Coordinado por Valerie Miles

@Nina Subin, @Bea Fuentes y @Estanislao Montauk

VALERIE MILES

Los dos han vivido una intensa experiencia en el extranjero siendo jóvenes escritores, pero a la inversa, Estanislao como escritor ecuatoguineano que pasó tiempo en España, y Javier, un español que residió en Malabo. Vamos a explorar estas correspondencias, cómo ha influido este tiempo cruzado en vuestras vidas, obras, las impresiones, la extrañeza de hablar el mismo idioma que habita realidades tan distintas.


Mi paso por España marcó una nueva dirección en mis textos, pues comencé a escribir mucho antes de viajar a España y ese encuentro evolucionó bastante mis creaciones, personajes, temas y puntos de vista

ESTANISLAO MEDINA

Buenos días Javier, buenos días, Valerie. Mi paso por España marcó una nueva dirección en mis textos, pues comencé a escribir mucho antes de viajar a España y ese encuentro evolucionó bastante mis creaciones, personajes, temas y puntos de vista. Ha permitido que mi expresión escrita mejore sustancialmente con algunos modismos muy peculiares de los madrileños, segovianos o catalanes, ampliando sobremanera mis registros lingüísticos y mi conocimiento sobre el pueblo español en general, para conocer así sus idiosincrasias y compararlas con las de los guineanos a los que colonizaron de forma tan particular. Conocer la contrapartida de españoles que no sabían nada de mi país ha hecho posible la mejora de mis miras y por ende de mi trabajo. Durante el curso en que Javier estuvo en el centro escolar donde ahora trabajo, estaba estudiando en otro de la ciudad, el que llaman E Waiso Ipola.

JAVIER MONTES

Queridos ambos: fue hace ya veinte años. Yo estaba recién salido de la facultad y sin mucha idea sobre lo que quería hacer en la vida. Emborronaba cuartillas, pero no había publicado nada. Mi tío, Eduardo Soler Fiérrez me ofreció la posibilidad de ir a dar clases en el Colegio Español de Malabo. Él mismo se encargó de la cooperación desde el Ministerio en España, y amó profundamente a este país al que dedicó varios años de su vida, libros de poesía y relatos.

Escuché por primera vez el español hablado de Guinea en el consulado guineano en Madrid, con sus entonaciones y giros particulares, a veces perpetuados en el tiempo y ya desaparecidos en el castellano peninsular. Fue un flechazo súbito por esa forma de hablar: Guinea me conquistó por el oído, y a distancia. Entonces Malabo era poco más que un gran pueblo, los occidentales éramos pocos, y yo me gané enseguida el apodo local de «blanco pequeño». Tuve malaria, pero me curé de amnesia: los españoles hemos olvidado incluso nuestro olvido de Guinea, el gran punto ciego de nuestra memoria histórica. Cuando digo que fui profesor en Malabo, en España suelen preguntarme dónde queda eso, y qué hablan allí.

También me topé con culturas fascinantes, las de las etnias Bubi, Fang o Ndowé, con idiomas mestizos como el pichi o pidgin, verdadera koiné que funde decenas de lenguas y vocabularios. Y lugares imposiblemente hermosos: vi entre niebla los «poblados de fantasmas» al fondo del cráter de la Caldera de Luba, entonces aún por explorar; olisqueé los nidos recién abandonados de los gorilas de montaña en el Monte Alén. En Bioko, la isla donde está Malabo, hay muchos volcanes apagados y cubiertos de selva y nubes, pero mi favorito, por el nombre, era el Pico Misterio, lo veía a lo lejos y despedía el aroma de aventuras y de posibilidades futuras que siempre sentí en un país a la vez joven y ancestral. Es un buen emblema de las relaciones opacas que España mantiene con Guinea.

En Malabo, además de dar clases en el Colegio Español, monté un pequeño taller literario en el apatam del jardín de la misión y colegio de los Salesianos. El apatam es una estructura circular abierta y techada que sirve de lugar de diálogo y encuentro por toda África Occidental, y que me parece otro emblema de lo que debería ser un debate abierto entre España y Guinea sobre su pasado conjunto, tan traumático y cruel, y sus futuros posibles. Un día uno de los chicos me espetó: «Es que los blancos siempre venís a África a explicarnos cómo somos».

ESTANISLAO MEDINA

Es bastante conmovedor para mí, leer tus palabras, Javier. La singularidad con que te enamoraste del acento español guineano, tan peculiar, tan personalizado por los matices de la lengua materna de cada una de las etnias que la conforman. Monte Alen es para quedarse a vivir una temporada muy lejos de toda humanidad. A la hora de relatar sobre Bioko, más concretamente sobre Malabo, que es la localización focal de mis obras hasta la fecha, trato de impregnar su esencia en todos los capítulos. Por eso, inevitablemente, aludo constantemente a su tiempo cambiante: tan pronto hace un sol de justicia, como en cuestión de segundos, se torna el cielo en gris y comienza a llover para marchitar semblantes. Por eso, inevitablemente tiene el pico Basilé una sincronía con la lluvia y mis personajes. Ella aparece desnuda cuando se acaban las largas horas de lluvia, en cambio se oculta cuando la trama de una novela toma un cariz más serio, enfadado o nostálgico. Por eso, inevitablemente tengo la necesidad de aflorar los sonidos de sus bosques, de sus ríos, de sus calles, de su gente. Esa a la que estoy tan acostumbrado a escuchar e imitar.

Malabo, al ser la capital, es la ciudad más ecléctica de todas, donde conviven prácticamente todas las etnias de Guinea Ecuatorial. Cuando escribo historias que ocurren en Malabo es imperativo anotar también la fusión de sus lenguas. La lengua fang es la predominante, puesto que casi el 90% de la población guineana es de esa etnia, y es una de las lenguas que más utilizo en mis trabajos, aunque no la que más; esa es el pichi que podría definir como la lengua oficial de Malabo. Una lengua que nos permite interactuar con los extranjeros anglosajones de toda África. Una lengua que al principio de mi existencia en esta vida se asociaba a personas de dudosa ética, de dudosa capacidad cultural. Actualmente es la lengua que hace de puente entre todas las demás lenguas, incluso más que el español.

Las demás lenguas que cohabitan en Malabo aparecen asiduamente en mis textos, según la etnia de los personajes. Eso me permite hacer giros diversos en las temáticas y los puntos de vista. Es una gozada cuando tienes nociones de la lengua y al mismo tiempo conoces las formas y maneras de las personas de estas etnias.

JAVIER MONTES

Sí, el pichi es fascinante porque es casi un estudio en tiempo real de cómo se forma una lengua orgánicamente, impulsada por millones de hablantes a los que no mueven políticas oficiales (francofonía, hispanidad, etc.) ni obsesiones de pureza identitaria sino la pura y simple necesidad y ganas de comunicarse con el vecino y el no tan vecino, en una lingua franca que pertenece a todos y a ninguno, de Nigeria a Gabón o Benín, de Guinea a Camerún o Congo Brazza.

Escuché por primera vez el español hablado de Guinea en el consulado guineano en Madrid, con sus entonaciones y giros particulares, a veces perpetuados en el tiempo y ya desaparecidos en el castellano peninsular. Fue un flechazo súbito por esa forma de hablar: Guinea me conquistó por el oído, y a distancia

Es muy interesante lo que me cuentas sobre tu uso de ese «nuevo» idioma y sobre cómo poco a poco va convirtiéndose en lengua oficiosa y/o oficial, perdiendo las connotaciones de «baja cultura» que tenía al principio. Cuando yo viví allá aún se percibía así. Quizá pronto, si es que no existe ya, habrá una Gramática, un Diccionario, y, con el tiempo, ay, dios nos libre, una Real Academia de la Lengua Pichi, unas Ayudas a la Traducción al Pichi, unas políticas lingüísticas étnicas o nacionalistas, etc., y en ese momento, quizá, el pichi empiece a morirse y sea sustituido por nuevos idiomas que al principio serán «invisibles», aunque los hablen millones.

Me pregunto (y te pregunto) si ya hay una literatura oral o escrita en esa nueva ur-lengua, del mismo modo que hay una riquísima tradición oral fang o bubi, recopiladas y vertidas por escrito, o del mismo modo que la tradición literaria en castellano pueda servirte en un momento dado de referente y combustible entre otros muchos. Yo creo que todo escritor serio es omnívoro y «come de todo» idiomática y culturalmente. Yendo más lejos, sueño con el día en que un Gran Pichi Planetario, mestizo, impuro, irreprimible, hijo de todos y propiedad de nadie, será la lengua elegida por todos los seres humanos para comunicarse.

ESTANISLAO MEDINA

Son muy pocos autores guineanos los que incluyen palabras en pichi o en otras lenguas guineanas en sus textos. Si acaso lo hacen, no hay un consenso. Soy muy optimista con que en un futuro no muy lejano se establezcan parámetros que permitan la inclusión de estas lenguas en los libros de los artistas más jóvenes, quienes comprenden la importancia de dejar por escrito estas lenguas que hasta hace muy poco habían sido únicamente orales. A pesar de la aceptación cada vez más notoria del pichi, sigue habiendo un vacío importante en la grafía, al igual que con otras lenguas. Por el momento, no existe una literatura escrita. En lenguas como el fang o el bubi sí existe, tanto la oral como la escrita.

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