fragmentario, un asunto clave para comprender la poética de Carson. De forma desestructurada, pero no por eso aleatoria (nada es azaroso en esta rigurosa escritura), se narra una historia de frontera. «Apunté algunos detalles en fichas», leemos, y: «El relato era como un cielo invernal».

Por su capacidad de sugerencia y el misterio inherente, la manera de decir carsoniana es, digámoslo cuanto antes, puramente poética, poco importa que lo escrito derive hacia el ensayo, la traducción, el aforismo o el poema. En cierta ocasión dijo: «Para mí las ideas son imágenes y las frases abstracciones de ideas que se concretan gracias a la gramática y la sintaxis».

En Cómo hacer que te guste «Si yo lo dijera: Un retrato completo de Picasso», de Gertrude Stein alude, además de a eso, a Napoleón y a los espejos o a «cuan temblorosa es la credibilidad de una palabra como como». Es un ejemplo de otros dos rasgos comunes en Carson: la erudición (que maneja con exquisito cuidado, sin pedantería, porque se trata de un culturalismo naturalizado y en absoluto epatante y postizo) y los juegos de palabras o de lenguaje, inseparables de su forma de nombrar, un plus que agregar a la complejidad de traducir.

Desprecios lleva por subtítulo: «Un estudio del lucro y la ausencia de lucro en Homero, Moravia y Godard». Detrás, una película que rodó el último sobre una novela del segundo que, a su vez, se inspiraba en la Odisea, que escribió el primero. Su trama: contratan a un hombre para que escriba un guión sobre la obra de Homero. «¿Hay alguna diferencia entre vender y venderse?», se pregunta. De esta obra clásica de «épica posbélica» que conoce tan bien (no en vano se autodenomina «clasicista»), Carson entresaca una cita que bien se le podría aplicar a ella: «Ya sabes que la canción más elogiada y celebrada / es la que suena totalmente nueva a los oídos del público». Más allá, explica que Odiseo es «un héroe de los negocios» (alguien que «conoce el lucro», según Homero), lo que le impide, como hubiera podido, regresar mucho antes a Ítaca. Él mismo se lo confiesa a Penélope. Era un aristócrata que prefiere los regalos a las mercancías. «Lo relevante aquí es estar en deuda», matiza. Recorre el mundo acaparando objetos preciosos para almacenarlos en tesoros y luego regalarlos. Su relación con el dinero es «neurótica».

Como suele ocurrir, Carson salta de un tema a otro y eso le permite reflexionar sobre las mujeres de Odiseo y el papel de la mujer en Grecia: «El autocontrol es una virtud —física, mental y moral— de la que, a juicio de los antiguos, carecían categóricamente las mujeres».

Bardot (que protagonizó el filme de Godard) y Penélope son «un secreto».

El doliente designado de Wally Shawn es un poema extenso y está inspirado en Governors Island, instalaciones artísticas en edificios neoyorkinos abandonados. Anoto que el interés de Carson por el arte moderno o actual es significativo y que contrasta con esa amorosa fidelidad suya al mundo clásico.

«No hay que temer a la muerte. / Habrá túnel y luz», escribe. Y en referencia a la juventud: «Fuimos / ellos una vez. / A saber por qué».

Envidia del pronombre es también poesía, stricto sensu. Toma el título de una expresión de Cal Watkins, usada «para menospreciar / ciertas inquietudes / del alumnado femenino / de la Escuela de Teología de Harvard». Los pronombres no tienen la culpa. «Es cosa del sistema / indoeuropeo de marcación de género». Luego utiliza los términos exaptación y exaptarse. Ya se ve, por cierto, que el feminismo está también entre los asuntos centrales de la poética de Carson.

Épocas de Yves Klein es un poema donde, en forma de lista (otra manera de proceder muy carsoniana), donde cada fragmento o versículo comienza con «La Época de…». «La Época del Ataque al Corazón al Atardecer», por ejemplo. No falta otra cualidad: la ironía, que ella maneja con destreza.

Estructuras impotentes. Fig. II (Sanne) es otro poema decididamente fragmentario en su narratividad y gira en torno a la muerte.

Feliz navidad de parte de Hegel traspasa la mencionada ironía y se adentra en los territorios del humor. Carson desactiva en cuanto puede todo atisbo de solemnidad, a pesar de su alta cultura y de, ya se apuntó, su natural capacidad de erudición. Ésta es prosa autobiográfica. Allí, la nieve. Y Hegel, claro. «Fue el año en que murió mi hermano» (Michael, protagonista de su libro Nox, que, recuerdo, incluye fotografías y cartas, manuscritos, pinturas y collages, una obra, como ésta, nada corriente).

Franqueza se aborda desde la reflexión, el ensayo y la crítica. «La franqueza es como una madeja que se va formando en tu vientre día tras día, hay que destejerla en otro sitio». Más adelante leemos: «La cuestión no es encontrar un lector, la cuestión es el acto de contar en sí mismo. Por el texto transitan la mujer de H. G. Wells (Jane, aunque era Amy), su admirada E. Dickinson y Helena de Troya («menuda elementa»). Traduce al final una preciosa «maldición» datada en la Beocia del siglo iv a. C.

L. A. es «una breve charla sobre la confinidad del cuerpo» con alfabeto al fondo.

Nelligan reúne un puñado de poemas traducidos por Carson del francés. De Émile Nelligan. De Montreal. Vivió entre 1879 y 1941. Fue declarado demente precoz y vivió encerrado en manicomios. «Acaricio lentamente los dedos de mis neurosis».

Perro fiel I, II y III es poesía escrita con una curiosa disposición tipográfica. De nuevo el juego. Medido, calculado.

Piezapín se subtitula «Una versión de Las Bacantes». De Eurípides. Fue un encargo del artista Elliot Hundlay, para acompañar una instalación con ese título que se representó en Ohio.

Total
2
Shares